LA CURACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD
Por Richard Fitzgibbons, M.D.
La curación de la homosexualidad consiste en un proceso de descubrir
con compasión las heridas emocionales del pasado, resolver el enojo
contra aquellos que las han causado a través de un proceso de perdón,
utilizar técnicas de conocimiento y de comportamiento, admitir la
impotencia ante el sufrimiento emocional y apoyarse en la espiritualidad
católica y en los sacramentos.
Aunque cada uno de estos pasos es importante, en mi experiencia clínica
de los últimos 20 años con cientos de adolescentes y jóvenes,
la clave de su recuperación ha sido el perdón y la espiritualidad.
Ninguna medida de perspicacia, amor y afirmación de otros adultos,
de auto-determinación, de conocimiento o comportamiento pueden resolver
las heridas emocionales tan profundamente grabadas que estas personas arrastran.
Sólo el amor de Dios es capaz de superar la dolorosa soledad y tristeza,
así como los miedos y las inseguridades al proporcionar un sentimiento
de haber sido amado profundamente, de ser especial y de haber sido protegido
en todas las etapas de la vida. A medida que las heridas emocionales se curan,
las inclinaciones y conductas homosexuales disminuyen y con el tiempo desaparecen.
En cuanto al éxito de la psicoterapia en el tratamiento de la homosexualidad,
en 1962, Bieber informó que hubo una tasa de curación del 27%
basada en el psicoanálisis. Una encuesta reciente de 285 psicoanalistas
que trataron a 1.215 pacientes homosexuales arrojó que el 23% cambió
hacia la heterosexualidad. Estos enfoques tradicionales de tratamiento no
utilizaron un proceso de perdón para resolver el resentimiento interior
ni una espiritualidad cristiana para la tristeza, la baja autoestima y la
desconfianza.
Sin embargo, yo he tenido la experiencia de que cuando el perdón y
la espiritualidad cristiana son partes esenciales del tratamiento, la tasa
de curación de la homosexualidad es cerca del 100%.
1. Entender
Cada vez más varones homosexuales están recibiendo terapia
por miedo al SIDA. Al principio, muchos de ellos se resisten a reconocer
que tienen heridas emocionales por miedo a afrontar ese dolor o debido a
la influyente cultural actual que no admite la existencia de conflictos emocionales
relacionados con la homosexualidad. Sin embargo, la mayoría de los
que buscan un tratamiento están abiertos a la verdad y no se niegan
a explorar las decepciones que han sufrido en la vida. Su apertura aumenta
si el terapista muestra optimismo y confianza en la curación de las
heridas emocionales que han causado la homosexualidad.
La identificación y el entendimiento de los conflictos emocionales
en las diferentes etapas de la vida son los primeros pasos en el proceso
de recuperación. Las heridas ocurren en su mayoría durante
la infancia y la primera parte de la adolescencia y surgen de decepciones
con padres, hermanos y compañeros. Este dolor normalmente se niega,
pero vuelve a surgir con la máscara de tentaciones homosexuales. Sin
embargo, para algunos, las atracciones homosexuales puede que no se manifiesten
hasta después de los 20 ó 30 años. En esos casos, algún
trauma de la vida adulta suscita inconscientemente los traumas no resueltos
de la infancia y la adolescencia.
En más del 70% de los varones homosexuales que he tratado, el mayor
problema que se identifica en la fase de entendimiento del tratamiento es
una débil identidad masculina. Esta inseguridad es, la mayoría
de las veces, el resultado de un continuo rechazo de compañeros y
ocasionalmente del padre por causa de las limitaciones atléticas.
La segunda herida más común es la de un padre emocionalmente
distante, insensible y poco animador. Mientras que generalmente hay poca
resistencia a la hora de reconocer la herida de los deportes, muchos hombres
tienen una gran dificultad en admitir cuánto han echado de menos emocionalmente
a sus padres y lo muy heridos que se han sentido cuando esas necesidades
no fueron satisfechas. Tal resistencia se puede superar en parte si el terapista
comparte sus propias luchas a la hora de afrontar las decepciones que tuvo
con su padre.
Estas dos áreas de trauma emocional no están siendo identificadas
en muchos varones porque los terapistas no reconocen la poderosa influencia
de los deportes y la relación con el padre en la formación
de la identidad masculina. Por diversas razones ninguno de estos temas tan
importantes aparecen en los escritos de psicología.
La desconfianza hacia las personas del sexo opuesto es la causa más
común de la homosexualidad. A menudo, esto es el resultado de las
heridas en la infancia y en la adolescencia de un padre excesivamente controlador,
dependiente, intensamente egoísta, emocionalmente distante o manipulador,
ausente, adicto o que no funcionaba como padre/madre. También, un
trauma de adulto puede resultar en un gran miedo a ser herido por las personas
del sexo opuesto.
En la fase de entendimiento, las mujeres identifican las heridas más
comunes que surgen y las predisponen a la homosexualidad como la desconfianza
hacia un amor masculino causado por un trauma que tuvieron con un padre o
con otros hombres y por una falta de afirmación por parte de sus madres.
