SANTA GEMA GALGANI Y SU ÁNGEL CUSTODIO
Su ángel fue para ella
un maestro en los caminos del espíritu para que cada día pudiera
estar más cerca de Dios. Por eso, le llamaba la atención hasta
de los más pequeños defectos y no le pasaba por alto ni los
más mínimos detalles. Muy especialmente, le exigía obediencia
al confesor y al director espiritual. Ella dice:
El ángel de la guarda comenzó a ser mi maestro
y guía, me reprendía cada vez que hacía mal alguna cosa,
me enseñaba a hablar poco y sólo cuando me preguntaban. Una
vez que los de casa hablaban de una cierta persona y no muy bien, yo quise
intervenir. El ángel, amigo severo, me hizo un gran reproche. Me enseñaba
a mantener la mirada baja y hasta en la iglesia me reprendía severamente,
diciéndome: “¿Se está así en la presencia de Dios?”.
Otras veces me decía: “Si no eres buena, no me dejaré ver por
ti” .
Otro día, durante la oración de la tarde, se me acercó
el ángel y, tocándome la espalda, me dijo:
- Gema, ¿cómo tanta desgana en la oración?
- No es desgana, es que hace dos días que no me
siento bien.
- Cumple tu deber con esmero y verás cómo
Jesús te amará aún más...
Le supliqué al ángel de la guarda que fuera a pedir permiso
a Jesús para pasar la noche conmigo. Desapareció al momento.
Y, cuando obtuvo el permiso, regresó .
Pero un día su falta fue más grave y el castigo
también. Dice ella misma: Había recibido de Monseñor
la prohibición absoluta de salir sola de casa. Ese día faltaba
precisamente la tía (señora Cecilia) y nadie podía observarme
y salí para ir a las Cuarenta Horas… Vi un hombre que comenzó
a seguirme. Eché a andar sin saber adónde iba. Después
de no sé qué tiempo, me hallé en la iglesia de san Miguel.
Aquel hombre había entrado también en la iglesia, pero luego
desapareció. Fui a confesarme, entré y estaba Monseñor.
Lo primero de que me acusé fue de haber, como quien dice, escapado
de casa, pero él no me riñó como de ordinario; al contrario,
me dijo que había hecho bien. Seguí confesándome y aprobaba
todo lo que le decía. Salí y de nuevo aquel hombre comenzó
a seguirme hasta la iglesia de la Santísima Trinidad. Fui corriendo
a las monjas y les rogué que me acompañaran a casa, pues tenía
miedo, pero no me quisieron llevar al punto... Fue un día del diablo.
Monseñor (que le confesó) era el diablo que vino hasta con la
mitra en la cabeza .
Otra vez fue el mismo Jesús quien le hizo sentir su
disgusto. Afirma: Una mañana, después de la comunión,
Jesús me dio a conocer una cosa que le había disgustado. La
había hecho la tarde anterior. Acostumbraban a venir a casa dos chicas
amigas de una hermana mía y se hablaba, no de cosas malas, pero sí
mundanas. Yo tomé parte y dije lo mío, como las demás,
pero por la mañana Jesús me riñó tan ásperamente
que se apoderó de mí un terror tal que habría deseado
no hablar ni ver a nadie .
En otra ocasión, (por haber manifestado repugnancia
en leer a la señora Cecilia una carta dirigida al padre Germán)...
recibí de Jesús un buen castigo. Me dijo que el ángel
no se me dejaría ver por espacio de varios meses. Desde ese día,
no lo he vuelto a ver y hoy, que ha venido, no ha querido irse .
Ayer, en el transcurso del día, me dio el ángel
algunos avisos. El primero fue a la hora de comer. Se me acercó. He
de decir que en ese momento se me había ocurrido un pensamiento. Se
comprende que él lo entendió y me dijo: “Hijita, ¿quieres
de verdad que me vaya y no vuelva más a verte?”. Me avergoncé
y entré dentro de mí misma.
Otra vez ayer, mientras estaba en la iglesia, se me acercó
y me dijo: “La Majestad de Jesús y el lugar en que estás piden
otro modo de obrar”. En ese momento, había levantado los ojos para
mirar a dos niñas y ver cómo iban vestidas. La última
fue en la noche. Estaba en la cama de modo menos modesto y me ha reñido,
diciéndome que, en vez de adelantar y aprovechar sus enseñanzas,
me hago cada vez peor y aflojo a cada paso en el bien .
Esta tarde, por obedecer a la tía y a mi hermana, he tenido que ir
con ellas a ver ciertos juegos, entretenimientos, etc. Yo no quiero ir nunca
más, sépalo... Mi ángel no debía estar contento,
pues no ha ido .
Mientras comía, levanté los ojos y vi al ángel
de la guarda que me miraba con un rostro tan severo que hacía temblar.
No me habló. Más tarde, al irme unos momentos a la cama, me
dijo que lo mirase a la cara. Lo miré y bajé enseguida la vista,
pero él insistió y me dijo: “¿No te da vergüenza
cometer faltas en mi presencia?”. Volvió a insistir en que le mirase;
por espacio de más de media hora me hizo estar en su presencia, mirándole
continuamente a la cara. Me echaba unos ojos tan severos... No hice más
que llorar... De cuando en cuando, me repetía: Me avergüenzo de
ti... Ha estado conmigo varias horas, pero sin hablar y siempre severo...
Por fin, pasadas las tres, he visto que el ángel se me acercaba, me
ponía la mano en la frente y me decía estas palabras: “Duerme,
mala”.
