EL SECRETO DE MARÍA
San Luis María de Montfort
Introducción
1) Aquí tienes, alma predestinada, un secreto que me ha enseñado
el Altísimo, y que en ningún libro antiguo ni moderno he podido
encontrar. Voy a confiártelo con la gracia del Espíritu Santo;
pero con estas condiciones:
1) Que no lo comuniques sino a las personas que lo merezcan, por sus oraciones,
sus mortificaciones, sus limosnas, sus persecuciones, su abnegación
y su celo por el bien de las almas.
2) Que te valgas de él para hacerte santa y espiritual; porque la
importancia de este secreto se mide por el uso que de él se hace.
Cuidado con cruzarte de brazos, sin trabajar; que mi secreto se convertirá
en veneno y vendrá a ser tu condenación.
3) Que todos los días de tu vida des gracias a Dios, por el favor
que te hace al enseñarte un secreto que no mereces saber.
Y a medida que lo vayas poniendo en práctica en las acciones ordinarias
de la vida, comprenderás su precio y excelencia; que, al principio,
por la multitud y gravedad de los pecados y aficiones secretas que te atan,
sólo imperfectamente lo conocerás.
2) No te dejes llevar de ese deseo precipitado y natural de conocer la verdad,
di primero devotamente, de rodillas, el Ave Maris Stella y el Veni Creador
Spiritus, para pedir a Dios la gracia de entender y saborear este misterio
divino. Como tengo poco tiempo para escribir y tú tienes poco para
leer, te lo diré en compendio.
Primera Parte
Necesidad de una verdadera devoción a María
I. La gracia de Dios es absolutamente necesaria.
3) Lo que de ti quiere Dios, alma que eres su imagen viva, comprada con la
sangre de Jesucristo, es que llegues a ser santa, como Él, en esta
vida, y glorificada, como Él, en la otra.
Tu vocación cierta es adquirir la santidad divina; y todos tus pensamientos,
palabras y obras, tus sufrimientos, los movimientos todos de tu vida a eso
se deben dirigir; no resistas a Dios, dejando de hacer aquello para que te
ha criado y hasta ahora te conserva.
¡Qué obra tan admirable! El polvo trocado en luz,
la horrura en pureza, el pecado en santidad, la criatura en su Creador, y
el hombre en Dios. Obra admirable, repito, pero difícil en sí
misma, y a la naturaleza por sí sola imposible. Nadie si no Dios con
su gracia y gracia abundante y extraordinaria puede llevarla a cabo; la creación
de todo el universo no es obra tan grande como ésta.
4) Y tú, alma, ¿cómo lo conseguirás? ¿Qué
medios vas a escoger para levantarte a la perfección a que Dios te
llama? Los medios de salvación y santificación son de todos
conocidos; señalados están en el Evangelio, explicados por
los maestros de la vida espiritual, practicados por los santos. Todo el que
quiera salvarse y llegar a ser perfecto necesita humildad de corazón,
oración continua, mortificación universal, abandono en la Divina
Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.
5) Para poner en práctica todos estos medios de salvación y
santificación, nadie duda que la gracia de Dios es absolutamente necesaria
y que, más o menos, a todos se da. Más o menos digo, porque
Dios, a pesar de ser infinitamente bueno, no da a todos el mismo grado de
gracia, aunque da a cada uno la suficiente. El alma fiel con mucha gracia
hace grandes cosas, y con poca gracia, pequeñas. Lo que valora y hace
subir de quilates nuestras acciones es la gracia dada por Dios y seguida
por el alma. Estos principios son incontestables.
II. Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María.
6) Todo se reduce, pues, a hallar un medio fácil con que consigamos
de Dios la gracia necesaria para ser santos, y éste es el que te voy
a enseñar. Digo, pues, que para hallar esta gracia de Dios hay que
hallar a María.
Porque:
7) 1) Sólo Maria es la que ha hallado gracia delante de Dios, ya para
sí, ya para todos y cada uno de los hombres en particular; que ni
los patriarcas, ni los profetas, ni todos los santos de la ley antigua pudieron
hallarla.
8) 2) Ella es la que al Autor de toda gracia dio el ser y la vida, y por
eso se la llama Mater gratiae, Madre de la gracia.
9) 3) Dios Padre, de quien todo don perfecto y toda gracia desciende como
fuente esencial, dándole al Hijo, le dio todas las gracias; de suerte,
que, como dice San Bernardo, se le ha dado en él y con él la
voluntad de Dios.
10) 4) Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de
todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus
manos y conforme al poder que ha recibido (según San Bernardino) reparte
Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias
del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu
Santo.
11) 5) Así como en el orden de la naturaleza es necesario que tenga
el niño padre y madre, así en el orden de la gracia es necesario
que el verdadero hijo de la Iglesia tenga por Padre a Dios y a María
por Madre; y el que se jacte de tener a Dios por padre, sin la ternura de
verdadero hijo para con María, engañador es, que no tiene más
padre que el demonio.
12) 6) Puesto que María ha formado la Cabeza de los predestinados,
Jesucristo, tócale a ella el formar los miembros de esa Cabeza, los
verdaderos cristianos: que no forman las madres cabezas sin miembros, ni
miembros sin cabeza. Quien quiera, pues, ser miembro de Jesucristo, lleno
de gracia y de verdad, debe formarse en María, mediante la gracia
de Jesucristo, que en ella plenamente reside, para de lleno comunicarse a
los verdaderos miembros de Jesucristo, que son verdaderos hijos de María.
13) 7) El Espíritu Santo, que se desposó con María,
y en Ella, por Ella y de Ella, produjo su obra maestra, el Verbo encarnado
Jesucristo, como jamás la ha repudiado, continúa produciendo
todos los días en Ella y por Ella a los predestinados, por verdadero
aunque misterioso modo.
