BEATO JOSÉ ÁLVAREZ RODRIGUEZ
1936 d.C.
16 de agosto
José Álvarez
Rodríguez nació en Sorriba (León) el 14 de octubre de
1913. Sus padres, Vidal y Natividad, humildes agricultores, murieron jóvenes
dejando cinco huérfanos. José y sus hermanas fueron acogidos
por unos tíos suyos en Valle de las Casas (León). Los cinco
se hicieron religiosos. José se mostraba piadoso y fue acólito
en la parroquia de Valle.
En 1926 entró en el seminario menor franciscano de Alcázar
de San Juan (Ciudad Real). En 1928 pasó al de La Puebla de Montalbán
(Toledo) para cursar el tercero de humanidades. En el seminario menor se
mostró formal, bien visto por compañeros y superiores. Tomó
el hábito franciscano el 20 de mayo de 1929 en Arenas de San Pedro
(Ávila). Terminado el año de noviciado, emitió su profesión
temporal el 21 de mayo de 1930. Pasó a Pastrana (Guadalajara) y allí
cursó el cuarto de humanidades y la filosofía. De 1933 a 1936
estudió los tres primeros años de teología en Consuegra
(Toledo), en donde hizo la profesión solemne el 17 de agosto de 1935.
Meses después, recibía la tonsura y las órdenes menores
en Ciudad Real y, el 6 de junio de 1936, el subdiaconado, también
en esa ciudad.
José Álvarez era persona bien dotada. Su aplicación,
sin embargo, sufrió altibajos, que dejaban huella en las calificaciones.
Colaboraba en los actos culturales del seminario y publicó algunos
versos y trabajos teológicos y literarios en las revistas del mismo.
Su comportamiento sufrió un deterioro extraño.
Bueno en el seminario menor, fervoroso en el noviciado y en el primer año
de profeso, se vio afectado por la crisis del filosofado de Pastrana a raíz
de los temores que suscitó en los jóvenes la República
y la quema de conventos. Fray José recibió fuerte y justa corrección
del maestro. A ello reaccionó con unos años de equilibrio,
aplicación y buena conducta. Pero ese equilibrio volvió a quebrarse,
y en el primer semestre del curso 1935-1936 fue el que más se señaló
en el pequeño grupo de los que no aceptaban la vigilancia y corrección
del maestro, llegando hasta la contestación y las burlas. El castigo
fue severo. De nuevo supo encajarlo Fray José Álvarez, y en
los meses que le quedaron de vida, se mostró ejemplar. La gracia trabajó
en él disponiéndolo al martirio, que recibió el 16 de
agosto de 1936 con la mayor parte de su comunidad.