BEATO JOAQUÍN DE LA MADRID ARESPACOCHAGA
1936 d.C.
27 de julio
Nació el 6 de noviembre
de 1860, en La Seu de Urgel (Lérida). El 18 de diciembre de 1886 fue
ordenado en Toledo de sacerdote. Atendió la parroquia de Azucaica
(1887), fue capellán del convento de San Juan de la Penitencia (1888)
y, en 1889, pasó al llamado “Hospitalito” del Rey. En 1911 el rey
le nombró capellán de Reyes Nuevos de la catedral de Toledo.
En 1917 fue nombrado canónigo con la dignidad de Chantre de la Santa
Iglesia Catedral Primada. Como su espíritu de caridad era inquieto
y en su corazón ardía el deseo de servir a Dios y glorificarle
por medio del amor a los necesitados, fundó un colegio, sólo
para niños huérfanos.
Era conocido popularmente como colegio de “Don Joaquín”.
De él salieron seglares ilustres, 54 sacerdotes y un obispo, Monseñor
Narciso de Estenaga y Echevarria, obispo-mártir de Ciudad Real, que
será beatificado en Roma el mismo día que D. Joaquín.
Su amor a la Eucaristía fue tal que todos los días, durante
las vacaciones de verano, tenía expuesto el Santísimo Sacramento
en la capilla, ante el cual reunía a todos los que permanecían
en el colegio en esa época, y les hablaba del amor de Jesús
a los pobres.
Al proclamarse el estado de guerra en Toledo, el día 18 de
julio de 1936, reunió a los pocos que estaban en el colegio y, en
la capilla, ante Jesús Sacramentado, les rogó que tuviesen
serenidad ante los acontecimientos que se presentaban. Al anochecer del 22
de julio, las fuerzas republicanas tomaron Toledo. Se refugiaron en varias
casas, y todos los días llegaban noticias de los sacerdotes que eran
fusilados por los milicianos. Como su caridad era reconocida por todos, alguien
le informó al Alcalde de lo que pasaba con el anciano canónigo.
Don Joaquín “era consciente de su próxima muerte e incluso
del martirio”.
Su detención llegó el 27 de julio. Algunos seminaristas
acababan de marcharse. Y, a los pocos instantes, estando el P. Joaquín
en oración, se presentaron unos desconocidos, diciendo: “Nos han dicho
que hay aquí unos sacerdotes”. El Padre se presentó a ellos
y les dijo: “Hijos, ¿qué mal os he hecho yo?” Detenido, se
lo llevaron por la calle de las Tornerías, hacia la Cuesta de Belén.
Se sabe que, antes de llegar al lugar destinado para el martirio, se dirigió
a los milicianos: “Haced conmigo lo que queráis, ya no puedo más”.
Aún llevaba algunas perrillas en el bolsillo y las distribuyó
entre los asesinos, diciendo: “Tomad, esta es la última limosna que
os puedo hacer”. Algunos de ellos, que eran de Toledo, las habían
recibido otras veces y, al ver este rasgo del Padre, resolvieron: “Nosotros
no matamos a este hombre”. A lo que contestaron otros milicianos de Madrid:
“Pues no sé qué os habrá hecho este hombre... Pues si
no le matáis vosotros, lo haremos nosotros”. Y lo fusilaron. Enseguida
se presentaron unos agentes de la autoridad, por mandato del Sr. Alcalde,
a llevarse al Padre Joaquín, pero ya era tarde: acababa de morir.
Más tarde, alguien declaró: “El asesinato del sacerdote Joaquín
de la Madrid es otro de los crímenes más horrendos y repugnantes…
no sólo por ser un anciano y virtuosísimo sacerdote, sino por
haber dedicado todos sus desvelos a recoger a huérfanos abandonados,
que en el colegio fundado por él instruía, cuidaba y alimentaba
y daba las carreras de sacerdote o maestro”. Su cuerpo reposa en el Cementerio
Municipal de Toledo.