14) 8) María ha recibido de Dios particular dominio sobre las almas,
para alimentarlas y hacerlas crecer en Él. Aun llega a decir San Agustín
que en este mundo los predestinados todos están encerrados en el seno
de María, y que no salen a la luz hasta que esta buena Madre les conduce
a la vida eterna. Por consiguiente, así como el niño saca todo
su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, así
los predestinados sacan todo su alimento espiritual y toda su fuerza de María.
15) 9) María es a quien ha dicho el Padre: "in Jacob inhabita", hija
mía, mora en Jacob, es decir, en mis predestinados, figurados por
Jacob; María es a quien ha dicho el Hijo: "in Israel haereditare",
hereda en Israel, madre querida, es decir, en los predestinados; María
es, al fin, a quien ha dicho el Espíritu Santo: "in electis meis mitte
radices", arraiga fiel esposa, en mis elegidos. Quienquiera, pues, que sea
elegido o predestinado, tiene a María por moradora de su casa, es
decir, de su alma y la deja echar raíces de humildad profunda, de
caridad ardiente y de todas las virtudes.
16) Molde viviente de Dios, forma Dei, llama San Agustín a María
y, en efecto, lo es. Quiero decir que en ella sola se formó Dios hombre,
al natural, sin que rasgo alguno de divinidad le faltara; y en ella sola
también puede formarse el hombre en Dios, al natural, en cuanto es
capaz de ello la naturaleza humana, con la gracia de Jesucristo.
De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua
o retrato: primera, con fuerza y saber y buenos instrumentos puede labrar
la figura en materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde.
Largo, difícil, expuesto a muchos tropiezos es el primer modo; un
golpe mal dado, de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo a perder
todo. Pronto, fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin
gastos, con tal que el molde sea perfecto y que represente al natural la
figura; con tal que la materia de que nos servimos sea manejable y de ningún
modo resista a la mano.
17) El gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo, para formar
al natural un Hombre-Dios, por la unión hipostática, y para
formar un hombre-Dios por la gracia, es María. Ni un solo rasgo de
divinidad falta en este molde; cualquiera que se meta en él y se deje
manejar, recibe allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios;
y esto de manera suave y proporcionada a la debilidad humana, sin grandes
trabajos ni agonías; de manera segura y sin miedo de ilusiones, puesto
que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada en María,
santa e inmaculada, sin la menor mancilla de culpa.
18) ¡Oh alma querida, cuánto va del alma formada en Jesucristo,
por los medios ordinarios de la que, como los escultores, se fía de
su pericia, y se apoya en su industria, al alma bien tratable, bien desligada,
bien fundida, que sin estribar en sí, se mete dentro de María
y se deja manejar allí por la acción del Espíritu Santo!
¡Cuántas tachas, cuántos defectos, cuántas tinieblas,
cuántas ilusiones, cuánto de natural y humano hay en la primera!
Y la segunda, ¡cuán pura es y divina y semejante a Jesucristo!
19) No hay ni habrá jamás criatura, sin exceptuar bienaventurados,
ni querubines, ni serafines de los más altos en el mismo cielo, en
que Dios sea más grande que en la divina María.
María es el paraíso de Dios y su mundo inefable, donde el Hijo
de Dios entró para hacer maravillas, para guardarle y tener en él
sus complacencias. Un mundo hecho para el hombre peregrino, que es la tierra
que habitamos; otro mundo para el hombre bienaventurado, que es el paraíso;
mas para sí mismo, ha hecho otro mundo y lo ha llamado María;
mundo desconocido a casi todos los mortales de la tierra, e incomprensible
a los ángeles y bienaventurados del cielo, que, admirados de ver a
Dios tan elevado y lejano, tan escondido en su mundo que es la divina María,
claman sin cesar: "Santo, Santo, Santo".
20) Feliz y mil veces feliz es en la tierra el alma a quien el Espíritu
Santo revela el secreto de María para que lo conozca, a quien abre
este huerto cerrado, para que en él entre, y esta fuente sellada para
que de ella saque el agua viva de la gracia y beba en larga vena de su corriente.
Esta alma hallará a Dios sólo, sin las criaturas, en esta amabilísima
criatura, a Dios, a la vez, infinitamente santo y sublime, e infinitamente
condescendiente y al alcance de nuestra debilidad. Puesto que en todas partes
está Dios, en todas, hasta en los infiernos, se le puede hallar: pero
no hay sitio en que la criatura encontrarle pueda tan cerca y tan al alcance
de su debilidad como en María, pues para eso bajó a ella. En
todas partes es el Pan de los fuertes y de los ángeles, pero en María
es el Pan de los niños.
21) Nadie, pues, se imagine, como algunos falsos iluminados, que María,
por ser criatura, es impedimento para la unión con el Creador. No
es ya María quien vive, es Jesucristo sólo, es Dios sólo
quien vive en ella. La transformación de María en Dios excede
a la de San Pablo y otros santos más que el cielo se levanta sobre
la tierra.
Sólo para Dios nació María, y tan lejos está
de ¡retener! consigo a las almas que, por el contrario, hace que remonten
hasta Dios su vuelo, y tanto más perfectamente las une con él,
cuanto con ella están más unidas. María es eco admirable
de Dios, que cuando se grita: María, no responde más que: Dios;
y cuando con Santa Isabel se la saluda bienaventurada, no hace más
que engrandecer a Dios. Si los falsos iluminados, de quienes tan miserablemente
ha abusado el demonio, hasta en la oración, hubieran sabido hallar
a María y por María a Jesús y por Jesús a Dios,
no hubieran dado tan terribles caídas. Una vez que se ha encontrado
a María, y por María a Jesús y por Jesús a Dios
Padre, se ha encontrado todo bien, como dicen las almas santas. Inventa,
etc. Quien dice todo, nada exceptúa: toda gracia y amistad cerca de
Dios, toda seguridad contra los enemigos de Dios, toda verdad contra la mentira,
toda facilidad para vencer las dificultades en el camino de la salvación,
toda dulzura y gozo en las amarguras de la vida.
