HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA MEDIEVAL
SEGUNDA PARTE: EL SIGLO X
HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA MEDIEVAL
SEGUNDA PARTE: EL SIGLO X
CAPITULO II
SITUACIÓN DE LA IGLESIA EN EUROPA OCCIDENTAL ( IX- X)
1. INTRODUCCIÓN
La iglesia
está condicionada por la herencia de la antigüedad tardía
y por la reforma carolingia. Podemos hablar de una iglesia occidental, netamente
diversa de la Bizantina. Todas las iglesias territoriales de los diversos
países se basan el mismo fundamento. En el interior del mundo occidental
el cuadro general será bastante desigual a causa de la disminución
o del aumento, de la decadencia o del ascenso de cada una de las iglesias
territoriales.
Particularmente
desastrosa es la situación el reino franco occidental, es decir, en
la actual Francia. La caída del poder central conduce a los poderes
regionales, a los duques y a los condes, a apoderarse de los bienes de la
iglesia y de los monasterios. Mientras en el reino franco Oriental se puede
constatar desde el comienzo una colaboración entre el rey y los obispos,
en contra de los duques regionales.
En general podemos describir la situación de tal manera contenida
en las formas de la doctrina, de las instituciones, del culto, de la pastoral
y de la piedad, que no sufrieron cambios notables. Son frecuentes sínodos
de varios tipos. La teología permanece bastante conservadora, mientras
la disciplina de la Iglesia, que comprende: las disciplinas canónicas,
los tribunales eclesiásticos, que son los sínodos parroquiales,
como dicen los textos, los juicios sinodales. Los ritos litúrgicos
y el calendario litúrgico estaban muy expuestos a cambio. No podemos
olvidar lo dicho hasta ahora, ya que si estudiamos la iglesia en este momento
oficialmente no había cambios, aunque en realidad los cambios referentes
a la doctrina y a las instituciones generales de la iglesia son difíciles
de verificar. Lo cierto es que por debajo se producían grandes cambios
en la vida y en la praxis de la iglesia y sobre todo en la vida disciplinar.
Todos estos cambios todavía no cuentan con un pensamiento o una reflexión,
se presentan de modo pragmático, faltando una reflexión teológica
sobre el significado de estos cambios.
En todo
el imperio franco se había recibido total y definitivamente la liturgia
romana, solamente en España sobrevivirá su propio rito Hispánico.
Se da un largo proceso comenzado en tiempos merovingios, que fue forzado
por los carolingios y que se concluye al inicio de nuestro período.
La última transformación de la liturgia franco- romana (que
es una mezcla de tradiciones diversas de la liturgia franca, galicana y romana)
se producirá con el Sacramentario de Fulga del siglo X y el Pontifical
romano- germánico de Maguncia, recopilado en torno al año 950.
Fueron los países nórdicos de la tradición del imperio
franco, los que dieron la forma definitiva a la liturgia romana, que será
recogida incluso en Italia a finales del siglo X . Y como tal, esta
liturgia franco- romano- germánica, se mantendrá en la Iglesia
hasta el Vaticano II.
La vida
cotidiana eclesiástica se realizó sobre todo en las parroquias
rurales. Estas parroquias se basaban económicamente sobre los bienes
de la Iglesia, las llamadas "dotes", es decir lo que era necesario para abrir
una parroquia, y sobre los diezmos que los parroquianos debían pagar.
En las
ciudades era habitual la institución de comunidades de clérigos:
el cabildo de la catedral, la colegiata de los canónigos y de las
canónigas, continuando la "institutio Aquisgranensis" del 816, surgida
el sínodo de Aquisgran donde se impuso una clara distinción
entre la vida monástica, que debía seguir la Regla de San Benito,
y los canónigos, que recibían del sínodo una Regla propia,
la llamada "INSTITUTIO AQUISGRANENSIS".
Al comienzo
de nuestro período hemos de señalar con respecto a las colegiatas
o cabildos un desmembramiento de la propiedad, una distribución en
pequeñas prebendas para cada canónigo. El primer paso de esta
evolución, que naturalmente destruye la vida en común de los
canónigos, fue la división de los bienes que correspondían
al obispo y que pertenecían al cabildo. Los cabildos eran muy
populares en el primer medievo y son una de las características de
la iglesia post-carolingia.
Uno de
los derechos de la iglesia que tenían estas colegiatas y que también
poseían las llamadas "piedi" (del latín Ples), eran iglesias
con derechos de bautismo y sepultura, siendo las parroquias más importantes
de una zona. Para conceder estos derechos particulares, el fundamento del
derecho eclesiástico, era siempre el obispo de la diócesis.
Se sostenía una constitución episcopalística con poquísimos
contactos con Roma (concesión del palio al nuevo arzobispo), llevándose
cabo en casos extremos de controversia en la propia parroquia o reino.
El poder
del metropolitano estaba en declive en el siglo IX y el llamado "Xorepiscopos"
se extingue definitivamente. Xorepiscopi es una palabra de origen griego
(
) que designa una institución de la Iglesia Oriental muy antigua.
Etimológicamente significa "el obispo de las zonas rurales" diferenciado
del obispo de la ciudad. Poco a poco llegará a ser una especie de
obispo auxiliar y ahí es cuando comienzan las controversias y disputas
porque iba contra la concepción de la teología del episcopado
y de la diócesis de la Iglesia antigua y del primer medievo tanto
en Oriente como en Occidente. Según esta concepción cada diócesis
sólo puede tener un obispo, ya que es considerado como el esposo de
la Iglesia. A causa de todo ello se intenta reducir la dignidad del Xorepiscopo,
por ejemplo negando su consagración episcopal y manteniendo que su
dignidad estaría por encima de la de los demás clérigos
pero sin llegar a la del obispo.
En Occidente
encontramos por primera vez estos Xorepiscopos en la Iglesia anglosajona
y de los misioneros anglosajones en el continente. Aquí había
un problema dentro de la Iglesia anglosajona que quería ser muy fiel
a los ritos de la iglesia romana en la cual sólo había dos
unciones postbautismales; la segunda siempre era conferida por el obispo
de Roma, por un obispo, nunca por un sacerdote. Cuando los anglosajones transfirieron
este uso, en el Norte, tuvieron dificultades con las exenciones de las diócesis
y por tanto no podían conferir la segunda unción a todos los
bautizados porque las dimensiones de las diócesis eran muy grandes.
Para remediar esta situación encontramos en la iglesia anglosajona
tanto en Inglaterra como en el continente, la institución del Xorepiscopo,
que tenía prácticamente el papel de un obispo auxiliar del
momento actual.
En toda
la iglesia Occidental encontramos también esta inclinación
hacia el Xorepiscopo. Sobre todo el falsificador del Pseudo-Isidoro que es
netamente contrario al Xorepiscopo. En este texto se quieren defender los
derechos del sufragáneo contra el metropolitano, para no crear otra
dificultad negaban la validez de la consagración episcopal de los
Xorepiscopos y esto significaba el final de esta institución, lo cual
se va a producir en nuestro período. Al final de la edad Media reaparecerá,
pero faltará un nexo de unión, haciéndolo por la necesidad
de las diócesis y ahora serán los obispos titulares, que son
obispos auxiliares, pero es significativo que tienen el título de
otra diócesis extinguidas, jurídicamente son obispos de otras
diócesis, no de la propia.
Aparecerá la institución de los archidiáconos
en las diócesis, que era necesariamente un sacerdote pero sin ordenación
episcopal. Una fuente de renovación para toda la iglesia continuará
siendo el monacato, a pesar de la decadencia en el siglo IX.
Todo unido hacia que la organización eclesiástica
fuera sorprendentemente estable durante la ruina del imperio carolingio.
Encontramos una formulación canonística de estas estructuras
eclesiásticas en algunas obras canónicas, como por ejemplo
colecciones como la de Regino de Prüm (906), perteneciente a un monasterio
benedictino de Renania, que escribió un manual para los obispos, cuando
estos hacen la visita pastoral, para los juicios que surgen durante estas
visitas. Fue muy difundido el decreto del obispo Burcardo de Worms (+1025).
Ambos documentos comprenden muchos elementos anteriores.
