BEATO JUAN NEPOMUCENO ZEGRÍ
1905 d.C.
17 de marzo
Juan Nepomuceno Zegrí
y Moreno, fundador de la Congregación religiosa de las Hermanas Mercedarias
de la Caridad, nació en Granada, el 11 de octubre de 1831, en el seno
de una familia cristiana. Sus padres, don Antonio Zegrí Martín
y doña Josefa Moreno Escudero, le dieron una esmerada y cuidada educación.
Forjaron su rica personalidad en los valores humano‑evangélicos, haciendo
de él un verdadero cristiano, comprometido con la causa de Jesucristo
y de los pobres, desde su juventud. Fue un excelente estudiante y una gran
persona. Cursó estudios de humanidades y de jurisprudencia, destacando
por su inteligencia, pero, sobre todo, por su gran humanidad y por una intensa
vida cristiana: dedicado a la oración y a la caridad con los pobres.
Dios Padre, que llama a los que quiere para realizar sus grandes
obras, le llamó a participar del sacerdocio de Jesucristo para servir
a los seres humanos el Evangelio de la caridad redentora. Cursó sus
estudios en el Seminario de San Dionisio de Granada, siendo ordenado sacerdote
en la catedral de Granada el día 2 de junio de 1855. Ser sacerdote
de Jesucristo fue su gran vocación, de tal manera que estaba dispuesto
a los mayores sacrificios, con tal de realizar este sueño, alimentado
desde su temprana juventud.
Como sacerdote estuvo en las parroquias de Huétor Santillán
y de San Gabriel de Loja (Granada). En ambas parroquias desarrolló
su vocación de pastor, a ejemplo del Buen Pastor, que da la vida por
sus ovejas. Cuando tomó posesión de una de estas parroquias,
dijo lo que quería ser para los demás desde la vocación
que había recibido: como buen pastor, correr tras las ovejas descarriadas;
como médico, curar los corazones enfermos a causa de la culpa y derramar
sobre todos la esperanza; como padre, ser la providencia visible para todos
aquellos que, gimiendo en la orfandad, beben el cáliz de la amargura
y se alimentan con el pan de la tribulación. Su vida sacerdotal estuvo
presidida por una profunda experiencia de Dios; un profundo amor a Jesucristo
Redentor, con quien se configuró, aprendiendo desde el sufrimiento
la obediencia; un gran amor a María, su sin igual Madre y protectora;
una vida intensa de oración, fuente de caridad; una pasión
grande por el Reino en sus pobres, y un intenso amor a la Iglesia, viviendo
la comunión con ella, a pesar de la oscuridad de la fe y de los sufrimientos
que le llegaron desde el seno de la misma Iglesia.
Fue un evangelizador infatigable. Le gustaba orar, reflexionar
y escribir sus sermones. No decía lo que no oraba, y proclamaba lo
que estaba en el centro de su corazón, inflamado por el amor de Dios.
Anunciaba lo que creía. Su palabra invitaba a todos a vivir la vida
cristiana con radicalidad y los sagrados vínculos de la religión
cristiana. Toda su vida fue Eucaristía, pan partido para ser comido;
celebración del amor de Dios en la entrega de su propia existencia.
Y fue, también, reconciliación. Celebró el sacramento
del perdón haciéndose perdón, misericordia y compasión
para todos, especialmente para sus enemigos y para aquellos que le calumniaron.
Ostentó cargos importantes, pero él vivió
la maravillosa humildad de Dios, revelada en el himno de la carta a los Filipenses
2,5. Fue examinador sinodal en las diócesis de Granada, Jaén
y Orihuela; juez sinodal y secretario en oposiciones a curatos en la diócesis
de Málaga; Canónigo de la catedral de Málaga y visitador
de religiosas. También fue formador de seminaristas, predicador de
su Majestad la Reina, Isabel II, y capellán real.
Impactado por los problemas sociales y por las necesidades de
los más desfavorecidos, se sintió llamado a fundar una Congregación
religiosa para liberar a los seres humanos de sus esclavitudes. La funda
bajo la protección e inspiración de María de la Merced,
la peregrina humilde de la gratuidad de Dios, en Málaga, el 16 de
marzo de 1878. El fin: Practicar todas las obras de misericordia espirituales
y corporales en la persona de los pobres, pidiendo a las religiosas que todo
cuanto hicieran fuera en bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios.