22) Y no es que esté exento de sufrimientos y cruces el que ha encontrado
a María mediante la verdadera devoción: lejos de eso, más
que a ningún otro le asaltan, porque María, que es la madre
de los vivientes, da a sus hijos los trozos del Árbol de la Vida,
que es la cruz de Jesucristo; mas al repartirles buenas cruces, les da gracias
para llevarlas con paciencia y aun con alegría (de suerte que las
cruces que da Ella a los suyos son cruces de dulce, almibaradas más
bien que amargas); o si por algún tiempo gustas la amargura del cáliz,
que necesariamente han de beber los amigos de Dios, la consolación
y gozo que esta buena Madre hace suceder a la tristeza, les alienta infinito
para llevar otras cruces, aun más amargas y pesadas.
III. Una verdadera devoción a María es indispensable.
23) La dificultad está, pues, en saber hallar de veras a la divina
María, para dar con la abundancia de todas las gracias. Dueño
absoluto, Dios puede por sí mismo comunicar lo que ordinariamente
no comunica sino por medio de María; y negar que alguna vez así
lo haga, sería temerario; pero según el orden establecido por
la Divina Sabiduría, como dice Santo Tomás, no se comunica
Dios ordinariamente a los hombres, en el orden de la gracia, sino por María.
Para subir y unirse a Él, preciso es valerse del mismo medio de que
Él se valió para descender a nosotros, para hacerse hombre
y para comunicarnos sus gracias; y ese medio es una verdadera devoción
a la Santísima Virgen.
Segunda Parte
En qué consiste la verdadera devoción a María
I. Varias verdaderas devociones a la Santísima Virgen.
24) Hay varias verdaderas devociones a la Virgen Santísima: no hablo
aquí de las falsas.
25) Consiste la primera en cumplir con los deberes de cristiano, evitando
el pecado mortal, obrando más por amor que por temor, rogando de tiempo
en tiempo a la Santísima Virgen y honrándola como Madre de
Dios, sin ninguna otra especial devoción para con ella.
26) La segunda tiene para la Virgen más altos sentimientos de estima,
amor, veneración y confianza; induce a entrar en las cofradías
del santo Rosario y del Escapulario, a rezar la corona o el santo Rosario,
a honrar las imágenes y altares de María, a publicar sus alabanzas,
a alistarse en sus congregaciones. Y esta devoción, al excluir de
nuestra vida el pecado, es buena, santa y laudable; pero no es tan perfecta
ni tan capaz de apartar a las almas de las criaturas y desprenderlas de sí
mismas a fin de unirlas a Jesucristo.
27) La tercera devoción a la Santísima Virgen, de muy pocas
personas conocida y practicada, es, almas predestinadas, la que os voy a
descubrir.
II. La devoción perfecta a María.
1) En qué consiste.
28) Consiste en darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesús
por Ella; y en hacer todas las cosas con María, en María, por
María y para María.
Voy a explicar estas palabras.
29) Hay que escoger un día señalado para entregarse, consagrarse
y sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento,
por entero y sin reserva alguna; cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna,
como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos,
gracias, virtudes y satisfacciones.
Es preciso notar aquí que con esta devoción se inmola el alma
a Jesús por María, con un sacrificio, que ni en orden religiosa
alguna se exige, de todo cuanto el alma más aprecia; y del derecho
que cada cual tiene para disponer a su arbitrio del valor de todas sus oraciones,
limosnas, mortificaciones y satisfacciones; de suerte que todo se deja a
disposición de la Virgen Santísima, que a voluntad suya lo
aplicará, para la mayor gloria de Dios, que sólo Ella perfectamente
conoce.
30) A disposición suya se deja todo el valor satisfactorio e impetratorio
de las buenas obras; así que, después de la oblación
que de ellas se ha hecho, aunque sin voto alguno, de nada de cuanto bueno
hace es ya uno dueño; la Virgen Santísima puede aplicarlo;
ya a un alma del purgatorio para aliviarla o libertarla, ya a un pobre pecador
para convertirle.
31) También nuestros méritos los ponemos con esta devoción
en manos de la Virgen Santísima; pero es para que nos los guarde,
aumente y embellezca; puesto que ni los méritos de la gracia santificante,
ni los de la gloria podemos unos a otros comunicarnos.
Dámosle, sin embargo, todas nuestras oraciones y obras
buenas, en cuanto son satisfactorias e impetratorias, para que las distribuya
y aplique a quien le plazca. Y si después de estar así consagrados
a la Santísima Virgen, deseamos aliviar algún alma del purgatorio,
salvar a algún pecador, sostener a alguno de nuestros amigos con nuestras
oraciones, mortificaciones, limosnas, sacrificios, preciso es pedírselo
humildemente a Ella, y estar a lo que determine, aunque no lo conozcamos:
bien persuadidos de que el valor de nuestras acciones, administrado por las
mismas manos (las de la Virgen) de que Dios se sirve para distribuirnos sus
gracias y dones, no podrá menos de aplicarse a la mayor gloria suya.
32) He dicho que consiste esta devoción en entregarse a María
en calidad de esclavo; y es de notar que hay tres clases de esclavitud.
La primera es esclavitud de naturaleza; buenos y malos son de esta manera
esclavos de Dios.
La segunda es esclavitud forzada; los demonios y los condenados son de este
modo esclavos de Dios.
La tercera es esclavitud de amor y voluntad; y con ésta debemos consagrarnos
a Dios por medio de María, del modo más perfecto en que una
criatura puede entregarse a su Creador.
