SAN FÉLIX, CIPRIANO Y 4964 COMPAÑEROS
MÁRTIRES DE ÁFRICA
484 d.C.
12 de octubre
Conmemoración de los
santos cuatro mil novecientos sesenta y seis mártires y confesores
de la fe: obispos, sacerdotes y diáconos de la Iglesia de Dios y una
muchedumbre de fieles, durante la persecución vándala en África,
por orden del rey arriano Hunnerico, fueron exiliados por odio a la verdad
católica en un terrible desierto y celebraron, al final, el martirio
después de diversas torturas. Entre ellos se encontraban Félix
y Cipriano, obispos, insignes sacerdotes del Señor.
Eran dos obispos africanos, jefes de una multitud de cristianos;
fueron exiliados por el rey vándalo Hunnerico al desierto del Sahara
para que se murieran de hambre. Víctor de Utica nos cuenta sus sufrimientos:
Cuando llegó finalmente la orden de partir al desierto, los cristianos
salieron de aquella mazmorra cantando salmos y desfilaron entre el coro de
lamentaciones de sus correligionarios que estaban aún en libertad.
Algunos de estos últimos, entre los que se contaban muchas mujeres
y niños, siguieron voluntariamente al destierro a los confesores de
la fe.
Los guardias, viendo que San Félix, obispo de Abbir,
era ya muy anciano y estaba casi paralítico, sugirieron a Hunerico
que le dejase morir en la prisión, pero el salvaje tirano respondió
que si Félix estaba demasiado débil para cabalgar, le atasen
a una yunta de bueyes para que éstos le llevasen a rastras al desierto.
San Félix hizo el viaje atado al lomo de una mula. Muchos de los más
jóvenes y vigorosos murieron en el camino. Cuando alguno caía
extenuado, los guardias le levantaban a punta de lanza y, si veían
que no podía continuar el viaje, le echaban a un lado del camino para
que pereciese de sed y de fatiga. San Cípriano, que era también
obispo, dedicó todas sus energías a asistir y alentar a los
cristianos, hasta que fue aprehendido y desterrado; murió en el destierro,
víctima de los malos tratos que había recibido.