Esta mañana he recibido la comunión. No me atrevía
a hacerla. Parece que Jesús me ha dejado entrever un poco el motivo
por el que el ángel se muestra tan severo conmigo: por la última
confesión que hice mal (no manifestando todas las cosas extraordinarias).
El ángel no ha dejado de mostrarse conmigo severo hasta esta mañana
en que manifesté todo al confesor. Apenas salí del confesionario,
me miró sonriente con aire complacido, me pareció que volvía
de la muerte a la vida. Más tarde me habló..., se acercó
y me acarició... Y me dijo: “Hoy no me avergüenzo de ti, ayer
sí” .
EL ÁNGEL, MÉDICO Y ENFERMERO
Dice el padre Germán: Gema tenía en su ángel
custodio un solícito enfermero y un médico eminente. Bastaba
que sufriese la más ligera dolencia para que lo tuviese a su cabecera
toda la noche. La entretenía con sus santas exhortaciones, la consolaba
en sus pesares, la defendía contra las asechanzas del demonio y le
prestaba cuantos servicios necesitaba .
Ella le escribía: Después de comer no me sentía
nada bien, y el ángel me trajo entonces una taza de café tan
bueno que me curé enseguida . Otro día, el ángel me dio
a beber unas gotas de un líquido blanco en un vasito dorado, diciéndome
que era la medicina con la que el médico del paraíso curaba
a sus enfermos .
El jueves por la tarde, Jesús me prometió que
durante los días que faltara la señora Cecilia, haría
que no me faltase nunca el ángel de la guarda. Me lo brindó
ayer tarde y no me ha vuelto a dejar ni un solo momento... Hoy ni siquiera
un minuto se ha separado de mí... Le he preguntado: ¿por qué,
cuando está la señora Cecilia, no apareces nunca? Me ha contestado:
“Porque nadie, fuera de ella, sabe hacer mis veces. Pobre niña, eres
tan pequeñita que necesitas quien te lleve de la mano. Ahora te llevaré
yo, no temas, pero obedece” .
La señora Cecilia le escribía al padre Germán:
El jueves comenzó a sentirse mal temprano, hacia las nueve; se fue
a la cama, porque no podía tenerse. Vino el ángel custodio a
ayudarla, porque sola no podía . Después de recibir las llagas,
escribió: Las tapé (las llagas) lo mejor que pude y luego, ayudada
por el ángel, pude acostarme en la cama .
En ocasiones, le ayudaba después de haber recibido golpes
del demonio. En una carta le dice al padre Germán: El demonio me hizo
un poco de daño, porque me duelen las espaldas y no puedo tener la
cabeza derecha ni siquiera desnudarme ni vestirme. El ángel me
ayuda .
Y ella dice, como agradeciendo a su ángel sus servicios: ¡Cuántas
veces, durante mi enfermedad, me hacía sentir al corazón palabras
de consuelo!
También el ángel del padre Germán le ayudaba.
Ella misma lo dice: El jueves por la noche vino su ángel, me besó
varias veces y, como me encontraba un poco mal y no podía moverme,
él, pobrecito, me volvía, ya de una parte ya de otra. Yo se
lo agradecía de corazón .
EL ÁNGEL QUE LLORA
Lo que más le dolía y hacía sufrir al
ángel eran sus desobediencias al confesor, a quien debía dar
cuenta de todo lo que le pasaba. Dice: De todo debía dar cuenta a
mi confesor, pero fui a confesarme y no me atreví, salí sin
decirle nada. Regresé a casa y, al entrar en mi habitación,
vi que mi ángel lloraba. No me atreví a preguntarle nada, pero
él, espontáneamente, me dijo:
- ¿De modo que tú no me quieres ver? Eres
mala, porque callas las cosas al confesor. Recuerda lo que te digo, te lo
repito por última vez. Si vuelves a callar lo más íntimo
al confesor, yo no me dejaré ver más de ti, nunca, nunca.
Me puse de rodillas y me mandó que hiciese el acto de contrición,
haciéndome prometer que en adelante se lo diría todo al confesor;
y luego me perdonó en el nombre de Jesús .
Un día, al ponerme a escribir esta carta, he visto,
me pareció, a su ángel de la guarda... Me dijo, casi llorando:
“Hija, hija mía, tú estabas hasta hace poco rodeada de rosas,
¿no te das cuenta de que ahora, en cada una de aquellas rosas aparecen
espinas que punzan tu corazón? Hasta aquí has saboreado dulzuras
en torno a tu vida, pero recuerda que, en el fondo de ellas, está la
hiel. ¿Ves esta cruz? Es la cruz que te ofrece tu padre. Esta cruz
es un libro que has de leer cada día. Prométeme, hija, prométeme
que llevarás esta cruz con amor y que será para ti más
querida que todas las alegrías del mundo”.
Le dije que sí a todo y con mano temblorosa abracé la cruz.
Mientras el ángel me hablaba así, de sus ojos caían gruesas
lágrimas y, repetidas veces, me hizo llorar también a mí
.
EL ÁNGEL QUE RÍE
Así como el ángel lloraba, también se reía
con ella y tenía sentido del humor. Dice: Le rogué al ángel
de mi guarda y le pedí con insistencia que no me dejara sola. Me preguntó
qué me pasaba y le hice ver al diablo que, si bien estaba algo lejos,
siempre me estaba amenazando. Le rogué que se quedara conmigo toda
la noche y me contestó:
- Pero yo tengo sueño.
- No, los ángeles de Jesús no duermen.