33) Notad además que de criado a esclavo hay mucha diferencia. El
criado pide paga por sus servicios; el esclavo, no. El criado está
libre para dejar a su señor cuando quiera, y no le sirve sino a plazos,
el esclavo no puede dejarle, pues se le ha entregado para siempre. El criado
no da a su señor derecho de vida y muerte sobre su persona; el esclavo
se le entrega por completo, de suerte que su señor puede hacerle morir
sin que la justicia le inquiete.
Fácilmente se echa de ver que el esclavo forzado vive en la más
estrecha de las sujeciones. Tal, que sólo puede convenir al hombre
respecto de su Creador. Por eso entre los cristianos no hay tales esclavos;
sólo entre los turcos e idólatras.
34) ¡Feliz y mil veces feliz el alma generosa que se consagra a Jesús
por María, como esclava de amor, después de haber sacudido
en el bautismo la esclavitud tiránica del demonio!
2) Excelencia de esta práctica.
35) Muchas luces necesitaría yo para describir perfectamente la excelencia
de esta práctica; sólo de corrida tocaré algunos puntos.
1) El entregarse así a Jesús por María es imitar a Dios
Padre, que no nos ha dado a Jesús sino por María, y que no
nos comunica sus gracias sino por María; es imitar a Dios Hijo, que
no ha venido a nosotros sino por María, y como nos ha dado ejemplo
para que según hizo Él hagamos nosotros, nos ha invitado a
ir a Él por el mismo camino que Él ha venido, que es María;
es imitar al Espíritu Santo, que no nos comunica sus gracias y dones,
sino por María "¿No es justo, dice San Bernardo, que vuelva
la gracia a su Autor por el mismo canal por donde se nos ha transmitido?"
36) 2) Ir de este modo a Jesús por María es verdaderamente
honrar a Jesucristo, pues es dar a entender que por razón de nuestros
pecados, no somos dignos de acercarnos directamente ni por nosotros mismos
a su infinita santidad, y que nos hace falta María, su Santísima
Madre, para que sea nuestra abogada y mediadora con nuestro mediador que
es Él. Esto es al mismo tiempo acercarnos a Él como medianero
y hermano nuestro y humillarnos ante Él, como ante nuestro Dios y
nuestro juez; es, en una palabra, practicar la humildad, que arrebata siempre
el corazón de Dios.
37) 3) Consagrarse así a Jesús por María es poner en
manos de María nuestras buenas acciones, que, aunque parezcan buenas,
están muchas veces manchadas y son indignas de que las mire y las
acepte Dios, ante quien no son puras las estrellas.
¡Ah!, roguemos a esta buena Madre y Señora, que
después de recibir nuestro pobre presente, Ella lo purifique, Ella
lo santifique, Ella lo suba de punto y lo embellezca de tal suerte, que le
haga digno de Dios. Todas las rentas de nuestra pobre alma, para el Padre
de familia Dios, son menos, para ganar su amistad y gracia, de lo que sería
para un rey la manzana agusanada que para pagar su arriendo le presentara
un pobre colono de su majestad. ¿Qué haría este pobre
hombre si fuera listo y tuviera cabida con la reina? Benévola ella
con el pobre campesino y respetuosa con el rey, ¿no quitaría
a la manzana lo que tuviera de agusanado y de podrido y la pondría
en fuente de oro, rodeada de flores? Y el rey, ¿no la recibiría
sin inconveniente y aun con gusto, de manos de la reina, que tanto quiere
al campesino? Modicum quid offerre desideras?, manibus Mariae tradere cura,
si non vis sustinere repulsam.
¿Deseas ofrecer alguna poca cosa?, dice San Bernardo. Por manos
de María procura entregarla, si no quieres sufrir repulsa.
38) ¡Ay, buen Señor! ¡qué poca cosa es todo cuánto
hacemos! Pero pongámoslo, con esta devoción, en manos de María.
Una vez que del todo nos hayamos dado a ella, en cuanto darnos podamos, despojándonos
en su honor de todo, Ella, infinitamente más generosa, por un huevo
dará un buey; Ella se comunicará del todo a nosotros, con sus
méritos y virtudes; Ella colocará nuestros presentes en la
bandeja de oro de su caridad; Ella, como Rebeca a Jacob, nos revestirá
de los hermosos vestidos de su primogénito y unigénito Jesucristo,
es decir, de sus méritos, que a la disposición de Ella están;
y así, como esclavos y domésticos suyos, después de
habernos despojado de todo para honrarla, tendremos dobles vestidos (omnes
domestici ejus vestiti sunt duplicibus); trajes, galas, perfumes, méritos
y virtudes de Jesús y de María, en el alma del esclavo de Jesús
y de María, despojado de sí mismo y fiel en vivir su consagración.
39) 4) Entregarse así a la Santísima Virgen, es ejercitar en
el más alto grado posible la caridad con el prójimo; puesto
que es dar a María lo que más apreciamos para que de ello disponga,
según su voluntad, en favor de vivos y difuntos.
40) 5) Esta es la devoción con que se ponen en seguro las gracias,
méritos y virtudes, haciendo depositaria de ellos a María y
diciéndola: "Toma, querida dueña mía: he aquí
lo que con la gracia de tu querido Hijo he hecho de bueno; por mi debilidad
e inconstancia, por el gran número y malicia de mis enemigos, que
día y noche me acometen, no soy capaz de guardarlo. ¡Ay!, que
todos los días estamos viendo caer en el lodo los cedros del Líbano,
y venir a parar en aves nocturnas las águilas que se levantan hasta
el sol! Así mil justos caen a mi izquierda y a mi diestra diez mil;
pero Tú, mi poderosa y más que poderosa Princesa, tenme que
no caiga; guarda todos mis bienes, que no me los roben; te confío
en depósito todos mis bienes; Depositum custodi. - Scio cui credidi.