Este ordenamiento presenta sólo un aspecto de la Iglesia
que permanece endosado en el marco político y social y los cambios
la enfrentaron sobre ciertos aspectos de los principios sacramentales y jerárquicos,
por lo que debemos evitar una visión únicamente eclesial de
los fenómenos, así llegaríamos sólo a una espiritualización
de la historia eclesiástica que no corresponde a la realidad.
La desaparición del poder carolingio llevará a
un efecto contrario. En Francia se disminuye la supremacía eclesiástica
del rey mientras en Alemania se intensificó. En ambos casos estos
cambios favorecieron un nuevo avance del sistema de la Iglesia privada, que
era más fuerte que nunca.
En las provincias francas agrarias con feudatarios territoriales,
siempre más abundantes que en Italia, prácticamente todas la
iglesias parroquiales rurales estaban bajo el régimen de la iglesia
privada, naturalmente dependientes del clero rural del feudatario. Mientras
las colegiatas y los monasterios a menudo estaban compuestos por nobles y
no formaban parte del sistema de la iglesia privada. La concepción
jurídica de la iglesia privada era normal que los sínodos de
los obispos consideraron y trataron las iglesias y si podían también
los monasterios a ellos unidos como iglesias propias, por tanto desaparecía
aquella distinción que existía jurídicamente entre el
derecho antiguo siempre afirmado del obispo, y el derecho patrimonial sobre
las iglesias que de suyo son dos cosas diversas.
Junto
a las iglesias privadas de los laicos se desarrolla una iglesia privada eclesiástica,
clerical. En algunas regiones donde la autoridad del monarca era muy débil
y muy lejana, la nobleza feudal intentó también apoderarse
no sólo de las parroquias rurales y de los monasterios importantes
como propiedad privada. Esto lo podemos constatar en un cierto período
sobre todo en Francia y en Lorena, donde estos nobles llegan a ser abades
laicos de los grandes monasterios, sin ninguna intención de vivir
como monjes, ni en el monasterio. Así por ejemplo, Bernardo Plantapilosa,
padre del fundador de Cluny, firmó sus documentos como "Comes et abas".
Del mismo modo encontraremos en Francia en este período muchos documentos
firmados por los nobles como "abas et comes" o "Abacomes". En el Sur de Francia
los patrimonios diocesanos se encontraban en manos de las grandes familias
aristocráticas, destruyéndose las bases financieras de las
diócesis, llevando a la iglesia francesa a una situación desastrosa.
El resultado
de los derechos sobre el patronato de la iglesia propia, el derecho del soberano
sobre la iglesia de su reino, eran fluidos. La diferencia era enorme y bien
conocida por los contemporáneos. El rey podía tener iglesias
privadas como cualquier otro propietario y decidía sobre ellas. Pero
sobre las iglesias superiores, obispados y grandes abadías, el rey
ejercitó su supremacía, no como cualquier otro feudatario laico,
sino como portador de una dignidad sagrada, que tenía un encargo eclesiástico
(¿ Qué significa la dignidad de la sacralidad real?); el rey
no era considerado como jefe de un gobierno. Esta idea surgida en el reino
carolingio no desapareció en la etapa sucesiva, surgiendo con especial
fuerza en la lucha de las investiduras.
Podemos
caracterizar la situación interna en este período como esencialmente
episcopalistica. Desde el punto de vista jurídico- eclesiástico
la iglesia se presenta como un conjunto, podemos hablar incluso de una federación
de iglesias territoriales. Cada una de estas iglesias transparentaba los
acontecimientos políticos y culturales y del propio estado donde se
encontraba. Esto vale también para las iglesias del antiguo territorio
del imperio franco y para España, Inglaterra e Irlanda, donde sólo
lentamente las iglesias llegaron a un ordenamiento propio. Las estructuras
eclesiásticas de los países apenas cristianizados: principados
eslavos, Hungría, Escandinavia, estaban todavía en plena fase
de construcción.
Donde
el ordenamiento carolingio continuó existiendo, las viejas instituciones
jurídicas se desarrollaron. Típico para Alemania se presenta
el hecho de que la inmunidad de los Obispados y grandes abadías, abadías
imperiales, se desarrolla. La inmunidad consiste en exenciones jurídicas
y fiscales, de modo que el funcionario del rey o del emperador no puede entrar
en el ámbito de la institución, sin el permiso del abad o del
obispo; garantiza también libertad del juicio de los condes en nombre
del emperador. Esta inmunidad se desarrolla y se enriquece con los derechos
soberanos, los llamados "regalia": derecho de tener mercado, acuñar
monedas, derecho de aduanas.
Con el desarrollo de la inmunidad crece la importancia de otra
insitución, que tuvo su origen en la época carolingia, la "Avvocacia".
Dado que el clero tenía prohibido llevar armas, Carlomagno había
impuesto para los obispados y las abadías, esta institución
de los avvocati, laicos que tenían la competencia de proteger los
intereses de los eclesiásticos en el campo secular, y ejercitar la
jurisdicción sobre los súbditos feudales, que en principio
fue sólo una jurisdicción inferior y que en el siglo IX pasó
a ser superior pudiendo incluso imponer penas capitales. Esta defensa se
hacía con armas. Estarán presente en todas las zonas del ex-imperio
carolingio.
En origen el cargo de avvocato era temporal unido a los condes.
Un siglo más tarde llegará a ser hereditario. Mientras el propio
rey intenta mantener la avvocatia para los obispados, la avvocatia sobre
los monasterios era muy ambicionada por la nobleza, ya que el avvocato llega
a ser en último término el patrón del monasterio, disfrutando
de ventajas personales, por ello en vez de defender al monasterio se aprovecha
de él. Por todo esto la avvocatia llega a ser la causa de muchos abusos
y numerosos litigios entre los monasterios y los propios avvocati, y por
ello podemos constatar en nuestro período una tendencia de los monasterios
para liberarse de los propios avvocati, buscando obtener de Roma o del propio
rey algún privilegio para no tener avvocato. Las familias nobles lucharán
por todo lo contrario.
La avvocatia era particularmente fuerte en Alemania y en el
Norte de Francia. La reforma Gregoriana luchará entre otras cosas
contra el sistema de la avvocatia.
La supremacía del rey sobre la Iglesia de su territorio
se manifiesta sobre todo en el nombramiento de obispos y abades de los monasterios
imperiales. No obstante, el principio de una elección canónica
del obispo, según el derecho antiguo, era del clero y el pueblo, o
del abad por parte de la propia comunidad no fue nunca olvidado ni negado,
sino más bien confirmado, aunque en la práctica se reduce a
un consenso, aceptando el que propusiera el rey. Esta práctica se
llevaba a cabo sin unas reglas fijas y daba al soberano o al señor
feudal amplia posibilidad de intervenir en el acto de elección. Se
debe estudiar en cada caso si el principio de la elección fue respetado
o no. A la decisión sobre la persona seguía no sólo
la consagración por parte del obispo sino la asignación del
cargo por parte del rey o feudatario.
A la decisión sobre la persona elegida como obispo seguía
la consagración por parte de un obispo, correspondiendo al arzobispo
metropolitano este acto . Después el rey realizaba la asignación
del cargo que también la realizaba el feudatario correspondiente.
Esta asignación recibía el nombre de investidura. Este término
es muy tardío y no lo encontramos todavía en nuestra época.
Está cargado de simbolismo e incluía un juramento de fidelidad
al soberano y conllevaba ciertas prestaciones económicas y militares
que el rey esperaba recibir de los entes eclesiásticos, además
de la obligación de orar por el soberano y por el bienestar del reino.
Todas estas prestaciones se denominan "Servitium Regis" o "Servitium Regale"
y que comprenden esencialmente las siguientes:
1- Gistum: Alojamiento temporal del rey y de su séquito cuando pasaban
por una ciudad obispal o un monasterio. Era un peso económico enorme
sobre todo si el rey no sólo se quedaba unos días sino algunas
semanas.
2- Fodrum: Avituallamiento de estas personas y forraje para los caballos.
Era un asunto muy importante sobre todo durante el invierno, ya que se debía
tener suficiente forraje y comida para una eventualidad de este tipo.
3- Auxilium: Alojamiento de caballeros acorazados, debiendo acoger al ejercito
del rey en número, según las posibilidades económicas
del lugar.