- Pero he de descansar (me pareció que le daba
risa). ¿Dónde quieres que descanse?
- Estuve por decirle que se metiese en la cama y que yo
me quedaría allí rezando, pero habría desobedecido. Le
dije que estuviese cerca de mí y me lo prometió. Me acosté
y luego me pareció que él extendía sus alas sobre mi
cabeza .
El ángel le hizo sentir los dolores de la coronación
de espinas. Ella lo cuenta así: El ángel traía dos hermosísimas
coronas: una de espinas muy largas que no era una corona. Estaba hecha a manera
de gorro. La otra era una guirnalda de lirios. Me preguntó cuál
escogía... y respondí: “La de Jesús”. Me puso la de
espinas, la besó antes varias veces riendo y llorando, y el ángel
desapareció. Pero me dejó tan serena y tranquila que, aunque
comencé a sufrir, mi sufrir era dulce, acompañado de una multitud
de pensamientos y de afectos hacia Jesús, con deseos de sufrir cada
vez más y de volar pronto a él .
Y añade: Dos días seguidos, el 14 y 15, tuve
una visita de mi ángel. ¿Quién lo iba esperar? Llegó
inesperadamente. Estaba descansando con Jesús... Le dije: “Si llegas
de parte de Dios, ven, que te recibo; si del diablo, te escupo a la cara”.
Entonces, él, sonriendo, adoró la Majestad de Dios e hizo un
saludo a la Santísima Trinidad .
También el ángel del padre Germán se reía
con ella. Nos dice: Después de pasar una hora (de sufrimiento) se me
presentó su ángel. No crea que lo he recibido bien. Le he rogado
que se fuese, pues había sido castigada por Jesús y por mi
ángel..., y él se reía .
Un día, cuando salí del confesionario, el ángel
me miró sonriente y con aire complacido . Otro día, le escribió
una carta al cohermano Gabriel y dice: Esta mañana de madrugada, el
ángel me despertó y me dijo que hoy recibiría la respuesta,
¿Cómo? Ya la verás, me dijo sonriendo .
Una tarde, estaba en cama y el ángel volvió a
bendecirme. Me dijo: “Mañana no podrás recibir a Jesús
(por estar enferma), me besó dos veces y se fue. Ayer por la tarde
dijimos juntos el acto de contrición con la frente en tierra y me preguntó
riendo cómo estaba. Respondí: Muy bien” .
EL ÁNGEL CAMPANERO
Un servicio del ángel era avisarle, cuando llegaba la
hora para hacer tal o cual cosa. El padre Germán, cuando estaba en
Luca y dormía en casa de la familia Giannini, al levantarse por la
mañana, solía llamar a la puerta del cuarto donde dormían
doña Cecilia y Gema para despertarlas y avisarles que era hora de oír
misa y comulgar. El buen padre daba también a Gema su bendición
antes de ir a acostarse. Pues bien, cuando él faltaba, desempeñaba
esos mismos servicios el ángel custodio de Gema, despertándola
por la mañana y dándole la bendición por la noche .
Eso mismo hacía el ángel del padre Germán.
Ella le escribe: Todas las noches, desde que usted se marchó, su ángel
custodio viene a bendecirme y por las mañanas a despertarme . Su confesor
le había prohibido que estuviera más de una hora con Jesús,
cuando se le aparecía. Ella dice al respecto en su Diario: Apenas terminada
la hora que la obediencia me tiene señalada, mi ángel me avisó.
¿Qué hacer? Jesús seguía entreteniéndome,
pero bien veía el embarazo en que me encontraba. Era menester que yo
mandase marchar a Jesús a fin de no faltar a la obediencia, pues la
hora había terminado.
Dijo Jesús: “Dame una señal de que obedecerás
siempre”. Entonces exclamé: “Vete, Jesús, que ahora no te quiero”.
Jesús, sonriendo, me bendijo y, encomendándome al ángel
de la guarda, me dejó con tanta alegría que no lo podría
explicar .
Hoy he terminado de rezar el septenario por Serafina. Yo me
olvidaba siempre, pero el ángel de la guarda, aun durmiendo, me despertaba
y lo decíamos juntos . El ángel estaba siempre atento y le avisaba
cuando debía acostarse o levantarse, cumplir alguna obligación
o rezar sus oraciones.
EL ÁNGEL COMPAÑERO
El ángel siempre la acompañaba. Y muchas veces
visiblemente. La Madre Inés declara que un día fue Gema al monasterio
a visitarla y ella la reprendió por haber ido sola. Gema le respondió
que no estaba sola, pues la acompañaba su ángel de la guarda.
La Madre le respondió:
- ¿Dónde lo has dejado?
- Allí afuera a la puerta.
- ¿Por qué no lo llamas?
Gema abrió la puerta y con la mano lo invitó
a entrar, pero la Madre Inés no lo vio y le preguntó cómo
lo veía. Entonces, Gema respondió: “Le veo la cara y con las
alas extendidas sobre mi cabeza en señal de protección” . La
tía Elisa aclara en el Proceso que Gema debía tener unos 15
ó 16 años.
Dice Gema: El ángel de la guarda no cesa de vigilarme,
instruirme y darme sabios consejos. Se deja ver varias veces al día
y me habla. Ayer me acompañó durante la comida, pero no me hacía
fuerza (para comer) como me hacen los demás .
Un día, cuando menos lo pensaba, vino el ángel. Se me acercó,
me acarició y me sentí obligada a decirle con todo el afecto:
- Ángel mío, ¡cuánto te quiero!