Bien sé quién eres; por eso me confío por completo a
Ti. Tú eres fiel a Dios y a los hombres y no permitirás que
perezca nada de cuanto a Ti se confía; eres poderosa y nadie podrá
dañarte, ni arrebatarte de entre las manos lo que tienes. Ipsam sequens
non devias; ipsam rogans non desperas; ipsam cogitans non erras; ipsa tenente,
non corruis; ipsa protegente, non metuis; ipsa duce, non fatigaris; ipsa
propitia, pervenis (San Bernardo, Inter flores, cap. 135), y en otra parte:
Detinet Filium ne percutiat; detinet diabolum ne noceat; detinet virtutes
ne fugiant; detinet merita ne pereant; detinet gratiam, ne effluat. Estas
son palabras de San Bernardo, que en sustancia expresan todo lo que acabo
de decir. Aunque no hubiera otro motivo para excitarme a esta devoción,
sino el ser medio seguro para conservar y aumentar en mí la gracia
de Dios, debía yo abrasarme de entusiasmo por ella.
41) Esta devoción torna el alma verdaderamente libre, con la libertad
de los hijos de Dios. Ya que por amor a María se reduce uno a la esclavitud,
esta querida Señora le ensancha y dilata en recompensa el corazón,
y le hace marchar a pasos de gigante por el camino de los mandamientos de
Dios. Ahuyenta el disgusto, la tristeza y el escrúpulo. Esta fue la
devoción que el Señor enseñó a la madre Inés
de Jesús, como medio seguro para salir de grandes penas y perplejidades
en que se hallaba "Hazte esclava de mi Madre", le dijo. Hízolo así,
y al momento sus penas cesaron.
42) Para autorizar esta devoción convendría contar aquí
las bulas e indulgencias de los Papas, los decretos de los Obispos en favor
suyo, las cofradías establecidas en su honor, el ejemplo de muchos
santos y grandes personajes que la han practicado; pero todo esto lo paso
en silencio.
3) Su fórmula interior y espíritu.
43) He dicho, además, que esta devoción consiste en hacer todas
las cosas con María, en María, por María y para María.
44) No basta entregarse por esclavo a María una vez sola; ni aun es
bastante hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto
pasajera sería ésa, que no elevaría el alma a la perfección
a que, si bien se practica, la puede levantar. No es muy difícil alistarse
en una cofradía, ni aun abrazar esta devoción y rezar diariamente
algunas oraciones prescritas; lo difícil es entrar en el espíritu
de ella, que es hacer que el alma en su interior dependa y sea esclava de
la Santísima Virgen y de Jesús por Ella.
Muchas personas he hallado que con admirable entusiasmo se han sometido a
tan santas esclavitudes exteriormente; pero muy pocas que hayan cogido el
espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan
perseverado en él.
Obrar con María.
45) 1) La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer
todas las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima
por modelo acabado en todo lo que se ha de hacer.
46) Por eso antes de hacer cualquier cosa hay que desnudarse de sí
mismo y de sus mejores modos de ver; hay que anonadarse delante de Dios,
como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de toda acción
útil para la vida eterna; hay que recurrir a la Virgen Santísima
y unirse a sus intenciones, aunque no se conozcan; hay que unirse por María
a las intenciones de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la Virgen
Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga
de nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su hijo Jesucristo, para
gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni operación
del espíritu que de ella no dependa.
Obrar en María.
47) 2) Hay que hacer todas las cosas en María, es decir, que hay que
irse acostumbrando a recogerse dentro de sí mismo, para formar una
pequeña idea o retrato espiritual de la Santísima Virgen. Ella
será para el alma oratorio en que dirija a Dios sus plegarias, sin
temor de ser desechada. Torre de David para ponerse en seguro contra los
enemigos. Lámpara encendida para alumbrar las entrañas del
alma y abrasarla en amor divino. Recámara sagrada para ver a Dios
con Ella. María, en fin, será únicamente para esta alma
su recurso universal y su todo. Si ruega será en María; si
recibe a Jesús en la Sagrada Comunión le meterá en María
para que allí tenga Él sus complacencias. Si algo hace será
en María; y en todas partes y en todo hará actos de desasimiento
de sí misma.
Obrar por María.
48) 3) Jamás hay que acudir a Nuestro Señor, sino por medio
de María, por su intercesión y su crédito para con él,
de suerte que nunca nos hallemos solos cuando vayamos a pedirle.
Obrar para María.
49) 4) Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María, es
decir, que como esclavos que somos de esta augusta Princesa, no trabajemos
más que para Ella, para su provecho y gloria, como fin próximo
y para gloria de Dios, como fin último. Debe esta alma en todo lo
que hace, renunciar al amor propio, que casi siempre, aun sin darse cuenta,
se toma a sí mismo por fin, y repetir muchas veces en el fondo del
corazón: por Vos, mi amada Señora, hago esto o aquello, voy
aquí o allá, sufro tal pena o tal injuria.
50) Guárdate bien, alma predestinada, de creer que lo más perfecto
es ir todo derecho a Jesús, todo derecho a Dios; tu obra, tu intención
poco valdrá; pero yendo por María será la obra no tuya,
sino de María en ti, y será por consiguiente, muy levantada
y muy digna de Dios.
51) Guárdate bien, además, de hacerte violencia para sentir
y gustar lo que dices y haces; dilo y hazlo todo con la fe que María
tuvo en la tierra, y que con el tiempo Ella te comunicará. Deja a
tu Soberana, pobre esclavillo, la vista clara de Dios, los transportes, los
gozos, los placeres, las riquezas, y no tomes para ti más que la fe
pura, llena de disgusto, de distracciones, de fastidio, de sequedad. Di:
Amén, así sea, a cuanto hace María, mi Reina, en el
cielo; para mí es lo mejor que puedo hacer ahora.
