Sucesor, en el solio pontificio, de su hermano Benedicto VIII, en el momento de su elección era cónsul y senador además de laico, por lo que recibió todas las ordenes sagradas hasta la diginidad de obispo en un solo día a cambio de una importante cantidad de dinero con lo que inició su pontificado con una de las lacras que lo definirian: la simonía.
No es de extrañar, por tanto, que estuviese dispuesto a reconocer el título de Ecuménico al Patriarca de Constantinopla a cambio de una importante cantidad de dinero. Esta postura provocó el rechazo generalizado de toda la Iglesia y Juan XIX se vio obligado a dar marcha atrás.
Al morir el emperador Enrique II, dio su apoyo a Conrado II a quién coronó, junto a su consorte Gisela, el 26 de marzo de 1027 , en San Pedro.
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(Samuel Miranda)