Todo esto
lo esperaban los soberanos como contraprestación por los numerosos
regalos que hacían a las diócesis y a los monasterios.
Poco a
poco esta investidura que se refería sobre todo al aspecto económico
del beneficio eclesiástico, se va relacionando con la iglesia y el
propio cargo, tanto más cuanto que el rey hace uso del bastón
pastoral para la investidura, hasta finales del siglo IX. Más tarde
encontramos una fórmula que comienza por "Accipe Aeclesia", referida
no sólo a ciertos bienes para el mantenimiento y sostenimiento de
una determinada institución eclesiástica sino "toma la iglesia".
Esta investidura con bastón aparece a finales del siglo IX por vez
primera. En el tiempo carolingio era suficiente un "praeceptum" del monarca,
un documento referente a la consagración. Tenemos todavía algunos
formularios que en parte derivan del período merovingio.
El anillo
pastoral fue añadido como signo de investidura hacia la mitad del
siglo XI.
Con la
investidura se culminó la autocomprensión de la iglesia postcarolingia
pero habiendo llegado a ser pábulo de la lucha de las investiduras.
Podemos ver en el simbolismo del rito de las investiduras como un uso del
derecho alemán practicado desde tiempo en Occidente, se introducía
en la esfera alta eclesiástica. El derecho alemán preveía
siempre un cierto signo, un simbolismo cuando se confería un feudo
a cualquier señor feudatario. Por ejemplo la concesión de un
campo se simbolizaba con la concesión de un "Fucsello"; en el
sistema de las llamadas iglesias bajas, una capilla o iglesia parroquial,
era concedida por el señor con la concesión de una cuerda de
campana; en época carolingia pasará al sistemas de las iglesias
altas, diócesis y grandes monasterios, confiriéndose también
un bastón. Grandeza y eficacia son muy cercanas en la iglesia pre-Gregoriana
En cuanto al papado debemos estudiar los acontecimientos en
el llamado siglo oscuro. ¿Cual era el papel del papado para la Iglesia
post-carolingia? ¿Era el centro de la unidad? (como afirman algunos
estudiosos que aseveran que fue el único poder que no se fracturó
con el imperio franco). ¿Había llegado a ser insignificante,
sin alguna importancia concreta para las iglesias territoriales?. No es fácil
encontrar una respuesta convincente y satisfactoria. Para aclararnos en este
tema es necesario tener en cuenta el punto de partida, en el imperio franco.
Tenemos el Pacto Ludoviciano (817) y la Constitutio Romana (824).
El primer documento es de Ludovico el pío, que había concedido
al papa la autonomía sobre el Patrimonium Petri, y la libertad en
la elección papal, conformándose con una simple indicación
de voto. Esta autonomía dejó al papado sometido a las rivalidades
de la nobleza de Roma.
La Constitutio
es del rey Lotario I, hijo de Ludovico el pío, daba mayor relieve
al derecho del soberano de intervenir en la elección papal. Esta solución
era equilibrada para ambas partes. Con la ruptura del imperio cayó
una columna de este equilibrio y la nobleza romana no tenía ningún
interés de favorecer el principio petrino apostólico
del papado, que impedían sus intenciones de poder, la nobleza romana
sólo tenía interés por tener control sobre la ciudad
de Roma. Por esto es innegable una disminución de la irradiación
papal romana en el período postcarolingio y esto favoreció
la autonomía de los obispos metropolitanos, por lo que hemos hablado
más arriba de un sistema episcopalístico en el período
postcarolingio; por otra parte en toda la decadencia del imperio carolingio
perduraba la unión con Roma instaurado desde el primer medioevo y
no se había abolido la devoción hacia San Pedro y sus sucesores,
lo cual llegará a ser una base para retomar el papado en el futuro.
No podemos afirmar exactamente cual era la posición del papado en
la época postcarolingia.
2. - IGLESIA IMPERIAL DEL REINO ALEMÁN.
Partiremos
del rey Corrado I (+ 918) hasta el emperador Otón El Grande ó
I (+ 973).
Señalamos
las fuentes de este período:
·Para finales del S. IX, las fuentes son bastante raras.
·Al final del siglo IX encontramos los Annales Fuldenses (Ann. Fuld.),
provienen del monasterio de Fulda, en el centro de Alemania, donde los reyes
realizaban frecuentes visitas que servían para que los monjes estuviesen
bien informados de lo que ocurría en el imperio.
·Annales Vedastini , considerados la otra parte de los fuldenses para
el reino occidental.
.Va surgiendo la historiografía y dependeremos ahora de cronistas
de la mitad del S. X como Adalberto de Magdeburgo, que escribirá la
Continuatio Reginonis, y que llegará a ser el primer arzobispo de
Magdeburgo, habiendo sido misionero en Rusia, muere en el 981. Escribió
su crónica como continuación de la de Reinone de Prüm,
que se asemeja mucho a la historiografía carolingia.
·Liutprando, es el único representante de la cronística
italiana hasta la mitad del S. X. Oriundo probablemente de Pavía ,
viajaba para el rey itálico Berengario II en el 949 a Constantinopla.
Después se enfrentó con Berengario hasta llegar a la ruptura
completa. Se refugió en la corte de Otón I quien le mandó
de nuevo a Constantinopla en el 968. Morirá en el 972. Era un
hombre culto y elocuente pero vanidoso, siendo un personaje insólito
en la cronística de la edad media. Sus recuerdos son subjetivos hasta
el exceso junto a un carácter biográfico y anecdótico.
Todo esto vale para su obra mayor en seis libros llamada Antapodis que significa
represalia o venganza. y que dirige directamente contra Berengario II y su
mujer Dila. Esta historia es muy imprecisa desde el punto de vista cronológico
y abarcan desde el 878 al 950, en Italia, Alemania y Bizancio. Según
las palabras del autor quería componer las empresas del emperador
y de los reyes de toda Europa , pero la obra sólo contiene noticias
sobre Borgoña , Italia y Bizancio, de los reinos que él tenía
conocimiento. Otra de sus obras es la Historia Otonis, que describe desde
el ángulo visual de la corte imperial los hechos romanos entorno a
la coronación de Otón I (960-964). De su viaje a Constantinopla
del 968 y con recuerdos del viaje anterior escribe una obra titulada Legatio
Constantinopolitana con una tendencia antigriega sobre todo contra
el emperador Focas.
·Vidukind de Corvey, de la gran abadía benedictina de Corvey
situada en la zona de Sajonia, muere en el 973. Pertenecía a la alta
aristocracia sajona y es el historiador de su pueblo, como lo fue 100 años
antes Pablo diácono para los Longobardos. Sus tres libros Rex Geste
Saxonice , son dedicados a la hija del emperador Otón I que era la
abadesa del monasterio de Quedlinburg, Matilda; este monasterio era de canónigas,
no de monjas. Los libros se comienzan con la saga del inicio del pueblo Sajón,
siguiendo el mismo estilo de Pablo Diácono para Longobardos. Llegará
hasta el año 967, ampliándose después hasta el 973.
Es una historia nacional que recorre bondadosamente el encuentro de Otón
I con Roma. Es significativo que la coronación imperial del 962 no
se menciona con una sola palabra, siendo una táctica de desaprobación.
La obra no revela ningún elemento sobre el estado monástico
del autor.
·Para Francia en el dominio carolingio y de los primeros Capetos hemos
de mencionar ante todo el canónigo de la catedral de Reims, Flodoardo
muerto en el 966. Sus Annales comprenden el período entre el 919 y
el 966. Es una buena fuente para el estudio del imperio, pero hemos de señalar
que en este momento es muy difícil separar cuales son las fuentes
que tratan de la historia eclesiástica de las de la historia política
de los reinos occidentales.
·Más hermosos son los cuatro libros Historie del monje
Richer de Saint Remi, de Reims, escribe su obra después del 991 bajo
las órdenes de su maestro Gelberto, futuro papa Silvetre II, relaizando
una historia del reino franco occidental, siendo menos fiable que la de Flodoardo,
recogiendo noticias hasta el 995, con un suplemento hasta el
998. Tenemos todavía el manuscrito autógrafo del autor.
·Ademaro de Chabannes, otro gran cronista del reino franco occidental.