A diferencia de los hombres, el rechazo por parte de sus compañeras
en la infancia y en la adolescencia rara vez causa la homosexualidad femenina.
El narcisismo y el enfado excesivo juegan un papel crucial en la dinámica
del comportamiento homosexual compulsivo. Finalmente, los traumas sexuales
de la infancia y un excesivo sentido de responsabilidad hacia otros miembros
de la familia o asuntos profesionales son las causas menos frecuentes de
la homosexualidad.
A medida que el proceso de entendimiento progresa, ocurren una serie de cambios
emocionales. Inicialmente, muchos dicen que sienten alivio, felicidad y agradecimiento
porque por primera vez han sido capaces de identificar alguna causa de sus
actos y tentaciones homosexuales.
El dolor emocional puede itensificarse por un tiempo a medida que la persona
recuerda y revive emocionalmente las heridas del pasado. A menudo esta es
la primera vez que siente en toda su profundidad el dolor emocional de la
tristeza, la inseguridad, la desconfianza y el enfado. Algunos pacientes
pueden necesitar el apoyo de medicamentos durante esta fase de la curación.
2. Perdonar
La resolución de un enojo excesivo es esencial para la curación
de varios desórdenes emocionales y adictivos, así como para
la curación de la homosexualidad. Las dolorosas decepciones durante
la infancia y la adolescencia producen un enfado muy fuerte, así como
tristeza, desconfianza y baja autoestima. No es posible resolver la soledad,
el miedo, el comportamiento compulsivo y la inseguridad sin eliminar primero
el pozo de resentimiento relacionado con estas emociones. Los rechazos de
la infancia por parte de los amigos y los padres llevan primero a la tristeza
y después al enojo. La emoción del enfado actúa entonces
a modo de "cápsula" de la tristeza en las diferentes etapas de la
vida. Para desalojar la tristeza, la cápsula de enojo tiene que romperse.
Y esto sólo se logra por medio del perdón, porque la sola expresión
del enfado no libera en realidad a nadie de un resentimiento o amargura interior.
Desafortunadamente, el campo de la salud mental, todavía incipiente,
se ha apoyado casi exclusivamente en la expresión del enfado como
el principal mecanismo para tratar esta poderosa emoción. Aunque la
expresión del enojo es importante a veces, cuando se usa como único
alivio para el enfado, tiene, sin embargo, un valor muy limitado, porque
unas meras palabras o comportamientos no pueden compensar por el profundo
resentimiento y amargura causados por dolorosas relaciones durante la infancia
y la adolescencia que se han negado a través del tiempo.
En el pasado, a los que buscaban terapia para curar la homosexualidad rara
vez se les invitaba a resolver los sentimientos de hostilidad hacia el padre
y los compañeros, ni tampoco se les daba ningún consejo sobre
el perdón. El no enfocar ni recomendar un tratamiento efectivo para
el enfado que estaba oculto es una razón fundamental del por qué
la terapia tradicional no producía más mejorías clínicas
significativas. La otra razón era el no darse cuenta del valor de
la espiritualidad en el proceso de recuperación.
Después de analizar los rechazos específicos de la infancia,
la adolescencia y la vida adulta, se recomienda un ejercicio de perdón
para las relaciones de esas épocas de la vida. Al principio del tratamiento
y regularmente durante el mismo, se les informa a los pacientes que sin la
resolución del enfado relacionado con las heridas del pasado es improbable
que terminen sus tentaciones o comportamientos homosexuales.
A los pacientes se les da la opción de perdonar en tres niveles: el
cognitivo, en el cual se toma la decisión de perdonar aunque el individuo
no sienta ganas de hacerlo; el emocional, en el cual se llega a comprender
a aquellos que han causado las heridas y en consecuencia el paciente siente
ganas de perdonar; y el espiritual, cuando la persona ha sido herida tan
profundamente que de hecho no puede perdonar por sí misma, por lo
cual le pide a Dios la gracia de perdonar y de llevarse el enfado.
Al principio del proceso del perdón, la persona intenta imaginarse
a sí misma durante un episodio doloroso del pasado y toma la decisión
de abandonar su enfado hacia quien le causó el dolor. Al mismo tiempo
se esfuerza por comprender los motivos de esa persona que le hirió.
Este proceso normalmente comienza como un ejercicio intelectual o cognitivo,
como una decisión de perdonar para superar el dolor, aunque emocionalmente
no se tenga ninguna inclinación de perdonar. Con frecuencia, se gasta
una cantidad considerable de tiempo y energías en este nivel del perdón
antes de que el paciente sienta verdaderas ganas de perdonar.
A menudo, el ejercicio de perdonar se recomienda para las relaciones en las
que la persona no tiene conocimiento consciente, o lo tiene muy limitadamente,
de la presencia del enojo. Si la historia del paciente parece indicar que
éste es el caso, se le pide que intente perdonar cada día a
diferentes miembros de la familia o a amigos por las diferentes ocasiones
a lo largo de su vida en puedan no haber respondido a su necesidad de ser
aceptado, amado, animado o abrazado.
