BEATO ESTEBAN ANUNCIBAY LETONA
1936 d.C.
18 de noviembre
Esteban Anuncibay Letona nació
en Mijancas (Álava) en 1892. Ingresó en el Noviciado Menor
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Bujedo con 16 años,
y pocos meses después iniciaba su noviciado. Tomó el hábito
el en 1909. Tuvo que volver a su casa por enfermedad, pero regresó
restablecido en 1910. Emitió los primeros votos en 1911, en Bujedo.
Hizo la profesión perpetua en Madrid en 1919. Después del Escolasticado
inició su apostolado en la escuela llamada “Beneficencia”, de Madrid.
Fue nombrado Director de la Escuela de Chiclana y posteriormente
de la de Puente Vallecas, uno de los barrios más pobres de Madrid,
donde se encontraba cuando en 1931 los revolucionarios quisieron quemar la
escuela. Después pasó a dirigir la de San Fernando, cerca de
Cádiz. Después de dos años pasó a la de San Luis,
de Sevilla, y dos años después a la de Lorca, donde estaba
cuando sobrevino la persecución religiosa que le llevaría al
martirio.
El 30 de julio de 1936 se presentaron en la Escuela San José
un grupo de personas que se decían “Trabajadores de la Enseñanza”,
reclamando que les entregaran el inmueble, en nombre del “Frente Popular”
(formado por partidos y organizaciones de izquierda). El hermano Director
llamó al abogado de la Escuela, don José María Campoy,
que consiguió diferir lo que exigían aquellos señores.
Pero cuando el Hno. Director esperaba que volvieran para exigir la entrega
del edificio, los que acudieron fueron veinte milicianos de la Confederación
Nacional del Trabajo, invadieron la casa, hicieron un registro en todas las
dependencias, en busca de armas y de dinero, que no hallaron, y terminaron
sacando a los Hermanos atados y detenidos. Aquel día los encerraron
en los sótanos del edificio donde habían establecido la sede
de la CNT, el llamado palacio del Conde de San Julián.
El 1 de agosto trasladaron a los Hermanos a la cárcel,
donde ya estaban detenidos otros sacerdotes, religiosos y católicos
significados por sus creencias. Los Hermanos llevaron en la cárcel
una vida de suma edificación. Pasaban rezando la mayor parte del tiempo,
juntos recitaban el rosario y el "viacrucis", leían en voz alta algún
libro piadoso, y también escribían cartas, la mayor parte de
las cuales no llegaron a su destino porque los carceleros las rompían.
El 30 de septiembre se constituyó el tribunal popular
para juzgar a los Hermanos, y el juez, don Lino Martín Carnicero,
decretó ponerlos en libertad, porque los cargos contra ellos no constituían
delito alguno. Pero el 2 de octubre un escrito del Comité del Frente
Popular de Lorca mandaba que se ignorase la sentencia, ya que aquellos presos
eran considerados peligrosos. Por lo tanto, los Hermanos siguieron presos.
Los días transcurrían sin poder adivinar el futuro, hasta que
llegó el día del martirio.
Fue el miércoles 18 de noviembre de 1936. Uno de los
milicianos que intervino en el asesinato, Juan Meras, relató más
tarde el suceso. Un jefe miliciano, llamado Avelino, dio orden, a las 5 de
la mañana, de sacar al beato don José María Canovas
y a los cinco Hermanos. Les ataron los brazos, los subieron a un camión
y les dijeron que los llevaban a otro sitio, para prestar declaración.
Pero donde los llevaron fue a las afueras del pueblo, a un monte donde hubo
unas minas de azufre, uno de cuyos pozos tenía más de 100 metros
de profundidad. Les mandó sentarse, atados como estaban, y que rezaran.
Un pelotón de milicianos se puso detrás de ellos y el jefe
ordenó disparar. Después, con el revólver, remató
uno a uno con un tiro en la cabeza. El relato dice que algunos milicianos
se pusieron a bailar y a pisotear los cadáveres. Luego les quitaron
las cuerdas y, agarrándolos por los pies, los arrastraron hasta el
pozo de azufre donde los tiraron. “-Es bastante profundo para que nadie se
entere de que están aquí, y en caso de que triunfen los católicos,
no vendrán a venerar sus restos”, dijo uno de los milicianos. Actualmente
el pozo es conocido como “Pozo de los Mártires”.