- ¿Por qué me quieres tanto?
- Te quiero, porque me enseñas la humildad y porque
mantienes la paz interior en mi corazón. Si alguna vez soy mala, no
te enfades.
- Sí, yo seré tu guía seguro. Seré
tu compañero inseparable. ¿No ves quién me ha confiado
tu custodia?
- Sí, mi buen Jesús.
Y los dos quedamos con Jesús .
EL ÁNGEL QUE REZA Y BENDICE
¡Qué hermoso es saber que nuestros ángeles
custodios, entre otras obligaciones que tienen, está la de rezar por
nosotros! ¡Cuántas horas se habrán pasado orando de día
y de noche, pidiendo por nosotros y nuestras intenciones! Y ¡cómo
les gusta bendecir!
En la vida de Gema esto aparece muchas veces. Eufemia Giannini
relata que el 16 de agosto de 1902, al escupirle al ángel por
orden de su confesor, surgió en el lugar donde cayó la saliba
una bella rosa blanca, en cuyas hojas estaba escrito: Del amor todo se recibe,
y, a continuación, el ángel se puso de rodillas, juntó
las manos y oró. Recitó todas las oraciones que el sacerdote
dice en la misa desde el Santo hasta la Elevación .
El ángel también recitaba conmigo el Oficio (divino) .
Al padre Germán le dice: ¿Sabe lo que hacemos cuando viene
el ángel? Adoramos juntos la infinita Majestad de Dios y andamos a
porfía para ver quién repite más fuerte: ¡Viva
Jesús! ¡No hablamos de otra cosa! .
El padre Germán declara: El ángel se le aparecía
en el aire con las manos extendidas o juntas como en actitud de orar. Otras
veces, arrodillado a su lado. Recitaban juntos los salmos y oraciones alternativamente
y, si eran jaculatorias, iban a porfía a ver quién gritaba más:
¡Viva Jesús! ¡Bendito sea Jesús! Y otras semejantes,
con lo que el Señor se mostraba satisfecho . Y recordemos que ella
dice: A veces nos pasamos hablando horas enteras . Y con una sencillez extraordinaria
afirma: Vino el ángel y oramos juntos .
También su ángel la bendecía, al igual que el ángel
del padre Germán. Dice el padre Germán: El ángel custodio
de Gema la despertaba por la mañana y por la noche le daba la bendición
.
Ella manifiesta: Todas las tardes, cuando el ángel de la guarda me
bendice, me repite: “Dios te bendiga junto con todos los miembros del Sacro
Colegio” .
Y lo mismo hacía el ángel del padre Germán, cuando
se le aparecía: Su ángel me bendice y me acaricia... Me bendijo
varias veces, mientras gritaba fuerte: ¡Viva Jesús! .
EL ÁNGEL DEL PADRE GERMÁN
Gema no tenía solamente un ángel amigo, el ángel
del padre Germán era también su amigo que la visitaba frecuentemente
y la ayudaba en todo, incluso cuando estaba enferma. Aquí podemos observar
la importancia de invocar a los ángeles de nuestros familiares o personas
con quienes vivimos, pues ellos también son parte de nuestra vida
y nos ayudarán en la medida en que los invoquemos.
Dice Gema al padre Germán: Mándeme esta noche a su ángel,
porque tengo muchos recados que darle .
Después de tanto tiempo, al fin se me ha presentado
también su ángel. Venía mucho más hermoso. La
estrella reluciente, que constantemente aparece sobre su cabeza, ahora brillaba
mucho más. Figúrese que ha venido a la cocina mientras Mea
hacía las albondiguillas... Sentí entonces posar una mano sobre
mi frente y que me levantaban la cabeza. Era su ángel, que me decía:
“Vamos a ver, hija mía. Si tienes la dulce esperanza de reinar un
día con Jesús y María en el cielo, ¿por qué
no sufres y trabajas con un poco más de fuerza y coraje?”. Dicho esto
me besó y desapareció, dejándome llena de gozo .
Todas las noches, desde que usted se marchó, su ángel
custodio viene a bendecirme y, por las mañanas, a despertarme. Esta
mañana, cuando abrí los ojos, no estaba y me vinieron ganas
de llorar. Me lo enviará otra vez enseguida, ¿no es verdad?
Dígale que le pido perdón y que no volveré a cometer
más aquella desobediencia. Mi ángel no es tan severo, aun cuando
sea mala. Viene siempre por lo menos a bendecirme .
El viernes por la mañana, a eso de las nueve, mandó
usted su ángel custodio a visitarme. Venía un poco enfadado
y me dijo que le mandaba usted para que me dijese que no era ya tiempo de
hacer la niña, sino de caminar a pasos agigantados por los caminos
de la perfección y del espíritu... Su buen ángel me dijo
además otras muchas cosas. Me llamó varias veces por mi nombre
y me decía: “O cambias de vida o cambias de nombre” .
Escribe Gema: Padre mío, su ángel está siempre conmigo.
Me bendice, me acaricia y le mando decir muchas cosas. ¿Le dijo que
le mandé decir que hiciese la caridad de escribir a la tía antes
de Pascua? .
El viernes por la noche su bendito ángel me hizo
enfadar. Yo no quería que se acercase a mí, pero él se
empeñó en decirme varias cosas. Me dijo apenas llegó:
“Dios te bendiga, oh alma confiada a mi custodia”. Ya puede figurarse cómo
le respondería. Le dije: “Ángel santo, escucha un poco. No te
ensucies las manos conmigo, vete, vete con otra alma que sepa hacer estima
de los dones de Dios. Yo no sé hacerla”. Pero él me dijo:
- ¿Qué temes?