52) Tampoco te atormentes, si no gozas tan pronto de la dulce presencia de
la Santísima Virgen. No es para todos esta gracia. Y cuando por su
gran misericordia favorece Dios con ella, muy fácilmente el alma la
pierde, si no es fiel en recogerse con frecuencia. Si tal desgracia te ocurriese,
vuélvete dulcemente a tu Soberana y pídele perdón.
4) Efectos maravillosos que produce en un alma fiel.
53) Infinitamente más de lo que aquí te digo, te enseñará
la experiencia y tantas riquezas y gracias hallarás en la práctica
si eres fiel en lo poco que aquí te enseño, que te quedarás
sorprendido y con el alma llena de júbilo.
54) Trabajemos, pues, alma querida, y hagamos de manera que por la fiel práctica
de esta devoción, el alma de María esté en nosotros
para engrandecer al Señor, el espíritu de María esté
en nosotros para regocijarse en Dios su Salvador. Palabras son éstas
de San Ambrosio: Sit in singulis anima Mariae ut magnificet Dominum, sit
in singulis spiritus Mariae ut exultet in Deo. No creas que haya mayor gloria
y felicidad en morar en el seno de Abrahán, que se llama paraíso,
que en el seno de María, en el que el Señor ha puesto su trono.
Son palabras del sabio Abad Guerrico: Ne credideris majoris esse felicitatis
habitare in sinu Abrahae, qui vocatur Paradisus, quam in sinu Mariae in quo
Dominus thronum suum posuit.
55) Infinidad de efectos produce en el alma esta devoción fielmente
practicada; pero el principal es hacer que de tal modo viva María
en un alma de la tierra, que no sea ya más el alma quien vive, sino
María en ella; porque, por decirlo así, el alma de María
viene a ser su alma. Pues cuando por una gracia inefable, pero verdadera,
la divina María es Reina del alma, ¿qué maravillas no
hace en ella? Como es Ella la obradora de las grandes maravillas, sobre todo
dentro de los corazones, trabaja allá, a escondidas del alma misma:
que si se diera cuenta de esas obras echaría a perder su hermosura.
56) Como Ella es dondequiera la Virgen fecunda, en todas las almas en que
vive hace brotar la pureza de corazón y de cuerpo, la pureza de intenciones
y designios y la fecundidad de buenas obras. No creas, alma querida, que
María, la más fecunda de todas las criaturas, la que llegó
hasta el punto de producir un Dios, permanezca ociosa en un alma fiel. Ella
sin cesar hará vivir el alma en Jesucristo y hará vivir a Jesucristo
en el alma. Filioli mei, quos iterum parturio donec formetur Christus in
vobis (Gál 4,19). Si, como lo fue al nacer en el mundo, es Jesucristo
fruto de María en cada una de las almas; sin duda que en aquellas
donde Ella habita es singularmente Jesucristo fruto y obra maestra suya.
57) En fin, que para estas almas María viene a serlo todo junto a
Jesucristo. Ella esclarece su espíritu con su fe pura. Ella profundiza
su corazón con su humildad. Ella con su caridad le acrecienta y le
abrasa. Ella le purifica con su pureza. Ella le ennoblece y ensancha con
su maternidad. Pero, ¿adónde voy a parar? No hay modo de enseñar,
sino se experimentan, estas maravillas de María, maravillas increíbles
a las gentes sabias y orgullosas, y aun al común de los devotos y
devotas.
58) Así como por María, vino Dios al mundo la vez primera en
humildad y anonadamiento, ¿no podría también decirse
que por María vendrá la segunda vez, como toda la Iglesia le
espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos?
¿Cómo y cuándo?, ¿quién lo sabe? Pero
yo bien sé que Dios, cuyos pensamientos se apartan de los nuestros
más que el cielo de la tierra, vendrá en el tiempo y en el
modo menos esperado de los hombres, aun de los más sabios y entendidos
en la Escritura Santa, que está en este punto muy oscura.
59) Pero todavía debe creerse que al fin de los tiempos, y tal vez
más pronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes hombres
llenos del Espíritu Santo y del espíritu de María por
los cuales esta Divina Soberana hará grandes maravillas en la tierra
para destruir en ella el pecado y establecer el reinado de Jesucristo su
Hijo sobre el corrompido mundo; y por medio de esta devoción a la
Santísima Virgen, que no hago más que descubrir a grandes rasgos,
empequeñeciéndola con mi miseria, estos santos personajes saldrán
con todo.
5) Prácticas exteriores.
60) Además de la práctica interior de esta devoción,
que acabo de describir, hay otras exteriores, que no se deben omitir ni despreciar.
Consagración y renovación.
61) La primera es entregarse, en algún día señalado,
a Jesucristo, por manos de María, cuyos esclavos nos hacemos, comulgar
al efecto en ese día y pasarlo en oración. Y esta consagración
ha de renovarse por lo menos todos los años en el mismo día.
Ofrenda de un tributo a la Santísima Virgen.
62) La segunda dar todos los años en el mismo día un pequeño
tributo a la Santísima Virgen en testimonio de servidumbre y dependencia;
tal es siempre el homenaje de los esclavos para con sus señores. Consiste,
pues, este tributo en alguna mortificación, limosna o peregrinación,
o en algunas oraciones. El bienaventurado Marín, según testifica
su hermano San Pedro Damiano, tomaba todos los años en el mismo día
la disciplina pública delante de un altar de la Santísima Virgen.
No pido ni aconsejo este fervor; pero, si no se le da mucho a María,
debe al menos ofrecerse lo que se le presente con humildad y agradecido corazón.
Celebrar especialmente la fiesta de la Anunciación.
63) La tercera es celebrar todos los años con devoción particular
la fiesta de la Anunciación, que es la fiesta principal de esta devoción
establecida para honrar e imitar la dependencia en que el Verbo eterno por
amor nuestro en este día se puso.
Rezar la Coronilla de la Santísima Virgen y el Magnificat.
