GREGORIO XIII
1572-1585 d.C.



 Hugo Buoncompagni, cardenal de San Sixto, había cumplido varias misiones en el extranjero, entre ellas la de legado en Madrid en la corte de Felipe II. Fue el protector de los Santos y de los misioneros. San Carlos Borromeo puso en práctica, bajo el pontificado de Gregorio, los principios de la contrarreforma; San Felipe Neri organizó el apostolado de los laicos; San Roberto Ballarino fue llamado a Roma, donde enseñó en los nuevos colegios fundados por el Papa. Los Jesuitas gozaron sobre todo de la confianza de Gregorio y cumplieron importantes misiones en Europa y en los demás continentes. El Colegio romano, la futura Universidad Gregoriana, ideado por San Ignacio, fue fundado por el Papa Gregorio XIII, que inauguró poco después el Collegium germanicum et hungaricum (1587), en el que empezaron a formarse nuevas generaciones de sacerdotes destinados a Alemania y Hungría. El Colegio inglés, llamado también Seminario de los Mártires, porque casi todos los alumnos sufrían la muerte de los mártires una vez de regreso a su patria, fue fundado en 1579. En España, Santa Teresa de Avila fundó la Orden de las Carmelitas, cuya regla fue autorizada por el Papa en 1580. San Juan de la Cruz vivió y escribió en la misma época.

   Uno de los acontecimientos más trágicos de la historia europea se produjo bajo el pontificado de Gregorio XIII. Catalina de Médicis, celosa de la influencia que el protestante Coligny ejercía sobre el rey, organizó una tremenda represión en contra de los protestantes. El almirante Coligny, destacado calvinista, fue muerto en la noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572), y millares de herejes perecieron en las calles de París y de las demás ciudades de Francia, víctimas de unas represalias colectivas, provocadas por unas intrigas de corte. El Papa se enteró de la matanza días más tarde, y sintió amarga pena. Las guerras religiosas que dividían a Francia no terminaron después de la terrible noche. Habrían de durar veinte años más.

   Muy equivocada fue la política de Gregorio con respecto a Inglaterra. Apoyó a algunos aventureros con el fin de que se apoderasen de Irlanda y a otros para asesinar a Isabel. Todos estos proyectos fueron fácilmente desbaratados por Isabel, y su consecuencia inmediata fue el aumento progresivo de las persecuciones en contra de los católicos en Inglaterra. También intervino Gregorio para convencer a Felipe II de que emprendiera una campaña contra Inglaterra, con el fin de acabar con la reina hereje. Asimismo fracasó la misión del jesuita Antonio Possevino, que se entrevistó con el zar Iván IV el Cruel en Moscú. El zar estaba en guerra con el rey de Polonia y esperaba a Possevino con el fin de utilizarlo de intermediario y poner fin a la guerra. Con la perversa habilidad típica de los políticos rusos de siempre, habló al legado pontificio de la necesidad de realizar una Liga cristiana en contra de los turcos y de la posibilidad de que Rusia volviese a la fe católica. Su interés directo era el de abrirse paso hacia el mar Báltico, a través de Polonia, cosa que no pudo conseguir. Possevino regresó a Roma, donde escribió unos interesantes "Comentarios sobre Moscovia", uno de los primeros informes completos sobre Rusia, su vida, su historia y su geografía.

   En cambio, las misiones en Africa, Asia y América, dirigidas sobre todo por los jesuitas, se cubrieron de gloria. La obra de los jesuitas fue importante en aquella época no sólo desde el punto de vista religioso, sino también científico.

   Cuando Miguel de Montaigne, autor de los "Ensayos", visitó Roma en 1580 y 1581, la encontró en plena actividad arquitectónica y escribió sobre ella páginas sabrosas en su diario de viaje. Las bellas fuentes de la Plaza Navona, del Panteón y de la Piazza del Popolo fueron construidas entonces por renombrados arquitectos. Giacomo della Porta dirigía los trabajos en San Pedro, mientras el mismo della Porta, ayudado por Lunghi, terminaba de dar al Capitolio su aspecto actual, utilizando los proyectos de Miguel Angel. En 1575 empezó la construcción del Palacio del Quirinal, en la colina homónima.

   La reforma más importante de este pontificado fue la del calendario, llamado desde entonces "gregoriano", y que ponía de acuerdo el año eclesiástico con los últimos datos de la astronomía. Hasta el siglo XVIII la reforma del calendario no fue adoptada por los países protestantes, mientras que por los países de la Europa oriental no la hicieron suya hasta el siglo XX.

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(Samuel Miranda)