LA LEGIÓN DE
MARÍA
La
Legión de María es una asociación de
católicos que, con la aprobación eclesiástica, han
formado una Legión para servir a la Iglesia en su perpetua lucha
contra el mundo y sus fuerzas nefastas, acaudillados por Aquella que es
bella como la luna, brillante como el sol, y -para el Maligno y sus
secuaces- terrible como un ejército en orden de batalla:
María Inmaculada, medianera de todas las gracias. Como resultado
de la caída, toda la vida humana, tanto individual como
colectiva, se presenta como una lucha dramática entre el bien y
el mal, entre la luz y las tinieblas.
Los legionarios ansían hacerse dignos de su excelsa
y celestial Reina, y lo intentan mediante su lealtad, sus virtudes y su
valentía. Y se han organizado a modo de ejército, tomando
como modelo particular a la legión de la antigua Roma. La
Legión de María ha hecho suya la terminología de
la legión romana, pero, a diferencia de ésta, ni sus
huestes ni sus armas son de este mundo.
Este ejército mariano, ahora tan numeroso, tuvo los
más humildes comienzos. No se formó conforme a un plan
preconcebido; brotó espontáneamente. Tampoco se
formuló un proyecto de reglas y prácticas. Al contrario,
por todo preprativo, alguien sugirió una idea, se fijó
una tarde, y se reunieron unas cuantas personas, sin sospechar que
habían de ser instrumento escogidos por la Divina Providencia.
En nada se distinguió aquella primera junta de las
que hoy celebra la Legión de María en el mundo entero. La
mesa, alrededor de la cual se reunieron, tenía puesto un
altarcito cuyo centro era una estatua de la Inmaculada (de la Medalla
Milagrosa), sobre un lienzo blando, entre dos floreros y dos
candeleros, con velas encendidas. Este conjunto, tan rico en
simbolismo, obedeció a la inspiración de una de las
primeras socias. Y allí quedó cristalizado todo lo que
representa la Legión de María. La Legión es un
ejército: pues bien, allí estaba la Reina antes de
reunirse ellos; estaba esperando el alistamiento de aquellos que Ella
ya sabía iban a venir. Ella fue quien los escogió, y no
al revés, y, desde entonces, ellos se han puesto en marcha y
luchan a su lado, sabiendo que el salir triunfantes y el perseverar
guarda un ritmo exacto a su unión con Ella.
El primer acto coelctivo de aquellos legionarios fue
arrodillarse. Aquellas frentes jóvenes y sinceras se inclinaron.
Rezaron la invocación y la oración del Espíritu
Santo; y luego, entre los dedos ya cansados por el trabajo del
día, desgranaron las cuentas de la más sencilla de las
prácticas piadosas. Al extinguirse el eco de las jaculatoras
finales, se sentaron, y bajo los auspicios de María,
representada allí por su imagen, se pusieron a pensar
cuál sería el mejor modo de agradar a Dios y de hacerle
amar en el mundo. De aquellas consideraciones brotó la
Legión de María con todas sus características, tal
como es hoy.
¡Qué portento! ¿Quién, al
contemplar aquellas humildes personas, tan llanamente ocupadas, hubiera
podido suponer -ni al calor de la más loca fantasía- el
destino que de allí a poco les aguardaba? Y entre ellas mismas,
¿quién sospechó jamás que entonces
precisamente estaban fundando una organización destinada a ser
una nueva fuerza mundial, la cual, fielmente encauzada y aprovechada,
en manos de María, sería capaz de dar vida, esperanza y
dulzura a las naciones? Con todo, así había de ser.
Aquel primer alistamiento de legionarios de María
se hizo en Myra House, Francis Street, Dubín, Irlanda, a las
ocho de la noche del 7 de septiembre de 1921, víspera de la
Natividad de Nuestra Señora. Por algún tiempo la
organización se llamó "Asociación de Nuestra
Señora de la Misericordia", nombre tomado del título de
la unidad madre.
La fecha del 7 de septiembre, dictada al parecer por
circunstancias fortuitas, se tuvo al principio por menos apropiada que
si hubiera sido al día siguiente; sólo después de
algunos años, en los que María dio pruebas
señaladas de su amor verdaderamente maternal, se echó de
ver que no fue un rasgo menos delicado el que mostró hacia la
Legión, haciendo coindicir su fundación con la hora de su
nacimiento. Dice la Escritura (Génesis 1,5) que el primer
día de la creación estuvo compuesto de tarde y
mañana; así, era muy propio que fuesen los primeros
aromas de la Natividad de Nuestra Señora, y no los
últimos, los que impreganaran la cuna de aquella
organización, cuyo primero y más constante empeño
ha sido siempre reflejar en sí misma la semejanza de
María como el medio más eficaz para glorificar al
Señor y hacerle llegar a los hombres.