- Desobedecer.
- No temas, que es tu padre quien me envía... ¿Crees
que echas a perder los grandes dones que Dios te ha concedido? No temas. Esta
gracia se la pediré yo a Jesús para ti. Basta que tú
me prometas corresponder a los auxilios que te prestará tu padre. Por
lo demás, hija, no tengas miedo al sufrimiento.
Y me bendijo varias veces, mientras gritaba fuerte: ¡Viva Jesús!
¡Con qué confianza habla con su ángel y
con el del padre Germán! Ambos toman en serio su santificación
y ambos se le aparecen en distintos momentos. Incluso le ayudan a cambiar
de posición en la cama y hasta juran por Dios.
Le dice al padre Germán: ¿Quiere decirme si su
ángel puede jurar? El jueves por la noche vino su ángel. Me
besó varias veces y, como me encontraba un poco mal y no podía
moverme, él, pobrecito, me volvía ya de una parte, ya de otra.
Yo se lo agradecía de corazón. El viernes, a eso de las once
y media, volvió otra vez. ¡Qué contenta me pongo, cuando
lo veo!... Me decía: “Te juro con verdad que todo cuanto en ti sucede
ni es ilusión ni cosa que se le parezca, sino obra enteramente de Dios”.
Y lo repitió dos veces y me mandó que rezase todos los días
tres avemarías. Añadió después:
- ¿Quieres mucho a la madre de Jesús? Saludadla
a menudo (no dijo salúdala, sino saludadla), pues lo agradece mucho.
Siempre os devuelve el saludo y, si no siempre lo oís, es que lo hace
para probar si, a pesar de todo, seguís siendo fiel. Me bendijo y se
fue .
AMIGA DE LOS ÁNGELES
El padre Germán manifiesta que en innumerables ocasiones
había contemplado la actitud y reverencia que guardan los ángeles,
rodeando al augusto tabernáculo (sagrario) y se cuidaba de asemejarse
a ellos en sus adoraciones .
Ella veía a los ángeles, adorando a Jesús
ante el sagrario, y se unía a ellos en su adoración a Jesús
sacramentado.
En una carta al padre Germán le dice: Después
que usted marchó yo permanecí con mis queridos ángeles,
pero no se hacen ver los cuatro; dos solamente: el suyo y el mío. El
suyo, por la mañana viene a despertarme y por la tarde, a bendecirme
.
Su ángel le ayudaba a rezar el Oficio divino en compañía
de otros ángeles. Escribe: El ángel también recitaba
conmigo el Oficio. Pero ayer, que era el día de su fiesta, los despedí
a todos. El mío no quiso irse ni tampoco el suyo .
También se le aparecía, de vez en cuando, el
ángel del hermano Gabriel. ¡Qué hermoso es el ángel
del cohermano Gabriel! ¡Si lo viera! ¡Más hermoso que
el suyo y el mío! Ha venido hace un momento... Ha rezado conmigo,
¡Qué cosas tan hermosas me ha dicho! .
Y añade: Ayer vi a varios ángeles, el mío que me asiste
continuamente, y el otro de otra persona y del que no es necesario que diga
más particularidades .
EL ÁNGEL CARTERO
Una de las cosas más hermosas de la vida de santa Gema
es observar a su ángel como un humilde servidor que le hacía
favores de toda clase, incluso llevarle las cartas al correo para ahorrarse
el franqueo. Normalmente, esas cartas llevadas por el ángel, las recibía
el padre Germán por el correo ordinario. Pero algunas veces las recibió
por medio de un pajarito, bajo cuya figura estaba su ángel.
El padre Germán le escribía a la señora
Cecilia para probar, si realmente era el ángel el que llevaba las cartas:
Respecto al cartero angélico, podría hacerse otra prueba. Cuando
Gema tenga ya preparado el sobre de que le he hablado, un sobre cerrado, ponga
las señas y se lo entregue a usted. Usted lo coja y lo ponga en un
sitio apartado, colocando encima una imagen del venerable Gabriel, rogando
al Señor que sea glorificado en esta su sierva y que no permita que
el enemigo engañe a nadie. Si después de pasados tres días,
el sobre siguiese en su sitio, usted tendrá la bondad de enviarlo por
correo .
La señora Cecilia Le escribió al padre Germán
una carta en la que le decía: El día 12 se le envió una
carta. ¿La ha recibido? Se remitió de este modo. Se la entregué
a don Lorenzo, quien la puso bajo llave la tarde del día 12. El día
13 a eso de las tres de la tarde, estaba con la rueca, mientras Gema se hallaba
con el niño en brazos. De repente, me dice que ha visto pasar al ángel
por la ventana de don Lorenzo con la carta en la mano. Corrí al momento
a llamar a don Lorenzo, que tenía la llave en el bolsillo, y le dije:
“Vamos al instante a ver”. Miramos y la carta no estaba ya. Dígame
enseguida, si la ha recibido .
El padre Germán le contestaba el 21 de junio, diciendo:
Recibo en estos momentos las dos cartas de que me hablaba en su apreciadísima
última. Una trae la fecha del 12 y la otra viene sin ella. Las dos
llegaron juntas. Dios es caridad infinita. ¿Por qué, pues, maravillarse
de verle condescender tanto con sus criaturas? .