Muerto en el 1034. Su obra se llama Historia o Cronicum, y en ella
quiere alejarse de la historia carolingia.
·Rodolfo il Labro, un monje que escribe una obra en cinco libros,
muerto en el 1047. Su obra es una crónica de los grandes acontecimientos
de la historia europea del siglo X y del incipiente siglo XI, de pronto interrumpida
por la narración de anécdotas de carácter puramente
local o personal. Es una historia bastante subjetiva pero preciosa y divertida,
expresando las concepciones religiosas y políticas presentes en la
Borgoña de su tiempo.
·Género literario de las vidas, muy desarrollado en la época
otoniana, durando casi dos siglos. Junto a la hagiografía legendaria
hallamos biografías en un número cada vez más creciente.
Sobre las vidas de obispos podemos citar como ejemplos:
1- Vita Brunonis, arzobispo de Colonia, escrita por su discípulo
Ruotger.
2- Vita Oudalrici, obispo de Augusta, escrita por el prepósito
de la catedral de Augusta, Gerardo hacia el año 983-993.
3- Diplomas de los reyes y emperadores de la época otoniana.
(911-1002).
4- Privilegios papales (ediciones anticuadas y dispersas).
5- Para Italia tenemos el Cronicon del monje Benito de San Andrés
del Monte Sorrate. Su relación es confusa, escrita en un latín
vulgar y no se puede equiparar a la obra de Liudprando de Cremona, es interesante
por las propias noticias que nos trasmite, tomando una posición contra
el senador romano Alberico II y contra el emperador Otón I, en favor
del papado.
6- El tratado anónimo Libellus de Imperatoria Potestate in Urbe
Roma, editado por primera vez en el S. XVI por historiadores luteranos,
con una postura muy crítica contra el papado. El tratado habla de
los derechos del emperador sobre Roma desde Constantino, el grande, hasta
la muerte de Carlomagno, en el 880, hijo de Ludovico, el germánico,
rey de Italia. Hoy los estudiosos tienden a datar este tratado a finales
del S. IX, aunque Zucchetti lo data en la mitad del S. X. Este aspecto de
la datación es importante ya que en el S. X intervendrá Otón
I en Roma.
7- Colecciones de cartas. Podemos citar dos: las teinta y tres cartas
del obispo Raterio de Verona (+974). El Corpus de las cartas de Gerberto
de Reims (+ 1003), futuro Papa Silvestre II, son 220 textos del 983-997.
Son una fuente muy importante para el tiempo de Otón III.
3. - LOS MONASTERIOS E IGLESIAS EN EL REINO FRANCO ORIENTAL, REINO GERMÁNICO,
DESDE CORRADO I A ENRIQUE I.
El primer
rey de la zona franco Oriental unida, primer rey no carolingio, fue Corrado
I (911-918). Será el primero en ser llamado "Regnum Teutonicum", reino
tedesco. Poco después de su coronación ocurrida en el 911,
en Noviembre, visitó en Navidad de ese año la abadía
de San Gallo, próximo al lago de Constanza.
El monje
Edgardo IV de San Gallo, unos decenios después de aquel evento ha
realizado una descripción básica de esta visita, siguiendo
la tradición de su monasterio, siendo una continuación de la
historia del monasterio contenida en la obra Casus Sancti Galli hasta
el año 973, en un estilo claro y atrayente, pero con una tendencia
contra los reformadores monásticos de su tiempo.
La visita
de un rey no era una novedad en el monasterio de San Gallo. El emperador
Carlos III, el grueso, último emperador de la familia carolingia,
ya había venido al monasterio en el 883 y se había entretenido
con un monje músico sobre cuestiones de música litúrgica,
por la que estaba muy interesado. El monasterio de San Gallo tenía
relaciones de muy alto rango, con muy buena información, por lo que
llegó a ser no sólo un importante centro cultural, sino también
político en su época.
Para Carlos
III, el monje Notchiero ( ¿?)el Balbuciente, había escrito
los Gesta Carolimagni , que es una biografía de Carlomagno,
en la cual se refleja la idea que se tenía del emperador cien años
después de su muerte. Demuestra una evolución de los intereses
sobre la persona de Carlomagno, centrándose en la descripción
de un ideal cristiano para ser propuesto al rey de Francia Oriental y también
de la Occidental de aquel momento. No es sólo una relación
de los propios hechos, sino que hay muchas anécdotas que demuestran
como el emperador ha llegado a ser una figura mítica, después
de su muerte.
Edgardo
IV, en su cronicon, habla con gran naturaleza y desenvoltura del interés
litúrgico del rey. Leyendo su obra podemos adivinar cuales eran las
bases espirituales de la estricta colaboración entre el rey y el monasterio,
pudiendo generalizarse para todos los reyes de esta época y todos
los monasterios. El fin de la visita de Corrado I al monasterio era " la
asunción del Frato Conscriptus entre los monjes". Fracto conscriptus
Edgardo IV lo describe así:" el rey después de haber trascurrido
serenamente la tarde y la noche, a la mañana siguiente se acercó
a la reunión de los hermanos y se transforma en hermano escrito con
el consenso de todos... Regalaba a cada hermano una libra de plata para que
se procurasen hábitos nuevos, para los chicos decretó para
ahora y en el futuro tres días de vacaciones para que pudiesen jugar".
Estos
niños son los hijos ofrecidos por sus padres al monasterio durante
el tiempo de preparación para monjes, práctica muy usual en
la primera edad media, que ya estaba prevista en la Regla de San Benito;
con siete años entraban en el monasterio y ya era entonces una profesión
monástica, más bien una obligación de llegar a la profesión
monástica. Es muy raro en la Edad media que un chico se revelara contra
esta decisión paterna, ya que no hemos llegado todavía al periodo
del individualismo. Era un medio para recibir una buena educación
y evitar necesidades económicas.
Nos cuenta
Edgardo que el rey adornaba el altar de la basílica con manteles.
La inmunidad del monasterio, presente desde la época del abad Grimaldo,
que no era del todo segura, fue concedida de forma definitiva y perpetua,
con el consenso del obispo de Constanza con firma y sello. En su texto se
nos muestra que la unión entre los monjes y el rey era un asunto bastante
costoso para él. También nos cuenta que el obispo Salomón
de Constanza, cuando llega a ser frato inscripto, hace un regalo similar
al sostenimiento anual de un monje.
La vida
del monasterio era bastante alterada durante los días de la visita
del rey, constituyendo también un gran gasto para el monasterio. También
era ocasión de nuevas donaciones por parte del monarca y de diversión
para los monjes. Edgardo nos describe la comida del rey con la comunidad.
La visita
de Corrado en Navidad no fue un capricho, el motivo preciso era la asunción
de la confraternidad y la oración de los monjes. El rey podía
contar con los sufragios de los monjes. Era una especie de aseguración
que se refería sobre todo a la vida después de la muerte. Esta
visita es un ejemplo para otros muchos hechos particulares, el deseo
de tantos soberanos durante muchos siglos de la edad media de ser admitidos
a la comunidad fraterna de un monasterio, miraba al mismo tiempo a la inclusión
de su nombre en un libro terrestre, y en uno celeste y por eso estos libros
recibieron el nombre de libri vitae, en relación con el libro de la
vida que nos habla el Apocalipsis. El verdadero libro donde se encuentran
los nombres de los bienaventurados está en el cielo, por eso el libro
de la tierra es una especie de copia.
Últimamente
se han estudiado mucho por parte de investigadores alemanes estos libri confraternitatis
y los necrológicos. Los primeros contienen los nombres de los hermanos
vivos, de los benefactores que fueron admitidos, como son los reyes y los
obispos. En segundo lugar tenemos los Obituarios o necrológicos que
contienen los nombres de los hermanos muertos, siendo libros que servían
para la memoria litúrgica, siendo necesarios para recordar durante
la liturgia, al monje difunto o vivo por el que oraban un determinado día.
Estos libros eran continuamente actualizados, continuados, rehechos totalmente.
Durante el gobierno de Corrado I se celebrará un importante
sínodo en Hohen-Altheim en el 916. Era una asamblea de obispos francos,
de Suavia y Bábaros, pero no de Sajones. Todos ellos procedían
de los tres ducados que sostenían al rey Corrado I. El lugar de la
celebración facilitaba el acceso a los obispos de estos tres ducados
al encontrase en el lugar central.