64) La cuarta práctica externa es rezar todos los días (sin
que haya obligación bajo pena de pecado por faltar a ello) la Coronilla
de la Santísima Virgen compuesta de tres Padrenuestros y doce Avemarías,
y rezar frecuentemente el Magnificat, que es el único cántico
que tenemos de María, para dar gracias a Dios por sus beneficios y
para atraer otros nuevos; sobre todo no se ha de dejar de decir después
de la Sagrada Comunión, para dar gracias, como según opina
el sabio Gersón, la Santísima Virgen lo decía.
Llevar la cadenilla.
65) La quinta es llevar una cadenilla bendita al cuello, al brazo o al pie
o a través del cuerpo. Esta práctica puede en absoluto omitirse,
sin perjuicio de lo esencial de esta devoción; sin embargo, será
pernicioso despreciarla y condenarla y peligroso descuidarla.
He aquí las razones de llevar esta señal exterior:
1) Para librarse de las funestas cadenas del pecado original y actual, que
nos han tenido atados. 2) Para honrar las sogas y ataduras amorosas con que
nuestro Señor tuvo a bien ser atado para tornarnos verdaderamente
libres. 3) Ya que estas ataduras son de caridad, traham eos in vinculis caritatis,
para hacernos recordar que sólo debemos obrar movidos por esta virtud.
4) Y en fin, para recordarnos nuestra dependencia de Jesús y de María
en calidad de esclavos, pues acostumbraban éstos a llevar cadenas
semejantes.
Muchos grandes hombres que se hicieron esclavos de Jesús
y María estimaban tanto estas cadenas, que se quejaban de que no se
les permitiera arrastrarlas públicamente a los pies como los esclavos
de los turcos.
¡Oh cadenas más preciosas y más gloriosas
que los collares de oro y piedras preciosas de todos los emperadores porque
nos atan a Jesucristo y a su Santísima Madre y son su marca y librea!
Hay que notar que conviene que estas cadenas si no son de plata,
sean al menos de hierro, para llevarlas con comodidad. No deben dejarse nunca
durante la vida, para que nos acompañen hasta el día del juicio.
¡Qué gozo, qué gloria, qué triunfo para el consagrado,
cuando al sonido de la trompeta resucite adornado todavía con esta
cadena, que, probablemente, no se habrá gastado aún! Este solo
pensamiento bastaría para que te animes poderosamente a no dejarla
nunca, por incómoda que pueda parecerte.
Oraciones
Oraciones a Jesús y a María
Oración a Jesús
66) Dejadme, amabilísimo Jesús mío, que me dirija a
Vos, para atestiguaros mi reconocimiento por la merced que me habéis
hecho con la devoción de la esclavitud, dándome a vuestra Santísima
Madre para que sea Ella mi abogada delante de vuestra Majestad, y en mi grandísima
miseria mi universal suplemento. ¡Ay, Señor! tan miserable soy,
que sin esta buena Madre, infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que
a mí me hace falta María, delante de Vos y en todas partes;
me hace falta para calmar vuestra justa cólera, pues tanto os he ofendido
y todos los días os ofendo; me hace falta para detener los eternos
y merecidos castigos con que vuestra justicia me amenaza, para miraros, para
hablaros, para pediros, para acercarme a Vos y para daros gusto; me hace
falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para
hacer siempre vuestra voluntad, buscar en todo vuestra mayor gloria.
¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia
que habéis tenido conmigo! ¡Si pudiera hacer que conociera todo
el mundo que si no fuera por María estaría yo condenado! ¡Si
yo pudiera dignamente daros las gracias por tan grande beneficio! María
está en mí. Haec facta est mihi. ¡Oh, qué tesoro!
¡Oh, qué consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré
todo para Ella? ¡Oh, qué ingratitud! Antes la muerte. Salvador
mío queridísimo, no permitáis tal desgracia, que mejor
quiero morir que vivir sin ser todo de María.
Mil y mil veces, con San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado
en vez de todas mis cosas. ¡Cuántas veces me he entregado a
Ella! Pero si todavía no he hecho esta entrega a vuestro gusto, la
hago ahora, mi Jesús querido, como Vos queréis la haga. Y si
en mi alma o en mi cuerpo veis alguna cosa que no pertenezca a esta Princesa
augusta, arrancadla, os ruego, arrojadla lejos de mí; que no siendo
de María, indigna es de Vos.
67) ¡Oh, Espíritu Santo! Concededme todas las gracias, plantad,
regad y cultivad en mi alma el Árbol de la Vida verdadero, que es
la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé
con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dadme
mucha devoción y mucha afición a María, vuestra divina
Esposa; que me apoye mucho en su seno maternal y recurra de continuo a su
misericordia, para que en ella forméis dentro de mí a Jesucristo,
al natural, grande y poderoso, hasta la plenitud de su edad perfecta. Amén.
Oración a María
para sus fieles esclavos
68) Salve, María, amadísima Hija del Eterno Padre; salve, María,
Madre admirable del Hijo; salve, María, fidelísima Esposa del
Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Señora,
mi poderosa Soberana; salve, mi gozo, mi gloria, mi corazón y mi alma.
Vos sois toda mía por misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia.
Pero todavía no lo soy bastante. De nuevo me entrego a Vos todo entero
en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada ni para mí, ni para
otros.
Si algo veis en mí que todavía no sea vuestro,
tomadlo en seguida, os lo suplico, y haceos dueña absoluta de todos
mis haberes para destruir y desarraigar y aniquilar en mí todo lo
que desagrade a Dios y plantad, levantad y producid todo lo que os guste.
