BEATO JUAN DE LA VIRGEN DEL CASTELLAR
1936 d.C.
24 de julio
Juan de la Virgen del Castellar
(Juan Francisco Joya y Corralero). (1898-1936). Nació en Villarrubia
de Santiago (Toledo). Cuando tenía 16 años se marchó
a trabajar a Madrid, a una tienda de combustibles en la calle del Príncipe,
cerca de la iglesia de los trinitarios de la calle Echegaray. Frecuentando
la iglesia, conoció la Orden y pidió entrar en ella. Fue admitido
para hermano cooperador, tomando el hábito en Algorta en 1918; escogió
el apellido religioso «de la Virgen del Castellar» por devoción
a la Patrona de su pueblo natal. La profesión simple la realizó
en 1920. Poco después fue enviado por los superiores a Santiago de
Chile, donde emitió la profesión solemne en 1923. De Chile
fue trasladado a Buenos Aires (donde destacó como catequista en el
Colegio «Madres Argentinas»), y de allí a Roma (convento
de San Carlino) donde residió entre 1930 y 1932. Tras un brevísimo
período en Madrid, fue enviado a Belmonte, de donde fue conventual
hasta su muerte.
Fray Juan era de temperamento jovial y alegre. Fue un buen sacristán,
portero y sastre. En Belmonte fundó la Pía Asociación
de la Santísima Trinidad (sección de niños) y la Asociación
del Niño Jesús. Devotísimo de su patrona, la Virgen
del Castellar, compuso y editó una novena que durante muchos años
fue practicada por la gente de Villarrubia de Santiago. Llamaba la atención,
a quienes le conocieron, que siendo un hombre con poca preparación
intellectual, fuera capaz de ser tan buen pedagogo y de tener tantas iniciativas
educativas coronadas con el éxito; su bondad, sencillez, alegría
e imaginación suplieron en él la falta de estudios.
En el calabozo de Belmonte, el grupo de religiosos pasaron la
noche del 30 de julio orando, y se confesaron entre ellos. En la cárcel
de Cuenca se dio por entero a sus compañeros de prisión. Un
laico, sobreviviente de dicha cárcel recuerda así al Padre
Luis: «Se mezclaba muy familiarmente con nosotros, estando muy atento
a todos nosotros, especialmente en los momentos cruciales, cuando, por ejemplo,
habían matado a alguien».
El día 31 de julio, los cuatro religiosos encarcelados
fueron llevados en un camión a la cárcel provincial de Cuenca,
donde permanecieron hasta el 20 de septiembre, en que fueron «puestos
en libertad». Esta «libertad» era en realidad un engaño;
bajo apariencia de legalidad, se liberaba a los presos, teniendo todo preparado
para que fueran capturados por milicianos armados que podían asesinarlos
a su antojo. Los cuatro fueron de nuevo detenidos y llevados al cuartelillo
de la «Hacienda Vieja».
El 24 de septiembre fueron fusilados a las puertas del cementerio
de Cuenca. Allí fueron enterrados, en una fosa común. El 19
de octubre de 1939 fueron identificados sus restos y sepultados en un panteón,
dentro del mismo cementerio de Cuenca. El 24 de enero de 1953, gracias a
las gestiones del Ministro Provincial de España, P. Andrés
de Cristo Rey, los restos de los cuatro mártires fueron exhumados
y trasladados a la iglesia conventual de Belmonte. Actualmente se encuentran
en la iglesia parroquial de San Juan de Mata, en Alcorcón (Madrid),
regentada por los padres trinitarios.