BEATO FRANCISCO ZIRANO
1603 d.C.
25 de enero
En 1602, fr. Francisco fue
a rescatar esclavos a Argelia, donde fue matado por odio a la fe el 25 de
enero de 1603. Tal convicción, inmediatamente manifestada por los
esclavos cristianos que recogieron sus huesos y piel como reliquias, enseguida
llevó a la Iglesia a tributarle culto público y a proponerlo
como modelo de vida para los cristianos e intercesor en el cielo.
Francisco Zirano nació
en Sassari, Italia, aproximadamente en 1564, ingresó a los Franciscanos
Conventuales, y en 1602 fue a rescatar esclavos a Argelia, donde fue asesinado
por odio a la fe el 25 de enero de 1603. El Beato se movía en
el espíritu del capítulo XVI de la Regla no bulada que indica
a los hermanos que sienten la particular misión de estar “inter
sarracenos” cuál ha de ser la actitud con que dar el bello testimonio
de Evangelio: “No promuevan disputas ni altercados, mas sométanse
a toda criatura por amor a Dios y confiesen que son cristianos”. Ni
palabras ni discursos, y menos aún predicaciones, sino presencia
ofrecida con total discreción y, sobre todo, con corazón
pacífico y fraterno.
Francisco Zirano muere, como Cristo, encomendándose totalmente a las
manos de Dios (“A tus manos, Señor, encomiendo mi alma”, fueron sus
últimas palabras), guardando en el corazón aquella caridad
que le impide -aun en el crisol de la prueba- cualquier animosidad
hacia quien desgarra su cuerpo. Lo mismo que quedó firme ante
el apremio a renegar de su fe: “Soy cristiano y religioso de mi padre san
Francisco y como tal quiero morir. Y suplico a Dios que os ilumine para
que lleguéis a conocerlo”. Se repite la expresión, mansa e
intrépida al mismo tiempo, del “christianus sum” presente en
casi todas las actas de los mártires; expresión con la
que los mártires de los primeros siglos respondían a los procuradores
romanos que los halagaban, invitándoles a renegar de la fe. Tan clara
y vibrante la referencia a “mi padre san Francisco”, habla de su radicada
y amorosa integración en la Orden. Sin que falte, en fin, el
deseo hecho casi oración de que los perseguidores se arrepientan
y perciban y acojan en sus vidas la luz de la fe a través del
encuentro con Cristo.
La convicción de que su muerte era la de un verdadero
mártir quedó inmediatamente manifestada por los esclavos cristianos,
que recogieron sus huesos y su piel como reliquias; enseguida recibió
culto público popular.