CAPITULO II
JESÚS DE NAZARETH Y LA IGLESIA
La historia de la Iglesia tiene sus raíces
en Jesús de Nazaret, nacido en el mundo intelectual y religioso del
judaísmo palestino. Su vida y su actividad, que pusieron los fundamentos
de la Iglesia, constituyeron la premisa de su historia.
Las fuentes que dan noticia de esta vida y de su significado para la
Iglesia son de naturaleza muy particular. Por una parte existen algunas noticias
de fuente pagana y hebrea, de gran importancia para probar la existencia
histórica de Jesús. Por otro, las escrituras del Nuevo Testamento,
y especialmente los tres evangelios más antiguos, los Hechos de los
Apóstoles y algunas cartas de san Pablo, reproducen la imagen viva
en las mentes y en los corazones de sus primeros seguidores, cuando éstos,
tras la Ascensión de Jesús, lo predicaron como el Mesías
crucificado y resucitado. Esta imagen lleva el sigilo y la forma puestos
por la necesidad de la predicación apostólica y de la fe que
la sostenía. Pero esto no debe llevar a un escepticismo sobre la posibilidad
de conocer el Jesús terreno e histórico. Sin componer una "biografía
de Jesús", estas fuentes se refieren a su vida, cuentan hechos, eventos,
acciones y palabras particularmente significativos para la predicación
sobre él, atestiguando al mismo tiempo que son datos históricos
importantes sobre su vida. Los documentos de la predicación apostólica
tratan de testimoniar que Jesús es el Cristo; con la cautela que recomienda
la crítica histórica, es siempre posible presentar algunos
hechos que servirían para realizar un bosquejo biográfico de
Jesús.
Hacia el 4 ó 5 a.C., Jesús de Nazareth nació
en Belén de la Virgen María. Circuncidado, a los 40 días
fue presentado en el Templo. A causa de la amenaza de Herodes, José,
María y Jesús marcharon a Egipto, donde permanecieron hasta
la muerte de dicho rey. En Nazareth creció. Cuando contaba alrededor
de los 30 años de edad, Jesús abandonó su casa paterna
para comenzar su obra religiosa. Comenzó yendo al Jordán, donde
fue bautizado por Juan el Bautista, produciéndose una hierofanía.
Consciente de su misión mesiánica y de su filiación
divina, que pudo confirmar con muchos milagros, Jesús predicó
la llegada del Reino de Dios. La ley suprema de esta religión es el
amor absoluto hacia Dios y el hombre. En contra del fariseísmo, afirma
que la pureza y la rectitud de intención son las leyes fundamentales
de la acción moral, dando a la conciencia personal la función
decisiva en el campo religioso. Da un mensaje de preferencia y de esperanza
para los últimos de la sociedad, y al mismo tiempo emplea un lenguaje
exigente para quien quiera seguirlo.
Jesús no predica una religión individual, sino
comunitaria: En torno a él se forma una comunidad, que es formada
como tal por él, en vista de su crecimiento. Jesús mismo llama
a esta comunidad "su Iglesia", y reivindica como propia su fundación
(Mt. 16,18). De sus seguidores, Jesús escoge a doce, para darles un
rol especial dentro de la comunidad, el de "enviados" (=apóstoles).
Su misión es predicar el Reino de Dios. De entre ellos, Pedro será
la roca sobre la que se apoyará la fundación de la Iglesia.
Con la muerte y resurrección de Jesús, la Iglesia está
fundada; su vida histórica comienza con la venida del Espíritu
Santo. La crucifixión de Jesús sucedió el 14 o 15 Nisán
de un año entre el 30 y el 33 de la era cristiana. A los tres días
resucitó y se apareció a sus discípulos, hasta que ascendió
a los cielos.