IGLESIA Y PANTEÓN DE SAN FERNANDO
México, D.F.
El Templo de San Fernando
es un templo católico ubicado en el Centro Histórico de la
Ciudad de México, junto al panteón del mismo nombre. Formó
parte del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de la Orden de los
Franciscanos, en donde se formaban los misioneros que participaron en la
evangelización de la Nueva España. Fue construido bajo la advocación
de San Fernando Rey, y es un ejemplo de Barroco novohispano.
Panteón de San Fernando
De este lugar partían los misioneros franciscanos a evangelizar,
descalzos, el extenso y desconocido territorio nómada del norte. Del
Colegio Apostólico de Propaganda Fide sólo quedó la
iglesia, el panteón y una parte del edificio: un barroco mexicano
de cantera y tezontle que tardó veintiún años en ser
construido (1734-1755), y hasta la primera mitad del siglo XIX poseía
una de las mejores bibliotecas y pinacotecas de la época virreinal.
El panteón de San Fernando fue exclusivo
para los monjes, benefactores y ciertos nobles, hasta que, en 1833, los cementerios
fueron abiertos también a los laicos. Para la segunda mitad del siglo
XIX, los bienes de la iglesia fueron expropiados y con ello San Fernando
se convirtió en panteón civil, aunque nunca perdió su
carácter elitista: en él se muestra no sólo el arte
funerario, sino un recorrido por la historia de México a través
de los políticos, empezando por Benito Juárez, hombres de letras
o potentados que en las lápidas tradujeron las expectativas de sus
vidas.
El Panteón de San Fernando es uno de los cementerios
más antiguos de la ciudad de México que se conserva hasta nuestros
días;1 es uno de los ejemplos más representativos de la arquitectura
y arte funerarios del siglo XIX en México, y funcionó entre
1832 y 1871. Es el destino final de los restos de varios de los personajes
destacados de la historia mexicana del siglo XIX, y los más destacados
son los restos de los presidentes Benito Juárez, Miguel Miramón
(enviados posteriormente a la Catedral de Puebla) y del general Ignacio Zaragoza,
entre muchos otros.
Durante la época virreinal en México, la gente
tenía la costumbre de ser enterrada en el interior de los templos,
pues se creía era ésa la mejor manera de resucitar y llegar
al cielo después del Juicio Final. Las personas con mayores recursos
económicos, benefactores de la iglesia y gente con gran linaje y puestos
públicos, eran enterradas más cerca del altar mayor. Mientras
menos dinero tenía el difunto, su lugar dentro de la iglesia se alejaba
poco a poco del presbiterio. En la Iglesia de San Fernando, junto al altar
mayor, están sepultados los virreyes Matías de Gálvez
y Gallardo (1784) y Bernardo de Gálvez (1786), padre e hijo, quienes
ordenaron la construcción del Castillo de Chapultepec, entre otras
obras.
Durante muchos años, era común que los muertos
fueran sepultados dentro de las iglesias, detrás de los muros o debajo
del suelo, apenas cubiertos con tablas de madera y casi al nivel de la superficie,
lo que producía muy malos olores y espectáculos muy desagradables
para los visitantes de templo. Sin embargo, una costumbre tan arraigada como
ésa era muy difícil de suprimir entre la sociedad. A fines
del siglo XVIII, el arzobispo de México, don Alonso Núñez
de Haro y Peralta, manifiesta la necesidad de que se dejen de hacer sepulturas
dentro de los templos para evitar contagios y enfermedades, y que de ahí
en adelante, los difuntos debían ser enterrados en cementerios ubicados
en lugares elevados, alejados de las casas y con buena ventilación.
El primer cementerio utilizado de esta manera fue el de Santa Paula, se abrió
al público en ocasión de una epidemia de viruela, ubicado en
el área que hoy ocupa el Palacio de Bellas Artes.
En el Colegio Apostólico de San Fernando, de misioneros
franciscanos de Propaganda Fide, poco a poco se fue evitando la sepultura
de cadáveres dentro de la iglesia y se comenzó a utilizar el
espacio del atrio frente a la puerta. Este cementerio atrial fue utilizado
ampliamente durante más de medio siglo, y las tumbas ahí localizadas
no tenían nombres ni fechas; eran simplemente, lápidas anónimas.
En un principio, los únicos con derecho a ser sepultados en el panteón
fueron frailes fernandinos, benefactores de la iglesia y personas de altos
recursos económicos. El uso del panteón atrial de San Fernando
en esos años aún era esporádico, por lo que el panteón
tuvo una extensión muy reducida.
Hacia 1832 se comenzó la construcción del actual
Panteón de San Fernando, mediante la gestión del síndico
del convento, don Ignacio Cortina Chávez, y gracias a los cobros que
ya se realizaban. Al ser el Panteón de San Fernando el más
caro de la ciudad, rápidamente pudo financiar su construcción.
En 1833, el general Antonio López de Santa Anna decretó que
todos los cementerios privados de la ciudad debían ser abiertos al
público en general, debido a la fuerte epidemia de cólera que
azotó a la población. A partir de entonces, San Fernando inició
sus servicios como panteón público, aunque se prohibió
aquí el entierro de enfermos del cólera.