En este sínodo, que no destaca por ser el primero de
un nuevo estado alemán, cuanto por ser la expresión concreta
de la colaboración de la iglesia con el rey. De 22 obispos de
su reino faltaban sólo 9. También acudió un legado del
papa Juan X. El sínodo se celebró al estilo de los sínodos
carolingios, en una situación difícil para el rey, la resistencia
y oposición de los nobles, sobre todo de los duques de su reino. El
rey intentará activar el episcopado como contrapeso contra el poder
laico, apoyándose sobre el episcopado, sobre la Iglesia. De hecho
este sínodo se ha declarado decididamente detrás del rey, contra
el egoísmo de las potencias particulares. El sínodo condenó
a aquellos dos que levantaron la mano contra la unción del señor,
lo cual es una referencia al A.T., que no es nueva por que ya los carolingios
la hacían. Los dos nobles rebeldes fueron condenados a reclusión
perpetua en un monasterio. También este era un procedimiento usual
de los carolingios.
El sínodo demuestra que en tiempos de Corrado I la iglesia
de su reino, iglesia territorial, estaba decidida a colaborar con el soberano,
que era el garante de la unidad del reino contra todo particularismo. También
es de señalar el papel del papa mediante la presencia de un legado.
Las relaciones con Roma no se habían desatado, sino que a los ojos
del papa, el rey es y permanece como el centro de la organización
eclesiástica de su reino. También para Roma el jefe de la iglesia
territorial del reino es el rey. Lo más sorprendente es el influjo
del papa Juan X, que había intentado una irradiación fuera
de la ciudad de Roma, y que es mayor de lo que se pensaba hasta hace pocas
fechas. Al publicarse recientemente las fuentes del sínodo se ha descubierto
que fue utilizado el texto del Pseudoisidoro, haciéndonos pensar que
fue el legado romano el que llevó el texto desde Roma, todo lo cual
amplia mucho más la influencia papal sobre este concilio.
El apoyo de los obispos a Corrado I tiene poca influencia sobre
las posiciones del rey, que morirá en el 918. Fue sepultado en el
monasterio de Fulda. Poco antes de morir envió las insignias reales
al más temido de sus adversario, el duque Enrique de Sajonia, designándole
como su sucesor. Era un gesto generoso y al mismo tiempo, políticamente,
el mejor de los posibles. Destinar al gran adversario como sucesor. Todo
esto nos lo contará Widukindo de Corvey en su obra Gesta dei saxone
, donde nos refiere como Corrado I mandará a su hermano Eberardo a
ver a Enrique portándole todos los tesoros, haciendo la paz con él
y ganándoseu amistad que mantuvo durante toda su vida. Después
Eberardo proclamará públicamente ante la nobleza reunida a
Enrique como sucesor al trono, según los deseos de su hermano Corrado.
Este era un cambio cualitativo ya que por vez primera pasará el gobierno
a una familia totalmente distante de los carolingios, los sajones.
Enrique I (919-936) pertenecía a las más noble
familia sajona, los Lindolfingue, siendo la misma familia a la que
pertencia el emperador Otón. Los contemporáneos con él
por primera vez que el reino no estará más en manos de los
francos. A partir de ahora el nuevo pueblo estatal serán los sajones,
que dominarán a todos los demás. Enrique I comenzará
su gobierno con mucha prudencia, se presentará como primer duque entre
los demás príncipes, es decir "primus inter pares". No tenemos
constancia de ninguna coronación. El arzobispo de Maguncia, el primer
obispo del reino franco oriental le propone la unción solemne pero
Enrique la rechaza.
4.- RELACIONES DEL PRIMER REY NO CAROLINGIO DEL REINO GERMÁNICO-TEUTÓNICO
CON LA IGLESIA.
Este reino
del que estamos hablando, y que llegará a ser Alemania, todavía
no tiene un nombre definido. Los intentos de los cronistas de dar un nombre
a la zona del Imperio franco oriental, que no será más carolingio,
intentan remediarlos con los nombres de Sajonia y Franconia, y otros parecidos,
pero no apareciendo todavía un nombre claro. Por eso se hablará
de Reino Germánico o Teutónico, sabiendo que para este período
es un anacronismo. El nombre "Teutónico", aparece por primera vez
en las Cartas de Gregorio VII contra Enrique IV y con un sentido peyorativo.
Entre los Otones a esta parte se le llamaba sencillamente, Imperium o Regnum.
Estudiamos
los acontecimientos de la Iglesia germánica, que llegará a
ser imperial con los Otones, por ser la más influyente en este período
para la marcha de la Iglesia occidental en general e incluso para el papado.
También lo hacemos porque esta Iglesia territorial es representativa
de todas aquellas iglesias occidentales que viven más o menos de la
herencia carolingia.
Del reino
de Corrado I (911-918), ya hemos mencionado su visita al Monasterio de San
Gallo, donde fue admitido como "Frato Conscriptus" entre los monjes. Sería
una equivocación imaginarse a los reyes y emperadores de la Alta Edad
Media, como hombres que fingen ser hombres religiosos para obtener ventajas
políticas. No tenemos ninguna prueba de que estos soberanos hayan
fingido creer.
La memoria litúrgica era para ellos, como para el resto de la población,
un compromiso absolutamente serio y grave, lo cual no quiere decir que los
príncipes de la Edad Media eran todos santos, al contrario, sabían
que eran pecadores y no lo negaban
El segundo
acontecimiento que hemos mencionado es el Sínodo de Hohen-Altheim
(916), el cual demuestra cómo la Iglesia favorece la unidad de un
reino contra las tendencias particularistas y separatistas, lo cual valdrá
también para otros reinos. ¿Por qué la Iglesia, en general,
ha favorecido la unidad de un reino, en vez de favorecer unidades más
pequeñas, como ducados o ciertas regiones ? En el caso que nos ocupa,
el motivo moral es que los que alzan la mano contra el ungido por Señor,
"Christum Domini", es decir, el Rey, son perjuros porque han jurado solemnemente
la fidelidad al Rey. El Estado de la Alta Edad Media no es todavía
abstracto, transpersonal, sino que está muy personalizado, es decir,
el Estado está encarnado en determinadas personas. La organización
del Estado consiste, concretamente, en la relación entre las personas,
comenzando desde el Rey.
Por otro
lado existía la conciencia de tener responsabilidad para todo el reino,
lo cual se observa en el reproche del Sínodo con el asentimiento de
los obispos sajones.
Son muy
importantes las actas de este Sínodo. En ellas podemos encontrar cosas
muy diversas, como por ejemplo una prohibición formal de la "Simonía",
que constituye un antecedente muy válido de la lucha que más
tarde llevará a cabo la reforma gregoriana, y que nos permite no hacer
generalizaciones en este campo, ya que los obispos repetían constantemente
la prohibición de este abuso y prevenían contra sus peligros
Como ya
indicamos, Corrado I revelará la grandeza de su carácter, cuando
en el lecho de muerte destinó como sucesor a su adversario político,
el Duque Enrique de Sajonia, que llegará a ser rey en el 919. Su reinado
se prolongará hasta el 936. Pertenecía a la familia Lindolfingue,
la misma de los emperadores Otón I, II y III. Comenzará su
gobierno con mucha prudencia, presentándose como primer duque entre
otros príncipes, como "Primus inter pares". No tenemos noticia alguna
sobre una coronación. El arzobispo de Maguncia, le propone una unción
solemne para consagrarle rey. Enrique lo rechaza.(según nos cuenta
Widukindo de Corvey, por humildad). No todos aceptaron este rechazo de la
coronación por parte de Enrique, sobre todo entre los eclesiásticos.
Todo esto podemos verlo en la obra Vita Udalrrici , en ella se cuenta que
una noche San Udalrrico, obispo de Augusta, tuvo una visión de la
virgen y mártir Santa Afra, patrona de Augusta, que le había
transportado a un sínodo celeste bajo la presidencia de San Pedro.
Este le habría enseñado una espada sin empuñadura, identificándola
con un rey sin bendición pontifical, ambos no sirven.
