HISTORIA DE LA IGLESIA
EPOCA ANTIGUA
SEGUNDA PARTE
LOS COMIENZOS DE LA GRAN IGLESIA (180-324)
CAPITULO XXI
LAS PRIMERAS CONTROVERSIAS CRISTOLÓGICAS Y TRINITARIAS. MONARQUIANISMO
Y MODALISMO
1.- Introducción.
La teología del siglo II no se planteó a fondo
el problema de la relación del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los apologistas en su lucha contra el paganismo señalaron el estricto
monoteísmo cristiano. También la Iglesia en su lucha contra
el gnosticismo señaló ese aspecto.
El apologista Teófilo había incluso hallado el
término "tríada " para significar esta realidad. La cristología
del Logos tenía sus fallos en cuanto subordinaba al Padre el Hijo.
Tal subordinacionismo turbaba menos la conciencia creyente, pues no se veía
en él una amenaza inmediata a la divinidad de Cristo. Si se hacía,
en cambio, resaltar con más viveza la unidad de Dios, la insistencia
en la distinción del Padre i el Hijo podía parecer inquietante.
Esa teología fue denominada "monarquianismo ".
La impugnación de la teología del Logos siguió
doble camino: Algunos vieron en Cristo sólo a un hombre, nacido desde
luego de la Virgen por obra del Espíritu Santo y en quien la fuerza
(dinamis) o virtud de Dios tuvo eficacia singular. Este monarquianismo, llamado
"dinámico ", salvaba realmente el principio divino único, pero
dejaba prácticamente de lado la divinidad de Cristo.
Otros afirmaban que Dios se había manifestado en cada
caso de modos distintos, una vez como Padre, luego como Hijo. Explicación
en la que se suprimía hasta tal punto la distinción entre el
Padre y el Hijo, que se llegaba a decir que era el Padre quien había
padecido en la cruz. Por esos fueron llamados "modalistas " o "patripasianos
". El monarquianismo modalista es también llamado adopcianismo. Parece
que sus partidarios procedían de sectores intelectuales, y no halló
mayor eco en el pueblo sencillo.
El primer representante del modalismo fue Teódoto, oriundo
de Bizancio, que fue a Roma hacia el año 190 y propaló allí
sus ideas teológicas. Hasta su bautismo en el Jordán, Jesús
había llevado la vida de un hombre sencillo, aunque justísimo,
sobre el que descendió el Espíritu o Cristo. Él y sus
seguidores apoyaban su tesis con la Biblia. El papa Víctor (186-198)
le expulsó de la Iglesia.
Discípulo de Teódoto fueron Asclepiodoto , Teódoto
el Joven y más tarde Artemón. Los dos primeros trataron de
organizar a los adopcionistas en una iglesia propia e incluso ganaron para
dirigirla al confesor romano Natalis, quien, sin embargo, los abandonó
al poco tiempo. Teódoto el Joven introdujo un elemento nuevo en las
anteriores teorías al designar a Melquisedec como la virtud suprema,
que está por encima de Cristo, el verdadero mediador entre Dios y
los hombres.
Hacia la mitad del siglo III, un doble argumento desempeñó
misión importante en esta doctrina. Los adopcianos atacaban la doctina
ortodoxa como diteísta, y apelaban luego a que ellos, como guardianes
fieles de las tradiciones apostólicas, sólo enseñaban
sobre Cristo lo que siempre se había creído.
Después de la mitad del siglo III predicó en oriente
un adpocionismo singularmente craso Pablo de Samosata, obispo de Antioquía.
Enseñaba que el Hijo sólo designa al hombre Jesús en
que moró la sabiduría de Dios. El Espíritu no sería
otra cosa que la gracia que Dios concedió a los apóstoles.
Por sabiduría de Dios o Verbo no entendía una persona distinta
de Dios, sino una fuerza impersonal. Dos sínodos se opusieron a sus
ideas (264). En el segundo el presbítero Malquión lo convenció
de sus errores, fue depuesto de su cargo y excluido de la comunión
de la Iglesia. El sínodo rechazó la proposición de que
el Hijo sea consubstancial (omoousios) con el Padre; pues, con ese término,
Pablo de Samosata quería negarle la propia subsistencia. Su sucesor
en Antioquía, el obispo Domno, apeló a la autoridad estatal
para obligar a Pablo a dejar la mansión episcopal.
2.- Monarquianismo modalista.
Toda teoría que separara demasiado tajantemente al Hijo
o al Verbo, del Padre, era mirada con recelo, pues de ahí podía
eventualmente deducirse la existencia de dos dioses.
