BEATO LIBERIO GONZÁLEZ NOMBELA
1936 d.C.
18 de agosto
Nació el 30 de diciembre
de 1895 en Santa Ana de Pusa (Toledo). Excelente estudiante, obtuvo el doctorado
en Sagrada Teología. Se ordenó el 21 de diciembre de 1918.
Sus primeros destinos fueron como coadjutor, en Mora de Toledo (1919) y,
al año siguiente, en Bargas; capellán de las monjas de la Compañía
de María y profesor del Seminario Menor de Talavera de la Reina, en
1920-1921. En 1922 pasó a Toledo como coadjutor de la parroquia de
Santiago Apóstol. Dos años después, ecónomo de
la parroquia de los Santos Justo y Pastor. Finalmente llegó a Torrijos
en 1925, para convertirse en párroco el 26 de abril de 1926. Lo que
en la parroquia de Torrijos trabajó, difícilmente lo podrá
enumerar ninguno.
Fundó mil obras de piedad, de celo y de caridad. Todas
las empresas apostólicas hallaban cabida en él, y todas recibían
su empuje directo: Adoración Nocturna, Acción Católica,
en sus diversas ramas; Hijas de María, Padres de Familia, catequesis,
escuelas dominicales, conferencias de San Vicente, socorro de los pobres,
Apostolado de la Oración, escuelas nocturnas de obreros y, sobre todo,
las escuelas católicas para oponerse a la enseñanza laica,
hostil a la doctrina de la Iglesia.
El día 5 de marzo de 1936, tras la fatídicas elecciones
del mes anterior, que habían dado el triunfo a las fuerzas revolucionarias,
las turbas torrijeñas se manifestaban públicamente pidiendo
a gritos la expulsión del cura y buscándole con diabólica
intención. Él se ocultó, prudentemente aconsejado, en
el hospital del Santísimo Cristo. Allí pasó la última
noche de vida en su parroquia, al cabo de once años de trabajo heroico,
con todas sus ovejas. Al día siguiente, 6 de marzo, junto con su hermano
Juan, abandonó la parroquia y se refugió en Santa Ana de Pusa,
en casa de sus padres. Ante la imposibilidad de volver a Torrijos, el 5 de
mayo del mismo año 1936, el cardenal de Toledo lo nombró párroco
de Los Navalmorales. Dos meses más tarde, el 23 de julio del mismo
año, las autoridades locales cerraron la iglesia y prohibieron toda
clase de culto.
El Siervo de Dios no tuvo otro remedio que refugiarse de nuevo
en casa de sus padres, que vivían en Santa Ana de Pusa, a 8 kilómetros
de distancia. Hizo el camino vestido de sotana y a pie, pero cuando llegó,
las turbas lo estaban esperando para apresarlo. Eran las tres de la tarde
del 18 de agosto de 1936. Fue detenido y conducido al Ayuntamiento. De camino
mandaron parar el camión y le hicieron bajar poniéndole junto
a un poste de teléfono, haciéndole varios disparos a los lados,
como simulando un fusilamiento. El conductor del camión declaró
que, mientras interrogaron en el ayuntamiento de Torrijos a D. Liberio, lo
mandaron a él y a su cuñado con diez milicianos a fusilar al
párroco de Santa Ana de Pusa, el Siervo de Dios Juan Francisco Fernández,
al que también habían detenido. Mientras, una tumultuosa manifestación,
como si fuera a una romería, llevaba al sacerdote al martirio. Le
subieron de nuevo al camión. Llegados al cruce de Barcience, le mandaron
bajar y le obligaron a caminar; él, dando siempre la cara a sus verdugos,
retrocedió cuanto le dijeron, siempre con los brazos cruzados. Cuando
ya le estaban apuntando con los fusiles, dijo en voz alta: “Dios os perdonará”.
Sonó una descarga cerrada de muchos, de más de cien tiros,
y quedó muerto en el acto.