El 22 de junio de 1901 Gema incluyó en un mismo sobre,
para confiárselo al ángel, dos cartas distintas: La una para
el padre Germán y la otra para la Madre Josefa. Gema se las entregó
a la señora Cecilia. Y la señora Cecilia, según órdenes
recibidas, escondió primeramente el sobre en la habitación de
don Lorenzo (sacerdote que vivía alojado en la misma casa). Luego trasladaron
el sobre al sitio más escondido e impenetrable de la casa, colocándolo
entre dos imágenes, una de san Gabriel de la Dolorosa y otra de san
Pablo de la Cruz.
Al día siguiente, a eso de las dos de la tarde, la señora
Cecilia se entretenía en el comedor, hablando con su sobrino mayor,
cuando se presenta Gema y le dice que ha visto al ángel que llevaba
el sobre. Acudió al lugar donde lo había escondido y había
desaparecido.
El padre Germán le escribió a la Madre Josefa
diciendo: Ambas cartas, la suya y la mía me fueron entregadas por el
ángel custodio . ¿Cómo? Se sabe que habló de
una carta que sintió caer sobre su escritorio una noche en que sus
hermanos se hallaban recitando el Oficio de maitines en el coro. Según
el Superior del convento de Corneto, durante los maitines llamó un
desconocido a la portería diciendo que debía entregar con urgencia
un pliego personalmente al padre Germán. A partir de ese día,
el padre Germán no tuvo dudas del mensajero angélico.
El padre Germán le escribió a la señora Cecilia: La
carta de Gema entregada al ángel custodio me llegó puntualmente.
¡Viva Jesús de Gema! .
Afirma el padre Germán: Al ángel le daba encargos
para el Señor, la Virgen o los santos y, en ocasiones, le confiaba
cartas cerradas, suplicando que le trajese contestación, la cual en
efecto llegaba y muy pronto. Cuántas pruebas hice para asegurarme de
que hechos de tal naturaleza obedecían a causas sobrenaturales. Ni
una sola falló. Tuve que convencerme de que el cielo, por decirlo así,
quería jugar con esta joven tan sencilla como amada. Si mandaba a
su ángel con algún encargo para personas de este mundo, como
lo hacía con frecuencia, le causaba extrañeza que no se le
contestase .
El padre Germán le contó confidencialmente a Monseñor
José Gueri, regente de la Dataría apostólica, quien en
1930 lo consignó por carta al postulador de la Causa de beatificación
con estas palabras:
Cumplo con el encargo de escribirle cuanto me contó el llorado padre
Germán sobre el modo verdaderamente extraordinario como en cierta ocasión
recibió una carta enviada por Gema desde Luca.
Una mañana, en que se extrañaba del largo tiempo
transcurrido sin tener noticias de Gema, sintió que un pájaro
revoloteaba rozando con sus alas los cristales de la ventana. Al principio,
no le dio importancia, pero como el pájaro perseveraba en la misma
actitud, se acercó a la ventana, observando con sorpresa que traía
una carta en el pico y que, en vez de asustarse, daba signos de querer entrar
en la celda. Abrió el padre la ventana, entró el pájaro
y, después de dejar caer la carta sobre la mesa, se alejó volando.
La carta era de Gema y, como en ella suplicaba que le contestase
pronto, lo hizo inmediatamente, colocando la carta en la parte exterior de
la ventana. Cerró ésta y, al instante, vio acercarse al pájaro
que, tomando la carta en el pico, emprendía el vuelo, desapareciendo
al punto de la vista. Al poco tiempo, Gema recibía respuesta.
Este hecho me lo refirió el padre Germán en la misma habitación
en que había sucedido, añadiendo numerosos pormenores .
Pero no sólo su ángel, también el ángel
del padre Germán le hacía de cartero. Afirma: Deseaba ayer escribirle...
La carta la he consignado en manos de su ángel custodio, que me ha
prometido llevársela. Haga usted lo mismo y así no gasta dinero.
¡Qué bueno es su ángel! .
El padre Germán le escribía a Gema: ¿Has visto a mi
ángel? Te lo mando muy a menudo, lo mismo de día que de noche...
El ángel ¿te sigue cogiendo siempre las cartas? Todas cuantas
hasta ahora ha tomado las he recibido y todo cuanto me has escrito lo he entendido
.
En una ocasión, Gema le escribe: Su ángel no
quiere ya las cartas. Tenía dos, pero me las deja donde las pongo.
¿No las quiere usted? ¿Sigue estando enfadado conmigo? Seré
buena, deje que me las recoja. No tengo un céntimo. Si le parece,
diga a su ángel que las coja .
El padre Germán tenía catalogadas las cartas recibidas por
medio del ángel como cartas angélicas.
Un día, Gema escribió una carta estando en éxtasis.
Así se lo dice al padre Germán: Mientras escribía esta
carta, en especial está página y la anterior a ésta,
la cabeza se me ha ido varias veces. ¿Entiende? . Y el padre Germán
le escribía a la señora Cecilia: Recibí la carta del
ángel escrita en éxtasis. ¡Qué hermosa página
voy a hacer con ella al escribir su Vida! La carta pasaba por poquito de los
15 gramos, pero el ángel puso dos sellos (estampillas). A propósito
de los sellos, procure que use papel y sobres más ligeros para no verse
obligada a aumentar el franqueo. No me opongo a que, haciendo como usted
dijo, se deje que las cartas sean tomadas por el ángel .
Otro día, la carta que había tomado el ángel,
se la devolvió. Esta carta la escribió el 10 de octubre de 1900.