Durante las siguientes dos décadas, la fama del Panteón
de San Fernando fue subiendo. Como era un cementerio pequeño, limpio
y ordenado, pronto fue escogido por las familias de clase alta como el sitio
adecuado para su sepultura. Debido a esto, los precios de los servicios fúnebres
en San Fernando fueron subiendo, y en pocos años, sólo la gente
más rica y poderosa de la sociedad podía pagar su inhumación
en este lugar. Es por esto que en San Fernando podemos observar las tumbas
de políticos, militares, gobernantes y personalidades de la sociedad
del siglo XIX. La mejor época de San Fernando estuvo entre 1850, cuando
otra epidemia de cólera incrementó los entierros en el panteón,
y 1870, época en que ya existían otros panteones en distintos
puntos de la ciudad, como los de Campo Florido, Los Ángeles, La Piedad
y San Antonio de las Huertas, cementerios todos desaparecidos en la actualidad.3
El Panteón de San Fernando había sido propiedad
de los frailes fernandinos, quienes se encargaban de realizar los entierros,
las misas, los altos cobros y de mantener limpio y en orden al pequeño
panteón. Su fama fue mucha entre la sociedad de la ciudad de México.
Sin embargo, el 31 de julio de 1859, el gobierno liberal de Juárez
expidió una de sus leyes de Reforma: la de la secularización
de los cementerios, mediante la cual todos los panteones del clero pasaban
a ser propiedad del gobierno. Esta ley se pudo aplicar hasta 1860, cuando
terminó la guerra de Reforma y el gobierno de Juárez entró
a la ciudad.
A partir de entonces, el ayuntamiento administró este
panteón, y al ver que ya se encontraban aquí enterrados grandes
personajes ilustres, el gobierno lo declaró Panteón de Hombres
Ilustres. Desde ese año, otros grandes héroes y políticos
fueron enterrados en San Fernando, como Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada,
Ignacio Comonfort e Ignacio Zaragoza. San Fernando fue el primer panteón
de hombres ilustres que hubo en toda la ciudad de México. Con el tiempo,
San Fernando se encontraba prácticamente a la mitad de su capacidad,
y se pensaba en ampliarlo, cuando un decreto del presidente Juárez
ordenó la clausura de todos los cementerios que se hallaran dentro
de los límites de la ciudad. Esto con la finalidad de sacarlos a las
poblaciones cercanas, como sucedió con el Panteón Civil de
Dolores en los rumbos de Chapultepec y Tacubaya. En 1872 se reabrió
el panteón para el último entierro registrado, sucedió
en 1872, precisamente cuando el presidente Benito Juárez fue sepultado
en este sitio.
Después que el presidente Sebastián Lerdo de Tejada
ordenó la construcción de la Rotonda de los Hombres Ilustres
en el Panteón Civil de Dolores, San Fernando quedó cerrado
y su finalidad era sólo la de conservar los restos de las personas
ilustres ya enterradas ahí; así permaneció durante el
porfiriato, hasta que en 1900 se planeó su destrucción para
construir un monumental “Panteón Nacional”, a espaldas de él,
en la actual calle de Héroes, que tomó su nombre de este proyecto.
Parecía que el Panteón Nacional sería terminado con
éxito, pero el estallido de la Revolución Mexicana y una mala
cimentación de la cripta central impidieron que fuera construido en
su totalidad. San Fernando perdió algunos muros por esta obra, pero
sobrevivió al pasar los tiempos de caos en el país.
En 1935, el Panteón de San Fernando fue declarado monumento
histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia,
y en 1968 recibió una magna restauración en ocasión
de los Juegos Olímpicos celebrados en México. Durante los años
setenta y ochenta, el panteón sufrió diversas modificaciones
ligeras, por la celebración de los centenarios luctuosos de Juárez
y de Francisco Zarco, así como por el terremoto de 1985. Para 1997,
con el cambio de régimen político en el Distrito Federal, se
puso bajo la administración del gobierno del Distrito Federal, que
el 31 de mayo del 2006 lo convirtió en museo de sitio, bajo la tutela
de la Secretaria de Cultura del Distrito Federal.
Presidentes de México sepultados en el Panteón de San Fernando:
General Anastasio Bustamante (1830-32, 1837-1841)?
Licenciado Benito Juárez García (1857-1872)
General Manuel María Lombardini (1853)
General José Joaquín de Herrera (1844-1845, 1848 y 1848-1851)
General Martín Carrera Sabat (1855)
El panteón se ubica en el costado oriente de la iglesia
de San Fernando, constando de tres patios, el más cercano al panteón
es el más pequeño y a su centro se puede apreciar sola la tumba
del Gral. Miguel Miramón mientras a sus costados norte y oriente varios
nichos con sus placas frontales, resguardados por pasillos, en la pared oriente
se aprecia la parte trasera de la tumba de Vicente Guerrero, quien tiene
una cruz de madera y de la cual cuelga un ancla, al sur se aprecia la verja
que limita con la calle y parque San Fernando (Antes la zona del atrio frontal),
al poniente queda la sacristía de la iglesia que es usada actualmente
como recinto administrativo y de servicios.
Pasando por un puesta en la pared norte del primer patio, se
entra al principal, el cual está rodeado por el oriente, norte y poniente
de nichos, con pasillos en los extremos, los cuales fueron cerrados para
contener mas nichos, es a su centro que se aprecian las tumbas de varios
personajes, algunas resguarda dadas por estatuas, al centro del mismo se
halla la tumba de Ignacio Zaragoza, mientras Benito Juárez y su esposa
comparten la tumba más grande ubicada al costado nor-poniente la cual
fue realizada por mandato de Porfirio Díaz en un estilo neoclásico,
en el lado sur se encuentra la de Ignacio Comonfort colindando con la verja
de hierro que da a la calle de San Fernando, al oriente se encuentran un
pasillo que da al tercer patio, mismo que debió ser usado como extensión
del mismo pero el cierre decretado en 1871 por Juárez dejo inconcluso
el mismo, por su lado oriente se tiene la entrada principal a panteón
que da a la calle de Héroes.