HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA MEDIEVAL
CUARTA PARTE: EL SIGLO XI
CAPITULO V:
LA REFORMA GREGORIANA
5.1.- PERIODIZACIONES
Para el P. Kempf la R. F. comenzaría el 1046, coincidiendo
con el pontificado de Clemente II, después de Sutri ; el final lo
sitúa en 1122, año del Concordato de Worms. Evita el término
lucha por las investiduras como término genérico para este
período, ya que las investiduras laicas era sólo uno de los
problemas de la iglesia de este momento, y al menos al inicio del período
no es tan candente. Es mejor, como ya lo había hecho W. Fliche, hablar
de Reforma Gregoriana, en relación a su más importante representante,
Gregorio VII.
Engelbert no está de acuerdo con esta periodización.
Aunque sea verdad que con los llamados .papas alemanes. colocados por Enrique
III, comienza el papado reformado, también lo es que todos ellos vivieron
hasta Víctor II en una alianza estricta y pacífica con Enrique
III y se sentían unidos al imperio. Los gregorianos, por el contrario,
querían distanciarse de aquel imperio, como de todo poder laico. Intentaron
disolver la simbiosis Iglesia-Imperio, que desde los tiempos carolingios
era el ámbito normal de la vida eclesial en todo occidente. Por ello
se puede hablar de revolución europea, que se ha preparado lentamente
en la primera mitad del XI, que por ello se ha denominado Edad Pregregoriana.
En este momento cualquier cristiano serio se daba cuenta que la Iglesia tenía
necesidad de ciertas reformas, ya sea en la instituciones o en la vida y
formación del clero, entre los que se contaban incluso emperadores,
en particular Enrique III, sin el cual muchas evoluciones no se hubieran
realizado. Es trágico que estos emperadores concienciados llevasen
adelante una reforma que rápidamente se volvería contra ellos.
Enrique III en 1046 lo que ha encaminado es una prereforma, bajo el control
del emperador y de acuerdo con sus intenciones. El gran desarrollo parece
comenzar en 1056, año de la muerte de Enrique III.
La Historia de la Iglesia de Fliche-Martin toma el 1057 como
línea de confín, para terminar el período en 1123 con
el Concordato de Worms.
Otros autores proponen otras divisiones. Por ejemplo Th. Schieffer,
llama al período del 1056-1075, crisis latente ; y al período
del 1076-1085, la denomina Primera fase de la lucha para las investiduras.
Por su parte Gerd Tellenbach distingue todo el período desde Sutri
hasta 1073, del siguiente período de Gregorio VII en adelante.
Todas las periodizaciones son discutibles pero pueden ayudar
a entender mejor una época. Un hecho aceptado por todos los estudiosos
es que hacia la mitad del XI empieza algo nuevo. Por ello es sostenible tomar
el 1057 como terminus a quo ; por otro lado el Concordato de Worms en 1122,
nos puede servir como terminus ad quem. A todo este período le llamaremos
la época de la Reforma Gregoriana, dividiéndola en las siguientes
fases :
· 1057-1075 : Toma del poder por
parte de los gregorianos.
· 1076-1085 : Ruptura entre regnum
et sacerdotium.
· 1085-1100 : Endurecimiento de
las posiciones opuestas.
· 1100-1122 : Lucha por las investiduras.
Durante
este curso veremos los dos primeros períodos, que serán los
únicos que entrarán en el examen.
5.1.1.- Toma del poder por parte de los gregorianos (1057-1075).
Enrique
III, muerto en 1056, tenía un único hijo que todavía
era menor de edad, nacido el 11.11.1050, bautizado el 31.03.1051 con el nombre
de Enrique, siendo su padrino el abad Hugo de Cluny. El pequeño Enrique
fue elegido rey en 1053 y coronado en el 1054 en Aquisgrán. Un año
después se casa con Berta, la hija del marqués Otón
de Turín.
Los reyes
menores de edad no eran raros en la historia franco-alemana en base al principio
dinástico. Pero en base al otro elemento, el principio electivo, regía
la concepción de que el rey, a pesar de su minoría de edad
reinase personalmente. Desde el punto de vista del derecho público
no se conoce una regencia para un soberano menor de edad ; no obstante existía
una regencia efectiva por vía transversal como tutela de derecho privado.
