INOCENCIO XII
1691-1700 d.C.
El antiguo
cardenal de Nápoles Antonio Pignatelli fue elegido después
de seis meses de forcejeo entre los partidos español y francés.
Una de sus primeras medidas fue la de publicar la Bula Romanum decet Pontificem,
en 1692, que prohibía el nepotismo a todos sus sucesores. Muchos de
los empleos que en el Vaticano solían pertenecer de derecho a los
parientes del Papa, fueron suprimidos. Si algún familiar del Pontífice
reinante daba pruebas de sus excepcionales cualidades. podía recibir
la púrpura cardenalicia, pero su sueldo no podía sobrepasar
los 12,000 escudos. Papas y cardenales estaban obligados a jurar sobre la
Bula. La impresión causada en el mundo fue enorme y hasta los países
protestantes se conmovieron.
El problema político del pontificado de Inocencio XII,
que sería resuelto años después de su muerte, fue el
de la sucesión en España, al que aludimos anteriormente. Bajo
el decisivo influjo del cardenal Portocarrero, primado de España,
el rey Carlos II decidió dejar como heredero a Felipe, duque de Anjou,
nieto de Luis XIV. El 3 de octubre de 1700, Carlos II hizo su testamento
a favor de Felipe de Anjou, defraudando las esperanzas de Leopoldo I, emperador
de Austria. Felipe se obligaba a no unir jamás la herencia a la corona
de Francia. Todos los soberanos europeos, salvo el emperador, reconocieron
a Felipe V. Las imprudencias cometidas por Luis XIV, que se creía autorizado
a disponer del Imperio español, ya que su nieto era rey de España,
ocupando varias plazas en Flandes, hicieron que Austria, Inglaterra y Holanda
se unieran contra él. La guerra terminó de manera desfavorable
para Francia, que fue obligada a firmar los tratados de Utrecht (1713) y
de Rastatt (1714), perdiendo varias de sus posesiones. El Rey Sol declinaba
hacia el crepúsculo.
Inocencio XII no pudo asistir al fin de la querella alrededor
de la sucesión española, ya que falleció en 1700. Sus
buenas relaciones con Leopoldo, al que había conocido cuando se encontraba
de Nuncio en Viena, y al que ayudó en su lucha contra los turcos,
fueron empeorando con el tiempo. La diplomacia francesa supo aprovechar y
ensanchar las dimensiones entre Roma y Viena, de manera que, puesto a elegir
entre los dos candidatos al trono de España, Inocencio apoyó
al francés.
En 1697, el príncipe Eugenio derrotó a los turcos
en Zenta.