SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN
CATÓLICA
LA ESCUELA CATÓLICA
INTRODUCCIÓN
1. La Escuela Católica adquiere cada día una mayor importancia
en la Iglesia, tal como ésta se muestra después del Concilio
Vaticano II, principalmente en las constituciones Lumen Gentium y Gaudium
et Spes. La Escuela se integra en aquella otra realidad más amplia
que es la educación cristiana, de la que trata específicamente
la declaración conciliar Gravissimum Educationis, en cuya línea
quiere situarse este documento, limitándose a ahondar en la reflexión
relativa a la Escuela Católica.
2. Al contemplar los graves problemas que afectan a la educación cristiana
en la sociedad pluralista contemporánea la S. Congregación
para la Educación Católica juzga necesario concentrar su atención,
en primer lugar, sobre la naturaleza y características de una escuela
que quiere definirse y presentarse como «católica». Dada
la heterogeneidad de situaciones en que se encuentra la Escuela Católica
para realizar su obra en una variedad de países, de tradición
cristiana o no cristiana, incluso sometida a legislaciones diversas, los
problemas que la afectan deben ser afrontados y resueltos por cada una de
las Iglesias locales, en el cuadro de los diferentes contextos socioculturales.
3. La S. Congregación para la Educación Católica considera
oportuno ofrecer su ayuda proponiendo algunas consideraciones que sirvan
para ver con mayor claridad el valor educativo de la Escuela Católica,
en el cual radica fundamentalmente su razón de ser y en virtud del
cual ella constituye un auténtico apostolado. Estas consideraciones
más que agotar el tema, quisieran servir de base para ulteriores estudios
y para realizaciones más profundas.
4. Las Conferencias episcopales, ciertamente, son conscientes de que deben
dedicar sus cuidados pastorales a toda la juventud católica de las
diversas escuelas de cada nación,(1) no obstante eso, la S. Congregación
para la Educación Católica les confía a ellas el presente
documento para que procuren que se elabore —en diversos niveles— un proyecto
educativo que responda a las exigencias de la educación integral de
los jóvenes de hoy en las escuelas católicas y para que velen
por su ejecución. Además, la S. Congregación exhorta
a todos los responsables de la educación —padres de familia, educadores,
jóvenes, autoridades escolares— a que aúnen todos los recursos
y medios disponibles que permitan a la Escuela Católica desarrollar
un servicio verdaderamente cívico y apostólico.
I.
LA ESCUELA CATÓLICA Y LA MISIÓN SALVÍFICA
DE LA IGLESIA
Misión salvífica de la Iglesia
5. Dios Padre en su misterioso designio de amor, llegada la plenitud de los
tiempos envió a su Hijo Unigénito a inaugurar en la tierra
el Reino de Dios y a realizar la obra de la redención de los hombres.
Para continuar su obra de salvación, Cristo ha instituido la Iglesia
como organismo visible vivificado por el Espíritu.
6. Movida por este Espíritu, la Iglesia profundiza continuamente en
la conciencia de sí misma meditando sobre el misterio de su ser y
de su misión.(2) Renueva así el descubrimiento de su relación
vital con Cristo «para encontrar mayor luz, nueva energía y
mayor gozo en el cumplimiento de su propria misión, y para determinar
los modos más aptos para hacer más cercanos, operantes y benéficos
sus contactos con la humanidad, a la que ella pertenece, aunque distinguiéndose
por caracteres propios inconfundibles»,(3) y a cuyo servicio está
destinada para que la humanidad alcance su plenitud en Cristo.
7. La misión de la Iglesia es, pues, evangelizar; es decir, proclamar
a todos el gozoso anuncio de la salvación, engendrar con el bautismo
nuevas creaturas en Cristo y de educarlas para que vivan conscientemente
como hijos de Dios.
Medios al servicio de la misión salvífica de la Iglesia
8. Para llevar a cabo su misión salvífica, la Iglesia se sirve
principalmente de los medios que Jesucristo mismo le ha confiado, sin omitir
otros que, en las diversas épocas y en las varias culturas, sean aptos
para conseguir su fin sobrenatural y para promover el desarrollo de la persona.
Es deber esencial de la Iglesia desarrollar su misión adaptando los
medios a las cambiantes condiciones de los tiempos y a las nuevas necesidades
del género humano.(4) Al encontrarse con diversas culturas y frente
a las continuas conquistas de la humanidad, la Iglesia, a través del
anuncio de la fe, revela «al hombre de todos los tiempos el único
fin trascendente que da a la vida un sentido más pleno».(5)
Para llevar a término esta misión, la Iglesia crea sus propias
escuelas, porque reconoce en la escuela un medio privilegiado para la formación
integral del hombre, en cuanto que ella es un centro donde se elabora y se
trasmite una concepción específica del mundo, del hombre y
de la historia.
Contribución de la Escuela Católica a la misión salvífica
de la Iglesia
9. La Escuela Católica entra de lleno en la misión salvífica
de la Iglesia y particularmente en la exigencia de la educación a
la fe. Sabiendo que «la conciencia psicológica y moral son llamadas
por Cristo a una simultánea plenitud como condición para que
el hombre reciba convenientemente los dones divinos de la verdad y de la
gracia»,(6) la Iglesia se siente comprometida a promover en sus hijos
la plena conciencia de que han sido regenerados a una vida nueva.(7) El proyecto
educativo de la Escuela Católica se define precisamente por su referencia
explícita al Evangelio de Jesucristo, con el intento de arraigarlo
en la conciencia y en la vida de los jóvenes, teniendo en cuenta los
condicionamientos culturales de hoy.
Compromiso educativo de la Iglesia y pluralismo cultural
10. En el curso de los siglos, la Iglesia buscando «incesantemente
la plenitud de la verdad divina»,(8) se ha acercado progresivamente
a las fuentes y a los medios de la cultura para adquirir un conocimiento
cada vez más profundo de la fe y un fructuoso diálogo con el
mundo. Movida por la fe, que la impulsa a creer que quien la conduce es el
Espíritu del Señor, la Iglesia intenta discernir en los acontecimientos,
en las búsquedas y en las aspiraciones de nuestro tiempo (9) cuáles
son las llamadas más urgentes a las que debe responder para realizar
el designio de Dios.
11. En la sociedad actual, caracterizada entre otras manifestaciones, por
el pluralismo cultural, la Iglesia capta la necesidad urgente de garantizar
la presencia del pensamiento cristiano; puesto que éste, en el caos
de las concepciones y de los comportamientos, constituye un criterio válido
de discernimiento: «la referencia a Jesucristo enseña de hecho
a discernir los valores que hacen al hombre, y los contravalores que lo degradan».(10)
12. El pluralismo cultural invita, pues, a la Iglesia a reforzar su empeño
educativo para formar personalidades fuertes, capaces de resistir al relativismo
debilitante, y de vivir coherentemente las exigencias del propio bautismo.
Además, la apremia a promover auténticas comunidades cristianas
que, precisamente, en virtud de su proprio cristianismo, vivo y operante,
puedan dar en espíritu de diálogo, una contribución
original y positiva a la edificación de la ciudad terrena y, con tal
fin, la estimula a potenciar sus recursos educativos. Estas mismas finalidades
se imponen a la Iglesia frente a otros elementos característicos de
la cultura contemporánea, como el materialismo, el pragmatismo y el
tecnicismo.
13. Para garantizar estos objetivos, como respuesta al pluralismo cultural,
la Iglesia sostiene el principio del pluralismo escolar, es decir, la coexistencia
y —en cuanto sea posible— la cooperación de las diversas instituciones
escolares, que permitan a los jóvenes formarse criterios de valoración
fundados en una específica concepción del mundo, prepararse
a participar activamente en la construcción de una comunidad y, por
medio de ella, en la construcción de la sociedad.
