BEATA IRENE STEFANI
1930 d.C.
31 de octubre
Sor Irene es una de las primeras
misioneras de la Consolata quien recorrió los senderos de la caridad
heroica hasta entregar su propia vida por la difusión del Evangelio.
Ella el 19 de Junio de 1911, a los 19 años de edad, deja su pueblo
natal, Anfo, en la provincia de Brescia (Italia), donde ya se le conocía
como “el angel de los pobres”, y se dirige a Turín donde José
Allamano, el fundador del Instituto de los Misioneros de la Consolata, acababa
de dar inicio también a las Misioneras de la Consolata. El la recibe
en el pequeño grupo de las primeras jóvenes deseosas de entregar
su vida a Dios para la obra misionera.
Acabada su preparación, con confianza y humilde valenía,
hacia finales de 1914, acepta con entusiasmo el mandato para las misiones
de Kenya, conciente de las dificuldades que la esperan.
Su corazón no tiembla, porque està afianzado en
Dios. El 29 de Enero de 1914, día de su consagración a Dios
por la misión, Sor Irene habia condensado en pocas lineas su programa
de vida:
Sólo Jesús!
Todo con Jesús... Toda de Jesús...
Todo para Jesús... Nada para mí.
En Enero de 1915 llega al Kenya, experimenta la pobreza extrema,
la fatiga, la soledad. Tiene que hacer el esfuerzo para aprender un idioma
nuevo, penetrar en una cultura muy diferente, deshacer prejuicios. Sor Irene
ensancha su corazón, para que en él encuentre espacio aquel
mundo al que ella se entrega con todo su ser: es mujer humilde, llena de
fe ardiente, de caridad intrépida y esperanza inquebrantable para
anunciar que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador de la humanidad.
En 1915 a los pocos meses de haber llegado al Kenya, la primera
guerra mundial hace sentir sus efectos en las colonias inglesas y alemanas
e implica directamente numerosos misioneros y misioneras presentes en Africa
Oriental.
A partir de Agosto de 1916, Sor Irene desarrolla la tarea de
enfermera de la Cruz Roja en Kenya y Tanzania, en los grandes hospitales
de campo levantados por los “carriers”, los trescientosmil y más indígenas
movilizados por los ingleses para defender y ensanchar sus fronteras. Con
piedad y abnegación pasa dias y noches en las grandes carpas donde
se amontonan hasta dosmil enfermos y heridos. En aquellas miserables condiciones
falta todo pero sor Irene suple a la falta de remedios y de asistencia médica
multiplicando los gestos de caridad y con la cercania afectuosa y maternal
a cada uno de esos pobres jóvenes. “Esa hermana es un ángel”,
se oye comentar alrededor.
A fines de la guerra Sor Irene vuelve al Kenya entre sus Agikuyus
y se entrega totalmente a la obra de evangelización con inagotable
espíritu apostólico. Ella llega a ser maestra, enfermera, partera,
visitadora familiar y a todos lleva amor y gestos concretos de solidaridad.
Tanto es así que la gente empieza a llamarla con cariño “Nyaatha”,
que significa “la madre toda misericordia”.
Al cumplir 39 años de edad, frente a las necesidades
incalculables de la obra misionera y siempre más conciente de su pequeñéz,
Sor Irene siente la llamada interior a ofrecer a Dios el sacrificio supremo
de su vida para el adviento del Reino. Tan sólo dos semanas después
de su ofrecimiento, asistiendo a un enfermo de peste que muere entre sus
brazos, contrae la misma enfermedad que en pocos días la lleva a la
muerte, víctima de su caridad heroica.
Es el 31 de Octubre de 1930. En cuanto la dolorosa noticia de
su muerte se difunde, la gente aturdida y consternada acude en masa
a la misión para ver por última vez su rostro, superando el
temor supersticioso hacia los muertos, aún muy arraigado en aquel
tiempo.
Después de más de medio siglo la Iglesia
de Nyeri (Kenya) y la de Turín piden a la “Congregación de
los Santos” en Roma que sean reconocidas las virtudes heroicas de Sor Irene
Stéfani, para gloria de Dios y ejemplo a los fieles. Sus restos, exhumados
en 1995, reposan en la iglesia de la Consolata en NyeriMathari (Kenya).