SAN LEÒN IX
1049-1054 d.C.
Bruno, conde de Egisheim-Dagsburg,
era pariente de Enrique III y obispo de Tula, y fue designado Papa por el
emperador, en Worms, donde vinieron a buscarle los delegados de Roma. Entró
descalzo en Roma, después de haber conseguido la unanimidad del clero
y del pueblo de Roma a favor de su elección.
Fue uno de los grandes Pontífices de la Iglesia, a
la que supo reformar, ayudado por dos sabios consejeros: el monje benedictino
Hildebrando, el futuro Gregorio VII, y Pedro Damiano, personificando ambos
los ideales reformistas de Cluny. Nombró nuevos cardenales pertenecientes
a varias naciones, internacionalizando el colegio cardenalicio. El Concilio
de Letrán, los sínodos de Pavía, Reims y Maguncia, consolidaron
la estructura interior de la Iglesia y acrecentaron su prestigio en el mundo.
Se tomaron medidas severas en contra de la simonía
y el matrimonio. Ningún Papa como León IX viajó tanto
por Europa, en un tiempo en que los viajes eran verdaderas aventuras, llenas
de toda clase de peligros. La ciudad de Benevento, capitaneado por el Papa,
fue vencido por los normandos y León IX fue hecho prisionero y encerrado
en Benevento (1053), donde permaneció varios meses. Un nuevo estado
entraba en la historia, el de los normandos, que dominó durante varios
siglos el escenario político del Mediterráneo. Poco después
de ser puesto en libertad, el Papa fallecía en Roma y fue elevado
a los altares.
La fecha del 16 de julio de 1054 es la de la ruptura completa
entre la Iglesia de Occidente y la de Bizancio como consecuencia de la persecución
a la que el Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario, sometió
a los católicos. Bajo la directa inspiración del Patriarca,
un obispo griego acusó a los latinos de herejía. Los legados
pontificios excomulgaron a Cerulario en la Iglesia de Santa Sofía,
el 16 de julio de 1054, y el Patriarca pronunció anatema en contra
del Papa.
En 1050 vino en peregrinación a Roma el rey Macbeth
de Escocia, al que Shakespeare resucitará en su famosa tragedia. Por
primera vez, después de tantos decenios de decadencia, la Iglesia,
bajo el pontificado de León IX, volvía a ser una potencia espiritual
independiente y a justificar su universalidad.