14. Dentro de este panorama corresponde a la Escuela Católica un puesto
proprio en la organización escolar de las diversas naciones, teniendo
en cuenta las modalidades y posibilidades que se presentan en las diversos
contextos ambientales. Por medio de esta alternativa la Iglesia trata de
responder a las exigencias de cooperación que se manifiestan hoy en
un mundo caracterizado por el pluralismo cultural. Contribuye así
a promover la libertad de enseñanza y, por consiguiente, a sostener
y a garantizar la libertad de conciencia y el derecho de los padres de familia
a escoger la escuela que mejor responda a su propria concepción educativa.(11)
15. Por último, la Iglesia está plenamente convencida de que
la Escuela Católica, al ofrecer su proyecto educativo a los hombres
de nuestro tiempo, cumple una tarea eclesial, insustituible y urgente. En
ella, de hecho, la Iglesia participa en el diálogo cultural con su
aportación original en favor del verdadero progreso y de la formación
integral del hombre. La desaparición de la Escuela Catolica constituiría
una pérdida inmensa(12) para la civilización, para el hombre
y para su destino natural y sobrenatural.
II.
LA PROBLEMÁTICA ACTUAL
SOBRE LA ESCUELA CATÓLICA
16. La Iglesia, reflexionando sobre su misión salvífica, considera
la Escuela Católica como un ambiente privilegiado para la formación
integral de sus hijos y un servicio de suma importancia para todos los hombres.
Pero no ignora que, en diversos lugares, se presentan numerosas dudas y objeciones
en cuanto a la razón de ser de la misma y en cuanto a su eficacia
operativa. En realidad, esta cuestión debe mirarse en el horizonte
más amplio de una problemática que atañe a la razón
de ser de las instituciones como tales, en una sociedad como la actual, caracterizada
por transformaciones cada vez más rápidas y profundas.
Objeciones contra la Escuela Católica
17. En el debate sobre la Escuela Católica se pueden precisar algunos
temas, en torno a los cuales se agrupan las objeciones, dificultades, alternativas,
que conviene tener presentes para situar atinadamente la reflexión
en su contexto concreto, y para considerar todos aquellos aspectos que invitan
a los educadores a emprender un vigoroso esfuerzo para poder responder a
las exigencias de su misión en el mundo contemporáneo.
18. Conviene tener presente, en primer lugar, que ciertos medios dentro y
fuera de la Iglesia Católica, inspirados por un sentido de laicidad
mal entendida impugnan la Escuela Católica como institución.
No aceptan que la Iglesia pueda ofrecer, además del testimonio individual
de sus miembros, el testimonio específico de sus propias instituciones,
dedicadas, por ejemplo, a la investigación de la verdad o a las obras
de caridad.
19. Objetan otros que la Escuela Católica pretende instrumentalizar
una institución humana para fines religiosos y confesionales. La educación
cristiana puede, a veces, estar expuesta al riesgo del proselitismo, de una
concepción parcial de la cultura entendida y actuada erróneamente.
Pero también es necesario recordar que la educación integral
comprende imprescindiblemente la dimensión religiosa, la cual contribuye
eficazmente al desarrollo de otros aspectos de la personalidad en la medida
en que se la integre en la educación general.
20. Según otros, la Escuela Católica sería una institución
anacrónica que, después de haber ejercido su papel de suplencia
exigido en el pasado, no tendría ya razón de ser en una época
en que la sociedad civil va tomando a su cargo el servicio de la enseñanza.
De hecho, el Estado se encarga cada vez más de la institución
educativa escolar, amenazando la supervivencia de las comunidades naturales,
fundadas sobre una común concepción de la vida, mediante instituciones
educativas a nivel nacional, pretendidamente neutras. La Escuela Católica,
frente a esta situación, se propone ofrecer una alternativa a la que
pudieran recurrir los miembros de la comunidad eclesial que lo desearan.
21. Es cierto que, en algunos países, la Escuela Católica se
ha visto forzada a reducir en cierta medida su acción educativa a
las clases sociales más acomodadas, dando la impresión de querer
favorecer con su educación una discriminación socioeconómica;
pero ésto sucede precisamente allí donde, ignorando las ventajas
de su presencia como alternativa en la actual sociedad pluralista, le han
creado en consecuencia graves dificultades.
22. Relacionadas con las precedentes están las objeciones que se refieren
a los resultados educativos de la Escuela Católica. Se le achaca incapacidad
en la tarea de formar cristianos convencidos, coherentes, preparados en el
campo social y político. Semejante riesgo es inseparable del esfuerzo
educativo: no hay que desanimarse por fracasos aparentes o reales, porque
los elementos que influyen en la formación del educando son múltiples
y, muchas veces, los resultados se logran a largo plazo.
23. Antes de concluir estas reflexiones acerca de los cargos que se le hacen
a la Escuela Católica no se puede menos de recordar en qué
contexto se desarrolla hoy el trabajo escolar en cualquier sitio, pero especialmente
en la Iglesia Católica: en la sociedad actual, que se encuentra en
estado de rápida evolución, el problema escolar en todas partes
se presenta como grave; el Concilio Vaticano II ha promovido aperturas que
a veces son interpretadas y realizadas erróneamente; existen, además,
serias dificultades para encontrar personal educativo preparado y medios
de financiamiento. En tales circunstancias ¿no debiera tal vez la
Iglesia —como proponen algunos— renunciar a su misión apostólica
en las escuelas católicas y dedicar sus fuerzas a una obra evangelizadora
más directa, en sectores considerados prioritarios o más acomodados
a su misión espiritual, u orientar sus desvelos pastorales al servicio
de las escuelas estatales? Aparte de que semejante solución no estaría
de acuerdo con las directivas del Concilio, las consideraciones siguientes
quieren hacer ver que no se justifican, precisamente, en virtud de la misión
propia de la Iglesia.
Algunos aspectos de la escuela contemporánea
24. La problemática de la Escuela Católica no puede comprenderse
en su conjunto si no se la considera en el contexto más amplio de
la problemática de la escuela en general. Prescindiendo de las reivindicaciones
presentadas por los partidarios de la desescolarización, teoría
que parece perder importancia, la escuela está adquiriendo en el mundo
contemporáneo un lugar preeminente, debido a la función que
le compete, ya sea como «escuela de todos y para todos» (participación
de los padres de familia, democratización e igualdad de oportunidades),
ya sea porque cada vez se configura más decididamente como «escuela
de tiempo completo», coordinando y, eventualmente, absorbiendo las
tareas educativas de otras instituciones, o porque la duración del
ciclo escolar tiende a prolongarse.
III.
LA ESCUELA LUGAR DE HUMANIZACIÓN MEDIANTE
LA ASIMILACIÓN DE LA CULTURA
25. Para comprender bien la misión específica de la Escuela
Católica, conviene partir de una reflexión sobre el concepto
de «escuela», teniendo presente que si no es «escuela»
y no reproduce los elementos característicos de ésta, tampoco
puede aspirar a ser escuela «católica».
Funciones de la escuela en general
26. Un atento examen de las distintas definiciones en curso y de las tendencias
renovadoras, presentes en el ámbito de las instituciones escolares,
según diversos niveles, permite formular un concepto de escuela como
lugar de formación integral mediante la asimilación sistemática
y crítica de la cultura. La escuela es verdaderamente un lugar privilegiado
de promoción integral mediante un encuentro vivo y vital con el patrimonio
cultural.
27. Esto supone que tal encuentro se realice en la escuela en forma de elaboración,
es decir, confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual.