La luz de vuestra fe disipe las tinieblas de mi espíritu;
vuestra humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; vuestra contemplación
sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; vuestra
continua vista de Dios llene de su presencia mi memoria, el incendio de caridad
de vuestro corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan
el sitio a vuestras virtudes mis pecados; vuestros méritos sean delante
de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima
Madre, haced, si es posible, que no tenga yo más espíritu que
el vuestro para conocer a Jesucristo y su divina voluntad; que no tenga más
alma que la vuestra para alabar y glorificar al Señor; que no tenga
más corazón que el vuestro para amar a Dios con amor puro y
con amor ardiente como Vos.
69) No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun espirituales.
Para Vos el ver claro, sin tinieblas; para Vos el gustar por entero sin amargura;
para Vos el triunfar gloriosa a la diestra de vuestro Hijo, sin humillación;
para Vos el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto,
sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes
de Dios.
Esta es, divina María, la mejor parte que se os ha concedido,
y que jamás se os quitará, que es para mí grandísimo
gozo. Para mí y mientras viva no quiero otro, sino el experimentar
el que Vos tuvisteis: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría,
sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin
descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Vos, sin interés, como
el más vil de los esclavos. La sola gracia, que por pura misericordia
os pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida
diga tres amenes: amén (así sea) a todo lo que hicisteis sobre
la tierra cuando vivíais; amén a todo lo que hacéis
al presente en el cielo; amén a todo lo que hacéis en mi alma,
para que en ella no haya nada más que Vos, para glorificar plenamente
a Jesús en mí, en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Conclusión
Cultivo y crecimiento del Árbol de la Vida
o en otros términos: manera de hacer que
María viva y reine en nuestras almas
1) La Santa Esclavitud de amor. El Árbol de la Vida.
70) Alma predestinada, ¿has comprendido por obra del Espíritu
Santo lo que acabo de decirte? Entonces da gracias a Dios; que es un secreto
que casi todo el mundo ignora. Si has hallado el tesoro escondido en el campo
de María, la perla preciosa del Evangelio, tienes que venderlo todo
para comprarla; tienes que hacer el sacrificio de ti mismo en manos de María
y perderte dichosamente en Ella para hallar allí a Dios sólo.
Si el Espíritu Santo ha plantado en tu alma el verdadero
Árbol de la Vida que es la devoción que acabo de explicarte,
has de poner todo cuidado en cultivarle para que dé fruto a su tiempo.
Es esta devoción el grano de mostaza de que habla el Evangelio, que
siendo, al parecer, el más pequeño de los granos, llega, sin
embargo, a ser muy grande: y tan alto sube su tallo, que las aves del cielo,
es decir, los predestinados, anidan en sus ramas y en el calor del sol reposan
a su sombra y en él se guarecen de las fieras.
2) Manera de cultivarle.
He aquí la manera de cultivarle:
71) 1) Plantado este árbol en un corazón muy fiel,
quiere estar expuesto a todos los vientos, sin apoyo alguno humano; este
árbol, que es divino, quiere estar siempre sin criatura alguna que
le pudiera impedir levantarse a su principio, que es Dios. Así que
no ha de apoyarse uno en su industria, o en sus talentos naturales, o en
el crédito o en la autoridad de los hombres, hay que recurrir a María
y apoyarse en su socorro.
72) 2) El alma, donde este árbol se ha plantado, ha de estar, como
buen jardinero, sin cesar ocupada en guardarle y mirarle. Porque este árbol
que es vivo y debe producir frutos de vida, quiere que se le cultive y haga
crecer con el continuo mirar o contemplación del alma. Y éste
es el efecto del alma perfecta, pensar en esto continuamente, de modo que
sea ésta su principal ocupación.
73) Hay que arrancar y cortar las espinas y cardos, que con el tiempo pudieran
ahogar este árbol e impedir que diera fruto: es decir, que hay que
ser fiel en cortar y tronchar, con la mortificación y violencia a
sí mismo, todos los placeres inútiles y vanas ocupaciones con
las criaturas; en otros términos: crucificar la carne, guardar silencio
y mortificar los sentidos.
74) 3) Hay que tener cuidado de que las orugas no le dañen. Estas
orugas que comen las hojas verdes y destruyen las hermosas esperanzas de
fruto que el árbol daba, son el amor propio y el amor de las comodidades:
porque el amor de sí mismo y el amor de María no se pueden
en manera alguna conciliar.
75) 4) No hay que dejar que las bestias se acerquen a él. Estas bestias
son los pecados, que, con sólo su contacto, podrían matar el
Árbol de la Vida. Ni siquiera hay que permitir que lo alcancen con
su aliento, es decir, los pecados veniales, que son siempre muy peligrosos
si no les damos importancia.
76) 5) Hay que regar continuamente este árbol divino, con la Comunión,
la Misa y otras oraciones públicas y privadas, sin lo cual dejaría
de dar fruto.
77) 6) No hay que acongojarse si el viento le agita y sacude, porque es necesario
que el viento de las tentaciones sople para derribarle, y que las nieves
y heladas le rodeen para perderle; es decir, que esta devoción a la
Santísima Virgen, necesariamente ha de ser acometida y contradicha;
pero con tal que se persevere en cultivarla nada hay que temer.
3) Su fruto duradero: Jesucristo.
78) Si así cultivas tu Árbol de la Vida, recientemente plantado
en ti por el Espíritu Santo, yo te aseguro, alma predestinada, que
en poco tiempo crecerá tan alto, que las aves del cielo harán
morada en él y vendrá a ser tan perfecto que dará a
su tiempo el fruto de honor y de gracia, es decir, el amable y adorable Jesús,
que siempre ha sido y siempre será el único fruto de María.
Dichosa el alma en quien está plantado el Árbol
de la Vida, María; más dichosa aquella en que ha podido crecer
y florecer; dichosísima aquella en que da su fruto; pero la más
dichosa de todas es aquella que goza de su fruto y lo conserva hasta la muerte
y por los siglos de los siglos. Amén.
Qui tenet, teneat.