El rechazo
de Enrique significa que no admitía las posiciones que en el Sínodo
de Hohen-Altheim los obispos atribuían al rey, por lo que no estaba
dispuesto a continuar la lucha contra los duques. Era una política,
ante todo, muy prudente, modesta, no agresiva. Con condescendencias y concesiones,
en vez de violencia, Enrique consiguió que incluso los principados
del sur y oeste de su reino, Suavios, Bábaros y Lotaringios, lo reconociesen
como su soberano.
Hay un hecho memorable que demuestra que Enrique I no era un soberano desinteresado
de la religión y devoción de su tiempo y que destruye las teorías
de aquellos que ven en el un rey laico, que no quiere relaciones ni tratados
con la Iglesia y que por eso había prohibido la coronación
y la unción por un obispo. Se encontró en Worms, en el 926,
con el rey Rodolfo II de Alta Borgoña, obteniéndo de él
la "Sacra lancia", que según la leyenda es la que atravesó
el costado del Señor en la cruz. A cambio de esta donación
a Enrique, Rodolfo recibirá un alto precio, una gran parte de Suavia
y la ciudad de Basilea con sus contornos. Esta lanza que Rodolfo había
recibido como Rey de Italia del Conde Sansone, sería la lanza sagrada
que Santa Elena encontraría junto a la Cruz del Señor. Hoy
esta reliquia se encuentra en Viena. Hablaremos más adelante del significado
religioso y político que posee.
Enrique ha adquirido la Lanza, que también se la ha considerado
la de San Mauricio, el jefe de la legendaria Legión Tebaica, un célebre
Santo guerrero. Era considerada una reliquia del Señor que daba la
victoria. Según Liudprando de Cremona, Enrique debía sus victorias
guerreras a esta Lanza. Hemos de pensar en primer lugar en la batalla victoriosa
contra los húngaros en el 933, en un lugar no identificado, Riade,
para la cual Enrique había escogido el 15 de marzo, fiesta de San
Longinos, el soldado que según la leyenda atravesó con su lanza
el corazón del Señor. Lo encontramos descrito en el Andapodosis
de Liudprando, libro IV, cap. 25.
En el 929 Enrique había reforzado la idea de la unidad
del reino, destinando a su hijo mayor, Otón, casado con una princesa
inglesa, Edgith, su primera mujer, como su sucesor.
En la primavera del 928, confirmó el Rey Enrique I, en
una dieta en Erfurt, la designación su hijo Otón como sucesor
al trono, incluso contra la resistencia de su propia familia. Pocos meses
después, Enrique, como dice Widukindo, "Maximus Regus Europei", muere
el dos de julio del 936
5.- OTÓN I.
Comenzamos
con la coronación real, que tendrá lugar en Aquisgrán
en el 936. El acceso al trono de Otón I u Otón el Grande, se
produce en el 936, cuando tenía 24 años. Significará
un corte, incluso para la historia eclesiástica. Al contrario que
su padre, Otón, aceptará una coronación y una unción,
desarrollándose el evento en Aquisgrán, en la ciudad de Carlomagno.
Widukindo nos lo cuenta de forma difusa en su Historia de los Sajones:
Otón
al elegir Aquisgrán para su coronación, en la Iglesia Palatina,
se unió así a la tradición franca-carolingia de manera
abierta. Otón I como sucesor de Carlomagno. Con hábito franco
fue elevado al trono el 7 de agosto del 936 por los grande laicos, de los
cuales aceptó el homenaje en el sentido de un encuentro con los vasallos.
En la iglesia el pueblo aclamó al rey, elegido por Dios, ya designado
por Enrique , y ahora, hecho rey por todos los señores. Sin el consentimiento
de todos los señores no podía ser el sucesor, ya que no era
un reino hereditario. Por tanto, una aclamación del pueblo, más
concretamente de los grandes, guiada por el arzobispo Hildeberto de Maguncia.
Siguió la entrega de las insignias reales, la unción y la coronación
y, por último, la elevación al trono de Carlomagno. Después
hubo una comida de ceremonia después de la misa de coronación,
en la cual debieron de tener un papel muy importante concepciones cúlticas-rituales,
siendo no sólo una comida festiva, sino que tenía un determinado
significado cultual.
En la
comida prestaron su servicios los duques del reino :/El Duque de Lotaringia
hacía de "camarlengo", encargándose de todo lo necesario.
El Duque
de Baviera, Arnolfo, era el responsable de los caballeros y de las acampadas.
Será lo que más tarde recibirá el nombre de "mariscal",
responsabla de los caballas.!El Duque de Franconia, Eberardo, hacía
de "copero", encargándose de las mesas.
Todos
estos elementos serán tradicionales en todas las ceremonias de coronación
del Imperio, hasta la última, la de José I (1774), en Francoforte
y que nos describe Goethe en sus memorias. El propio ceremonial, realizado
por primera vez en Aquisgrán en el 936, se fijará poco después
en el Ordo de Magonza, en el famoso Pontifical Romano-Germanico, llegando
a ser el modelo para toda la Edad Media, no sólo en el Imperio, sino
en otros reinos
Relación
con los obispos. Los obispos son considerados nuevos príncipes del
Imperio. Años después de la Coronación, las relaciones
con el Rey eran turbulentas. Había siempre nuevas rebeliones en el
interior del Reino, en las cuales toman parte incluso parientes cercanos
de Otón I. Sobre todo se revelaron los duques. Baviera aspiraba a
más autonomía y reivindicaba incluso la supremacía sobre
la Iglesia de su territorio. De hecho fueron puestos obispos en Baviera por
parte del Duque hasta el 938.
El hermano
menor de Otón huyó a Lotaringia para organizar una cédula
de oposición, que Otón eliminará en el 939./En el 941
se lleva a cabo un complot para asesinar a Otón en su palacio de Cueclinburg
( ?), en Sajonia, donde el acudía con mucha frecuencia. Escapó
del atentado y pudo refugiarse en Lotaringia y allí intervenir en
un asunto del Reino Franco Occidental, Francia, que fue decisivo para la
ocupación de la sede archiepiscopal de Reims. Incluso en Francia fue
reconocida una cierta hegemonía de Otón como sucesor de Carlomagno.
En el
951 fue llamado a Italia, donde se presentó como el Rey de los Francos
y de los Longobardos, a la manera de Carlomagno. Todo esto demuestra que
Otón I no sólo se consideró el Rey de los Carolingios,
sino que es considerado como tal por gran parte del Occidente. A pesar de
todo, en Germania no desaparecían los rebeldes, siendo sus propios
parientes los que se sublebaban. Su jefe era Liudolfo, nacido del primer
matrimonio de Otón I. Estos hechos abrirán una gran crisis
en el Reino en los años 953-954, con la rebelión de casi toda
Germania. Se agrabará la situación por el hecho de que en aquel
momento los húngaros hicieron una nueva incursión, tanto en
Germania como en Italia.
Al comienzo
del gobierno de Otón I, tras las primeras insurrecciones de la alta
aristocracia, había pensado poder confiar los ducados y las más
altas responsabilidades, a miembros de la propia familia. Después
del fracaso de esta idea, cuando se reveló incluso la propia
familia contra él, cambio de camino. A partir de entonces, Otón
I se apoyará cada vez más sobre los obispos y sobre los abades,
queriendo reforzar l poder regio con la ayuda de la Iglesia. Estas relaciones
se intensificarán después de las rebeliones del 953-954. La
importancia de la jerarquía eclesiástica no era nueva, existía
ya desde hacía cinco siglos, pero Otón I ha dado a aquella
colaboración una nueva cualidad.
Ya en
el siglo IV, Ambrosio de Milán había asumido misiones diplomáticas
de la corte. En la Galia los obispos habían tenido, desde el siglo
V y hasta los primeros tiempos de los carolingios, un papel político
en las principales ciudades francesas o galas. Los estados bajo el poder
del propio obispo, serán asumidos por los carolingios, aunque con
fatiga al comienzo, queriendo integrarlos en el propio estado franco. El
estado obispal de tiempos merovingios, era el Ducado de Reccia bajo el obispo
de Coira, siendo uno de los pocos conservados donde el obispo propio el Señor
del Estado Obispal. Sólo en el 807, Carlomagno consiguió separar
diócesis y ducados. Por otro lado, Carlomagno esperaba de los obispos
y de los grandes abades de su imperio una estricta y leal colaboración,
que comprendía, si fuese necesario, incluso el servicio militar.