En realidad, la cultura para ser educativa debe insertarse en los problemas
del tiempo en el que se desarrolla la vida del joven. La escuela debe estimular
al alumno para que ejercite la inteligencia, promoviendo el dinamismo de
la clarificación y de la investigación intelectual, y explicitando
el sentido de las experiencias y de las certezas vividas. Una escuela que
no cumpliera esta función, sino que, por el contrario, ofreciera elaboraciones
prefabricadas, por el mismo hecho se convertiría en obstáculo
para el desarrollo de la personalidad del alumno.
Escuela y concepción de vida
28. De lo dicho se desprende la necesidad de que la escuela confronte su
propio programa formativo, sus contenidos y sus métodos, con la visión
de la realidad en la que se inspira y de la que depende su ejercicio.
29. La referencia, implícita o explícita, a una determinada
concepción de la vida (Weltanschauung) es prácticamente ineludible,
en cuanto que entra en la dinámica de toda opción. Por esto
es decisivo que todo miembro de la comunidad escolar tenga presente tal visión
de la realidad, aun cuando sea según diversos grados de conciencia,
por lo menos para conferir unidad a la enseñanza. Toda visión
de la vida se funda, de hecho, sobre una determinada escala de valores en
la que se cree y que confiere a maestros y adultos autoridad para educar.
No se puede olvidar que en la escuela se enseña para educar, es decir,
para formar al hombre desde dentro, para liberarlo de los condicionamientos
que pudieran impedirle vivir plenamente como hombre. Por esto, la escuela
debe partir de un proyecto educativo intencionalmente dirigido a la promoción
total de la persona.
30. Constituye una responsabilidad estricta de la escuela, en cuanto institución
educativa, poner de relieve la dimensión ética y religiosa
de la cultura, precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual
del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y
perfecciona a la psicológica. Pero no se da libertad ética
sino en la confrontación con los valores absolutos de los cuales depende
el sentido y el valor de la vida del hombre. Se dice esto, porque, aun en
el ámbito de la educación, se manifiesta la tendencia a asumir
la actualidad como parámetro de los valores, corriendo así
el peligro de responder a aspiraciones transitorias y superficiales y perder
de vista las exigencias más profundas del mundo contemporáneo.
La escuela en la sociedad actual
31. Si se prestan oídos a las exigencias más profundas de una
sociedad caracterizada por el desarrollo científico y tecnológico,
que podría desembocar en la despersonalización y en la masificación,
y si se quiere darles una respuesta adecuada, resulta evidente la necesidad
de que la escuela sea realmente educativa; o sea, que se halle en grado de
formar personalidades fuertes y responsables, capaces de hacer opciones libres
y justas. Característica ésta que, todavía más
fácilmente, se puede deducir de la reflexión sobre la escuela
considerada como institución en la cual los jóvenes se capacitan
para abrirse progresivamente a la realidad y formarse una determinada concepción
de la vida.
32. Así configurada, la escuela supone no solamente una elección
de valores culturales, sino también una elección de valores
de vida que deben estar presentes de manera operante. Por eso, ella debe
realizarse como una comunidad en la cual se expresen los valores por medio
de auténticas relaciones interpersonales entre los diversos miembros
que la componen y por la adhesión, no sólo individual, sino
comunitaria, a la visión de la realidad en la cual ella se inspira.
IV.
EL PROYECTO EDUCATIVO DE LA ESCUELA CATÓLICA
Carácter específico de la Escuela Católica
33. Después de haber tratado de definir la Escuela Católica
a partir de la noción de escuela, es posible ahora concentrar la atención
en aquello que la especifica como católica. Lo que la define en este
sentido es su referencia a la concepción cristiana de la realidad.
Jesucristo es el centro de tal concepción.
34. En el proyecto educativo de la Escuela Católica, Cristo es el
fundamento: El revela y promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma
capacitando al hombre a vivir de manera divina, es decir, a pensar, querer
y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma
de su vida. Precisamente por la referencia explícita, y compartida
por todos los miembros de la comunidad escolar, a la visión cristiana
—aunque sea en grado diverso— es por lo que la escuela es «católica»,
porque los principios evangélicos se convierten para ella en normas
educativas, motivaciones interiores y al mismo tiempo metas finales.
35. De este modo la Escuela Católica adquiere conciencia de su empeño
por promover al hombre integral porque en Cristo, el Hombre perfecto, todos
los valores humanos encuentran su plena realización y, de ahí,
su unidad. Este es el carácter específicamente católico
de la escuela, y aquí se funda su deber de cultivar los valores humanos
respetando su legítima autonomía, y conservándose fiel
a su propia misión de ponerse al servicio de todos los hombres. Jesucristo,
pues, eleva y ennoblece al hombre, da valor a su existencia y constituye
el perfecto ejemplo de vida propuesto por la Escuela Católica a los
jóvenes.
36. Si la Escuela Católica, como todas las demás escuelas,
tiene por fin la comunicación crítica y sistemática
de la cultura para la formación integral de la persona, persigue este
fin dentro de una visión cristiana de la realidad «mediante
la cual, la cultura humana, adquiere su puesto privilegiado en la vocación
integral del hombre».(13) Consciente de que el hombre histórico
es el que ha sido salvado por Cristo, la Escuela Católica tiende a
formar al cristiano en las virtudes que lo configuran con Cristo, su modelo,
y le permiten colaborar finalmente en la edificación del reino de
Dios.(14)
37. Estas premisas permiten indicar la tareas y explicitar los contenidos
de la Escuela Católica. Las tareas se polarizan en la síntesis
entre cultura y fe, y entre fe y vida; tal síntesis se realiza mediante
la integración de los diversos contenidos del saber humano, especificado
en las varias disciplinas, a la luz del mensaje evangélico, y mediante
el desarrollo de las virtudes que caracterizan al cristiano.
Síntesis entre fe y cultura
38. Al proponerse promover entre los alumnos la síntesis entre fe
y cultura a través de la enseñanza, la Escuela Católica
parte de una concepción profunda del saber humano en cuanto tal, y
no pretende en modo alguno desviar la enseñanza del objetivo que le
corresponde en la educación escolar.
39. En este contexto se cultivan todas las disciplinas con el debido respeto
al método particular de cada una. Sería erróneo considerar
estas disciplinas como simples auxiliares de la fe o como medios utilizables
para fines apologéticos. Ellas permiten aprender técnicas,
conocimientos, métodos intelectuales, actitudes morales y sociales
que capaciten al alumno para desarrollar su propia personalidad e integrarse
como miembro activo en la comunidad humana. Presentan, pues, no sólo
un saber que adquirir, sino también valores que asimilar y en particular
verdades que descubrir.
40. A la luz de tal concepción global de la misión educativa
de la Escuela Católica, el maestro se encuentra en las mejores condiciones
para guiar al alumno a profundizar en la fe y, al mismo tiempo, para enriquecer
e iluminar el saber humano con los datos de la fe. La enseñanza ofrece
numerosas ocasiones para elevar al alumno a perspectivas de fe, pero aparte
de tales circunstancias, el educador cristiano sabe descubrir la válida
aportación con que las disciplinas escolares pueden contribuir al
desarrollo de la personalidad cristiana. La enseñanza puede formar
el espíritu y el corazón del alumno y disponerlo a adherirse
a Cristo de una manera personal y con toda la plenitud de una naturaleza
humana enriquecida por la cultura.
41. Además, la escuela considera el saber humano como una verdad que
hay que descubrir. En la medida en que las diversas materias se cultivan
y se presentan como expresión del espíritu humano que, con
plena libertad y responsabilidad busca el bien, ellas son ya en cierta manera
cristianas, porque el descubrimiento y el reconocimiento de la verdad orienta
al hombre a la búsqueda de la verdad total. El maestro, preparado
en la propia disciplina, y dotado además de sabiduría cristiana,
trasmite al alumno el sentido profundo de lo mismo que enseña y lo
conduce, trascendiendo las palabras, al corazón de la verdad total.
