HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA ANTIGUA
SEGUNDA PARTE
LOS COMIENZOS DE LA GRAN IGLESIA (180-324)
CAPITULO XXII: EL MANIQUEÍSMO.
Manes nació el 14 de abril del año 216 d.C. seguramente
en Ctesifonte, capital parta Seleucia. Sus padres estaban emparentados con
la casa de los príncipes persas de los Arsácidas. Su padre
perteneció a la secta de los mandeos, en que la rigurosa abstinencia
de carne y vino iba unida a múltiples ritos de purificación.
Manes fue educado en esa secta. Un ángel le descubrió que estaba
destinado para apóstol y heraldo de una nueva religión universal,
cuyo contenido le fue comunicado en ulteriores revelaciones.
Emprendió un viaje a la India, donde predicó con
éxito sobre todo en la región de Beluchistán. De vuelta
a Persia obtuvo el favor del rey Sapor I (241-273) quien le permitió
predicar libremente por todo el imperio de los Sasánidas. Él
mismo y un grupo numeroso de misioneros llevaron la fe hasta Egipto y las
provincias orientales de Irán. Sin embargo el rey Bahram I (274-277)
desencadenó una persecución. Probablemente, los sacerdotes
de la religión zoroástrica lo acusaron de planes revolucionarios
y de herejía religiosa. Tras breve detención, Manes murió
en la cárcel el año 277. Sus seguidores llamaron a su muerte
"crucifixión " señalando así el carácter martirial.
Una persecución les obligó a huir hacia occidente, la India
y China donde existieron hasta el siglo XV.
Su predicación la consignó en una serie de escritos
que alcanzaron pronto validez canónica: El gran evangelio de Alfa
a Tau, que estaba provisto de un álbum de imágenes; el Tesoro
de la vida, citado con frecuencia por san Agustín; el Libro de los
misterios, en 24 capítulos y, finalmente, sus cartas halladas en el
Alto Egipto.
Doctrina del maniqueismo. Le caracteriza un dualismo radical
en la doctrina acerca de Dios:
- Hay dos seres o principios supremos de igual orden o categoría, el
principio de la luz y el de las tinieblas.
- Ambos son ingénitos y poseen el mismo poder; pero se hallan en una
antítesis o contraste irreconciliable, cada uno en su propio imperio,
la región de la luz o del bien, situada en el norte, y la del mal,
en el sur.
- Ambos están sometidos a sendos reyes; el imperio de la luz, al
Padre de la grandeza; el reino del mal, al príncipe de las tinieblas,
que manda sobre numerosos demonios.
- Entre los dos principios primeros y sus reinos respectivos se desencadena
una guerra, en que el reino de la materia trata de devorar a la luz; para
defensa de ésta crea el Padre de la grandeza el primer hombre, que,
con sus cinco hijos, sale a campaña, pero es vencido juntamente con
ellos por el mal.
- El primer hombre se da cuenta de su destino o desventura y pide ayuda
al Padre de la grandeza. Éste, después de una serie de emanaciones
intermedias, desprende de sí al espíritu viviente, que libra
al primer hombre de la materia mala y, así. lo redime.
- Apenas el hombre se da cuenta de que es una mezcla de luz y de tinieblas,
es decir, apenas se conoce a sí mismo, comienza su redención.
- El Padre de la luz le ayuda a liberarse más y más de las
tinieblas, que hay en él. Para ello envía a la tierra los mensajeros
de la verdadera religión, que traen al hombre el verdadero conocimiento
de sí mismo. Estos mensajeros son Buda, Zoroastro, Jesús y Manes.
Antes de Manes a los heraldos del redentor maniqueo se les asignaron solamente
partes limitadas del mundo, a las que tenían que llevar la verdadera
gnosis: Buda actuó en la India, Zoroastro se ciñó a
Persia, Jesús a Judea o, en todo caso, a occidente. Ninguno de estos
tres fijó su mensaje por escrito; de donde resultó que las religiones
por ellos fundadas, señaladamente la cristiana, decayeron rápidamente
o fueron falseadas.
- Manes es el último llamamiento a la salvación; al mundo
no le cabe ya sino convertirse ahora o perecer para siempre.
La ética del maniqueismo se fundamenta en la abstención
de todo lo que liga al hombre a la materia. Por esos el perfecto maniqueo
renuncia a este mundo, no quiere poseer nada en él y combate en sí
mismo todos los deseos o concupiscencias. Es decir, se abstiene de palabras
y placeres impuros y repudia todo trabajo servil, pues por él es violado
el mundo de la luz, cuyos fragmentos se hallan en todas las cosas visibles
y palpables; practica la continencia absoluta y condena el matrimonio.