Este ejercicio produce a menudo un alivio emocional inmediato. Sin embargo,
algunos descubren que se pasan semanas, meses e incluso años pensando
en ellos mismos como niños o adolescentes perdonando a otros por rechazos
específicos.
En algunos casos, en los que ha habido un serio trauma emocional en la infancia
o en la adolescencia, el dolor emocional es tan profundo que el perdón
a nivel natural es imposible. En tales casos, lo que se recomienda es el
perdón espiritual. El paciente deberá meditar sobre verdades
espirituales como, por ejemplo, el perdón de Jesús hacia quienes
lo estaban matando: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen"
(Lucas 23:34) o sobre el hecho de que sólo a Dios corresponde castigar
a los culpables (véase Romanos 12:19).
En el caso de los que son católicos, el uso frecuente del Sacramento
de la Reconciliación produce un enorme beneficio para los que descubren
que tienen una intensa ira interior así como violentos impulsos de
venganza, ya que necesitan más gracia para facilitar la resolución
de su enojo. Yo regularmente recomiendo este Sacramento para la curación
del enfado relacionado con la homosexualidad, particularmente para el enfado
hacia padres, amigos o uno mismo.
Los ejercicios de perdón liberan a aquellos que sufren tentaciones
homosexuales del sutil control que ejercen sobre ellos ciertas personas del
pasado, les ayuda a olvidar las experiencias dolorosas, acelera la resolución
de la tristeza y de la soledad, mejora la autoestima a medida que disminuye
el enfado, reduce el sentimiento de culpabilidad, produce un alivio de la
ansiedad cuando desaparece el enfado, mejora la capacidad para confiar, produce
más compasión hacia los que causaron las heridas y contribuye
a una mayor aceptación del pasado.
A medida que se comprende mejor a los que causaron el dolor, se desarrolla
la percepción de que el comportamiento de muchas personas puede atribuirse
a sus heridas emocionales, de que las personas que estaban cerca de uno lo
han amado tanto como sus capacidades de amar se las permitieron y que muy
raramente el dolor fue infligido deliberadamente.
Con todo, el resentimiento más fuerte y el que he visto más
frecuentemente es el de aquellos que fueron víctimas del rechazo y
del ridículo, a quienes se les convirtió en chivo expiatorio,
usualmente por no ser buenos en los deportes. Las víctimas de tal
ridículo a menudo reaccionan desarrollando un intenso enfado consigo
mismas, así como violentas fantasías de venganza e, incluso,
impulsos asesinos. Yo no he tratado nunca a nadie que llevara a la práctica
este último tipo de furia; sin embargo, en la actual cultura de violencia,
las inhibiciones ante el desahogo de impulsos hostiles han disminuido y algunos
adolescentes llevan armas de fuego a la escuela e incluso han disparado a
quienes les atormentaban.
Para quienes albergan impulsos violentos como resultado de haber sido chivos
expiatorios, la resolución de su profundo resentimiento puede facilitarse
mediante un proceso que empieza con la expresión física de
su enfado en formas que no dañen a nadie, por ejemplo, dando puñetazos
a un saco de boxeo, rompiendo objetos de poco valor o mediante ejercicios
arduos y enérgicos (si no son dañinos para su salud). Esto
debe seguirse inmediatamente de ejercicios de perdón intelectual y
espiritual que ayuden a la persona a renunciar a sus deseos de venganza.
Finalmente, el Sacramento de la Reconciliación es extremadamente útil
en la curación de este resentimiento específico causado por
el rechazo.
Muchos hombres que se sintieron emocionalmente abandonados por sus padres
y que cayeron en la práctica homosexual inconscientemente buscando
llenar ese vacío de amor paterno, tienen, al principio, una gran dificultad
para perdonar a sus padres. Pero si llegan a comprender cómo fue la
infancia que tuvieron sus padres y se dan cuenta de que sus modelos de conducta
también fueron a menudo emocionalmente distantes, crece en ellos la
capacidad de sentir compasión por sus padres. Uno puede entonces llegar
a entender que su padre le amó tanto como pudo y empieza a sentir
verdaderos deseos de perdonarle. Sin embargo, los que fueron abandonados
por sus padres, normalmente empiezan a experimentar un alivio de su furia
mediante ejercicios de perdón espiritual.
El proceso de perdonar a un padre, tanto en hombres como en mujeres, se facilita
a medida que estas personas crecen espiritualmente y desarrollan una relación
con Dios Padre como su otro padre atento y amoroso en cada etapa de la vida.
El amor de Dios disminuye los sentimientos de haber sido defraudados y facilita
muchísimo el renunciar al resentimiento que guardan hacia sus padres.
