LA PROMESA DEL REDENTOR



   Los hombres, después del pecado de Adán, ya no podrían salvarse al no usar Dios de especial misericordia con ellos.

   Pero Dios tuvo compasión del hombre caído, e inmediatamente después del pecado le prometió un Redentor. A Satánas le dijo: "Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que su descendencia y tu descendencia. Ella te aplastará la cabeza, mientras que tú herirás su talón" (Génesis 3,15).

   Su oficio principal debía ser el de mediador entre Dios y los hombres, para levantar al hombre caído y acercarlo de nuevo a Dios.

   A nuestros primeros padres en el paraíso ya les dio la esperanza de un Salvador. Y a Abraham le hizo la siguiente promesa: En un descendiente tuyo serán benditas todas las naciones de la tierra (Génesis 22,18).

   En los mismos términos renovó la promesa de Isaac y luego a Jacob: "Serán benditas en tí y en el que nacerá de tí todas las tribus de la tierra". A Judá hijo de Jacob le prometió: "El cetro no será quitado de Judá...hasta que venga el que ha de ser enviado, y éste será la esperanza de las naciones". Y a David le anunció también que de su descendencia nacería el Mesías (Génesis 26, 4-28).

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(Samuel Miranda)