LEON XII
1823-1829 d.C.


   Su nombre de nacimiento era Conte Annibale Francesco Clemente Melchiorre Girolamo Nicola Sermattei della Genga Periberti di Fabriano. Pertenecía a la familia de los condes de La Genga, un pequeño pueblo de la Provincia de Ancona. Fue el sexto de los diez hijos del conde Flavio Sermattei della Genga y de su esposa la condesa Maria Luisa Periberti di Fabriano. El lugar de su nacimiento no se sabe con certeza, pero se cree que pudiera ser tanto el castillo de La Genga, como Fabriano, como Ancona o Spoleto, localidad ésta de la que se consideraba ciudadano.

   Se educó en Collegio Campana de Osimo y en el Collegio Piceno de Roma. Posteriormente pasó a la Pontificia Accademia dei Nobili Ecclesiastici de Roma, donde fue ordenado sacerdote en 1783. Este mismo año fue nombrado secretario privado del papa Pío VI. En 1784 fue designado nuncio en Lucerna, Suiza. En 1790 regresó a Roma para ocupar una cátedra en la Ponticia Accademia dei Nobili Ecclesiastici y el cargo de prefecto del Seminario Vaticano. Fue entonces cuando consiguió atraer la atención hacia sí, al haber pronunciado en la Capilla Sixtina una enjundiosa oración fúnebre por la muerte del emperador José II. En 1792 fue nombrado canónigo de la Patriarcal Basílica Vaticana y abad comendatario del monasterio de Monticelli.

   El 21 de febrero de 1794 fue consagrado Arzobispo titular de Tiro. Inmediatamente después fue trasladado a la nunciatura de Colonia, pero debido a la guerra tuvo que establecer su residencia en Augsburgo. Durante los muchos años que pasó en Alemania, completó varias misiones difíciles, las cuales lo llevaron muy cerca de las cortes de Dresde, Viena, Munich y Stuttgart y también de la de Napoleón. Durante este período se le acusa de que sus finanzas estaban desordenadas y de que su vida privada estaba bajo sospecha. Luego de la ocupación de los Estados de la Iglesia, fue tratado por los franceses como prisionero de estado y vivió varios años en recluído en su abadía comendataria de Monticelli entreteniéndose con la música y la caza, pasatiempos que continuó practicando incluso después de su elección como papa. En 1814 Della Genga fue designado para llevar las felicitaciones del papa al rey Luis XVIII de Francia, instaurado por el Congreso de Viena.

   En 1816 fue nombrado cardenal del título de Santa Maria in Trastevere y obispo de Senigallia con el título de arzobispo ad personam. En 1820, el Papa Pío VII le dio la distinguida posición de cardenal vicario para la ciudad de Roma y al año siguiente le nombró arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor.

   Aún con la activa oposición de Francia, que lo tenía por acreditado germanófilo, fue elegido papa el 28 de septiembre de 1823cónclave. Su elección fue facilitada por el hecho de que el cardenal Giuseppe Albani, diácono de S. Eustachio, había presentado el veto del emperador Francisco I de Austria contra el favorito Antonio Gabriele Severoli, cardenal del título de S. Maria della Pace. La mayoría de cardenales habían optado entonces por un papa de transición, y Della Genga estaba muy enfermo, casi en el umbral de la muerte. Él mismo manifestó a los cardenales que acababan de elegir "a un hombre muerto". Sin embargo, sorpresivamente siguió viviendo. El 5 de octubre siguiente fue coronado por el cardenal Fabrizio Ruffo, protodiácono de S. Maria in Via Lata.

   Su política exterior, que confió primero a Giulio Maria della Somaglia, cardenal obispo de Ostia-Velletri y decano del Sacro Colegio, y luego a Tommaso Bernetti, cardenal diácono de San Cesareo in Palatio, se movía en las líneas generales que durante el papado anterior había dejado marcadas el esclarecido Ercole Consalvi, cardenal diácono de Santa Maria ad Martyres y secretario de Estado. Negoció ciertos acuerdos que fueron muy beneficiosos para el papado.

   Personalmente, León XII redujo los impuestos, hizo que la justicia fuera más barata, y logró encontrar financiación para ciertas mejoras públicas. Aún así dejó la tesorería más exhausta de lo que la había encontrado, y ni siquiera el muy planificado jubileo de 1825 ( que convocó solemnemente con la bula Quod hoc ineunte) consiguó mejorar la economía pontificia. A la conclusión del jubileo, con la bula Charitate Christi extendía a todo el mundo sus beneficios espirituales, al tiempo que recordaba la prohibición de la usura y la obligación universal de contribuir al sostenimiento de la Santa Sede.

   Su política interior era una de extrema reacción. Condenaba a las sociedades bíblicas, y bajo la influencia jesuítica reorganizó el sistema educativo. Persiguió a los carbonarios y los masones. Tomó las medidas más fuertes en relación a agitaciones políticas que se solían dar en las funciones de teatro. Sus medidas represivas le convirtieron en un personaje odiado por el pueblo.

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(Samuel Miranda)