42. El patrimonio cultural de la humanidad comprende otros valores que están
más allá del ámbito específico de lo verdadero.
Cuando el maestro cristiano ayuda al alumno a captar, apreciar y asimilar
tales valores, lo orienta progresivamente hacia las realidades eternas. Tal
dinamismo hacia su fuente íncreada explica la importancia de la enseñanza
para el crecimiento de la fe.
43. Es evidente que semejante orientación de la enseñanza no
depende tanto de la materia o de los programas, sino principalmente de las
personas que los imparten. Mucho dependerá de la capacidad de los
maestros el que la enseñanza llegue a ser una escuela de fe, es decir,
una trasmisión del mensaje cristiano. La síntesis entre cultura
y fe se realiza gracias a la armonía orgánica de fe y vida
en la persona de los educadores. La nobleza de la tarea a la que han sido
llamados reclama que, a imitación del único Maestro Cristo,
ellos revelen el misterio cristiano no sólo con la palabra sino también
con sus mismas actitudes y comportamiento. Se comprende así la fundamental
diferencia que existe entre una escuela en la cual la enseñanza estuviera
penetrada del espíritu cristiano y otra que se limitara a incluir
la religión entre las otras materias escolares.
Síntesis entre fe y vida
44. Fundada en la asimilación de los valores objetivos, la enseñanza,
en su dimensión apostólica, no se limita a la síntesis
entre fe y cultura, sino que tiende a realizar en el alumno una síntesis
personal entre fe y vida.
45. La Escuela Católica asume como misión específica
—y con mayor razón hoy frente a las deficiencias de la familia y de
la sociedad en este campo— la formación integral de la personalidad
cristiana. Para lograr la síntesis entre fe y vida en la persona del
alumno, la Iglesia sabe que el hombre necesita ser formado en un proceso
de continua conversión para que llegue a ser aquello que Dios quiere
que sea. Ella enseña a los jóvenes a dialogar con Dios en las
diversas situaciones de su vida personal. Los estimula a superar el individualismo
y a descubrir, a la luz de la fe, que están llamados a vivir, de una
manera responsable, una vocación específica en un contexto
de solidaridad con los demás hombres. La trama misma de la humana
existencia los invita, en cuanto cristianos, a comprometerse en el servicio
de Dios en favor de los propios hermanos y a transformar el mundo para que
venga a ser una digna morada de los hombres.
46. La Escuela Católica enseña a los jóvenes a interpretar
la voz del universo que les revela al Creador y, a través de las conquistas
de la ciencia, a conocer mejor a Dios y al hombre. En la vida diaria del
ciclo escolar, el alumno aprende que a través de su obrar en el mundo
él está llamado a ser un testimonio vivo del amor de Dios entre
los hombres, porque él mismo forma parte de una historia de salvación
que recibe su último sentido de Cristo salvador de todos los hombres.
47. Consciente de que no basta ser regenerados por el bautismo, para ser
cristianos, sino que es necesario vivir y obrar conforme al Evangelio, la
Escuela Católica se esfuerza por crear en el ámbito de la comunidad
escolar un clima(15) que ayude al alumno a vivir su fe de una manera cada
día más madura, y a adquirir gradualmente una actitud pronta
para asumir las responsabilidades de su bautismo. En la educación
tiene presente el puesto insustituible que la doctrina católica da
a las virtudes, como orientación permanente y profunda, que deben
instaurarse gradualmente en la conciencia. Las virtudes teologales las asumen
para sublimarlas en la caridad, que viene a ser, por así decirlo,
el alma que transforma al hombre virtuoso en cristiano. Por tanto, el centro
de la acción educativa es Cristo, modelo según el cual el cristiano
debe configurar la propia vida. En esto la Escuela Católica se diferencia
de toda otra escuela que se limita a formar al hombre, mientras que ella
se propone formar al cristiano y a hacer conocer a los no bautizados, por
su enseñanza y y su testimonio, el misterio de Cristo que supera todo
conocimiento.(16)
48. Aunque la específica acción educativa de la Escuela Católica
se desarrolla junto con la de otras instituciones educativas (como son, además
de la familia, las comunidades cristianas y parroquiales, las asociaciones
juveniles, culturales, deportivas, etc.) , existen también muchas
otras esferas sociales que constituyen, de múltiples formas, una fuente
de información y de participación cultural. Frente a esta «escuela
paralela», se impone la presencia activa de la escuela que, mediante
una educación sistemática y crítica, prepare a los jóvenes
a un autocontrol,(17) que los capacite para hacer opciones libres y conscientes
frente a los mensajes que le presentan los medios de comunicación
social. Es necesario enseñarles a someter tales mensajes a un juicio
crítico personal,(18) a ordenarlos en buenas síntesis y a integrarlos
en su cultura humana y cristiana.
Enseñanza religiosa
49. En el desempeño de su misión específica, que consiste
en trasmitir de modo sistemático y crítico la cultura a la
luz de la fe y de educar el dinamismo de las virtudes cristianas, promoviendo
así la doble síntesis entre cultura y fe, y fe y vida, la Escuela
Católica es consciente de la importancia que tiene la enseñanza
de la doctrina evangélica tal como es trasmitida por la Iglesia Católica.
Ese es, pues, el elemento fundamental de la acción educadora, dirigido
a orientar al alumno hacia una opción consciente, vivida con empeño
y coherencia.
50. Sin entrar en la problemática que plantea la enseñanza
religiosa en las escuelas, es necesario subrayar que esta enseñanza
—que no puede limitarse a los cursos de religión previstos por los
programas escolares— debe ser impartida en la escuela de una manera explícita
y sistemática, para evitar que se cree en el alumno un desequilibrio
entre la cultura profana y la cultura religiosa. Una enseñanza tal,
difiere fundamentalmente de cualquier otra, porque no se propone como fin
una simple adhesión intelectual a la verdad religiosa, sino el entronque
personal de todo el ser con la persona de Cristo.
51. Pero, aun reconociendo que el lugar propio de la catequesis es la familia
ayudada por las otras comunidades cristianas, particularmente la parroquial,
nunca se insistirá suficientemente en la necesidad y en la importancia
de la catequesis en la Escuela Católica con el fin de conseguir la
madurez de los jóvenes en la fe.
52. La Escuela Católica estará, pues, atenta para aprovechar
los avances que se logran en el campo de los estudios psicopedagógicos,
especialmente catequéticos, pero, sobre todo, a las iniciativas y
directivas emanadas de los órganos eclesiales competentes. Además
sentirá el deber de colaborar, mediante la preparación cada
día más cualificada de quienes tienen a su cargo la catequesis
escolar, en la mejor realización del mandato catequístico de
la Iglesia.
La Escuela Católica, lugar de encuentro de la comunidad educativa
cristiana
53. Por todos estos motivos, las escuelas católicas deben convertirse
en «lugares de encuentro de aquéllos que quieren testimoniar
los valores cristianos en toda la educación».(19) Como toda
otra escuela, y más que ninguna otra, la Escuela Católica debe
constituirse en comunidad que tienda a la trasmisión de valores de
vida. Porque su proyecto, como se ha visto, tiende a la adhesión a
Cristo, medida de todos los valores, en la fe. Pero la fe se asimila, sobre
todo, a través del contacto con personas que viven cotidianamente
la realidad: la fe cristiana nace y crece en el seno de una comunidad.