La señora Cecilia le escribía al padre Germán: El miércoles
por la tarde dio una carta al ángel para que la llevase a usted. El
ángel la tomó, pero luego la devolvió, porque dijo que
usted no quería. Y dijo que, si usted no está de acuerdo, no
las volverá a coger .
Lo cierto y maravilloso es que las cartas enviadas al padre
Germán por medio del ángel fueron muchas. Así lo dice
ella misma: De mi ángel habrá recibido un montón de cartas.
Destrúyalas, porque ni yo misma sé lo que son y sólo
valen para hacerle incomodar a usted .
EL ÁNGEL Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Gema, como todos los santos, también tuvo mucha devoción
y amor a las almas del purgatorio. Rezaba por ellas desde jovencita, pues
dice su tía Elisa Galgani que, durante sus vacaciones en Camaiore,
se le veía ir al cementerio y pasar largas horas, rezando por las almas
.
También se sabe que rezaba todos los días 100 requiem por
las almas benditas. Y por ellas hizo el voto heroico, que consiste en el
ofrecimiento de todas sus obras satisfactorias por ellas.
En una oportunidad, su ángel le preguntó: Gema,
¿cuánto hace que no has rogado por las almas del purgatorio?
Oh, hija mía, piensas poco en esto. La Madre Teresa sigue sufriendo.
Desde la mañana no había rogado por ella. Me dijo: “Me gustaría
mucho que cualquier cosa, por pequeña que fuese que sufrieras, la ofrecieras
por las almas del purgatorio. Todo pequeño sufrimiento las alivia.
¡Cuánto sufren estas almas! ¿Quieres hacer algo esta
noche por ellas? ¿Quieres sufrir?” .
Otro día el ángel le dijo que Jesús quería que
sufriera esa noche unas dos horas por un alma del purgatorio... Sufrí
de hecho dos horas como quería Jesús por la Madre María
Teresa .
En una de sus apariciones, Jesús le revela las angustias
de la religiosa pasionista Madre Josefa, porque tenía en casa a sor
María Teresa que estaba muy enferma. Jesús le reveló
que, dentro de poco tiempo, moriría esta hermana. Y dice: Un viernes
me pareció que Jesús me decía: “Gema, la M. Teresa está
en el purgatorio, ruega por ella, pues sufre mucho”. Cuando lo oí,
no quería creer que fuera ella... El ángel de mi guarda me dijo
que hasta la más mínima cosa que padeciese la ofreciese por
las almas del purgatorio, en especial por ella. Así lo hice. Un jueves
me hizo Jesús sufrir dos horas más por ella, diciéndome
que había aliviado sus penas... Yo pensé que el día (de
la Asunción de María) Jesús se la llevaría consigo.
Serían las nueve de la mañana y me pareció que me daban
sobre el hombro (un golpecito) y vi cerca de mí una persona vestida
de blanco. ¡Qué miedo sentí! Me preguntó:
- ¿Me conoces? Yo soy la M. Teresa. Vengo
a darte gracias por el bien que me has hecho y por el interés que te
has tomado para que cuanto antes pudiera entrar en el paraíso. Sigue
haciéndolo así. Unos cuantos días más y seré
feliz eternamente.
No me dijo más y desapareció.
Desde esa hora, redoblé con el máximo empeño mis pobres
oraciones. Ayer por la mañana, después de la sagrada comunión,
Jesús me dijo que hoy, a medianoche, volvería al cielo.
Me había prometido Jesús que me daría
una señal. Era ya la medianoche y nada. A la media, me pareció
que la Virgen venía a avisarme, diciéndome que la hora se acercaba.
Después de unos instantes, vi venir a la M. Josefa acompañada
de su ángel custodio. Estaba vestida de pasionista. Me dijo que su
purgatorio había terminado y se iba al cielo... Sonreía y no
puede figurarse lo jubilosa que iba. Fueron a recogerla Jesús y su
ángel de la guarda. Al tomarla Jesús, dijo: “Ven, oh alma, que
me has sido tan querida”. Y se la llevó .
DIVERSOS SERVICIOS
Fueron muchos los servicios que el ángel de Gema le
hacía. Le hacía rezar con él y la acompañaba
rezando el Oficio divino algunas veces, al igual que el venerable Gabriel
de la Dolorosa. También la cuidaba, cuando estaba enferma. Le daba
pláticas espirituales como le dice al padre Germán: El ángel
me dirigió una hermosa plática y, después, se fue .
En una ocasión, le habló sobre el misterio de la Encarnación.
Ella escribe: La mañana del 25 de marzo de 1901, Jesús
se hizo sentir a mi alma más de lo acostumbrado. Hacia mediodía,
siento que me toca mi ángel en la espalda y me dice: “Gema, vengo de
parte de Jesús para cumplir su promesa. Soy tu ángel custodio
mandado por Dios. Vengo a hacerte entender un misterio mayor que los otros
misterios” .
Otras veces le dictaba las cartas, según ella misma
dice: A Serafina procuraré escribirle al menos una línea. A
M. Josefa le escribiré pronto, pero tengo que esperar a que venga
el ángel de la guarda y quiera dictármela, porque yo no sé
qué decir .
El ángel le ayudó en la redacción de la
Autobiografía. Dice: Yo quería redactar sencillamente la confesión
general de mis pecados sin añadir más, pero mi ángel
me ha reñido, diciéndome que obedezca y redacte un compendio
de cuanto ha sucedido en mi vida, tanto bueno como malo... El ángel
me ha prometido que me ayudará para que me acuerde de todo... He llorado,
al tener que hacer esto, pero el ángel me ha prometido ayudarme .