Algunos se dan cuenta de que el perdón les llevará a considerar
la dolorosa realidad de las decepciones en muchas relaciones y no se atreven
a perdonar hasta que se les asegura que habrá un amor que les sostendrá,
les confortará y les aliviará del dolor que les produce el
perdonar. Ese miedo a perdonar es una de las razones por las cuales les comunico
a mis pacientes, al comienzo del tratamiento, que el caer en la cuenta de
la verdad del amor de Dios Padre como otro padre, de Jesús como el
mejor amigo y hermano, y de la Virgen María como otra madre amorosa,
es esencial para la curación de las heridas de la infancia, de la
adolescencia y de la vida adulta.
3. Espiritualidad católica
Los aspectos principales de la espiritualidad católica que juegan
un papel esencial en la curación de la homosexualidad son: la oración
de petición, la meditación, la Biblia, el Rosario, las horas
santas, la Eucaristía, el Sacramento de la Reconciliación y
la dirección espiritual. Una vez que el conflicto básico ha
sido identificado y entendido, la mayoría de las personas utilizan
regularmente cada uno de estos aspectos de la espiritualidad en su recuperación.
Sin embargo, algunos encuentran un método de oración que les
ayuda en particular. Por ejemplo, los que fueron rechazados repetidamente
por sus compañeros a menudo descubren un particular confort y seguridad
al pasar tiempo cada día meditando y visualizando a Jesús a
su lado en diferentes momentos de su niñez y adolescencia, siendo
su mejor amigo cuando se sentían solos y aislados.
4. Curación de la herida producida por el rechazo por causa de la
poca habilidad deportiva
En los niveles iniciales del tratamiento, los que tienen esta dolorosa herida
a menudo sienten tanta furia hacia los que les rechazaron que se ven incapaces
de perdonar. Este resentimiento, que principalmente se alberga contra los
compañeros, también se dirige contra Dios por no haberles concedido
habilidades atléticas. En un intento por resolver este enfado, Lou,
víctima del ridículo por parte de sus hermanos y compañeros
a causa de su poca habilidad deportiva, y resignado a abandonar la idea del
sacerdocio debido a su homosexualidad, le expresó a Dios su profunda
decepción por no haberle concedido esa habilidad. Le manifestó
a Dios de palabra su fuerte sentimiento de abandono causado por el terrible
sufrimiento debido al ridículo que sus compañeros le hicieron
sentir, así como la soledad y la profunda inseguridad masculina simplemente
porque no había recibido habilidades atléticas.
Lou necesitaba primero liberar su enfado hacia Dios antes de que pudiera
abandonar la furia que sentía hacia sus compañeros. Logró
ese objetivo a base de llevar frecuentemente su resentimiento al Sacramento
de la Confesión. Una vez que aumentó su confianza en Dios,
fue capaz de entregarle los múltiples niveles de resentimiento contra
sus compañeros reflexionando en que la venganza pertenece a Dios y
considerando su impotencia ante el enfado y su deseo de dejarlo en manos
de Dios. Estos ejercicios espirituales, con respecto a la furia acerca de
su infancia y adolescencia, le proporcionaron un significativo alivio emocional
y paulatinamente rompió el control emocional que ejercían sobre
su autoestima aquellos que le habían herido.
A medida que su enfado disminuyó, creció la comprensión
de Lou hacia los que le habían atormentado, los cuales le tenían
envidia por su superior inteligencia debido a que eran a su vez inseguros
y provenían de familias con problemas. Ese entendimiento más
tarde le permitió sentir compasión hacia ellos y luego le llevó
también a querer intentar perdonarlos.
Los hallazgos preliminares sobre el resentimiento de Lou fueron esenciales
en las etapas iniciales de su recuperación. Luego necesitó
curar las heridas producidas por el rechazo de sus compañeros, así
como la soledad y la inseguridad masculina. Pero esas heridas emocionales
no pudieron ser resueltas por medio de la terapia tradicional. Afortunadamente,
la espiritualidad católica sí pudo hacerlo mediante un proceso
de convencimiento de la presencia real, amorosa y de aceptación del
Señor durante los momentos de dolor y aislamiento de su infancia,
adolescencia y vida adulta.
El darse cuenta de que Jesús es el mejor amigo de uno empieza por
la meditación. La persona intenta imaginar que Jesús está
con él (o con ella) en el campo de deportes, en el gimnasio o en el
vecindario, aceptándole y reafirmándole. En esa meditación
se puede considerar al Señor comunicándole a uno pasajes de
la Biblia, como el de Juan 15:9, donde Jesús dice: "Como el Padre
me ha amado, yo también os he amado". A veces Lou se imaginaba al
Señor entre él mismo y los que le ridiculizaban, diciéndole
que le amaba muchísimo y que nunca le traicionaría.