54. La dimensión comunitaria de la Escuela Católica viene,
pues, exigida no sólo por la naturaleza del hombre y la del proceso
educativo, como ocurre en las demás escuelas, sino por la naturaleza
misma de la fe. Consciente de sus limitaciones para responder a los compromisos
que se derivan de su propio proyecto educativo, la Escuela Católica
sabe que ella constituye una comunidad que debe alimentarse y confrontarse
con las fuentes de las que se deriva la razón de su existencia : la
palabra salvífica de Cristo, tal como se expresa en la Sagrada Escritura,
en la Tradición sobre todo litúrgica y sacramental, y en la
existencia de aquellos que la han vivido o la viven actualmente.
55. Sin la constante referencia a la Palabra y el encuentro siempre renovado
con Cristo, la Escuela Católica se alejaría de su fundamento.
Es del contacto con Cristo, de donde la Escuela Católica obtiene la
fuerza necesaria para la realización de su propio proyecto educativo
y «crea para la comunidad escolar una atmósfera animada de un
espíritu evangélico de libertad y caridad»,(20) en la
cual el alumno pueda hacer la experiencia de su propia dignidad. Reconociendo
la dignidad del hombre y la llamada que Dios dirige a cada uno, la Escuela
Católica contribuye a liberarlo, es decir, a hacer que sea lo que
él está destinado a ser, el interlocutor consciente de Dios,
disponible a su amor.
56. «Esta doctrina religiosa elemental, que constituye el eje de la
metafísica existencial cristiana»,(21) es erigida en criterio
de actividad educativa por la comunidad escolar católica. No trasmite,
pues, la cultura como un medio de potencia y de dominio, sino como un medio
de comunión y de escucha de la voz de los hombres, de los acontecimientos
y de las cosas. No considera el saber como un medio de crearse una posición,
de acumular riquezas, sino como un deber de servicio y de responsabilidad
hacia los demás.
Otros aspectos del proyecto educativo de la Escuela Católica
57. Si la comunidad católica recurre a una solución alternativa
para dar a los jóvenes una formación específica en la
fe cristiana mediante la escuela Católica, ésta, lejos de impartir
un saber que divida a los hombres y fomente la presunción, exasperando
las posiciones contrarias, favorece y promueve el encuentro y la colaboración.
Se abre a los demás respetando su modo de pensar y de vivir, comprendiendo
sus preocupaciones y esperanzas, compartiendo su situación y participando
en su futuro.
58. La Escuela Católica, movida por el ideal cristiano, es particularmente
sensible al grito que se lanza de todas partes por un mundo más justo,
y se esfuerza por responder a él contribuyendo a la instauración
de la justicia. No se limita, pues, a enseñar valientemente cuáles
sean las exigencias de la justicia, aun cuando eso implique una oposición
a la mentalidad local, sino que trata de hacer operativas tales exigencias
en la propia comunidad, especialmente en la vida escolar de cada día.
En algunas naciones, como consecuencia de la situación jurídica
y económica en la que desarrolla su labor, corre el riesgo de dar
un contratestimonio, porque se ve obligada a autofinanciarse aceptando principalmente
a los hijos de familias acomodadas. Esta situación preocupa profundamente
a los responsables de la Escuela Católica, porque la Iglesia ofrece
su servicio educativo en primer lugar a «aquellos que están
desprovistos de los bienes de fortuna, a los que se ven privados de la ayuda
y del afecto de la familia, o que están lejos del don de la fe».(22)
Porque, dado que la educación es un medio eficaz de promoción
social y económica para el individuo, si la Escuela Católica
la impartiera exclusiva o preferentemente a elementos de una clase social
ya privilegiada, contribuiría a robustecerla en una posición
de ventaja sobre la otra, fomentando así un orden social injusto.
59. Es evidente que un proyecto educativo, basado en una concepción
que compromete profundamente a la persona, exige ser realizado con la libre
adhesión de todos aquellos que toman parte en él: no puede
ser impuesto, se ofrece como una posibilidad, como una buena nueva y, como
tal, puede ser rechazado. Sin embargo, para realizarlo con toda fidelidad,
la escuela debe poder contar con la unidad de intención y de convicción
de todos sus miembros.
Participación de la comunidad cristiana
en el proyecto educativo de la Escuela Católica
60. Declarando desde el principio su proyecto y decidida a realizarlo fielmente,
la Escuela Católica forma una comunidad auténtica y verdadera
que, cumpliendo su tarea específica de trasmisión cultural,
ayuda a cada uno de sus miembros a comprometerse en un estilo de vida típicamente
cristiano. De hecho en una comunidad semejante, el respeto al prójimo
es servicio a la persona de Cristo, la colaboración se realiza bajo
el signo de la fraternidad; el compromiso político por el bien común
es asumido con plena responsabilidad, como una misión para la construcción
del reino de Dios.
61. La colaboración responsable para llevar a cabo el común
proyecto educativo es considerada como un deber de conciencia por todos los
miembros de la comunidad —maestros, padres de familia, alumnos, personal
administrativo— cada uno de los cuales la ejecuta según las responsabilidades
y funciones que le atañen. Esa participación, vivida con espíritu
evangélico, es por su propia naturaleza un testimonio que no sólo
«edifica» a Cristo en la comunidad, sino que lo irradia y se
convierte en «signo» para todos.
La Escuela Católica como servicio eclesial y social
62. De esta manera la comunidad escolar presta un insustituible servicio
no sólo a la persona de los alumnos y de cuantos por diverso título
la integran, sino también a la sociedad que hoy, particularmente dividida
entre aspiraciones a la solidaridad y el surgir de formas siempre nuevas
de individualismo, puede por lo menos, hacerse consciente de la posibilidad
de dar vida a auténticas comunidades, que llegan a serlo gracias a
la convergente tensión hacia el bien común. Además,
la Escuela Católica asegurando institucionalmente, a la sociedad pluralista
de hoy, una presencia crítica en el mundo de la cultura y de la enseñanza,
revela con su misma existencia las riquezas de la fe, presentándola
como respuesta a los grandes problemas que oprimen a la humanidad. Sobre
todo, la Escuela Católica está llamada a prestar un humilde
y amoroso servicio a la Iglesia haciéndola presente en el campo educativo
escolar en beneficio de la familia humana.
63. Así es como ella desarrolla un «auténtico apostolado».(23)
Dedicarse, pues, a este apostolado «significa cumplir una tarea eclesial
insustituible y urgente».(24)
V
RESPONSABILIDADES ACTUALES DE LA ESCUELA CATÓLICA
64. Considerado en su debida perspectiva, el problema de la Escuela Católica
consiste, sobre todo en precisar su misión y hallar las condiciones
que le permitan realizarla. Esto se lleva a cabo mediante una búsqueda
lúcida y creativa, con ánimo perseverante y solidario, y cumpliendo
las condiciones concretas sin dejarse impresionar ni por el peso de las dificultades
internas y externas, ni por la persistencia de slogans ya superados(25) que,
en último análisis, tienden a la supresión de la Escuela
Católica.(26) Ceder a eso sería autolesionarse; anhelar, en
forma más o menos radical, una presencia no institucional de la Iglesia
en el campo escolar revela una visión quimérica y peligrosa
de la misma.(27)
65. En siglos pasados, al precio de grandes sacrificios, las instituciones
escolares, inspiradas por la doctrina de la Iglesia, se esforzaron por llevarla
a cabo, dotando a la humanidad de escuelas que respondieran a las necesidades
de épocas y lugares. La Escuela Católica, consciente de su
responsabilidad de continuar este servicio, reconoce también sus propias
limitaciones. Pues hoy como en el pasado, algunas instituciones escolares
que se dicen católicas, parece que no responden plenamente al proyecto
educativo que debería distinguirlas y, por lo tanto, no cumplen con
las funciones que la Iglesia y la sociedad tendrían derecho a esperar
de ellas. Sin pretender hacer un examen completo de los factores que pueden
explicar las dificultades en las que se encuentra la Escuela Católica,
se trata aquí solamente de mencionar algunas, con el fin de provocar
una reflexión que anime a una valiente reforma.