De suyo, tras el precedente del 983, la regencia de Teofane en el nombre
de Otón III, en el momento de la muerte de Enrique III, sin demasiadas
dificultades, la madre del pequeño Enrique IV, Agnese de Aquitania,
fue reconocida como regente, también porque el papa Víctor
II se pronunció en este sentido.
Agnese
era una mujer bellísima, pero políticamente no muy dotada (¡no
era una segunda Teofane !). Entre los obispos, sólo el de Augusta
gozaba de su confianza. En el enfrentamiento con los príncipes seculares
se demostró bastante débil. En esta situación de ausencia
de un poder real fuerte, con una regencia débil, los ducados y en
general los reinos del Imperio, también en Italia, se mostraron más
independientes.
Este retroceso
de la política imperial tras la muerte de Enrique III, hace que en
los próximos años el centro de la evolución del papa
se encuentre en Roma. Todavía el partido de la reforma no se limita
a cambiar el rostro del papado, sino que transforma rápidamente otras
áreas de la Iglesia, comenzando por las condiciones político-religiosas
en Italia, es decir, en la zona más próxima a Roma.
Con la
victoria del partido reformador el país más importante para
la historia de la reforma llegará a ser Italia. A la muerte de Víctor
II, julio de 1057 en Arezzo, fue elegido por los electores romanos, los cardenales
creados por León IX, el abad de Montecasino, el Cardenal Federico
de Lorena, que asume el nombre de Esteban IX (1057-1058), que había
sido uno de los legados papales en Constantinopla pocos años antes.
La corte imperial no es consultada, lo cual es explicado de diversos modos
por los historiadores : algunos ven aquí un primer signo de la independencia
del papado respecto a la relación con el imperio ; otros recuerdan
que Enrique IV era menor de edad y la regente una mujer, y en este contexto
podía surgir una duda sobre la subsistencia de los derechos adquiridos
por Enrique III. Es difícil decidir cual es la opinión más
correcta, ya que las fuentes no indican con precisión este asunto.
El nuevo papa era hermano del Duque Gofredo de Lorena, el cual
después de la muerte de Enrique III estaba decidido a recobrar tanto
el ducado de la baja Lorena como el de Toscana, al estar casado con Beatriz
de Toscana. Gofredo no era un personaje muy estimado en la corte imperial
a causa de sus ambiciones independentistas, pero era un potente apoyo para
el partido reformador en Toscana. La corte sólo fue informada después
de realizarse la elección, pidiéndose la confirmación
por su parte, siendo encargado el diácono Ildebrando de llevar a cabo
esta misión, futuro Gregorio VII. Para el papa y el partido reformador
la solicitud de confirmación era sólo un gesto, no un acto
considerado necesario para una válida elección pontificia.
Todavía por el momento no se deshace el vínculo
con el imperio, pero se anuncia un cambio en esta relación recíproca.
El breve pontificado de Esteban IX es rico de iniciativas particulares. En
el primer sínodo que presidió renovó la condena de la
simonía y del Nicolaísmo. Entre sus actos más importantes
está el nombramiento de Pier Damiani como cardenal obispo de Ostia,
llegando así a ser el cardenal de rango más elevado y como
tal tuvo un papel decisivo en el posterior cónclave. Pier Damiani
era un representante del partido reformador, pero menos rígido que
Humberto de Silvacándida, siendo el mayor defensor del status quo
en la relación entre regnum et sacerdotium, siempre que el regnum
respetase el Derecho Canónico.
A Esteban IX, aunque le llega la muerte antes de llevar a cabo
todo lo que se había propuesto (29.03.1058, en Florencia), su breve
pontificado a llegado a estar cargado de consecuencias a causa de la conexión
del papado y de su intervención en el Movimiento de la Pataria, formado
en Milán contra la nobleza y el clero noble milanés.
