SAN FLAVIANO DE CONSTANTINOPLA
450 d.C.
17 de febrero
San Flaviano, sacerdote y
tesorero de la Iglesia de Constantinopla, sucedió en el patriarcado
a san Proclo, el año 447. El cortesano Crisafio, que gozaba de gran
favor ante el emperador Teodosio II, le sugirió a éste que
pidiera a Flaviano un presente como muestra de gratitud por su elevación
a la dignidad de patriarca. El obispo envió al emperador unos panes
benditos, según la costumbre de aquel tiempo, pues el pan era un símbolo
de bendición y comunión. Crisafio hizo saber al santo que el
emperador esperaba un regalo muy diferente y mucho más rico; pero
el obispo respondió resueltamente que las rentas de la Iglesia estaban
destinadas a otros usos. A partir de ese instante, el favorito del emperador
decidió acabar con Flaviano. En efecto, valiéndose de la emperatriz
Eudocia, persuadió al emperador para que obligase al patriarca a nombrar
a santa Pulqueria, hermana del mismo Teodosio II, diaconisa de su Iglesia,
con lo cual la corte se vería libre de la influencia de la santa.
Flaviano se negó a ello, cosa que Crisafio consideró como una
nueva ofensa. Por otra parte, la condenación que Flaviano hizo de
los errores de Eutiques, abad de un monasterio próximo a la ciudad,
acabó de enfurecer a Crisafio. Eutiques, movido de un celo excesivo
por convencer a Nestorio de que había en Cristo una sola persona,
cayó en el error de negar que tuviera dos naturalezas. Esto le constituyó
en jefe de la herejía monofisita. En un sínodo reunido por
san Flaviano en 448, Eusebio de Dorileo desenmascaró el error de Eutiques;
el sínodo condenó como herética la opinión de
Eutiques y le mandó comparecer para justificarse. El alegato de Eutiques
no convenció al sínodo, que le depuso y le excomulgó.
Eutiques apeló entonces a los obispos de Roma, Egipto y Jerusalén,
y escribió una carta al Papa san León I, quejándose
de la forma en que el sínodo le había tratado y había
entendido su doctrina. Pero el Papa no se dejó engañar, en
una carta cuidadosamente redactada que envió a Flaviano y que se hizo
famosa en la Historia de la Iglesia con el nombre de «Tomo» o
«Carta Dogmática», san León definió la fe
ortodoxa sobre los principales puntos de la discusión [cfr. Dz 143-144].
Un nuevo concilio confirmó las decisiones del sínodo
anterior. Crisafio, humillado pero no vencido, trató de conseguir
sus fines por otros medios. Así pues escribió a Dióscoro,
sucesor de san Cirilo en la sede de Alejandría, prometiéndole
su amistad y apoyo a condición de que se constituyera en defensor
de Eutiques contra Flaviano y Eusebio. Dióscoro aceptó la proposición
y ambos se valieron de la emperatriz Eudocia, la cual pensaba que, haciendo
daño a Flaviano, molestaría a su cuñada Pulquería,
a la que detestaba; Eudocia logró persuadir a Teodosio de que convocara
a un concilio en Éfeso. El emperador invitó a Dióscoro
de Alejandría a presidir el concilio; con él acudieron algunos
obispos africanos y un grupo de laicos. A lo que parece, se trataba simplemente
de una banda organizada de malhechores. Al concilio fueron también
otros obispos de oriente, y san León envió delegados.
La asamblea, conocida generalmente con el nombre de Latrocinium
o «conciliábulo de bandidos», como la llamó más
tarde san León a causa de las violencias a que dio lugar, se abrió
en Éfeso, el 8 de agosto de 449. Eutiques estuvo presente, así
como dos oficiales del emperador, acompañados por un fuerte contingente
de soldados. Las deliberaciones, en las que predominaban los partidarios
de Eutiques, se desarrollaron en un ambiente de violencias, se impidió
a los legados papales que leyesen las Cartas de san León al concilio
y se terminó, en medio del mayor desorden, con la sentencia de deposición
de Flaviano y Eusebio, a pesar de las protestas de los legados del Papa.
Cuando Dióscoro empezó a leer la sentencia, varios obispos
pidieron a gritos que se callase. Dióscoro interrumpió la lectura
y dio voces para llamar a los enviados del emperador, Elpidio y Eulogio.
Estos mandaron al punto que se abrieran las puertas de la iglesia y Proclo,
el procónsul de Asia, entró escoltado por soldados y seguido
por una multitud armada con palos. Esta incursión intimidó
tanto a la asamblea, que prácticamente ningún obispo tuvo el
valor de negarse a firmar la sentencia, excepto los legados papales que se
retiraron decepcionados.
San Flaviano hizo una apelación al Papa san León
y a otros obispos del occidente, y entregó sus cartas a los legados
papales. Pero cuando se disponía a abandonar la sala en medio del
tumulto que siguió a la asamblea, la turba le derribó y, según
cuentan Dióscoro y el abad Barsumas, fue tan salvajemente golpeado
a puntapiés por los soldados y malhechores, que murió poco
después, no en Éfeso (como suponen algunos autores) sino en
Sardis de Lidia, a donde había sido desterrado.
El triunfo de Crisafio fue de corta duración. El emperador
murió al año siguiente y Marciano mandó ejecutar a Crisafio.
Santa Pulquería, la esposa de Marciano, mandó llevar a Constantinopla
el cuerpo de san Flaviano para que fuera sepultado, con gran pompa en la
sede episcopal, junto a sus predecesores. El Concilio de Calcedonia que tuvo
lugar en 451, reivindicó su memoria, restituyó a Eusebio de
Dorileo y depuso y desterró a Dióscoro de Alejandría.