LA PROVIDENCIA: LA CONSERVACION Y EL
GOBIERNO DEL MUNDO
Se llama Providencia el
cuidado y gobierno que Dios tiene de todas las criaturas, a las que dirige
convenientemente a su fin.
Dios tiene Providencia especial del hombre. Su sabiduría
le exige que cuide con mayor solicitud de las criaturas más nobles.
"Antes se olvidará la madre de su hijo que Dios de nosotros" (Isaías
49,15).
La Providencia abarca dos cosas: la conservación
de las criaturas y el gobierno de ellas.
1.-Dios conserva a las criaturas, haciendo que permanezcan en el
ser. Como necesitaron de Dios para salir de la nada, así necesitan
de Él para mantenerse en el ser y no volver a la nada.
El ser contingente recibe el ser en todos los momentos
de su existir, y no sólo en el primero; para él el instante
que precede no es razón suficiente de su existencia en el instante
que sigue; sino que depende en todo momento de quien le dio el ser, de
la misma manera que el arroyo depende de la fuente que lo alimenta. En
otras palabras, las criaturas no pueden seguir existiendo "por su propio
impulso", porque en ese caso serían independientes de Dios, existirían
por sí mismas, lo cual es imposible en los seres contingentes.
Con toda verdad, pues, se dice que la conservación
es una creación continuada.
2.-Dios gobierna también los seres, dirigiéndoles a
los fines para los cuales los creó. En especial dispone todas
las cosas para provecho espiritual del hombre: "Todas las cosas contribuyen
al bien de los que aman a Dios" dice San Pablo (Romanos 8,28).
Pero la acción de la Providencia no destruye
la libertad; de manera que, desgraciadamente, el hombre puede contrariarla
y perderse eternamente.
EXISTENCIA DE LA PROVIDENCIA
La Escritura nos revela en todas sus páginas
su existencia: "Tu Providencia, oh Dios, gobierna el mundo", leemos en
Sabiduría (14,3); y el Salvador nos dice: "No os acongojéis
por hallar qué comer o cómo vestiros. Bien sabe vuestro
Padre que de ello necesitáis" (Mateo 6,31).
Dios cuida hasta de las cosas más pequeñas,
sin que ello desdiga de su grandeza, puesto que todos son obras de sus
manos. Ni un cabello cae de nuestra cabeza sin que Él lo quiera
(Lucas 21,18).
La existencia de la Providencia es también una
verdad de fe definida: "Todo lo que Dios creó, con su Providencia
lo gobierna y conserva" (Concilio Vaticano I, Dz. 1789).
Dios providente es una consecuencia de su infinitud:
nada, en ningún aspecto, escapa a su Ser y a sus perfecciones infinitas;
todo lo ve, todo lo conoce, todo lo dispone o lo permite, todo lo orienta
a Su Gloria y a nuestra felicidad.
La aceptación y profundización de fe:
todos los acontecimientos, en lo personal y a nuestro alrededor, provienen
de la mano amorosa de Dios, que siempre, a veces de modo difícil
de comprender, los orienta a nuestro bien.
COSAS QUE PARECEN OPONERSELE
Tres cosas parecen oponerse a la Divina Providencia:
1.-El mal físico, sean los sufrimientos, enfermedades, la
muerte y demás flaquezas del hombre.
2.-El mal moral, o sea el pecado.
3.-La prosperidad de los malos y sufrimiento de los buenos. Estudiemos
este triple aspecto de la cuestión.
a) El mal físico
El mal físico, como la ignorancia, pobreza, enfermedades
y la muerte no va contra la Divina Providencia.
1.-Porque estos males o son inherentes a nuestra condición
imperfecta de criaturas, o una consecuencia y castigo del pecado.
2.-Porque estos males no lo son en realidad, sino sólo en
apariencia; pues sufridos estos males con resignación, se convierten
en bienes, es decir:
* Hacen posible expiar nuestros pecados pasados. En efecto, el sufrimiento
cristianamente aceptado, es un medio de expiación.
* Con ellos podemos probarle a Dios nuestra fidelidad, reconociendo
como Job que de Él vienen tanto los sucesos prósperos como
los adversos.
* Ayudan a acrecentar el mérito y virtud; pues no están
estos en servir a Dios cuando todo sale bien, sino cuando la necesidad
o el dolor nos visitan.
b ) El mal moral
El mal moral, o sea el pecado, no tiene su causa en
Dios, sino en el hombre, esto es, en el mal uso que hace de su libertad.
Por ello, no se opone a la Providencia de Dios, que es siempre santa.
Expliquemos esta doctrina en sus diversos puntos:
1.-Dios no es el autor del pecado. El autor y responsable del pecado
es el hombre, por el abuso de su libertad.
