SAN GUIMERA DE CARCASSONNE
931 d.C.
13 de febrero
San Gimer, o Guimera (o también
conocido en otras formas del nombre) fue obispo de Carcassone entre el 902
y el 931. Su leyenda cuenta un milagro que hizo de niño: siempre le
quitaba a su madre algo del pan que esta amasaba para dárselo a los
pobres, y esta se enfadaba, pero un día vio que la masa que había
hecho crecía milagrosamente. Posiblemente, como en el caso de muchas
leyendas de santos, se ha trasladado a la infancia una interpretación
simbólica de su vida, ya que precisamente ha sido reconocido por sus
contemporáneos como un hombre de gran caridad hacia los pobres. De
hecho, la tradición cuenta que vendió toda su herencia, y dio
a ellos su producto.
A él se debe uno de los traslados que tuvo esta sede
episcopal a lo largo de la historia: de la iglesia de Santa María
de San Salvador, a la iglesia de los santos Nazario y Celso. Su nombre figura
en las firmas del Concilio de Narbona en Barcelona del año 906, y
también en los de Saint-Thibery, Maguelone y Fontcouverte. Murió
en el 931, y fue enterrado en la catedral. Sus reliquias se hallan en al
actualidad en la bella iglesia dedicada a su nombre en Carcassone, obra del
arquitecto Viollet-le-Duc en la segunda mitad del siglo XIX, construida cerca
de donde ya había habido desde el siglo XI una iglesia de Saint-Gimer,
demolida con el tiempo.