66. Lo que falta muchas veces a los católicos que trabajan en la escuela,
en el fondo es, quizás, una clara conciencia de la «identidad»
de la Escuela Católica misma y la audacia para asumir todas las consecuencias
que se derivan de su «diferencia» respecto de otras escuelas.
Por tanto se debe reconocer que su tarea se presenta como más ardua
y compleja, sobre todo hoy, cuando el cristianismo debe ser encarnado en
formas nuevas de vida por las transformaciones que tienen lugar en la Iglesia
y en la sociedad, particularmente a causa del pluralismo y de la tendencia
creciente a marginar el mensaje cristiano.
67. La fidelidad al proyecto educativo de la Escuela Católica requiere
también, por este motivo, una continua autocrítica y un constante
retorno a los principios y a los motivos inspiradores. No es que se vaya
a deducir de ellos una respuesta automática a los problemas de hoy,
sino una orientación que permita resolverlos en diálogo con
los nuevos avances de la pedagogía y en colaboración con cuantos,
sin distinción de confesión, honradamente trabajan por el verdadero
progreso del hombre. Tal colaboración debe establecerse prioritariamente
con las escuelas de otras comunidades cristianas con el fin de promover también
en este campo, la unidad de los cristianos. Pero debe extenderse también
a las escuelas estatales. Tales colaboraciones, iniciadas mediante contactos
entre educadores, encuentros e investigaciones en común, podrán
extenderse a los mismos alumnos y a sus familias.
68. Para concluir, es oportuno recordar lo que se ha dicho(28) acerca de
las graves dificultades jurídicas y económicas que dificultan,
en diversos países, la actividad de la Escuela Católica. Las
cuales le impiden particularmente extender su servicio a los jóvenes
de cualquier otro nivel socio-económico y la fuerzan a presentarse,
erróneamente, como escuela de ricos.
VI.
LÍNEAS OPERATIVAS
69. Después de haber reflexionado sobre las dificultades que encuentra
la Escuela Católica, se pasa ahora a considerar las posibilidades
operativas que se ofrecen a cuantos trabajan en este campo o son responsables
de él. Se trata de mencionar algunos de los más graves problemas:
la organización y planificación, las garantías que aseguran
el carácter específico, el empeño de los institutos
religiosos en la labor escolar, su presencia en los países de misión,
la pastoral de los educadores, las asociaciones profesionales y la situación
económica.
Organización y planificación de la Escuela Católica
70. La enseñanza católica se inspira en los principios generales
enunciados por el Concilio Vaticano II para la colaboración entre
la jerarquía y quienes realizan el apostolado. Por el principio de
participación y corresponsabilidad, los diversos grupos que constituyen
la comunidad educativa están asociados, según sus propias competencias,
en las decisiones concernientes a la Escuela Católica y en su aplicación.(29)
Este principio, manifestado por el Concilio, se aplica sobre todo en la elaboración
y realización de un proyecto educativo cristiano. La asignación
de diversas responsabilidades está regulada por el principio de subsidiariedad,
en virtud del cual la autoridad jerárquica respeta en particular las
competencias profesionales propias de la enseñanza y de la educación.
Pues «el derecho y el deber de ejercitar el apostolado es común
a todos los fieles, sean clérigos o laicos, y aun los laicos tienen
tareas propias en la edificación de la Iglesia».(30)
71. Este principio, enunciado por el Concilio Vaticano II, se aplica de modo
particular al apostolado de la Escuela Católica, que une estrechamente
la enseñanza y la educación religiosa en una actividad profesional
bien definida. Aquí tiene lugar especialmente la misión del
laico, la cual ha venido a ser «tanto más urgente cuanto más
ha aumentado, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la
vida humana, aunque a veces con cierta independencia del orden ético
y religioso y con grave peligro de la vida cristiana».(31) Además,
los laicos que trabajan en la Escuela Católica son enviados a «colaborar
más inmediatamente con el apostolado de la jerarquía»,(32)
sea por medio de la enseñanza de la religión,(33) o sea por
la educación religiosa más general, que tratan de promover
ayudando a los alumnos a lograr una síntesis personal entre fe y cultura,
y entre fe y vida. La Escuela Católica, en cuanto institución
apostólica, recibe aquí un «mandato» de la jerarquía.(34)
72. El elemento esencial de tal mandato es «la unión con aquellos
que el Espíritu Santo ha puesto para regir la Iglesia de Dios».(35)
Este vínculo se expresa también en la planificación
de la pastoral de conjunto. «Foméntense las varias formas de
apostolado y, en toda la diócesis o en regiones especiales de ella,
la coordinación e íntima conexión de todas las obras
de apostolado bajo la dirección del Obispo, de suerte que todas las
empresas e instituciones —catequéticas, misionales, caritativas, sociales,
familiares, escolares y cualesquiera otras que persigan un fin pastoral—
sean reducidas a acción concorde, por la que resplandezca al mismo
tiempo más claramente la unidad de la diócesis».(36)
Esto parece indispensable para la Escuela Católica ya que se beneficia
de «la cooperación apostólica de uno y otro clero, de
religiosos y laicos».(37)
Garantía del carácter específico de la Escuela Católica
73. Estas premisas aseguran el desarrollo del carácter específico
de la Escuela en cuanto católica. Si la autoridad jerárquica
tiene la misión de velar por la ortodoxia de la enseñanza religiosa
y la observancia de la moral cristiana en la Escuela Católica, es
tarea de toda la comunidad educativa asegurar en la práctica los caracteres
distintivos que constituyen un ambiente de educación cristiana. Una
responsabilidad particular pesa sobre los padres de familia cristianos que
le confían sus hijos : el haberla elegido no los exime del deber personal
de educarlos cristianamente. Están obligados a una activa colaboración
y eso requiere que, por una parte, ayuden al esfuerzo educativo realizado
por la Escuela Católica y, por otra, que ejerzan una vigilancia mediante
las estructuras de participación con el fin de que se mantenga fiel
a los principios educativos cristianos. Un papel no menos importante corresponde
a los mismos educadores, respecto de la salvaguardia y promoción de
la misión específica de la Escuela Católica, en particular
por lo que atañe a la atmósfera cristiana que debe impregnar
la enseñanza y la vida de la escuela. En caso de dificultad o de conflicto
que ataña al auténtico carácter cristiano de la Escuela
Católica, la autoridad jerárquica puede y debe intervenir.
Escuela Católica e Institutos Religiosos
74. Algunos problemas provienen del hecho de que algunos Institutos Religiosos,
fundados para el apostolado educativo escolar, a causa de las transformaciones
sociales o políticas, posteriormente se han dedicado a otras actividades
abandonando las escuelas. En otros casos, el esfuerzo por adecuarse a las
recomendaciones del Concilio Vaticano II respecto de una revisión
del proprio carisma a la luz de los orígenes del instituto, ha orientado
a algunos religiosos y religiosas a abandonar las escuelas católicas.