Debemos retroceder un momento al tiempo de Enrique III y de
Conrado II. En Milán el arzobispo Arriberto había hecho la
paz con Enrique III y murió en 1045. Los grandes de la ciudad propusieron
a la asamblea del clero y del pueblo de Milán la candidatura de una
lista de cuatro nombres entre los cuales el emperador habría tenido
que escoger al nuevo arzobispo. Inesperadamente Enrique III rechazó
los nombres propuestos y elevó a la cátedra ambrosiana a Guido
de Velatte, perteneciente a la alta nobleza feudal del condado milanés,
no de la ciudad de Milán, que era un hombre muy fiel al soberano.
Enrique III intentaba con esta elección, obviamente, limitar el poder
de las fuerzas locales. De todos modos Guido no encontró oposición
a su ingreso en Milán y fue consagrado a comienzos de septiembre de
1045. No obstante la aversión del sector de los Capitanei, de la alta
nobleza milanesa, el arzobispo pudo afirmarse con fuerza gracias al apoyo
imperial. El acuerdo entre el arzobispo y los diversos componentes de la
sociedad milanesa se apoyó sobre bases frágiles.
Guido
no abrazaba las ideas del movimiento reformador. El aquel momento la reforma
en efecto no estaba todavía presente en las instituciones de la iglesia
de Milán, ni en la vida de los canónigos ni en la monástica.
Las profundas tramas de poder entre los exponentes del alto clero milanés
de una parte y de los altos feudales, los Capitanei, de la otra, en la misma
ciudad de Milán creaban un malestar social. Estos intereses tenían
implicaciones económicas. Todo esto desembocó, sobre todo desde
el punto de vista económico, en la explotación del patrimonio
eclesiástico milanés y esto minó en la raíz la
credibilidad de la jerarquía eclesiástica y del clero milanés,
que llegó a parecer absolutamente inadecuado e increíble para
proclamar a los hombres a Cristo y los valores cristianos, por ejemplo de
la pobreza.
De suyo
la alta nobleza laica, los Capitanei, se encontraba que era solidaria con
el alto clero nicolaísta, simoníaco, porque la compraventa
de los beneficios eclesiásticos constituía una de las fuentes
más rentables para la nobleza. En relación a este lazo entre
estructura feudal e instituciones eclesiásticas, con una explotación
de los recursos de la iglesia de Milán por parte de la nobleza nace
el Movimiento de la Pataria, que por tanto es una reacción. La novedad
de la Pataria está en la masiva participación del laicado en
la lucha por la reforma de la vida eclesial.
Propiamente en este período, a la muerte de Enrique III,
que era el más fuerte defensor del arzobispo Guido, un diácono
del condado milanés, Arrialdo, comienza a predicar, primero en la
iglesia parroquial de Varese y después en Milán, contra las
costumbres corrompidas del clero potente y bien situado, en particular contra
los clérigos casado y que viven con una concubina. La mejor fuente
de todo ello es la vida contemporánea de Andrés de Astruni,
la Passio Arrialdi, en 1075, poco después de la muerte de Ernenvaldo.
En el cuarto capítulo se describe la situación del clero de
Milán de aquella época, o en general del clero en Italia, debiendo
tenerse en cuenta que es un escrito hagiográfico y polémico
por parte de los patarinos, mientras no tenemos ningún testimonio
de la otra parte.
La predicación de Arrialdo se encuentra con el fermento de
las clases sociales, que en Milán están en ascenso, pero que
hasta ahora estaban excluidos del poder, ocupado por la alta nobleza de Milán.
Arrialdo está flanqueado por el clérigo Landolfo, perteneciente
al alto clero de la Catedral (desde el punto de vista de los adversarios
era un traidor). De este modo inician a finales del 1056 y comienzos del
1057 la Pataria milanesa.
Respecto al nombre .Pataria., su significado es poco seguro. La primera
hipótesis, la de Muratori, que ha llegado a ser clásica y hasta
ahora es la mejor, Patarini = .paté. o .pattée., del dialecto
milanés para indicar los .vendedores de trapos. o .chamarileros.,
un epíteto injurioso acuñado por los adversarios de aquel movimiento,
inventado por la nobleza feudal milanesa en el sentido de .harapientos.,
gente nueva, incluso enriquecida que pretendía cambiar las reglas
de la Iglesia y de la sociedad milanesa. Esta interpretación está
confirmada por Bonizzone, el cual afirma que los simoníacos les llamaban
patarinos o harapientos. Por el contrario, otro cronista contemporáneo,
Arnolfo de Milán, deriva el término del griego .paqos., con
una etimología ciertamente equivocada, pero sigue el artificio propio
de la Edad Media de buscar una etimología clásica, y habla
de .perturbaciones. de la población milanesa por parte de este movimiento.
