BEATA FRANCISCA DE LA ENCARNACIÓN
1937 d.C.
13 de enero
María Francisca Espejo
Martos nació en la ciudad de Martos (Jaén). Muy pronto queda
huérfana de madre; María Francisca fue admitida como educanda
en el convento de las trinitarias, Francisca va descubriendo la vocación
trinitaria. En 1893 vistió el hábito, y en 1894 emitió
los votos solemnes. Tomó el nombre de sor Francisca de la Encarnación.
Sor Encarnación era una religiosa tranquila y dedicada completamente
al cumplimiento de sus deberes religiosos, a los trabajos comunitarios. Su
vida fue la de una mujer oculta la mayor parte de sus años entre los
muros del convento trinitario, dedicada a la oración, al trabajo,
a la penitencia. Sus oficios fueron los de enfermera, sacristana, portera
y tornera, ejercidos con su característica sencillez, espíritu
de servicio y obediencia. Padeció mucho con el reúma, sufriendo
en una ocasión un ataque que la dejó paralizada durante varios
meses, prueba que sobrellevó con paciencia admirable. Sor Encarnación
fue de carácter retraído, introvertido, muy tímida y
asustadiza. Durante toda su vida religiosa estuvo cuidando a su tía
Rosario, también religiosa, y de agrio carácter.
El 21 de julio de 1936, a las diez de la mañana, se presentaron
en el convento los milicianos, con orden de desalojarlo y apoderarse de sus
instalaciones. Sor Francisca, con su tía, sor Rosario, y una tercera
religiosa, sor Dolores, se fueron a refugiar a casa de Ramón, hermano
de sor Francisca. Les dieron como aposento una habitación grande en
la planta alta de la casa. Quedaron tía y sobrina. Vestían
de negro, con un pañuelo oscuro en la cabeza, sin salir de casa para
nada. En su habitación seguían la vida regular propia del convento,
con los mismos horarios de oraciones y labores.
Un frío 12 de enero de 1937, se presentaron en el domicilio familiar
unos milicianos, diciendo que querían llevarse a las monjas. Sin permitirles
llevar nada consigo, sacaron a sor Francisca y a su anciana tía, sor
Rosario, de su casa. El día anterior, 11 de enero, la aviación
franquista había bombardeado la zona; como represalia, los milicianos
decidieron vengarse, fusilando a cincuenta personas, señaladas por
sus ideas políticas de derechas o por su carácter religioso.
Especialmente, señalaron a las superioras de las tres comunidades
religiosas femeninas de Martos; nadie sabe por qué, pero creyeron
que sor Francisca era la priora.
Madre Francisca de la Encarnación fue encerrada en los
calabozos del Ayuntamiento, linderos con su convento. Allí coincidió
con la superiora del colegio de la Divina Pastora, y con sor María
de los Ángeles, religiosa trinitaria, que sobrevivió a los
hechos. Aquella noche del 12 al 13 de enero de 1937, sacaron en camiones
a los cincuenta presos. Todos varones, menos tres religiosas: sor Francisca,
sor Victoria (superiora de las religiosas de la Divina Pastora) y madre Isabel,
abadesa de las clarisas. Los llevaron a la aldea de Casillas de Martos, y
en su cementerio fueron fusilando a los presos. De las tres monjas, a dos
las llevaron a las verjas del cementerio, tratando de abusar de ellas; éstas
se resistieron, abrazándose a las verjas, y allí mismo fueron
fusiladas. A Sor Francisca, se la llevó un miliciano a una hondonada
cercana, para abusar de ella, sin lograrlo, porque ésta se resistió
con todas las fuerzas, provocando la ira del agresor, quien la mató
a fuerza de golpes en la cabeza, con la culata del fusil, como luego se pudo
comprobar al exhumar el cadáver. Una vez muerta, la llevó arrastrando
hasta echarla a una de las tres fosas que habían cavado en el cementerio,
en que yacían ya los hombres recién fusilados. La cruda narración
de los hechos proviene de un testigo directo.