75. Es necesario revisar ciertas motivaciones aducidas contra la enseñanza.
Se escoge un apostolado llamado "más directo",(38) olvidando la excelencia
y el valor apostólico de la actividad educativa en la escuela.(39)
Algunos tienden a dar mayor importancia a una acción individual que
a la desarrollada comunitariamente en instituciones específicamente
apostólicas. Las ventajas de un apostolado comunitario en el campo
educativo son evidentes. Algunas veces se pretende justificar el abandono
de las escuelas católicas por un motivo de ineficacia, al menos aparente,
en la consecución de ciertos objetivos. Estas consideraciones invitarían,
más bien, a someter a una profunda revisión la actividad concreta
desarrollada en la escuela y a recordar la actitud de humildad y esperanza,
propias de todo educador convencido de que su obra no puede ser medida con
los criterios racionalistas que se aplican en otros campos.(40)
76. En el caso de que situaciones particulares pidieren revisar el apostolado
escolar, o transformarlo en otras actividades, corresponde a la competente
autoridad eclesiástica local valorar la oportunidad y necesidad de
semejante cambio, teniendo presentes las reflexiones de la pastoral de conjunto
anteriormente expuestas.(41)
La Escuela Católica en los países de misión
77. El apostolado de la Escuela Católica adquiere una importancia
todavía mayor cuando se trata de tierras de misión. En los
países que tienen Iglesias jóvenes, sostenidas aún por
la presencia de misioneros extranjeros, la eficacia de la Escuela Católica
dependerá mucho de su capacidad de adaptación a las exigencias
locales, haciéndose expresión de la comunidad católica
local y nacional, y contribuyendo al progreso de su desarrollo mediante la
calidad profesional y la franca colaboración con las escuelas católicas.
En los países en donde la comunidad cristiana está todavía
en formación y, por lo tanto, no está en situación de
asumir la responsabilidad directa de las instituciones educativas, la autoridad
jerárquica, aun manteniendo temporalmente tal responsabilidad, deberá
atender a los objetivos mencionados a propósito de la organización
de la Escuela Católica.(42)
Los maestros de la Escuela Católica
78. Los maestros, con la acción y el testimonio, están entre
los protagonistas más importantes que han de mantener el carácter
específico de la Escuela Católica. Es indispensable, pues,
garantizar y promover su "puesta al día" con una adecuada acción
pastoral. La cual tendrá por objetivo, bien sea la animación
general que subraya el testimonio cristiano de los maestros, o bien la preocupación
por los problemas particulares relativos a su apostolado específico
una visión cristiana del mundo y de la cultura, y una pedagogía
adaptada a los principios evangélicos. Aquí se abre un campo
vastísimo a las Organizaciones Nacionales e Internacionales que agrupan,
en diversos niveles, a los maestros católicos y a las instituciones
educativas.
79. Las organizaciones profesionales que se proponen proteger los intereses
de cuantos trabajan en el campo educativo deben también ser consideradas
dentro del cuadro de la misión específica de la Escuela Católica.
Los derechos de las personas que las integran deben ser salvaguardados con
verdadero sentido de justicia. Ya sea que se trate de intereses materiales
o de condiciones sociales o morales que permitan el desarrollo profesional,
el principio enunciado por el Concilio Vaticano II encuentra aquí
una particular aplicación: "aprendan los fieles a distinguir con cuidado
los derechos y deberes que les conciernen por su pertenencia a la Iglesia
y los que les competen en cuanto miembros de la sociedad humana. Esfuércense
en conciliarlos entre sí, teniendo presente que en cualquier asunto
temporal deben guiarse por la conciencia cristiana".(43) Además "los
laicos, aun cuando se ocupan de cuidados temporales, pueden y deben ejercitar
una acción preciosa para la evangelización del mundo".(44)
Por consiguiente, si organizándose en asociaciones específicas,
se proponen salvaguardar los derechos de los educadores, de los padres de
familia y de los alumnos, deben tener presente la misión específica
de la Escuela Católica que está puesta al servicio de la educación
cristiana de la juventud. «El seglar que es al mismo tiempo fiel y
ciudadano, debe guiarse, en uno y otro orden, siempre y solamente por su
conciencia cristiana».(45)
80. En esa perspectiva, estas asociaciones no sólo deben examinar
y salvaguardar los derechos de sus miembros, sino también velar por
su participación en las responsabilidades inherentes a la misión
específica de la Escuela Católica. Al incorporarse libremente
a una actividad profesional que tiene un carácter específico,
el personal docente católico está obligado a respetar tal carácter
y a cooperar activamente bajo la dirección de los organizadores responsables.
Situación económica de las Escuelas Católicas
81. Desde el punto de vista económico la situación de numerosas
escuelas católicas ha mejorado y en algunas naciones se ha normalizado.
Esto ha ocurrido allí donde los gobiernos han comprendido las ventajas
y la necesidad de un pluralismo escolar que ofrezca alternativas diversas
al sistema escolar estatal. De subsidios varios, concedidos a título
gratuito, se ha llegado a acuerdos, convenciones y contratos que, al mismo
tiempo que garantizan a las escuelas católicas la doble posibilidad
de conservar su carácter específico y de desarrollar adecuadamente
su labor, las integran más o menos completamente en el sistema escolar
nacional y les aseguran condiciones económicas y derechos análogos
a los que tienen las escuelas estatales.
82. Estos acuerdos han sido estipulados gracias al interés de los
gobiernos respectivos, que reconocen así el servicio público
ofrecido por la Escuela Católica, y por la acción resuelta
de la jerarquía o de la comunidad nacional. Tales soluciones son un
motivo de aliento para los responsables de la Escuela Católica en
los países, en los cuales, la comunidad católica todavía
tiene que soportar gravosas cargas financieras para conservar un sistema,
frecuentemente muy importante, de escuelas católicas. Deben persuadirse
que, mediante el empeño por regularizar una situación, no raras
veces injusta en este campo, no sólo contribuyen a asegurar a todo
niño una educación respetuosa de su pleno desarrollo, sino
que también defienden la libertad de enseñanza y el derecho
de los padres de familia a escoger, para sus hijos, una educación
conforme a sus legítimas exigencias.(46)
VII.
EMPEÑO VALIENTE Y SOLIDARIO
83. Proponerse recorrer el itinerario educativo de la Escuela Católica
significa, ante todo, estar animados de una fe fuerte en la necesidad y eficacia
de semejante apostolado. Pues, quien tiene fe y acepta el mensaje de Cristo,
quien ama y comprende a la juventud de hoy, quien conoce los problemas y
dificultades que pesan sobre el mundo contemporáneo, puede darse cuenta
de que la actuación de una escuela, coherente con su verdadera fisonomía,
exige el valor y la audacia de contribuir a su desarrollo, imprimiendo cambios
decisivos a muchas de sus realizaciones, de acuerdo con las necesidades actuales
y con el sublime ideal que la inspira.
84. En todo caso, la validez de los resultados educativos de la Escuela Católica
no se mide en términos de eficiencia inmediata: en la educación
cristiana, además de la libertad del educador y de la libertad del
educando, colocados en relación dialogal, se debe tener presente la
relación de ambos con el factor «gracia». Libertad y gracia
maduran sus frutos según el ritmo del espíritu, que no se mide
sólo con categorías temporales. La gracia, al injertarse en
la libertad, puede guiarla a su plenitud que es la libertad del Espíritu.
Cuando colabora consciente y explícitamente con esa fuerza liberadora,
la Escuela Católica se convierte en levadura cristiana del mundo.
85. Convencida de que la acción misteriosa del Espíritu actúa
en cada uno de los hombres, la Escuela Católica se ofrece también
con su proyecto educativo y con los medios específicos de que dispone,
aun a los no cristianos, pronta a reconocer, conservar y hacer progresar
los bienes espirituales y morales, así como los valores socioculturales
que caracterizan a las diversas civilizaciones.(47)
86. En esta perspectiva es necesario manifestar que, la desproporción
entre los recursos de que dispone y el número relativamente reducido
de alumnos a que atiende directamente la Escuela Católica, no le dispensa
de seguir prestando su servicio, porque la única condición
que, de derecho, se pone a su subsistencia es la fidelidad a su especifico
proyecto educativo. Esta fidelidad constituye también el criterio
fundamental que se debe aplicar cuando se trate, llegado el caso, de reorganizar
las instituciones escolares católicas.
