LA ASCENSION DEL SEÑOR
El artículo del Credo:
"Subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre"
nos enseña que Cristo cuarenta días después de su
Resurrección subió al Cielo en cuerpo y alma, por su propia
virtud.
Nos refiere San Lucas en el Libro de los "Hechos de
los Apóstoles", que Cristo resucitado "se manifestó a
los Apóstoles dándoles muchas pruebas de que vivía,
apareciéndoseles por espacio de cuarenta días, y hablándoles
de las cosas tocantes al reino de Dios" (Hebreos 1,3)
En este lapso de tiempo, Cristo confirió tres
poderes importantes a la Iglesia, a saber: a) a San Pedro el poder de
gobernarla (Juan 21,15); b) a todos los Apóstoles el poder de perdonar
los pecados (Juan 20,22); y c) también a todos ellos el de enseñar,
bautizar y hacer cumplir lo que Él había mandado (Mateo
28,18).
EL HECHO DE LA ASCENSION
Nuestro Señor Jesucristo, después de
dirigir a sus Apóstoles estas últimas palabras. "Recibiréis
el Espíritu Santo y me serviréis de testigos en Jerusalén
y en toda la Judea y hasta los extremos del mundo", "se fue elevando
a la vista de ellos por los aires hasta que una nube lo encubrió
a sus ojos" (Hechos 1,8).
Advirtamos lo siguiente:
a) Cristo subió al Cielo en cuanto Hombre, pues en cuanto
Dios nunca dejó de estar en él.
b) Subió por su propia virtud; y esto se diferencia de María
Santísima que subió al Cielo en cuerpo y alma, pero no
por poder propio, sino por poder de Dios.
c) La frase: "Está sentado a la derecha del Padre", indica
la gloria de Jesucristo en el Cielo.
La expresión "estar sentado a la derecha de
alguno" denota en general ocupar un puesto en honor; y en este lugar significa
que Cristo disfruta en el Cielo de gloria igual a la del Padre, en cuanto
Dios; y mayor que todas las criaturas, en cuanto hombre.
FINES Y FRUTOS DE LA ASCENSION
Cristo subió a los cielos por tres fines principales:
a) para tomar posesión del reino de su gloria; b) para enviar
el Espíritu Santo a los Apóstoles y a su Iglesia; c) para
ser en el Cielo Mediador e Intercesor nuestro y prepararnos tronos de
gloria(Hebreos 4,14).
La Ascención del Señor debe fomentar
en nosotros de modo especial la virtud de la esperanza, puesto que Él
"subió a prepararnos un lugar en el Cielo" (Juan 14,2). Este
pensamiento está llamado a fortalecernos en las luchas y tentaciones
de la vida recordándonos que "si combatimos con Cristo, con Él
seremos glorificados" (Romanos 8,17).