Por todo lo dicho hasta ahora podemos afirmar que Otón
I no ha inventado este sistema de colaboración con la Iglesia, pero
sí lo ha perfeccionado. A causa de ello se habla con exageración
de un sistema otoniano de la Iglesia imperial. Este sistema se apoya sobre
la idea de que al Rey le corresponde una potestad suprema sobre los puestos
olvidados de los obispados y las abadías importantes. De suyo, los
obispado y los grandes monasterios eran dotados del derecho de soberanía,
el cual no pertenecía al oficio espiritual de un obispo o de un abad,
como jurisdicción, casos de los tribunales, derecho de acuñar
moneda. Naturalmente de todo ello se esperaban las adecuadas contraprestaciones
por parte de una iglesia tan privilegiada, siendo el célebre "Servitium
regis".
El rey
Germánico tenía la supremacía sobre todas las iglesias
de su reino. Con esto se distingue por ejemplo de la iglesia francesa, donde
la supremacía del rey se extiende en los siglo X y XI, pero sólo
sobre 15 diócesis de 75, aunque esto no quierte decir que las otras
diócesis fueran más libres sin este peso, al contrario. Las
diócesis que no estaban en la zona de L¢Ille de France, la zona
que había quedado directamente bajo la soberanía del rey de
Francia, ya sea carolingio o Capeto. Las otras diócesis caían
en las manos de otros príncipes o nobles, que eran casi obispados
privados, siendo peor para las diócesis.
Los otones
nunca serán propietarios de los obispados, es decir, nunca tuvieron
la supremacía. Los obispados pertenecían al propio imperio.
Es cierto que el rey podía ejercer una influencia sobre la elección
de los obispos y abades, pero no era fácil para él deponerlos
si habían sido legítimamente designados.
Había
dudas en la iglesia sobre esta estrecha colaboración entre Otón
I y la propia iglesia. La fuentes no cirtican abiertamente este desarrollo,
pero si existen reacciones que nos hacen comprender que no todos aceptaban
esta colaboración que llevaba a los obispos a comprometerse en los
asuntos públicos. Hay una crítica directa en una carta del
Arzobispo Guillermo de Maguncia, que es una de las pocas críticas
abiertas en la disputa de estas relaciones. Guillermo pertenecía a
la familia de Otón, siendo su hijo ilegítimo nacido antes del
matrimonio de una mujer eslava.
En cuanto a la relación de Otón I con el episcopado de su reino,
como ya hemos indicado más arriba, se intensificara sobre todo en
el momento en que Liudolfo, el hijo del Rey, se revelará contra su
padre. Este apoyo se extenderá hasta finales del 953, afirmando sus
derechos reales. En la concepción del Rey, los obispos eran
más fiables que los príncipes laicos para las gestiones del
reino, ya que estaban menos interesados por la propia instalación
y no tenían una familia que debieran colocar.
Lo que
se ha llamado el "Sistema otoniano de la Iglesia imperial", consistía
en que los obispos del Imperio no sólo eran pastores, sino también
duques y condes en el propio Imperio. La tradición conserva pocas
fuentes críticas en el desarrollo de esta evolución, que habría
tenido un influjo profundo sobre la vida de la Iglesia medieval, en particular
en Alemania y en el Reino de Italia.
Ya hemos
citado la Carta del Arzobispo Guillermo de Maguncia dirigida al Papa Agapito
II en el 955. En ella escribe : "los duques y los condes se arrogan lo que
compete al obispo ; el obispo, lo que compete al duque y al conde". No podemos
exagerar el contenido de esta crítica. El tenor de la Carta es más
bien una protesta del Arzobispo contra una posible disminución de
los derechos de su diócesis de Maguncia, a causa del proyecto de Otón
I de erigir nuevas diócesis . De suyo el Arzobispo no era un opositor
en principio contra la asunción por parte de los obispos de responsabilidades
políticas del Imperio, lo cual se manifestará en el 962 cuando
asciende al trono el joven Rey, Otón II.
Para comprender
mejor el papel de los obispos en tiempos de Otón I partiremos de unas
consideraciones sobre el ideal episcopal en el tiempo de los otones. Otón
I, cuando se revelaron contra él los duques, sobre todo en el comienzo
de su mandato, no sustituyó a los duques por obispos, con una sola
excepción, el caso de su hermano Bruno.
Bruno era el consejero espiritual de Otón I, su confidente, representando
como ningún otro eclesiástico de su tiempo la fusión
entre reino e Iglesia, que es típico de aquella época. Nació
en el 925, fue destinado desde la infancia a la carrera eclesiástica,
recibiendo en la Escuela de la Catedral de Utrech una óptima formación,
completada más tarde por las enseñanzas del obispo Raterio
de Verona, que había sido expulsado de su sede y vivía en Alemania.
Su formación era la mejor posible en aquella época. En el 940
trabaja como Canciller de su hermano hasta el 953. Sus intervenciones, documentadas
en los documentos, demuestran su creciente influjo político. También
está documentado su gran interés por el monaquismo y por la
vida espiritual. En el 951 llega ser Archicapellán, es decir, jefe
de la Capilla curial de Otón I, que era el órgano administrativo
supremo del Reino. En agosto del 953 es nombrado Arzobispo de Colonia, nombrado
por su hermano. Poco después, en septiembre del 953, en el año
fatídico de la rebelión de Liudolfo contra Otón I, el
Rey le confió además el ducado de Lorena. Por este motivo su
biógrafo, Routger, le llamará "Archiduque", siendo la primera
vez que aparece este título, por la dificultad en describir exactamente
el papel que desempeñaba el Arzobispo de Colonia, Bruno.
Hasta
ahora Bruno ha intentado servir al mismo tiempo a la Iglesia y al Reino.
El ha sido el que ha influido en el episcopado alemán a colaborar
estrechamente con el Rey. En Colonia creo unas condiciones esenciales para
conseguir esta finalidad del servicio del episcopado para el Reino y el mismo
toma la dirección de la formación del clero alto bajo el Reino.
Para ello creará una Escuela cerca de la Catedral de Colonia, la Escuela
de la Formación del Episcopado Alemán. De este modo Bruno llega
a ser el organizador de lo que se ha llamado el "Sistema de la Iglesia Imperial".
Durante
la ausencia de Otón I en Italia en el 965, será Bruno, junto
al Arzobispo Guillermo de Maguncia, el regente del Reino Alemán.
En Colonia
fundó nuevos monasterios y colegiatas. Ante el peso de tanto trabajo,
sus fuerzas se agotaron prematuramente y murió a la edad de 40 años,
volviendo de una misión diplomática de Reims, el 11 de octubre
del 965.
Significativa
sobre su concepción del estudio es la visión de un clérigo,
que nos cuenta un famoso cronista sajón, Thietmar, en su Crónica,
(II, 16) : Bruno estaba siendo acusado delante del trono de Cristo de haber
dado demasiado espacio, demasiado interés, al estudio de la vana filosofía,
y es defendido por el propio San Pablo.
En la obra contemporánea, Vita Brunonis, escrita por
el monje de Colonia, Routger, se nos informa de manera fidedigna sobre la
vida del Arzobispo y también sobre las ideas que dictaminaban su vida.
Hace propaganda para el ideal episcopal del tiempo de los otones y se esfuerza
en justificar la implicación del obispo en los asuntos políticos.
Rouger sentía el deber de defender el papel del obispo en el enfrentamiento
con aquellos que eran críticos y no aceptaban el papel político
del obispo. Aunque no tengamos testimonios directos, críticas abiertas,
por lo menos las afirmaciones de Routger nos hacen adivinar que si existían
críticas. La conclusión de Routger es definitiva : "Todo cuanto
hizo Bruno fue honesto y útil para nuestro Estado".
En otros pasajes nos menciona factores más personales
de Bruno : "El Arzobispo es fiel a la virtud sacerdotal, a pesar de sus compromisos
políticos,...". Todo ello nos hace ver que el ideal del obispo era
el ascético-monástico.
