BEATO JUAN SORDI
1181 d.C.
16 de marzo
Juan era nativo de Cremona
y pertenecía a la familia de Sordi o Surdi. El nombre de Cacciofronte,
por el que generalmente era conocido, era el de su padrastro. A la edad de
15 años, Juan fue nombrado canónigo de Cremona, pero al año
siguiente, ingresó a la abadía benedictina de San Lorenzo.
Ocho años después, era prior de San Víctor y, en 1155,
fue nombrado abad de San Lorenzo. Los monjes aseguraban que la obediencia
no era difícil cuando él mandaba, pues era el primero en practicar
lo que exigía y el bienestar espiritual de la comunidad era su constante
cuidado. Juan abogó por la causa del papa Alejandro III en contra
de Octavio, cardenal de Santa Cecilia, quien, bajo el nombre de Víctor
IV, pretendía ocupar la silla de San Pedro. Por su celo en la organización
de procesiones, y por inducir a la gente de Cremona a seguir leales a Alejandro,
el buen abad fue desterrado por el emperador Federico Barbarroja, quien favorecía
a Octavio.
Llevó por varios años vida solitaria en Mántua.
Practicaba la austeridad en su comida, ropa y mobiliario. Compartía
su comida con un pobre diariamente. Hizo mucho por remediar la injusticia
y siempre miró por los bienes de la Iglesia, siendo indiferente para
los propios. El hecho de haber escrito al Papa para que reinstalase al obispo
de Graciodorms, su predecesor, quien había abandonado Mántua
para seguir a Octavio, de lo cual luego se arrepintió, indica lo poco
que era dado a velar por sus propios intereses. La Santa Sede accedió
a su petición y Juan renunció a Mántua, pero pronto
le fue dada la sede de Vicenza, donde llegó a ser tan popular como
lo había sido en Mántua.
Su muerte fue debida a un acto de venganza. Era usual en aquel
entonces arrendar las propiedades eclesiásticas, cuyo producto pasaba
a ser propiedad episcopal. Entre los arrendatarios del obispo de Vicenza
había un hombre llamado Pedro, quien no sólo no pagaba el arrendamiento,
sino que consideraba suyas las tierras. El obispo le reconvino suavemente
primero y luego más severamente. Al resultar infructuosa la reconvención,
Pedro fue excomulgado. Pero acechó a Juan y lo mató. El santo
varón exclamó en su último aliento: "Perdónalo,
Señor". El pueblo de Vicenza, lleno de pesar y cólera, determinado
a castigar al asesino, incendió su casa. Pedro logró escapar
y nunca se volvió a oír de él.