VENERABLE JUAN BAUTISTA DE BORGOÑA
1726 d.C.
22 de marzo



   Nació en Borgoña, Francia, vivió en Roma y murió en Nápoles. Parece haber sobrevolado la tierra respirando aires de cielo. Vivió en el silencio en una serena fortaleza, inmolándose al Señor en una larga y continua enfermedad, con su muerte se inició una lluvia de gracias y favores. Fue llamado ángel por la pureza, mártir por sus sufrimientos, serafín de amor a Dios y a los hermanos.

   Nació el 30 de julio de 1700, en Nozerly, muy pequeño quedó huérfano de padre y madre. Recibió la primera comunión y la confirmación en la iglesia franciscana del lugar. A los 12 años, por interés de su hermano mayor, camarero de Clemente XI, fue a Roma y frecuentó el Colegio romano de los Jesuitas. Su director espiritual lo definió como «un ángel, en todo semejante a San Luis Gonzaga». Fascinado con el retiro de San Buenaventura junto al Palatino, que San Pío X definió como «semillero de santos y de doctos», a pesar de la oposición de sus familiares ingresó a la comunidad, aunque conocía los rigores de aquel convento. Hizo el noviciado en el santuario de Santa María de las Gracias en Ponticelli Sabino (Rieti), emulando a los santos que allí habían vivido: San Carlos de Sezze, San Leonardo de Puerto Maurizio, el Beato Buenaventura de Barcelona, etc. Con una fatal caída mientras regaba el jardín, comenzó su doloroso calvario.

   Hizo sus estudios filosóficos en el Retiro de San Cosimato en Vicovaro (Roma), los teológicos en el Palatino de Roma, siempre con mala salud. Feliz de unirse a los dolores de la pasión de Jesús, enfrentó gozosamente indecibles sufrimientos, repitiendo a menudo: «El Señor me hace padecer, porque me quiere!». «De la cruz al Paraíso no hay sino un paso!». Admirando su resignación, los superiores quisieron que fuera sacerdote. En el año Santo de 1725 en San Juan de Letrán, el papa Beato Clemente XIII lo ordenó sacerdote. Mientras le imponía las manos, edificado por su rostro angelical, exclamó: «Hijo mío, hazte santo pronto!». Para curarlo de un mal obstinado y misterioso, fue enviado por un tiempo a los conventos del Lacio: Montorio Romano, Fara Sabina, Vallecorsa y finalmente a Nápoles, en la enfermería interprovincial de Santa Cruz. A pesar de los muchos cuidados de los cohermanos y de insignes médicos, después de 10 meses murió santamente el 22 de marzo de 1726, a la edad de 26 años. Aún hoy sigue siendo un modelo para los jóvenes y para los huérfanos, un ejemplo para los enfermos, una perla sacerdotal. Su glorificación es pedida por Francia, Alemania y la Orden Franciscana de los Hermanos Menores.

   Cinco pontífices tuvieron que ver con él: Clemente XI lo llamó a Roma, Benedicto XIII lo ordenó sacerdote, profetizándole su santidad, Pío IX ordenó que sus restos fueran trasladados de Nápoles a Roma y enterrados en la iglesia de San Buenaventura junto al Palatino, Benedicto XV con el título de venerable aprobó sus virtudes en grado heroico, Juan Pablo II espera llevarlo a la glorificación.

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(Samuel Miranda)