En ausencia del arzobispo, que se encuentra en Alemania, el
movimiento patarínico se desarrolla. En la ciudad surgen violentos
tumultos. Los patarinos entorpecieron las celebraciones litúrgicas
de la Catedral y se marcharon de las misas celebradas por el clero que tenía
concubina o estaba casado ; a estas acciones se las denomina .huelga litúrgica..
Arrialdo concentra sus acciones de modo particular contra el nicolaísmo,
los curas casados o con concubina fueron obligados con violencia a abandonar
sus oficios.
El arzobispo Guido al principio a infravalorando las acciones
patarinicas, también por encontrarse en aquel momento en Alemania.
Ante el continuo deterioro de la situación en Milán, el clero
milanés decide recurrir al papa Esteban IX. También los adversarios
de los patarinos acuden a Roma para defender sus posiciones y para solicitar
la elección de un nuevo arzobispo. El coloquio con Esteban IX sirvió
para clarificar las posiciones de Arrialdo y de sus secuaces, pero el pontífice
todavía no se adhirió incondicionalmente al partido patarinico,
sino que consiguió la convocatoria de un sínodo provincial
para dirimir la cuestión. Este sínodo se celebra en Fontaneto
cerca de Novara en 1057. Arrialdo y Landolfo no se presentaron en el sínodo,
que estaba dominado por el clero noble milanés, y fueron excomulgados.
La situación se ponía cada vez más tensa,
tanto que el partido antipatarínico pasó al camino de los hechos.
Landolfo es herido por primera vez cuando intentaba alcanzar Roma y después
en una emboscada que podía haber llegado a ser mortal. Los antipatarínicos
no renunciaron a golpear a Arrialdo en su persona, pero destruyeron una iglesia
en su ciudad natal de Cuciago, que era una amonestación a Arrialdo.
Mientras tanto va aumentando en Roma la preocupación
por todo lo que estaba ocurriendo en Milán. Dos delegaciones pontificias
exploraron la situación. De la segunda, la más importante,
formaban parte aquellos que llegarán a ser los protagonistas indiscutibles
de la reforma de la Iglesia en aquella época, Anselmo de Bagio, obispo
de Lucca y después papa con el nombre de Alejandro II, y el archidiácono
Ildebranndo, el futuro Gregorio VII, y Pier Damiano, Cardenal obispo de Ostia.
Los contactos que Arrialdo tenía con las autoridades
romanas cambiaron su estrategia. Del papa y de los ambientes romanos los
patarinos debieron ser directa o indirectamente solicitados para hablar,
no tanto contra el matrimonio y el concubinato del clero, sino para emprender
una decidida batalla contra la práctica simoníaca en la concesión
de los oficios eclesiásticos. La simonía no sólo era
considerada como un abuso sino también como una herejía, en
tanto que el que recibía simoniacamente el orden sagrado o cualquier
otro sacramento, era como si pretendiera recibir el Espíritu Santo
por dinero o a cambio de algún favor ; profesaba, por tanto, una doctrina
contraria a la recta fe en la tercera persona de Santísima Trinidad.
La intervención de Roma hace que Arrinaldo centrase su atención
de la lucha antinicolaita a la más propiamente antisimoníaca,
aunque de suyo los dos vicios coexistían en la vida del clero.
El contraste entre los dos partidos tuvo como consecuencias
inevitables la división en el interior de la iglesia milanesa, que
significaba la ruptura de toda la sociedad de Milán. Con el arzobispo
Guido, que fue acusado de simonía por los patarinos, se unieron gran
parte del alto clero y de los laicos de la alta nobleza, el sector de los
Capitanei, e incluso clérigos no dispuestos a abandonar a la mujer
o a la concubina. Con Arrialdo se unieron algunos exponentes del clero que
compartían las nuevas instancias reformadoras y sobre todo muchos
laicos, pertenecientes a las más variadas clases sociales, pero prevaleciendo
los de las clases inferiores (de aquí el interés por este movimiento
por parte de los medievalistas marxistas : ascenso de una clase baja).