87. Si todos los responsables de la Escuela Católica quisieran continuar
la reflexión sobre su misión hasta redescubrir el valor apostólico
de la enseñanza, se habrían puesto las premisas para que ella
pudiera seguir prestando su servicio en las mejores condiciones, y para que
pudiera trasmitir fielmente su misión a las nuevas generaciones. Los
responsables lograrán entonces un convencimiento, una seguridad, una
alegría y un espíritu de sacrificio enormes, con la certeza
de que, a numerosos jóvenes, les ofrecen la oportunidad de crecer
en la fe y de aceptar y vivir los principios y los tesoros de la verdad,
de la caridad y de la esperanza.
88. Al poner todo su empeño en fomentar y llevar a su plena realización
a la Escuela Católica, la S. Congregación para la Educación
Católica siente necesidad viva y urgente de renovar una calurosa y
cordial llamada de aliento a cuantos trabajan en ella: no pueden dudar de
la importancia apostólica que tiene la enseñanza, dentro del
conjunto de múltiples servicios en los cuales se articula la única
e idéntica misión salvífica de la Iglesia.
89. En particular, la Iglesia mira con renovada confianza y esperanza a los
Institutos Religiosos que, fieles a un carisma especifico suscitado por el
Espíritu Santo en la Iglesia, se dedican a la educación cristiana
de la juventud, para que —con fidelidad dinámica al carisma de sus
fundadores— contribuyan a la actividad educativa y apostólica en las
escuelas católicas, sin dejarse desviar por actividades apostólicas
que, muchas veces, sólo son en apariencia más eficaces.
90. A poco más de un decenio de la clausura del Concilio Vaticano
II, la S. Congregación para la Educación Católica vuelve
a dirigir —a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que ejercen
su misión en la Escuela Católica— la exhortación final
de la declaración conciliar sobre la Educación Cristiana, para
que «perseveren generosamente en su empeño, esforzándose
por sobresalir en formar a los alumnos con espíritu cristiano, en
el arte de la pedagogía y en el estudio de las ciencias, de modo que
no sólo promuevan la renovación interna de la Iglesia, sino
que también mantengan y acrecienten su benéfica presencia en
el mundo de hoy, sobre todo en el intelectual».(48)
CONCLUSIÓN
91. En la perspectiva del quehacer confiado a la Escuela Católica,
y sin disminuir en nada el valor del testimonio y de la labor realizada por
tantos católicos en las instituciones escolares oficiales en tantas
naciones, este documento se propone alentar todos los esfuerzos emprendidos
para promover su causa, pues en la sociedad pluralista contemporánea,
ella puede, más que nunca, prestar un servicio inestimable y necesario.
Al referirse constantemente a los valores evangélicos, se hace protagonista
de la construcción de un mundo nuevo, desgarrado por una mentalidad
impregnada de hedonismo, de eficiencia y de consumismo.
92. A cada una de las Conferencias Episcopales se dirige ahora la respetuosa
invitación a considerar estos principios que inspiran a la Escuela
Católica, a desarrollarlos y a traducirlos en programas concretos
que respondan a las situaciones particulares y a las exigencias de las diversas
clases y grados de enseñanza que comprende el sistema escolar en los
diversos países.
93. Consciente de la complejidad y delicadeza del problema, la S. Congregación
para la Educación Católica dirige también estas reflexiones
a todo el pueblo de Dios, con la certeza de que, en la economfa de la salvación,
las pobres fuerzas humanas afrontan y sufren el problema tratando de resolverlo,
pero que el resultado final de todo esfuerzo no se debe a la confianza en
ellas, sino a Jesús Maestro, que inspira, guía, sostiene y
lleva a plenitud toda obra emprendida en su nombre.
Roma, 19 de marzo de 1977, fiesta de san José
GABRIEL MARÍA Card. GARRONE,
Prefecto
Antonio M. Javierre, Secretario
Arzobispo tit. de Meta
Notas
(1) Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Cristiana «Gravissimum Educationis», 7.
(2) Cf. PAULO VI, Carta Encíclica «Ecclesiam Suam», 7.
(3) Ibid. 13.
(4) Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia
en el mundo contemporáneo «Gaudium et Spes», 4.
(5) PAULO VI, Alocución a Su Emma. el Señor Cardenal Gabriel-María
Garrone, 27 de noviembre de 1972.
(6) PAULO VI, Carta Encíclica «Ecclesiam Suam», 15.
(7) Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Cristiana «Gravissimum Educationis», 3.
(8) CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Divina
Revelación «Dei Verbum», 8.
(9) Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia
en el mundo contemporáneo «Gaudium et Spes», 11.
(10) PAULO VI, Alocución al IX Congreso de la O.I.E.C., en «L'Osservatore
Romano», 9 de junio de 1974.
(11) Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Cristiana «Gravissimum Educationis», 8.
(12) Cf. PAULO VI, Alocución al IX Congreso de la O.I.E.C., en «L'Osservatore
Romano», 9 de junio de 1974.
(13) CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia
en el mundo contemporáneo «Gaudium et Spes», 57.
(14) Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Cristiana «Gravissimum Educationis», 2.
(15) Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Cristiana «Gravissimum Educationis», 8.
(16) Cf. Eph 3, 18-19.
(17) Cf. Instrucción Pastoral «Communio et Progressio»,
67.
(18) Cf. ibid. 68.
(19) PAULO VI, Alocución al IX Congreso de la O.I.E.C., en «L'Osservatore
Romano», 9 de junio de 1974.
(20) CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación Cristiana
«Gravissimum Educationis», 8.
(21) PAULO VI, Valor de la oblación en la vida, en «Insegnamenti
di Paolo VI», vol. 8 (1970) 97.
(22) CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación Cristiana
«Gravissimum Educationis», 9.
(23) CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación Cristiana
«Gravissimum Educationis», 8.
(24) PAULO VI, Al Prof. Giuseppe Lazzati, Rector Magnífico de la Universidad
del Sagrado Corazón, en «Insegnamenti di Paolo VI», vol.
9 (1971) 1082.
(25) PAULO VI, Alocución al IX Congreso de la O.I.E.C., en «L'Osservatore
Romano», 9 de junio de 1974.
(26) Cf. supra 18, 20, 23.
(27) PAULO VI, Alocución al IX Congreso de la O.I.E.C., en «L'Osservatore
Romano», 9 de junio de 1974.
(28) Cf. supra 58.
(29) Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia
en el mundo contemporáneo «Gaudium et Spes», 43.
(30) CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos «Apostolicam
Actuositatem», 25.
(31) Ibid. 1.
(32) CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 33.
(33) Cf CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos «Apostolicam
Actuositatem», 10.
(34) CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos «Apostolicam
Actuositatem», 24.
(35) Ibid. 23.
(36) CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Oficio Pastoral de los Obispos
en la Iglesia «Christus Dominus», 17.
(37) CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos «Apostolicam
Actuositatem», 23.
(38) Cf. supra 23.
(39) Cf. supra 38-48.
(40) Cf. supra 22.
(41) Cf. supra 70-72.
(42) Ibid.
(43) CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la
Iglesia «Lumen Gentium», 36.
(44) Ibid. 35.
(45) CONCILIO VATICANO II, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos «Apostolicam
Actuositatem», 5.
(46) Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación
Cristiana «Gravissimum Educationis», 6.
(47) Cf CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre las Relaciones de
la Iglesia con las Religiones no cristianas «Nostra Aetate»,
2.
(48) CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación Cristiana
«Gravissimum Educationis», Conclusión.