Lou también se dio cuenta de la amistad y del amor especial del Señor
hacia él en sus frecuentes horas de oración. Durante ese tiempo
le entregaba a Dios su inseguridad masculina y su soledad e intentaba estar
abierto para recibir su amor. A medida que veía cómo el Señor
había estado con él en su adolescencia, aumentaba su confianza
en Jesús, permitiéndole estar más abierto a su presencia
amorosa en las etapas anteriores de su vida. Su confianza en el amor de Dios
también aumentó al acudir más a menudo a la Eucaristía
y pedir allí específicamente la curación de su homosexualidad
y del dolor emocional que la causaba. Finalmente, un director espiritual
le ayudó de muchas maneras, especialmente a oír cómo
el Señor le hablaba por medio de la Biblia.
Poco a poco Lou fue reconociendo, cada vez mejor, cómo el Señor
había estado con él cuando era un niño y un adolescente
solitario e inseguro. El caudal de amor de Dios que esto suponía reforzaba
su identidad masculina y le hacía sentirse muy especial, a pesar de
no tener dotes atléticas, y le curaba de su profunda tristeza y le
llenaba el vacío de su pasado. A medida que esto iba ocurriendo, sus
tentaciones homosexuales disminuyeron gradualmente. Ya no necesitaba involucrarse
sexualmente en relaciones sexuales con otros hombres para sentirse aceptado
y realizado como hombre joven.
Antes de que las heridas de su infancia y adolescencia fueron curadas completamente,
Lou experimentó tentaciones periódicas. Su respuesta fue pedirle
al Señor que curara la soledad de su pasado, que le protegiera de
la soledad y que le reforzara la confianza en los dones masculinos especiales
que le había dado. También descubrió al principio de
su curación que rezarle a la Virgen María le ayudaba a la hora
de la tentación y se habituó a rezar el Rosario diariamente
por su curación.
La curación de Lou duró varios años. Luego fue capaz
de dedicarse a la preparación para el sacerdocio.
En los últimos 20 años, he visto un gran número de hombres
solteros y casados, seminaristas, religiosos y sacerdotes que habían
sido rechazados en su infancia y en su adolescencia, librarse de su dolor
y de su conducta homosexual por medio del perdón y de la espiritualidad
católica. La Eucaristía, el Sacramento de la Confesión,
la meditación, la dirección espiritual, la Biblia, las horas
santas y el Rosario han hecho posible estas curaciones. En su camino hacia
la curación, la mayoría experimentan períodos de fuerte
desánimo, recaídas, intenso enfado e, incluso, desesperanza.
Sin embargo, con la perseverancia y la gracia de Dios se acaban por resolver
las heridas emocionales y la homosexualidad.
5. Curación de la herida paterna, así como de la tristeza,
la inseguridad y el miedo
La soledad y la falta de afirmación en la relación paterna
es la segunda causa más común de la homosexualidad. Para estar
psicológicamente sanos, los niños necesitan experimentar un
chorro de amor y ánimo de sus padres. Cuando esto no ocurre, desarrollan
una tristeza e inseguridad interior. Esto último ocurre porque los
niños idealizan a los padres y si sus necesidades emocionales básicas
no son satisfechas, entonces tienden a creer que algo anda mal con ellos
mismos.
La herida de la inseguridad es particularmente dolorosa en los varones, porque
no reciben la valoración necesaria por parte de la persona que debe
constituir su modelo de conducta. La herida paterna es muy prevalente, particularmente
hoy en día con el colapso de la familia.
La mayoría de los varones cuyos padres han sido emocionalemente distantes
no experimentan inclinaciones homosexuales. Esto se debe a que su identidad
masculina ha sido valorada mediante la aceptación de sus compañeros
en las actividades deportivas. Sin embargo, aún en esas condiciones,
algunos hombres experimentan fuertes inclinaciones homosexuales en un intento
inconsciente de llenar el vacío que ha dejado un padre iracundo, ausente
o negativo.
Al explorar las decepciones que se han llevado algunos hijos con sus padres,
a menudo se encuentran mecanismos de defensa muy poderosos, especialmente
en los varones. Una forma eficaz de afrontar esta resistencia es que el terapista
comparta con su paciente las diversas maneras en que él mismo ha perdonado
a su padre por las decepciones del pasado.
Este proceso de perdonar es muy difícil, tan difícil que las
personas sienten como si no hubiera forma posible de hacerlo. En tales casos,
el perdón espiritual es muy efectivo contra el resentimiento. Aquí
también es esencial que en la curación de la herida paterna
se quite el enfado, para que la tristeza que hay debajo se pueda resolver.
Muchos hombres se involucran en una conducta homosexual altamente promiscua
en un intento inconsciente frustrado de satisfacer el ansia de amor paterno
que no experimentaron durante su infancia y adolescencia. En un esfuerzo
por ayudar a estos hombres, algunos terapistas sugieren que el adulto intente
curar al niño herido que hay dentro de ellos, amándole más.
Pero este enfoque no produce un alivio emocional permanente porque el niño
que hay dentro ansía el amor de un padre, no un amor propio, y el
adulto en que se ha convertido no estaba presente en los momentos en que
el niño deseaba ser aceptado y amado por su padre. Sólo un
conocimiento de la presencia de Dios Padre durante la infancia y la adolescencia
puede llenar el vacío y curar la herida.
