LA SANTA DE CABORA
(Esta persona no es Santa y no debe ser
consideraba como tal)
México
De acuerdo con la escritora Brianda Domecq,
los años del Porfiriato (1876-1910) atestiguaron el surgimiento en
nuestro país de multitud de "profetas" e "iluminados", vistos con malos
ojos tanto por la Iglesia como por el gobierno. Entre ellos destaca la llamada
Santa de Cabora, cuyo culto atrajo a miles de personas en esa época
e impulsó más de una rebelión armada. La misma autora
nos ofrece los datos en los cuales se inspira la siguiente leyenda.
Allá por 1873, nació en un humilde pueblo de
Sinaloa Teresa Urrea, hija ilegítima de una indígena pobre y
de un acaudalado hacendado vinculado con la clase política de la región.
Naturalmente, la niña fue criada por su madre con todas las carencias
inevitables del caso, aunque pronto la situación dio un giro completo
cuando la entonces adolescente fue abandonada por su progenitora. Entonces,
la pequeña Teresa buscó a su padre, quien no dudó en
acogerla y en brindarle protección en la pequeña comunidad
de Cabora.
Durante sus paseos por las calles de su nuevo pueblo, Teresa
conoció a la curandera del lugar, con quien no tardó en entablar
una amistad especial. Efectivamente, la señora percibió cualidades
excepcionales en la muchacha, y decidió introducirla en el misterioso
mundo de la magia y los hechizos. De tal modo, Teresa se volvió aprendiz
de la vieja, a quien acompañaba a visitar a los enfermos de la región.
Fue en una de esas consultas cuando Teresa reveló sus
poderes singulares. Mientras curandera y aprendiz atendían a una
parturienta al borde de la muerte, de repente, la joven Teresa, en éxtasis,
dio un sonoro grito, se lanzó sobre la enferma y ayudó a salir
del vientre a la criatura, no sin antes devolverle la salud a la madre. Cuando
la muchacha salió del trance, la anciana le refirió lo ocurrido
sin poder disimular su asombro.
Tiempo después, Teresa fue víctima de un ataque
cataléptico, del cual pudo salir varios días después.
Durante dicho estado, el padre de la joven la creyó muerta y organizó
los funerales. Pero cuál fue la sorpresa de todos los dolientes cuando,
sin previo aviso, la "difunta" se alzó del ataúd, a partir
de lo cual comenzó a demostrar sus dones de profecía y sanación.
Efectivamente, luego de la "resurrección" de Teresa,
los rumores sobre sus poderes curativos se propagaron rápidamente
por todo Sinaloa y estados vecinos.
Primero decenas, luego cientos y, finalmente, miles de devotos
de la llamada "Santa de Cabora" arribaban día con día al pequeño
poblado, guiados por una inextinguible fe en los prodigios bienhechores
de Teresa. De acuerdo con los fieles, la muchacha era capaz de curar de
todo y de advertir sobre cualquier peligro a cuanto individuo necesitado
se acercara a ella. Mientras, el papá contemplaba resignado a la
cotidiana muchedumbre, un tanto escéptico acerca de los milagros
de su hija.
Pero no todos pensaban igual en el país. Porfirio Díaz
y las autoridades locales comenzaron a juzgar con recelo los dones de Teresa,
debido a lo cual la vigilaban con discreción. Pero de la sospecha
saltaron a la alarma cuando algunas revueltas de indígenas y obreros
empezaron a usar como grito de guerra "¡Viva la Santa de Cabora!".
Por ello, don Porfirio decidió arrancar "el mal" de raíz y
expulsó del país tanto a la iluminada sinaloense como a su
padre.
Así, una y otro fueron trasladados a los Estados Unidos,
donde Teresa participó activamente en la prensa consagrada al ataque
del dictador mexicano. Mas la muerte se la llevó en 1906, cuando
apenas tenía treinta y tres años.