JOSE ANACLETO GONZÁLEZ FLORES
1927 d.C.
1 de abril
Nació en Tepatitlán,
Jalisco, el 13 de julio de 1888, en un ambiente de extrema pobreza. En 1908
ingresó al seminario auxiliar de San Juan de los Lagos; pronto alcanzó
grandes adelantos en las ciencias y hasta pudo suplir con creces las ausencias
del catedrático, ganándose el apodo de toda su vida: "Maistro
Cleto". Cuando comprendió que su vocación no era el sacerdocio
ministerial ingresó en la Escuela libre de leyes. Notable pedagogo,
orador, catequista y líder social cristiano, se convirtió en
paladín laico de los católicos de Guadalajara.
Poseedor de vasta cultura, escribió algunos libros llenos
de espíritu cristiano, así como centenares de artículos
periodísticos. En octubre de 1922 contrajo matrimonio con María
Concepción Guerrero, quien no asimiló el amor al apostolado
de su marido; con todo fue esposo modelo y padre responsable de sus dos hijos.
Muy fiel a su prelado, el siervo de Dios Francisco Orozco y
Jiménez, propuso a los católicos la resistencia pacífica
y civilizada a los ataques del Estado contra la Iglesia; constituyó
por ese tiempo la obra cumbre de su vida, la Unión Popular, que llegó
a contar con decenas de miles de afiliados. Al finalizar el año 1926,
después de haber agotado todos los recursos legales y cívicos
habidos, y ante la inminente organización de la resistencia activa
de los católicos, apoyó con su prestigio, su verbo y su vida,
los proyectos de la Liga nacional defensora de la libertad religiosa.
Alimentado con la oración y la comunión diaria, fortaleció
su espíritu para dar su voto con sangre por la libertad de la Iglesia
católica. La madrugada del 1 de abril de 1927 fue aprehendido en el
domicilio particular de la familia Vargas González; se le trasladó
al cuartel Colorado, donde se le aplicaron tormentos muy crueles; le exigían,
entre otras cosas, revelar el paradero del arzobispo de Guadalajara: «No
lo sé, y si lo supiera, no se lo diría», respondió.
Los verdugos, bajo las órdenes del general de división Jesús
María Ferreira, jefe de operaciones militares de Jalisco, descoyuntaron
sus extremidades, le levantaron las plantas de los pies y, a golpes, le desencajaron
un brazo.
Antes de morir, dijo a Ferreira: «Perdono a usted de corazón,
muy pronto nos veremos ante el tribunal divino, el mismo juez que me va a
juzgar, será su juez, entonces tendrá usted, en mi, un intercesor
con Dios». El militar ordenó que lo traspasaran con el filo
de una bayoneta calada. Su muerte hundió en luto a los tapatíos.