En el 954 aparecerán los húngaros en Alemania,
volviendo a hacer otra incursión en el 955. En esta última
ocasión asediaron la ciudad de Augusta. El obispo se ve obligado a
organizar la resistencia de la población de Augusta. En la Vita Udalrrici,
escrita por el sacerdote contemporáneo, Gerardo, se nos da una impresión
sobre esta insólita actividad del obispo. Después de plantar
cara a los húngaros en la batalla, en la que participará el
propio obispo a caballo, pero sin coraza ni defensas de otro tipo, acudirá
en su ayuda el Rey Otón con un ejército, que vencerá
a los húngaros en la decisiva batalla del 11 de agosto del 955, cerca
de la ciudad de Augusta, muy cerca de un pequeño río llamado
Lech, por lo que la batalla será llamada de Lechfeld. Esta batalla
no sólo fue una victoria para el reino germánico, sino para
todo occidente, ya que hizo que los húngaros huyesen de otros países.
6.- SISTEMA OTONIANO DE LA IGLESIA IMPERIAL
Bajo Otón
I y sus inmediatos sucesores reinaba a primera vista una simbiosis tan estrecha
entre el Estado y la Iglesia, que muchos estudiosos, hasta el siglo pasado,
vieron en esta colaboración la existencia de un sistema, una institución
que unía a la Iglesia, más exactamente, a los obispos y a los
grandes abades, la institución de la Iglesia, al servicio del Rey,
por medio de una serie de procedimientos entre ambas partes, que encontraron
su expresión simbólica en el acto de investidura.
Encontraban
elementos muy vistosos :
1 En primer
lugar que ninguna elección u ordenación de un obispo o un abad,
era posible sin el consentimiento el soberano.
2 En segundo
lugar, para ciertos candidatos, la elección preferida se dirigía
hacia los miembros de Capilla de Corte, la institución suprema de
administración entorno al propio soberano.
3 En tercer
lugar, el candidato debía pertenecer a la alta aristocracia, que no
era una condición absoluta, existiendo muchas excepciones, pero en
general constatamos que todos los obispos y grandes abades pertenecían
a la aristocracia.
4 En cuarto
lugar, como cualquier fiel vasallo laico, el neoelecto debía prestar
homenaje al soberano, y un juramento de fidelidad. Eran dos actos distintos,
pero unidos en un mismo rito. El homenaje se realizaba poniendo el vasallo
sus manos entre las del soberano (rito que sobrevive aún hoy en la
ordenación sacerdotal). Tan importante era el juramento de fidelidad,
que vinculaba el vasallo al señor, en el sentido de no dañarle
en ninguna circunstancia, que consistía fundamentalmente en un juramento
negativo ; no se prometían muchas cosas, sino que se prometía
no dañar al propio señor. En esta época ningún
obispo hacía un juramento de fidelidad al Papa, sólo se lo
hacían al soberano. Hasta el siglo XI estos dos actos, homenaje y
juramento de fidelidad, crean un vínculo personal muy intenso entre
señor y vasallo, y por tanto, entre soberano y obispo.
5 En quinto
lugar, la investidura del nuevo cargo por parte del Rey, mediante un acto
simbólico, la consigna del báculo pastoral, y con Enrique III
también del anillo. Esta investidura era una repetición de
la que realizaba el Arzobispo correspondiente, en la que también se
le entregaba al nuevo obispo el bastón pastoral.
6 En sexto
lugar, los obispos y abades imperiales recibían en la investidura
de parte del soberano donaciones de tierras, plena inmunidad y otras prerrogativas
del poder público, prerrogativas y derechos que en línea de
principio competen al soberano, y que son los llamados Ragalia : bosques,
derechos de "telares" (para confeccionar trajes), derechos de acuñar
monedas, de tener mercados,... Hasta el siglo XI e incluso más tarde
recibían distritos administrativos, que llegarán a ser los
núcleos del estado territorial eclesiástico del Imperio. Pero
en un primer momento se los confiaban por el bien del propio Reino. A cambio
los obispos y abades imperiales estaban obligados al "Servitium Regis", que
como ya indicamos comprendía varias prestaciones : alojamiento temporal
de la corte real itinerante, ya que no había una capital, el Gistum
; los regalos anuales (Donna annuaria), que no eran dones arbitrarios, sino
una especie de tasa ; formación de los militares para el ejército
imperial ; comisiones diplomáticas y consulta política ; por
último, sostenimiento religioso, mediante la oración y también
apoyo moral en todas las cuestiones públicas.
La investigación alemana hasta el siglo pasado ha dedicado
mucha atención a esta simbiosis entre el Estado Otoniano y la Iglesia
Imperial, y se ha constatado la creación, por parte de Otón
I, de un contrapeso efectivo contra el poder de la aristocracia laica, contra
los duques y príncipes seculares.
Sobre todo se ha ocupado de este problema un estudioso austríaco.
L. Santifaller. En 1964 ha dado la formulación definitiva a la doctrina
tradicional sobre este asunto y su sistematización. Según este
autor, este sistema, que él llama propiamente "Sistema Otoniano de
la Iglesia Imperial", habrían encontrado su culmen con la inclusión
en él por parte de Otón I. El Rey habría sometido a
Roma para poder controlar mejor al episcopado alemán mediante un Papa
obediente al Emperador, en vez de un jefe eclesiástico independiente.
En los últimos años, esta visión sistemática
de la relación entre el Imperio y la Iglesia ha sido cada vez más
criticada. Podemos citar por ejemplo a un autor inglés, T. Reuter,
que niega la existencia de este Sistema acusando a la investigación
alemana de generalizaciones no justificadas. Hace notar que el apoyo dado
por la Iglesia Imperial al Estado Otoniano, no era una particularidad alemana.
Idénticas evoluciones se pueden identificar, siempre siguiendo la
tradición carolingia, en Borgoña, en Francia, en Italia y también
en Inglaterra. La Iglesia Imperial Alemana no sería otra cosa que
una Iglesia nacional como todas las demás.
Otro experto estudioso alemán, J. Fleckenstein, le ha
replicado rápidamente afirmando que la Iglesia Imperial Alemana presenta
características que ninguna otra iglesia nacional de aquella época
evidencia, ni siquiera la iglesia carolingia, de la cual la Iglesia Imperial
Otoniana es la heredera privilegiada. En particular es de constatar en la
Iglesia Otoniana una mayor concentración, respecto al uso de los carolingios,
de la corte en torno al soberano lo que determina un papel del Rey mucho
más central de lo que lo era en el Reino Imperial Carolingio, incluso
el centro administrativo entorno al Rey en la Capilla de Corte. También
constata una fusión de competencias espirituales y temporales confiadas
a los obispos, que era más estricta que en el caso de los obispos
carolingios, con Carlomagno o Ludovico el Pío.
Para concluir diremos que la posición de Santifaller
y de sus predecesores del siglo pasado, es sin duda exagerada :
1 La Iglesia
Imperial no era de ningún modo un cómodo instrumento político
en las manos del Emperador, como pensaban los historiadores alemanes nacionales
del siglo pasado.
2 Es equivocada
de manera particular la interpretación del papel del papado bajo los
Otones.
3 Es mejor
evitar el concepto de sistema cuando hablamos de la Iglesia Imperial, ya
que este sistema no existía y las cosas eran mucho más fluidas,
dependiendo de varias condiciones, incluso de varias personas. Como mucho
había algunos usos, más o menos desarrolladas, en la colaboración
entre la corte y la Iglesia, unas ciertas tradiciones.
4 La relación
con otras iglesias regionales de la época, hemos de dar la razón
a Reuter, era mínimo, pero los resultados hasta ahora obtenidos demuestran
más bien la singularidad de la Iglesia Imperial, a la vez que revelan
su carácter especial.
5 Faltan
estudios sobre las Iglesias de otros países en este momento. No deben
ser estudios personales de uno u otro obispo, aunque después serán
la base para la estudio de estas Iglesias, sino que es necesario hacer estudios
comparativos de los diversos episcopados. Estudiar en varios países
cual era el papel y el comportamiento del episcopado. Sólo entonces
podremos responder con certeza a la pregunta sobre el "sistema de la Iglesia
Otoniana", si realmente era particular de esta Iglesia o por el contrario
era una tendencia general de la Iglesia Occidental de este período.