BEATO FRANCISCO SPOTO
1964 d.C.
27 de diciembre
Francisco Spoto nació
al 8 de julio de 1924, en Raffadali (Italia). Los padres lo educaron para
una fe profunda y genuina y ellos lo transmitieron un gran sentido del deber.
La familia, la escuela y la parroquia eran las atmósferas frecuentadas
por Francisco: sus educadores y los padres en primer lugar se dieron cuenta
de que en ese muchacho bueno, conciente y sensible estaba madurando el germen
de la vocación al servicio de Dios y de los hermanos.
Francisco entró en el Seminario de la Congregación
de los Misioneros Siervos de los Pobres, en 1936. Desde el principio mostró
poseer un carácter: humille, pero tenaz, con un alto sentido del deber
y de responsabilidad. Precisamente debido a su determinación y la
tenacidad ganó dos apodos, de los compañeros y los superiores
respectivamente: “alemán” y “piedra”, nombres que dan una imagen clara
del temple del joven. Durante los años en el seminario nació
en él la pasión por los estudios, que en su breve vida se tradujeron
en una preparación sólida, claramente visible en sus escritos,
cartas y homilías. La cultura no era en sí su meta, sino colocarla
al servicio del amor a Dios y a los hermanos.
En 1 de noviembre de 1940 Francisco emitió su primera
profesión. Recibió la Ordenación sacerdotal al 22 de
julio de 1951. Inmediatamente dedicó su ministerio sacerdotal al desarrollo
de los trabajos típicos de la Congregación de los Misioneros
Siervos de los Pobres. El Capítulo General de 1959 lo escogió
Superior-General teniendo tan sólo 35 años justos, necesitó
una dispensa de la Santa Sede debido a su corta joven. Asume las nuevas responsabilidades
con tenacidad renovada, determinación y fuerte sentido del deber empeñándose
con todo sus fuerzas en dar impulso y vitalidad a la Congregación,
poniéndose al servicio de todos con activa humildad y la amorosa firmeza.
La oración perfuma y palpita en su vida, ya que él la considera
centro de sus actividades cotidianas.
Su manera concreta permitió conseguir la aprobación
de las Constituciones de parte de la Santa Sede, la nueva Casa de estudios
teológicos en Roma y, en 1961, la inauguración de la misión
en Biringi, en la actual República Democrática de Congo (anterior-Zaire).
Y, de hecho allí, en la tal estimada tierra, P. Spoto pasará
los últimos meses de su vida en una camino direccionado a la santidad
y al martirio. El 4 de agosto de 1964, partió para Biringi para confortar
a los hermanos que se encontraron en dificultad notable debido a la situación
políticamente crítica y peligrosa en la ex-colonia belga que,
después de obtener la independencia en 1960, pasó un periodo
muy inestable, con luchas marcadas por ideologías materialistas y
anti-religiosas, que se volvieron más feroces a partir de 1964 debido
a la persecución de innumerables religiosos y monjas. En este contexto,
P. Francisco partió para el Congo, lleno de entusiasmo, aunque consciente
de que podría perder su propia vida. En el mes de septiembre, cuando
la situación en Biringi se hizo más difícil, decidió
dejar el cargo de Superior-General, comunicando su decisión en una
carta dirigida al Vicario-General: “Si me quedo aquí no es por persistencia
o indiferencia, más bien es por un alto sentido alto del deber, interés
y amor de la Congregación" (Carta al Vicario-general, el 20 de septiembre
de 1964). Un padre bueno no abandona a sus propios hijos en la necesidad
extrema.
A inicio de noviembre, P. Spoto y tres hermanos de la congregación
fueron obligados dejar la misión y vagar sin dirección, escondiéndose
y intentando huir de los Simba que los seguían por matarlos.
En esta situación penosa, P. Francisco puso a punto su sentido de
sacrificio, perfeccionando el deseo de ofrendar su vida para salvar a sus
compañeros. No obstante vivir esa vida nómada, repleta de sustos
y miedos, P. Francisco consiguió escribir una especie de “diario”.
El día 3 de Diciembre sus compañeros fueron capturados. Él
logró huir, empezó la noche vagando por el bosque con los pies
descalzos, sediento, hambriento, ensangrentado... la mañana siguiente,
él encontró a sus tres compañeros libres, milagrosamente
ilesos. En la noche del 11 de Diciembre P. Francisco fue atacado por dos
guerrilleros y, debido a los violentos golpes, quedó paralítico.
A partir de esa trágica noche, hasta el día de su muerte, él
fue transportado en una especie de camilla, continuando el escape para evitar
ser capturados nuevamente. P. Francisco murió al 27 de diciembre de
1964, después de haber recibido el Sacramento de la Unción.
Enterrado en las proximidades de la choza donde se refugiaron. Sus hermanos
de la Congregación sobrevivieron y regresaron a Italia.
Su muerte no fue una oferta inútil: su sangre inocente
bañó ese pedazo de tierra de África e hizo crecer y
producir abundantes frutos.