Para conseguir un clero no simoníaco ni Nicolaísta,
los patarinos hacen incluso propuestas concretas positivas : promueven la
fundación de la Canónica, que es una propuesta de vida común
del clero con una finalidad también pastoral : predicación
y administración de sacramentos por parte de ministros dignos. Después
de la muerte de Landolfo, sobre el 1061-62, Arrialdo encontró en el
hermano de Landolfo, Erlenvaldo, un noble caballero experto en las armas,
su ayuda más válida, llegando a ser el .brazo armado. de la
Pataria. Llegando a Roma Erlenvaldo recibe del papa Alejandro II un estandarte
con el emblema pontificio : el Estandarte de San Pedro, lo cual era una especie
de aprobación pontificia en relación con la Pataria bajo el
signo del estandarte petrino. Esto dará lugar a partir de ahora a
la lucha patarínica, ya que ven que incluso el papado está
de su parte.
Cuando Arrialdo empieza a atacar incluso algunas praxis litúrgicas
que consideraba equivocadas, esto fue interpretado hábilmente por
los adversarios de Milán como traición de la tradición
ambrosiana, y como tal fue propagado. De hecho el frente patarínico
en aquel momento comienza a ser menos compacto. Por lo demás, la segunda
legación romana a Milán había sido interpretada como
una indebida injerencia de la iglesia romana en relación con la autonomía
de la iglesia ambrosiana.
Los Patarinos son aceptados, por una parte, a causa de la lucha
contra el poder noble, pero por otra suscitan sospechas por sus ataques a
Roma. Fue en esta situación cuando Arrialdo atacó las tradiciones
litúrgicas de Milán. Este hecho cambió el clima en la
ciudad. La Pataria aparecía como la culpable de haber supeditado la
iglesia milanesa a Roma. La nobleza milanesa aprovecha rápidamente
este cambio de clima y decide llevar hasta el fondo la lucha contra los Patarinos.
El arzobispo Guido lanzó el interdicto sobre la ciudad,
mientras que Arrialdo está en el interior de los muros. Si Guido quería
conseguir con este interdicto la salida de Arrialdo de Milán, lo consigue.
Arrialdo que quería irse a Roma secretamente, para buscar apoyo del
papa contra los milaneses, fue hecho preso en una emboscada y matado cruelmente
en una isla del Lago Mayor el 28.06.1066. Un año después Erlenvaldo
consiguió organizar una verdadera y propia expedición militar
para recuperar el cuerpo de Arrialdo, sobre el que se difundía la
fama de santidad. Los restos fueron llevados triunfalmente a Milán
y enterrados en un clima de verdadera y propia canonización popular.
Poco más tarde, en una segunda fase, Erlenvaldo, que encuentra siempre
el apoyo del cardenal Ildebrando, el futuro Gregorio VII, obtiene la beatificación
de Arrialdo en 1068, por el papa Alejandro II. Su culto se mantiene en la
Iglesia de Milán hasta hoy.
El arzobispo Guido no estando en grado de contrarrestar la expansión
del poder de los Patarinos, escoge el camino de la dimisión, restituyendo
al emperador Enrique IV las insignias con las que en 1045 había sido
investido del episcopado, es decir el anillo y el pastoral, y se retira en
las cercanías de la actual Alejandría. A la sucesión
de la sede ambrosiana el emperador designó a Gotofredo o Gofredo de
Castglione, el cual era un estrecho colaborador de Guido. Su investidura
estuvo viciada por maniobras simoníacas, pero fueron otros los motivos
de la casi unánime aversión de los milaneses al neoelecto arzobispo.
Tenía en contra a buena parte de la nobleza del rango de los Capitanei,
la alta nobleza de la ciudad, ya que, como había pasado con Guido
en 1045, el emperador había excluido una vez más la elección
tradicional milanesa, el derecho de los milaneses a elegir su propio arzobispo.
También era contraria al arzobispo la población baja, porque
aspiraban a tener un papel de protagonistas en la elección del arzobispo.