Su ángel le da consejos por escrito: El ángel
de la guarda estaba muy contento. Me dijo que tomase papel y escribiera lo
que él me dictara. Helo aquí todo: “Recuerda, hija mía,
que quien ama a Jesús habla poco y sufre mucho. Te mando, de parte
de Jesús, que no digas nunca tu parecer si no eres preguntada y que
no mantengas tu criterio, sino que cedas enseguida.
Obedece puntualmente al confesor y a quien él quiera sin replicar
en las cosas que es debido, conténtate con una réplica sola
y sé sincera con todos.
Cuando hayas cometido alguna falta, acúsate enseguida
sin esperar a que te lo pidan. Acuérdate de mortificar los ojos y piensa
que el ojo mortificado verá la hermosura del cielo”... Fui a comulgar...,
al levantarme, vi al ángel de la guarda que estaba a mi lado con las
alas extendidas. Él mismo me acompañó hasta la casa
.
Cuando tenía 18 años, su padre le riñó
y ella oró a Jesús. Anota: No recuerdo las palabras que entonces
dije, pero aquí está mi ángel que me las va diciendo
palabra por palabra: “Quiero seguirte me cueste lo que me cueste, y quiero
seguirte con fervor. No, Jesús, no quiero disgustarte más con
mi obrar tibio de hasta ahora. Propongo, pues, oración más devota,
comunión más frecuente, padecer y padecer mucho por ti, oh
Jesús. Tendré la oración siempre en los labios” .
También la anima a rezar y sufrir por los pecadores.
Escribe: Me decía ayer el ángel custodio y me lo ha repetido
también esta noche muy afligido: ¡Si vieras lo que sufre Jesús.
Si lo vieras! Yo entonces me apené... Le pregunté por qué
Jesús sufría tanto y me respondió: Son muchos los pecados
.
El ángel la defiende del diablo. El diablo me dijo que
me iba a atormentar toda la noche. Llamé al ángel de la guarda,
extendió sus alas, se colocó junto a mí, me bendijo y
el diablo escapó. Esta mañana he sabido que, cuando el diablo
se puso tan furioso fue en el momento en que me habían colocado
(estando en éxtasis) el escapulario de la Virgen de los Dolores. Y
ahora comprendo que su esfuerzo se dirigía a quitármelo .
El ángel le aconseja siempre a ser obediente. Vi un
ángel cerca de mi cama. Me avergoncé de hallarme en su presencia.
Este ángel, que reconocí ser el mío, me abrazó
muchas veces y me besó otras tantas. Al abrazarme por última
vez, me dijo: “Oh, hija, ¿querrías decirme lo que sería
del mundo si todos fuesen obedientes?”. Dime: “¿Quién fue la
primera en obedecer? Tu Madre... Pues ella me envía a ti para decirte
que quiere que seas obediente... Jesús te quiere mucho. Ámala
mucho”. Me bendijo y desapareció. ¡Viva Jesús! .
Una vez, en presencia de mi buen ángel hice (por decirlo
así) casi una confesión. Y ¡cómo demostró
que me quería! ¡Con qué afecto me miraba! Al tiempo de
marchar (de lo que me di cuenta, porque se acercó y me besó
en la frente), le rogué que no me abandonase todavía, a lo que
él dijo: “Tengo que irme”. Me miró por última vez y
dijo: “No quiero que hables más con las criaturas: cuando quieras hablar,
habla con Jesús y con tu ángel” .
El otro día, mi hermano comenzó a blasfemar,
porque no le agradaba la comida y blasfemó mucho. Me hizo un poco
mal, estaba para desmayarme, cuando el ángel de la guarda me dijo:
“No quiero que molestes”. Me hizo apoyar la cabeza en su hombro y me sostuvo
.
¡Cuántas muestras de cariño del ángel! ¡Qué
hermosa escena la del ángel abrazando a Gema, que apoya su cabeza en
su hombro!
A su ángel le hablaba como se habla a un amigo. A menudo
le daba encargos para los pobladores del cielo y también para los de
la tierra... Si, mientras departía con él era llamada o tenía
precisión de cumplir alguno de sus deberes, se levantaba inmediatamente
y, sin hacer el menor cumplido, corría presurosa a cumplir su obligación,
dejando al ángel esperando. Por la noche, le decía al acostarse
que la bendijera y la signase en la frente y velase a su cabecera.
Por la mañana, al despertar, aunque viese a su fiel custodio en el
mismo puesto, poco o nada le decía, porque estaba ansiosa de volar
a la iglesia para comulgar... Cuando el ángel se despedía de
Gema, ella, con gracia inefable, solía decirle: “Adiós, querido
ángel, saluda a Jesús de mi parte” .
El padre Germán manifiesta: Con el ángel usaba
de tal familiaridad que sólo admite comparación con la que el
arcángel Rafael mantenía con el joven Tobías: “Dime,
ángel mío, ¿qué tenía el confesor esta
mañana que estaba tan serio y no me quiso escuchar? ¿Cuándo
me contestará el padre desde Roma la carta que le escribí, preguntándole
cómo debía conducirme en tal cosa? Y el pecador por quien me
intereso, ángel mío, ¿cuándo me lo convertirá
Jesús? ¿Qué debo decir a esa persona que me ha pedido
consejo? ¿Y de mí, qué opinas? ¿Está contento
Jesús? ¿Qué he de hacer para tenerlo contento?... Tengo
tan abundante materia sobre el particular que se podría con ello escribir
un voluminoso libro” .