BEATO FEDERICO HERRERA BERMEJO
1936 d.C.
16 de agosto
Federico Herrera Bermejo nació
en Almagro (Ciudad Real) el 21 de febrero de 1915. Sus padres, Víctor,
picapedrero, y Dolores, eran de condición socioeconómica modesta.
Su amigo de infancia más íntimo nos dice que Federico era de
corazón generoso y noble, de carácter afable, tímido
y de sentimientos delicados. Era el primero en la escuela y fue visto con
frecuencia orando a solas en la iglesia. La vocación le brotó
de muchas fuentes: la religiosidad de la familia, el tener primos franciscanos
y dominicos, el trato con los franciscanos, a cuya escuela asistía
y en cuya iglesia era acólito, y el ejemplo de su hermano José.
Con él entró en el seminario de Alcázar
de San Juan (Ciudad Real) en 1925, y en él permaneció dos años.
Completó las humanidades en La Puebla de Montalbán (Toledo)
de 1927 a 1930. El 1 de junio de 1930 vistió el hábito franciscano
en Arenas de San Pedro (Ávila), donde hizo su primera profesión
el 2 de junio de 1931. Siguió su formación sacerdotal con el
trienio filosófico en Pastrana (Guadalajara) y con los dos primeros
cursos de teología en Consuegra (Toledo), ya en 1934-1936.
Sus compañeros le califican como personalidad de relieve,
afable, con don de gentes, como el más dotado en inteligencia y memoria,
sin presumir de ello. Ejemplar y el número uno en el seminario menor,
siempre destacó en el latín y la música. Era el organista
principal del seminario.
En el seminario mayor se dedicó con ardor a esas aficiones
con perjuicio de los estudios institucionales, aunque siguió obteniendo
calificaciones muy altas. Su comportamiento se resintió y sufrió
altibajos en sus años de profeso. En su segundo -y último-
año de teología hizo causa común con el grupito que
no aceptaba la actuación, recta y exigente, del maestro de disciplina,
pero admitió la corrección y enmendó esa desviación
pasajera, que no hizo vacilar su vocación. Los superiores no dudaron
en admitirlo a la profesión solemne el 17 de mayo de 1936 y a la tonsura
y órdenes menores, recibidas el 6 y 7 de junio de 1936 en Ciudad Real.
En carta a sus familiares, Federico se declaraba gozoso de haber dado el
paso de su consagración definitiva a Dios e ilusionado con el sacerdocio
ya cercano. Junto con 19 hermanos de hábito sufrió la muerte
por Cristo en Fuente el Fresno el 16 de agosto de 1936.