2.-Dios tampoco quiere el pecado, sino que por el contrario lo aborrece
supremamente, y lo prohíbe y castiga con severidad.
3.-Dios únicamente permite el pecado; y esto por muy graves
motivos:
a) Por respeto a la libertad del hombre. Dios la respeta tanto, que
no impide la libre acción de éste, aunque le disguste infinitamente.
b) Porque quiere que el hombre tenga mérito y derecho a recompensa.
Si Dios lo forzara a obedecer, no tendría una cosa ni la otra.
c) Porque Dios es suficientemente sabio para sacar bienes aun del
abuso de nuestra libertad.
"Dios no permitiría el mal, dice San Agustín,
si de él no pudiera sacar bienes". Ejemplos: La historia de José,
la traición de Judas, las persecuciones de la Iglesia. La liturgia
entona el Sábado Santo las siguientes palabras, referentes al
pecado de Adán: "¡Oh feliz culpa! que nos mereció
tan grande y excelente Redentor".
C) El sufrimiento de los buenos y la prosperidad de los malos.
La prosperidad de que gozan los malos y los sufrimientos
de los buenos tampoco se oponen a la Divina Providencia.
Digamos en primer lugar que hay muchas excepciones.
Con sobrada frecuencia los buenos prosperan y los malos se ven arruinados.
Además la prosperidad de los malos y los reveses de los buenos
tienen muchas veces clara explicación natural; a saber, hay personas
muy buenas, pero carecen de las dotes naturales necesarias para prosperar
en un negocio: inteligencia, previsión, tacto, constancia, etc.
Y los malos pueden tener estas dotes en grado muy superior.
Pero aun descontando esto, decimos que la prosperidad
de los malos y los sufrimientos de los buenos no van contra la Providencia:
1.-Porque la Justicia Divina no se cumple definitivamente en esta
vida sino en la otra. Muchas veces los que gozan aquí irán
a sufrir allá. Como enseña Cristo en la parábola del
rico Epulón (Lucas 16,19).
¿Cómo es posible (podría preguntar
más de uno) que tantos malos en esta tierra triunfan en su vida
personal y parece que lo tiene todo?: honores, riquezas, mando, goces
para su baja sensualidad. Y, también: ¡¿Cómo
es que tantos gobiernos (la historia habla) pueden por años y lustros
atropellar la libertad de los hombres, de naciones enteras que, violentados
y avasallados, tienen que vivir heróicamente su fe?.
Una maravillosa respuesta daba un sacerdote santo. Sin
ser palabras textuales decía: no hay nadie tan malo en el mundo
(aunque nunca le gustó dividir a las personas en buenas y malas),
no hay gente de intención tan miserable y ruín, que no haya
hecho algo virtuoso en su vida. Dios, es la Bondad, y premia ese bien que
han hecho: premia en esta vida, porque después ya no será posible.
2.-Porque el sufrimiento, lejos de ser una señal del abandono
de Dios, lo es de su predilección. El bendice con la Cruz.
Los Proverbios enseñan que: "Dios castiga a los
que ama" (3,12). Y el Arcángel San Rafael dijo a Tobías,
al devolverle la vista: "Porque eres tan justo, fue necesario que la tribulación
te probara" (12,13). Además, Dios retribuye a los malos el bien
que hacen con bienes temporales, ya que no podrá premiarlos con
los eternos.
CONFIANZA EN DIOS
El pensamiento de la Providencia debe movernos:
a) A confiar en Dios sin vacilar, pidiéndole lo que necesitamos.
b) A recibir con sumisión los males de esta vida; sin rebelarnos
contra sus designios.
San Pedro escribe: "Humíllense bajo la mano poderosa
de Dios, descargando en su amoroso seno todas sus solicitudes, pues Él
tiene cuidado de ustedes" (1 Pedro 5,6).
Recordemos también, que es necesario poner de
nuestra parte los medios necesarios para conseguir lo que necesitamos.
Quedarnos con los brazos cruzados y dejarlo todo a la
Providencia equivale a tentar a Dios, pues es exigirle milagros sin necesidad.
Resulta, pues, verdadero el refrán: "Ayúdate que Dios te
ayudará".
Respecto a las realidades terrenas ( la política,
las ciencias, etc) Dios las deja a la libre responsabilidad de los hombres,
porque gozan de autonomía. "Sin embargo, si por "autonomía
de las realidades terrestres", se entiende que las cosas creadas no dependen
de Dios y que el hombre las puede utilizar de modo que no las refiera
al Creador, no habrá nadie de los que creen en Dios que no se dé
cuenta hasta qué punto estas opiniones son falsas. La criatura sin
el Creador se esfuma" (Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et Spes.
num 36).