El primer paso del enfoque espiritual es sugerirle a la persona que empiece
a mejorar su relación con Dios Padre. Puesto que la gracia funciona
en base a la naturaleza, la mayoría de los que tuvieron padres distantes
o con problemas también tienen una gran dificultad para confiar en
Dios Padre. No se sintieron seguros con sus propios padres y, como resultado,
tienen que forzar una actitud abierta con Dios Padre. Como el miedo nace
de un enfado inconsciente, a medida que perdonan a sus padres disminuye su
desconfianza.
Crecer en confianza hacia Dios Padre se facilita pidiéndole a Jesús
específicamente ese don. Algunos imploran a Jesús que les ayude
a confiar en el amor de Dios "Abba" (Papacito), igual que Él lo hizo.
Una vez que la confianza comienza a aumentar, se le pide a la persona que
medite durante dos ratos de 15 minutos diariamente sobre Dios Padre como
su otro padre amoroso en cada etapa de la vida. A algunos les ayuda imaginarse
al Señor llevándoles de la mano como niños o adolescentes
hacia una mayor intimidad con el Padre. Otros le piden al Señor simplemente
que les ayude a conocer mejor al Padre. Reflexionar a lo largo del día
que "Dios es mi padre" constituye un esfuerzo para muchos. Leer la Biblia,
rezar despacio el Padre Nuestro y buscar en la Eucaristía la curación
le permiten a uno crecer en el conocimiento del amor del Padre. Lo esencial
aquí es darse cuenta del amor del Padre hacia uno cuando fue niño
y adolescente.
La experiencia del amor de Dios Padre, Abba, entrando a raudales en uno ahuyenta
la soledad, la inseguridad y la desconfianza que había adquirido de
su padre. Poco a poco las tentaciones homosexuales disminuyen y en último
término desaparecen cuando la herida paterna se cura de esta manera.
El amor de Dios Padre refuerza a estas personas cuando aparece alguna tentación
de actuar homosexualmente y ya no sucumben enseguida como hacían en
el pasado. Al contrario, le piden al Señor que les muestre la tensión
emocional que está causando la tentación y que la cure. A menudo
les sorprende agradablemente la fiel respuesta del Señor a esta oración.
La victoria en estas pruebas aumentan su confianza en que el poder de Dios
puede realizar la curación completa de su homosexualidad.
Las mujeres que se refugian en la homosexualidad por temor al amor masculino,
ocasionado por traumas con sus padres en la infancia y en la adolescencia,
crecen espiritualmente a medida que aumenta su sentido del amor del Padre
hacia ellas. Cuando por fin pueden sentirse cómodas confiándose
al cuidado providencial de Dios Padre, a menudo se encuentran más
dispuestas a ser vulnerables ante el amor masculino. Esta etapa es seguida
normalmente por sentimientos de atracción y después de amor
hacia los hombres.
Los sentimientos homosexuales de Diane eran el resultado directo de una vida
familiar con un padre alcohólico y explosivo. Durante años
estuvo involucrada emocional y sexualmente con otras mujeres, pero a la vez
se sentía muy insatisfecha.
Al principio de su recuperación, Diane tenía grandes dificultades
para perdonar a su padre por todas las veces que había herido a su
madre y que había creado el caos en sus vidas. Al darse cuenta de
que no podía perdonarle, se sentía más cómoda
reflexionando sobre las palabras de Cristo en la Cruz, "Padre, perdónales,
porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). A medida que su enfado disminuía,
llegó a conocer a Dios Abba como su otro padre amoroso y protector.
Ese amor afectuoso le confortaba y disminuía el control emocional
que su padre ejercía dentro de ella sobre sus relaciones con las demás
personas. Diane creció en seguridad y en atracción por los
hombres y se convenció de que el Padre le protegería y supliría
la falta de protección de su propio padre.
Como respuesta al amor de Dios, Diane desarrolló un fuerte deseo de
servirle y de hacer su voluntad en todas sus relaciones. También,
un mayor conocimiento de su fe le llevó a darse cuenta de lo pecaminoso
que era la conducta homosexual y a desear evitar ese pecado. El cuidado providencial
de Dios se convirtió en una fuerte base sobre la cual Diane podía
comenzar una relación amorosa normal y moralmente sana con un hombre
en el futuro.
6. Curación de la herida materna, así como de la tristeza,
la desconfianza y la inseguridad
Las heridas en la infancia y en la adolescencia provocadas por madres que
eran poco afectuosas, distantes, enfadadas, insensibles, egoístas,
controladoras, excesivamente dependientes, emocionalmente enfermas o adictas,
llevan a la homosexualidad. Después de reconocer esas heridas y empezar
el proceso del perdón, el siguiente paso en el camino de la curación,
es pedirle a la persona que considere a la Virgen María como otra
madre o amiga amorosa, entregada, alegre y digna de confianza en cada etapa
de la vida. La experiencia del amor de María puede llenar el vacío
y la soledad de una relación materna defectuosa, llegar a constituir
una nueva base para confiar en las mujeres, reforzar la autoconfianza y curar
la homosexualidad.