La Congregación, en pocos años, se extiende por muchas diócesis
españolas bajo la exigencia de la dinamicidad de su inspiración
carismática: Curar todas las llagas, remediar todos los males, calmar
todos los pesares, desterrar todas las necesidades, enjugar todas las lágrimas,
no dejar, si posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido,
desamparado, sin educación religiosa y sin recursos. El P. Zegrí,
inflamado en el amor de Dios, llegó a decir que la caridad es la única
respuesta a todos los problemas sociales y que no concluirá mientras
haya un solo dolor que curar, una sola desgracia que consolar, una sola esperanza
que derramar en los corazones ulcerados; mientras haya regiones lejanas que
evangelizar, sudores que verter y sangre que derramar para fecundar las almas
y engendrar la verdad en la tierra.
Probado como oro en el crisol, y enterrado en el surco de la
tierra, como el grano de trigo, pues fue calumniado y apartado de la obra
por él fundada, primero por la Iglesia, y después, por las
mismas religiosas, muere un 17 de marzo de 1905 en la ciudad de Málaga,
solo y abandonado, como él había decidido morir; a ejemplo
del Crucificado, fijos los ojos en el autor y consumador de nuestra fe. Muere
como fiel hijo de la Iglesia, y bajo el signo de la obediencia de la fe,
como los grandes testigos y los grandes creyentes.
Elaboró una rica espiritualidad en la que hoy bebemos
las religiosas, los mercedarios de la caridad y tantos laicos que, impactados
por su vida, por la caridad que derramó en los pobres y por la forma
en que decidió morir, quieren hacer camino de vida cristiana desde
su inspiración carismática. Los ejes fundamentales de la misma
son:
— la caridad redentora, para hacer beneficios a la humanidad y servir a los
pobres el Evangelio del amor y de la ternura de Dios, pues la caridad, que
es Dios, se manifiesta enjugando lágrimas, socorriendo infortunios,
haciendo bien a todos y dejando a su paso torrentes de luz
— el amor y la configuración con Jesucristo Redentor, en su misterio
pascual, pues el rasgo de amor místico que casi identifica con Jesucristo
el corazón del hombre, desprendido de toda recompensa, es el sublime
ideal de la caridad
— el amor a María de la Merced, pues Ntra. Sra. de las Mercedes es
de todos y para todos, ya que no hay título más dulce, invocación
más suave, nomenclatura más amplia que la merced y misericordia
de María.
Vivió e hizo suyas todas las virtudes cristianas de manera
heroica, sobre todo la fe, la esperanza y la caridad, y todas aquellas virtudes
humanas que dan elegancia a la caridad y la hacen entrañable en las
relaciones: humildad, afabilidad, dulzura, ternura, misericordia, bondad,
mansedumbre, paciencia, generosidad, gratuidad y benevolencia. También
se distinguió por su prudencia, por su fortaleza en el sufrimiento,
por su transparencia en la búsqueda de la verdad y por el sentido
de la justicia que tuvieron todos sus actos y decisiones. La Iglesia reconoció
sus virtudes heroicas proclamándolo Venerable el día 21 de
diciembre del año 2001.
Dios Padre, por su intercesión, realizó un milagro,
en la persona de Juan de la Cruz Arce, en la ciudad de Mendoza, Argentina,
que la Iglesia ha considerado de segundo grado, restituyéndole el
páncreas, que se le había extirpado totalmente en una intervención
quirúrgica.
Su vida es un desafío para todos los que seguimos su
espiritualidad, no tanto por lo que hizo, sino porque supo amar a la manera
de Dios, sirviendo el Evangelio de la caridad a los más necesitados.
Él nos reveló que la ternura y la misericordia de Dios se hacen
realidad en el corazón de los seres humanos por el misterio de la
redención del Hijo y haciendo camino con Él. El P. Zegrí
hizo camino de discipulado entregándose total y exclusivamente a Jesucristo
crucificado, como podemos leer en su testamento espiritual, viviendo sus
mismas actitudes y sentimientos, ofreciéndose totalmente a Él
para bien de la humanidad; perdonando a quienes le calumniaron, no teniendo
en cuenta el mal y creando lazos de comunión, de encuentro y de relación;
construyendo humanidad nueva en aras de la caridad más exquisita y
amando a María, la mujer nueva, que sostuvo su existencia en la fe
y su fe anclada en el misterio de Dios.