Por último, también estaban en su contra los Patarinos, ya
que le juzgaban como simoníaco. La reacción de Roma fue inmediata.
Gotofredo fue excomulgado y Erlenvaldo incitado a impedirle entrar en la
ciudad.
Erlenvaldo en 1072 presentó otro candidato, Atone, un
joven clérigo que sólo tenía las órdenes menores.
Ni siquiera esta elección propuesta por los Patarinos fue aceptada
por los milaneses, ya que no estaba hecha en regla según las tradiciones
milanesas, ambrosianas. Así se produce en Milán una especie
de cisma entre el papado y el imperio, teniendo cada uno un candidato propio
para la cátedra de Milán. El papa Alejandro II sostiene a Atone
y rechaza a Gotofredo, mientras que Enrique IV sigue sosteniendo a Gotofredo.
Queda por resolver un problema por la investigación sobre
la fecha exacta de la ordenación de Gotofredo. Lo que sabemos con
certeza es que Enrique IV ordenó la ordenación, acaecida en
Novara, a los obispos sufragáneos milaneses filoimperiales. La fecha
es discutida entre comienzos del 1072 y 1074, para determinar si ocurrió
antes o después de la llegada de Gregorio VII a la sede romana.
Lo cierto es que Gregorio VII desde el inicio de su pontificado
ratifica el rechazo de la Sede Apostólica a Gotofredo e invita a todos,
incluso al emperador que apoyen a Atone, que era el candidato romano. Toda
esta trama de preferencias del papa y el emperador por uno u otro candidato
se encuadra en un marco mucho más amplio, que constituye la segunda
fase de la Reforma Gregoriana.
Ildebrando había mostrado desde mucho antes su interés
por la Pataria. Cuando es hecho papa sus cartas demuestran cómo había
desarrollado sus acciones de apoyo a Erlenvaldo. Ciertamente el papa Gregorio
VII apoyó el movimiento Patarínico más que los papas
precedentes. Pero Erlenvaldo cometió el mismo error que Arrialdo,
no observar las costumbres ambrosianas, a lo cual los milaneses eran muy
sensibles. Cuando Roma se metía mucho en los asuntos de Milán
siempre se revelaban. Cuando Erlenvaldo prohibió al clero milanés
administrar el Bautismo en la Semana Santa de 1074, faltando un crisma válidamente
consagrado, ya que Erlenvaldo no reconoce las funciones de Gotofredo, Erlenvaldo
pisoteó el cisma consagrado por obispos cismáticos, estallaron
en Milán protestas y tumultos que se sucedieron durante varias semanas.
En uno de estos encuentros en las calles de Milán Erlenvaldo es asesinado
poco después de la Pascua de 1075. También el será canonizado
por los gregorianos pasando así al santoral de la iglesia de Milán.
Muerto el jefe de los Patarinos, Enrique IV se da cuenta de
que no podía sostener por más tiempo a Gotofredo, ya que las
tensiones eran demasiado grandes, como la aversión de los milaneses
contra él. Así se procederá a una nueva designación.
El emperador se decide por Tedaldo, que era un clérigo milanés
de la Catedral, noble. A pesar de una advertencia de Gregorio VII, Tedaldo
es consagrado obispo el 04.02. 1076, quizás en concomitancia con una
asamblea en Piacenza de los obispos filoimperiales lombardos.
Durante todo el conflicto entre Gregorio VII y Enrique IV, Tedaldo
permanece fielmente en el lado del emperador, hasta las tres expediciones
militares contra Roma emprendidas por el soberano entre 1081-1084, en las
cuales participó Tedaldo a la cabeza de un contingente de soldados
milaneses.
La ejecución de Erlenvaldo había decapitado el
movimiento Patarínico, pero no había podido dispersar completamente
a este grupo. Tedaldo con la ayuda imperial pudo dominar Milán durante
diez años, aunque sus últimos días sólo estaba
seguro en la fortaleza archiepiscopal de Arrona donde concluirá su
vida el 25.05.1085, el mismo día en que morirá su gran adversario,
Gregorio VII. Tedaldo, que nunca fue reconocido por la Sede Apostólica,
siendo varias veces excomulgado.