Al principio, Sue tenía una gran dificultad en poner su confianza
en la Virgen María como otra madre cariñosa, porque su propia
madre había sido muy insensible con ella. Aunque entendía que
su madre de pequeña tampoco había sido bien tratada por su
propia madre y que el perdonarla la liberaría emocionalmente, todavía
seguía teniéndole miedo al amor de María. Le desanimaba
saber que sólo el amor de otra madre podría curar la tristeza
proveniente de su infancia y el hambre de madre que alimentaban sus tentaciones
homosexuales. Pero cuando empezó a pedirle diariamente al Señor
que la ayudara a apoyarse en el amor de Su madre, como lo había hecho
Él mismo, su capacidad para confiar en María empezó
a crecer poco a poco. A Sue le ayudaba meditar frente a una imagen de María
sosteniendo al niño Jesús y también el rezo del Rosario.
Cuando sentía tentaciones, meditaba acerca de María como la
mujer amorosa y alegre de su vida, y no otra.
Al principio, Pete tenía dificultades para confiar en la Virgen María
porque temía que iba a ser tan exigente y controladora como lo había
sido su madre. Se refugiaba en la homosexualidad porque temía hacerse
vulnerable ante una mujer y ser dominado por ella. Pete adelantó muchísimo
en su recuperación al intentar imaginarse a María como una
madre muy dulce, segura y confiada que no quería dominar su vida y
también al meditar sobre el hecho de que nunca le había traicionado.
Conforme creció su confianza en María a base de oración,
dirección espiritual y el Rosario, sus miedos al amor femenino disminuyeron.
María se convirtió para él en una compañera amorosa
que le ayudó a abrir su corazón a las mujeres.
La dependencia excesiva que la madre de Ralph tenía en él,
debido a que se divorció de su esposo, le produjo por asociación
a Ralph una actitud negativa hacia el amor femenino. Aunque se sentía
atraído hacia las mujeres y esperaba poder casarse algún día,
Ralph veía la intimidad con una mujer en el matrimonio como una carga
agotadora.
Para lograr su curación, Ralph meditó primero imaginándose
al Señor entre su madre y él retirando de sus espaldas las
pesadas cargas que había sentido por asumir la responsabilidad de
hacerla feliz. En la Misa ponía a su madre en el altar y consideraba
que Jesús la salvaría, no él. Poco a poco el Señor
lo liberó de su excesivo sentido de responsabilidad. Después,
a Ralph le ayudaba muchísimo meditar que la Virgen María había
estado a su lado en el pasado como una madre alegre y entregada. Con esta
curación adquirió una mayor apertura en sus relaciones de amistad
con las muchachas y un fuerte deseo de casarse.
7. Curación de la herida del enfado
Paul siempre había odiado a su cuerpo porque, desde tercer grado,
lo veía pequeño y débil. Le avergonzaba su poca musculatura
y su baja estatura. Su enorme necesidad de aceptación lo llevó
a la promiscuidad homosexual.
Paul empezó a sentir remordimientos tras darse cuenta de que no había
aceptado el cuerpo que Dios le había dado. Su curación progresó
a medida que fue más agradecido con su cuerpo, rechazó el deseo
de ser otro, consideró que su alma era mucho más importante
que su cuerpo y agradeció sus especiales dones masculinos. Cuando
meditaba que Jesús había estado con él en cada etapa
de su vida, Paul sentía que el Señor le mostraba cuál
era la masculinidad verdadera a los ojos de Dios. Esta experiencia del amor
afirmativo de Dios hacia él cuando era niño y adolescente lo
liberó del odio que sentía hacia sí mismo y del profundo
sentimiento que tenía de ser inadecuado como hombre. Finalmente, las
gracias de la Eucaristía y del Sacramento de la Confesión fueron
de enorme beneficio en su mayor autoaceptación.
8. Curación de los desórdenes adictivos
El alcohol, las drogas y las adicciones sexuales a menudo convergen en los
que practican la homosexualidad. El comportamiento homosexual del Padre Mike
siempre iba precedido de excesos en la bebida como resultado de sus luchas
contra la soledad.
El Padre Mike pudo superar completamente su comportamiento homosexual al
acudir regularmente a las reuniones de Alcohólicos Anónimos,
dejar de beber, hacer uso de la meditación, de la dirección
espiritual y de los sacramentos para combatir la soledad.
Para aquellos que son verdaderamente adictos sexuales, los primeros pasos
del tratamiento tratan de facilitar que acepten su adicción, que abandonen
su impotencia para curarse por ellos mismos en las manos de Dios, que crean
que no podrán recuperarse sin el amor y la ayuda de Dios y que participen
en un grupo de adicción sexual basado en los Doce Pasos, como por
ejemplo el grupo Sexaholics Anonymous. También puede ayudar enormemente
la participación semanal en grupos de recuperación para personas
con problemas de homosexualidad, tales como Courage ("Coraje), Homosexual
Anonymous o Harvest ("Cosecha"). Véase Ayuda para las personas homosexuales.