Noeto. oriundo de Esmirna en el Asia Menor. Encarecía rigurosamente
el dogma del Dios uno, que es el Padre, y afirmaba la identidad de Cristo
con el Padre; de donde sacaba la consecuencia de que el Padre se hizo hombre
y padeció en la cruz. Fue expulsado de la Iglesia, pero halló
partidarios que se apoyaban en la Biblia (Ex 3,6; Is 44,6; 14-15;Jo 10,30;8ss;
Rom 9,5).
Epígono llevó la doctrina a Roma, donde se le
adhirió Cleómenes. Según Tertuliano en su obra contra
Práxeas (213) este parece haber modificado su teoría en el
sentido de que distinguió al hombre Jesús del Dios Cristo,
que era idéntico al Padre, de suerte que el Padre sufrió juntamente
con el Hijo (compatitur).
Sabelio debió venir de Libia a Roma, en vida aún
del papa Ceferino (199- 217). Él fue quien sistematizó la doctrina
modalista. Atribuyó a la única divinidad tres modos de obrar,
de suerte que el Padre era la verdadera naturaleza divina que, sin embargo,
también se manifestaba como Hijo y Espíritu Santo; como Padre
fue Dios creador y legislado; como Hijo operó la redención
y como Espíritu Santo daba la gracia y la santificación. Sobre
sus ideas sólo nos informan sus impugnadores Hipólito, Tertuliano
y Epifanio.
Hipólito atacó vivamente a los papas Ceferino
(199-217) y Calixto (217-222) por haber favorecido y hasta reconocido estas
herejías. Al primero acusaba de hombre ignorante e inculto y de haber
defendió a la vez ambas tesis:
1.- Yo sólo conozco a un sólo Dios, Cristo Jesús, y ninguno
fuera de Él, que nació y padeció.
2.- No fue el Padre quien padeció, sino el Hijo.
Sin embargo parece que Ceferino lo que quería era recalcar
de un lado la divinidad de Cristo y de poner, por otro, de relieve la distinción
entre el Padre y el Hijo; sólo que para ello le faltaba una terminología
adecuada. Contra Calixto afirmaba que se habría dejado seducir por
Sabelio. Sin embargo trataba también de mantener un término
medio. Contra la tendencia diteísta de Hipólito el papa afirmaba
la unidad de Dios, cuando decía que el Padre y el Hijo no son dos seres
separados; contra Sabelio afirmaba la distinción del Padre y el Logos,
que existía antes de todo tiempo y se hizo hombre en el tiempo.
Novaciano. A mediados del siglo III aprovecha el trabajo de
Tertuliano y se aparta claramente del modalismo, cuando dice que el Hijo
engendrado por el Padre, el Verbo, no es mero sonido, sino que tiene substancia
propia, es una "segunda persona "; pero el Hijo no había sido engendrado
sólo con miras a la creación, sino que existió antes
de todo tiempo, pues pertenece a la esencia del Padre tener en todo tiempo
un Hijo.
Rechaza también la dialectica diteísta, al recalcar
que el Hijo es Dios sólo en cuanto Hijo que recibe la divinidad del
Padre, y sólo en cuanto Hijo se distingue del Padre; no hay, por ende
división alguna de la naturaleza divina. No se expresa con igual claridad
acerca dela "persona " del Espíritu Santo, al que mira como una fuerza
divina, que obra en los profetas, en los apóstoles y en la Iglesia.
Berilo, obispo de Bostra en Arabia. Bajo el emperador Gordiano
(238-144) profesó la opinión de que Cristo, no existió
de manera propia, antes de su encarnación, ni poseyó una divinidad
suya propia, sino la del Padre que inhabitaba en él. Orígenes
disputó con él y lo llevó a la recta fe.
Dionisio, obispo de Alejandría (260). Sostuvo una discusión
con patripasianos de la Pentápolis libia. Atacaba las teorías
modalistas de los obispos Ammnonio y Eufranor con lenguaje vivo, pero a par
descuidado, y formulaba la distinción del Padre y Hijo, al que llamaba
criatura (poiema) con tan poca precisión que parecía borrarse
la igualdad de esencia entre ambos. Una denuncia a Roma fue ocasión
para que el papa Dionisio (259-268) le rogara que precisara su modo de ver
y expusiera la concepción de la Iglesia de Roma sobre la Trinidad.
Según el papa en la escuela teológica de Alejandría algunos
catequistas y maestros de teología dividían la monarquía
en tres hipóstasis y en tres divinidades separadas y profesaban una
doctrina diametralmente opuesta a la sabeliana; si Sabelio afirmaba que el
Hijo era el Padre y a la inversa, aquéllos predicaban en cierto modo
tres dioses. Contra eso, ha de afirmarse la unidad de Dios tan firmemente
como la trinidad divina; hablar de Cristo como de una criatura o afirmar que
hubo un tiempo en que no existía, es tan blasfemo, como llamar creación
(poiesis) a su divina e inefable creación. Dionisio se defendió
del ataque y su posición satisfizo a Roma.