GREGORIO XI
1370-1378 d.C.



 El último Papa francés llevaba el mismo nombre que su tío Clemente VI, Pedro Roger de Beaufort. Era un hombre culto y sabio. Había estudiado con el famoso jurista de Perusa Pietro Baldo degli Ubaldi y fue amigo de las artes y las letras, concentrando en la biblioteca de Aviñón gran número de preciosos manuscritos. Diplomático de primera categoría, intervino entre Francia e Inglaterra y restableció la concordia entre el emperador y el rey de Hungría.

   Los abusos de la fiscalización provaron el descontento de Inglaterra, donde Wyclif se agitaba en contra del clero, y en Bohemia. En Italia, Florencia capitaneaba una liga que luchaba contra los legados franceses del Papa y amenazaba con separar de Roma los territorios del estado pontificio. El Papa envió a Italia a Roberto de Ginebra, que derrotó a los italianos en Cesena en 1377, provocando después una verdadera matanza de los vencidos, a pesar de la intervención del Papa.

   La joven Catalina de Siena había tratado en vano de reconciliar a los florentinos con Gregorio XI, pero había aprovechado su estancia en Aviñón para invitar al Papa a regresar a Roma. Las cartas que la futura santa, una de las figuras más luminosas y puras de la Iglesia occidental, Patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, escribió al Papa, cartas de una gran elevación moral, eran documentos elocuentes de aquel tiempo, en que los espíritus anhelaban el retorno del sucesor de Pedro y la pacificación de la península.

   Convencido por Catalina, Gregorio embarcó el 13 de septiembre de 1376 en la costa francesa y desembarcó en la desembocadura del Tíber el 17 de enero de 1377, después de un dramático viaje, durante el cual invocó la ayuda de Catalina en el momento en que su barco estaba a punto de hundirse. Su regreso fue un triunfo. Falleció al año siguiente, después de haber erigido en Roma la torre campanario de Santa María Mayor, la última torre en estilo románico construida en aquella ciudad.

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(Samuel Miranda)