Los que sienten demasiada vergüenza asistiendo a esos grupos pueden
obtener los nombres de las personas que ya han avanzado en su recuperación
y que pueden actuar de auspiciadores. De esta manera, si se ven ante una
gran tentación, pueden acudir a estos auspiciadores en busca de apoyo,
oración y ánimo.
Aunque los grupos de adicción basados en los Doce Pasos ayudan bastante,
en mi experiencia clínica he observado que el comportamiento adictivo
no se controla del todo hasta que las heridas emocionales que hay en el fondo
no se curan.
9. Curación del narcisismo o egoísmo
El narcisismo es un desorden muy poderoso que alimenta el comportamiento
homosexual de mucha gente. Esta debilidad personal no se supera fácilmente
porque se teme abandonar una vida de hedonismo (búsqueda del placer),
caracterizada también por la irresponsabilidad y el descontrol. El
narcisismo es el desorden clínico más directamente responsable
del fracaso en la curación de la homosexualidad. Muchos comienzan
una curación y acaban cayendo en una vida de placer superficial y
hedonista.
Si los que padecen este desorden quieren recuperarse de verdad, necesitan
comprometerse con un plan de vida espiritual bien disciplinado. Tal plan
incluye la confesión semanal, practicar las virtudes de la mortificación
y la humildad, la meditación frecuente de la Pasión del Señor,
la dirección espiritual, los retiros frecuentes, una relación
íntima con la Virgen María, terminar con las amistades que
no son sanas, la lectura diaria de la Biblia y la asistencia diaria a Misa.
10. Curación del excesivo sentido de responsabilidad
La conducta homosexual anónima de Jim se desarrolló como un
intento de evadir las presiones y exigencias excesivas de su vida personal
y profesional. Con la ayuda de la gracia de Dios aprendió a poner
al Señor de primero en su vida, no el trabajo, y le entregó
sus responsabilidades al Señor cada día. También le
pidió que lo curara de su tendencia a sentirse excesivamente responsable.
Leía la Biblia cada noche y, lo más importante, intentaba fortalecer
una amorosa amistad con su esposa.
El tomar estos pasos le quitó a Jim el agotamiento y el vacío
interior que sentía, y le permitieron a él y a su esposa disfrutar
juntos realmente de su vida de casados.
11. Curación de los traumas sexuales de la infancia
Los varones que se sienten confusos con respecto a su identidad sexual, como
resultado de los maltratos sexuales sufridos en su infancia, usualmente albergan
impulsos violentos inconscientes contra los que los maltrataron. Estos pensamientos
de venganza se pueden eliminar al entregarlos diariamente a Dios y al reflexionar
que la venganza sólo pertenece al Señor (véase Romanos
12:19).
Los recuerdos específicos de maltratos también pueden atormentar
mucho y crear mucha confusión; pero se pueden superar si se entregan
diariamente al Señor pidiéndole que cure esas memorias.
La confusión sobre la identidad disminuye a medida que el dolor emocional
severo en torno al trauma experimentado también disminuye. La identidad
masculina también se fortalece agradeciendo al Señor los dones
masculinos que se poseen, creciendo en el sentido de ser hijo de Dios, identificándose
con las cualidades positivas del padre de uno o de otros familiares varones
y pidiendo la curación en la Eucaristía.
Conclusión
Existe una necesidad urgente de examinar la verdad acerca de la homosexualidad,
tanto desde el punto de vista moral como psicológico. Recientemente
el Papa Juan Pablo II dijo: "... Necesitamos ahora más que nunca tener
la valentía de mirar la verdad cara a cara y de llamar las cosas por
su nombre, sin dejarse llevar por la conveniencia o por la tentación
del autoengaño". Como maestra de la verdad, la Iglesia afirma en el
Catecismo que "los actos homosexuales son actos de gran depravación,
intrínsecamente desordenados y bajo ninguna circunstancia aceptables".
Psicológicamente, las atracciones y los actos homosexuales vienen
de heridas emocionales muy específicas y de conflictos en la infancia,
la adolescencia y la vida adulta. Estas heridas no han sido plena y claramente
identificadas en el pasado por los profesionales de la salud mental ni han
sido curadas en la mayoría de los casos. Las razones de este fracaso
son que el campo de la salud mental está aún en etapa de desarrollo
y no ha entendido ni incorporado el perdón como remedio al enfado
tan significativo en estas personas, ni ha proporcionado una espiritualidad
cristiana para resolver la tristeza, la desconfianza, la baja autoestima
y el comportamiento adictivo. Gracias a Dios, la espiritualidad católica,
combinada con una buena psicoterapia puede lograr la curación completa
de las personas que padecen este desorden.