Los fieles maniqueos son divididos en escogidos (electi) y oyentes
(audientes). Los últimos sirven a los elegidos, les procuran comida
y vestidos y así esperan nacer un día en el cuerpo de un elegido
i alcanzar luego la salvación.
Al frente de la iglesia maniquea está un superior dotado
de suprema autoridad, el cabeza de los apóstoles o rey de la religión,
que tiene su residencia en Babilonia. Evidentemente el primero fue Manes.
A él está subordinada una jerarquía muy escalonada, que,
en grados varios, comprende 12 apóstoles, 72 obispos o maestros de
la verdad y 360 presbíteros; a éstos, como diáconos,
se junta el resto de los elegidos, hombres y mujeres.
Los fieles maniqueos se reunían en sus templos para celebrar
su liturgia, que consistía en lectura de los escritos maniqueos y
canto de himnos propios. Los ritos externos son rechazados, pues en ellos
actúa el hombre ligado a la materia, cuando sólo la verdadera
gnosis opera la salvación.
Relación del maniqueismo con el cristianismo. Al comienzo
de sus cartas, Manes se llama enfáticamente a sí mismo "apóstol
de Jesucristo ". Este Jesús apareció sobre la tierra como un
eón celestial en un cuerpo aparente, para instruir a la humanidad
sobre su origen real y verdadero camino de la redención. Jesús
fue guía de las almas, al que los fieles maniqueos bendicen en numerosos
himnos, que suenan en algunos trozos como oraciones puramente cristianas.
Este Jesús finalmente envió al Paráclito por Él
prometido, a fin de preservar su doctrina de toda falsificación. El
Paráclito descendió sobre Manes y le reveló los misterios
ocultos. Luego Manes se hizo uno con él, de suerte que ahora puede
presentarse y enseñar como el Paráclito prometido. Por boca
de Manes habla el Espíritu enviado por Jesús.
Coincidiendo con Marción no reconoce al Dios del Antiguo
Testamento con Dios de la luz; pero los ángeles de la luz han consignado
también verdades sueltas en la Biblia de los judíos. Los evangelios
y cartas paulinas aunque estén también penetrados de errores
judaicos, sin embargo en ellos se halla parte del mensaje de Jesús
sobre las más profundas conexiones del mundo, sobre el sentido del
destino humano, sobre la lucha de la luz y las tinieblas y sobre la liberación
del alma de las cadenas de la materia.
Oposición al maniqueismo. Muy rápidamente se propagó
la religión maniquea por Mesopotamia; desde allí penetró
en Siria y Arabia, y halló una base firme sobre todo en Egipto, que
se convirtió en centro de propaganda para las tierras del Mediterráneo.
El emperador Diocleciano dictó al procónsul de
África un edicto muy riguroso contra los maniqueos (297). Se funda
en quejas oficiales de autoridades de aquella zona. Ordena sean quemados
vivos en la hoguera los dirigentes del movimiento; sus partidarios han de
ser decapitados; los ciudadanos romanos de alta clase serán condenados
a trabajos forzados en las minas.
Bajo el papa Melcíades (311-314) se señala su
presencia en Roma, y de aquí emprende sin duda el camino hacia la
Galia, Hispania los Balcanes. Los concilios del siglo IV se refieren reiteradamente
al maniqueismo. Una ley del emperador Valentiniano I (372) ordena confiscar
las casas donde se reúnen. Teodosio II aumenta las sanciones contra
ellos y Justiniano I castiga de nuevo con pena de muerte el credo maniqueo.
En África el maniqueismo cautiva a muchos, entre ellos al propio Agustín
durante un decenio. Los vándalos en el siglo V les persiguieron también.
Las corrientes neomaniqueas de la Edad Media sobre todo en los Balcanes atestiguan
la vitalidad del maniqueismo.
Theonas, obispo de Alejandría (300) previene a sus fieles
cristianos de las doctrinas maniqueas acerca del matrimonio. También
se opusieron al maniqueismo obispos como Cirilo de Jerusalén, Afrahates
y Efrén en oriente, y posteriormente León Magno en occidente.
La Iglesia mandaba que se pusiera especial atención, cuando un maniqueo
quería convertirse al catolicismo; por medio de fórmulas precisas
de abjuración, había que asegurarse de la sinceridad de la
conversión. Agustín mismo hubo de suscribir una de esas fórmulas.
Algunos autores antimaniqueos: el obispo Serapión de Tmuys. Dídimo
de Alejandria con un trato especial "Katá manijimon ", el obispo árabe
Tito de Bostra y las Acta Archelai, Hegemono de Siria, Eusebio de Emesa, Jorge
de Laodicea y Diodoro de Tarso.