BEATO FÉLIX MAROTO MORENO
1936 d.C.
16 de agosto
Félix Maroto Moreno
nació en Gutierremuñoz (Ávila) el 30 de enero de 1915.
Fue el menor de los seis hijos de Abundio y Juana, labradores humildes, pero
de una religiosidad reconocida por todo el pueblo. En aquel hogar se rezaba
diariamente y, a pesar de la propia pobreza, se daba mucha limosna. A Félix
le gustaba hacerlo y destinaba a ello lo que le daban por ser acólito
en la parroquia; lo fue desde muy pequeño, se sentía orgulloso
de ello y lo hacía con fidelidad y respeto. Bien dotado y aplicado,
descolló en la escuela. Dejó traslucir pronto su vocación,
que la familia acogió con gozo como un honor.
De 1925 a 1930 estudió los cinco cursos de humanidades,
los dos primeros en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y los tres restantes
en La Puebla de Montalbán (Toledo). Tomó el hábito franciscano
el 1 de junio de 1930 en Arenas de San Pedro (Ávila) y profesó
de votos temporales en el mismo convento el 2 de junio de 1931. Cursó
la filosofía en Pastrana (Guadalajara) de 1931 a 1934. En los dos
años siguientes estudió los dos primeros cursos de teología
en Consuegra (Toledo). Por estar sujeto al servicio militar, no pudo hacer
su profesión solemne.
Félix era de carácter fuerte, pero con gran dominio
de sí, equilibrado, generoso, decidido, prototipo del dinamismo y
de la franqueza, de los mejor dotados de su curso y de una aplicación
incansable. Todo esto no le llevaba a distanciarse de sus compañeros,
que eran atraídos por su naturalidad sin presunción, su simpatía
y entusiasmo: no solamente no despreciaba a los menos dotados, sino que les
ayudaba. Uno de sus compañeros reconoce que, gracias a su estímulo,
superó su complejo de inferioridad y no abandonó la Orden.
Fue un tiempo director de la revista del seminario. Su trabajo le produjo
frecuentes dolores de cabeza en sus años de teología, pero
no disminuyó su laboriosidad y rendimiento. Se encontraba centrado
y gozoso en su vocación. Decía a sus familiares que pidieran
para él únicamente la perseverancia. Al decirle éstos
que, si le mandaban a misiones, podía ser martirizado, repuso: «¡Qué
más quisiera yo que dar mi sangre por Jesús!». La dio
el 16 de agosto de 1936.