BEATA JUSTINA FRANCUCCI
BEZZOLI
1319 d.C.
12 de marzo
Justina de Arezo, cuyo nombre
de mundo parece haber sido Francucci Bezzoli, tenía sólo 30
años cuando entró al convento benedictino de San Marcos, en
Arezzo. Cuando las monjas ocuparon el convento de Todos los Santos, ella
las acompañó y continuó viviendo ahí por muchos
años, siempre avanzando por la senda de la santidad. Luego dejó
el convento, con el permiso de sus superiores, para retirarse a una celda,
cerca de Civitella, donde se unió a una ermitaña llamada Lucía.
Esta celda era tan angosta y tan baja, que no podían estar de pie
en ella. Cuando Lucía cayó enferma, Justina la atendió
día y noche por más de un año, sin dejar de cumplir
con sus devociones y austeridades. Después de la muerte de Lucía,
Justina permaneció sola en la celda, a pesar de los lobos que acechaban
cerca y correteaban aullando sobre el techo, hasta que una afección
de los ojos la dejó totalmente ciega.
Entonces la hicieron volver al convento de Arezzo, donde ella
y varias otras hermanas vivieron en gran austeridad; desde la media noche
hasta el medio día servían a Dios en oración constante.
Por las oraciones de la beata Justina, se curaron enfermedades y sufrimientos
de todas clases, y se lograron milagros aún más maravillosos
después de su muerte, que ocurrió en 1319. Su culto fue aprobado
en 1890.