LOS DIFERENTES MINISTERIOS EN LA LITURGIA
En todos los ámbitos de la sociedad, hay personas que
desempeñan diferentes papeles, servicios o funciones. Nadie desempeña
todas las funciones ni todos los oficios. Hay personas que, por ejemplo,
en lo cultural, ejercen diferentes funciones: uno es el que da la conferencia,
otro es el que prepara el micrófono y está pendiente de la
sonorización, otro estará recibiendo a los invitados. etc.
Lo mismo sucede en los múltiples servicios y ámbitos de la
sociedad: en lo económico, en lo educativo, en lo referente a la salud,
etc... Cada uno debe desempeñar una función. Y, según
el pa¬pel que realice, se le reconoce con un nombre que lo identifica:
médico, enfermera, maestro, empleada de ho¬gar...
En el ámbito eclesial ocurre otro tanto. Unos son pastores
(obispos); otros, sacerdotes o laicos. Hay cristia¬nos que son catequistas,
lectores, monitores, o atienden a la ayuda para los necesitados y a la promoción
social. ¡Tanta diversidad de servicios y de ministerios!
En la liturgia también se dan diversos ministerios. Hay una
jerarquía y un orden. Ninguno realiza todas las fun¬ciones. Hay
diversidad. Todos, con su servicio propio, contribuyen al bien común,
a una mejor celebración. En toda asamblea litúrgica, deben
existir, pues, distintos ministerios. El que preside la celebración,
normal¬mente el sacerdote, no hace ni debe hacer todo.
3. Leemos la palabra de Dios
(De la Primera Carta de san Pablo a los Corintios, 12, l. 4-11)
En cuanto a los dones del Espíritu, no quiero, hermanos, que sigan
en la ignorancia. Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es
el mismo. Hay diversidad de servicios, pero el Señor es el mismo.
Hay diversidad de actividades, pero uno mismo es el Dios que activa todas
las cosas en todos. A cada cual se le concede la manifestación del
Espíritu para el bien de todos. Porque a uno Dios, por medio del Espíritu,
le concede hablar con sabiduría, mientras que a otro, gracias al mismo
Espíritu, le da un profundo conocimiento. Por el mismo Espíritu,
Dios concede a uno el don de la fe, a otro el carisma de curar enfermedades,
a otro el poder de realizar milagros, a otro el hablar de parte de Dios,
a otro el distinguir entre espíritus falsos y verdaderos, a otro el
hablar un lenguaje misterioso y a otro, en fin, el don de interpretar ese
lenguaje. Todo esto lo hace el mismo y úni¬co Espíritu,
que reparte a cada uno sus dones como él quiere.
Explicación
En la comunidad cristiana de Corinto florecieron los carismas. Estos son
dones especiales que el Espíritu concede a los fieles. Pero en el
ejercicio de esos carismas, se dieron abusos. Los que poseían tales
dones, los ejercían desligados de la Iglesia-institución. Es
decir, según su libre albedrío y por su cuenta. Pablo interviene
por medio de esta carta y con ello, nos ofrece a todos los cristianos criterios
para orientar y ejercer los diferentes carismas. Tales criterios son:
• Los carismas son algo positivo en la vida de la Iglesia
y manifiestan la vitalidad de la comunidad cristiana.
• Los carismas deben fomentar la unidad de la comunidad
cristiana, evitando toda discordia.
• El criterio auténtico para discernir los carismas
es que orienten y fo¬menten el bien de la comunidad.
• El apostolado es el primer carisma.
El carisma que Pablo llama hablar da parte de Dios es el ministerio del profeta,
es decir, el que anuncia y explica la palabra de Dios.
4. Leemos la palabra de la Iglesia
Los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen
a la schola cantorum desempeñan un auténtico ministerio litúrgico.
Ejerzan, por tanto, su oficio con la piedad since¬ra y el orden que convienen
a tan gran ministerio y con razón les exige el pueblo de Dios.
Por eso es necesario que éstos, cada uno a su manera, estén
profundamente penetrados del espíritu de la liturgia y sean formados
para cumplir su función debida y ordenada¬mente (Sacrosanctum
Concilium. 29). No rehúsen los fieles servir al pueblo de Dios con
gozo cuando se les pida que desempeñen en la celebración algún
determinado ministerio (Ordenación general del Misal Romano. 62).
A la luz de estos textos, podemos reflexionar sobre los ministerios.
El fundamento de los diferentes ministerios es la asamblea litúrgica.
To¬dos los bautizados celebran, aunque con funciones diferenciadas, pues
no todos hacen todo. Y esto no es por una concesión del celebrante,
presbí¬tero u obispo, sino en virtud de la ins¬titución
del mismo Jesucristo y de la misma Iglesia.
La liturgia, con la diversidad de ministerios, es un signo del
ser de la Iglesia: una y múltiple. La Iglesia es ministerial, es decir,
está al servicio del Evangelio. No es fruto de una organización,
más o menos eficaz, sino consecuencia de la entraña de la misma
Iglesia, que es comunión y participación.
En las celebraciones litúrgicas, los ministros ejercen
su tarea y su servicio. Constituidos en asamblea, celebran su fe y participan
ordenadamente para el bien de la misma comunidad celebrante. Todos los que
forman la asamblea litúrgica son actores. Pero no en el mismo grado
y con las mismas funciones (Véase: SC, 28).
Hay dos clases de ministerios: los ordenados, es decir, los
que han recibido el sacramento del orden, que son los obispos, presbíteros
y diáconos. Y los ministerios instituidos, que son: el lector y el
acólito. Éstos se confieren a los cristianos que, por medio
de una ceremonia de institución, reciben la encomienda de ejercer
ciertas funciones dentro de la celebración litúrgica.
Además, hay otros oficios que los laicos ejercen, al servicio de:
• la asamblea,
• la palabra de Dios,
• el altar,
• la música y canto,
• y de la comunidad en general.
Los ministerios...
A. Al servicio de la asamblea son:
1. El recepcionista. Podríamos llamar así a la persona que
acoge a los que llegan a la iglesia. También se preocupa del orden
a lo largo de la celebración y en las procesiones.
2. El monitor o comentador. Es el que hace las explicaciones y da avisos
a los fieles para introducirlos en la celebración y disponerlos a
entenderla mejor. Conviene que lleve bien preparados sus comentarios, con
una so¬briedad que los haga asimilables. En el cumplimiento de su oficio,
el comentarista (monitor) ocupa un lugar adecuado ante los fieles, que, a
ser posible, no conviene que sea el ambón. (Se entiende que el lugar
no sea el ambón de la palabra).
Es conveniente que el monitor tenga en cuenta estas indicaciones:
- las moniciones las dice la misma per¬sona;
- el monitor es diferente del lector;
- indica, si es necesario, con una sen¬cilla mirada,
los momentos de intervención del lector, del director de canto o de
los que forman parte de la procesión de ofrendas, etc.;
- antes de la celebración, debe orien¬tar y
animar la participación de la asamblea.
B. Al servicio de la palabra de Dios son:
l. El lector (no instituido). Los lectores deben ser aptos y cuidadosamente
preparados, para que los fieles lleguen a adquirir una estima suave y viva
de la Sagrada Escritura (Ordenación general del Misal romano, 99).
La lectura debe de hacerse:
• proclamando la palabra de Dios (que es algo más
que leer);
• despacio y dándose cuenta de que es para la asamblea,
no para sí mismo;
• captando el sentido literario del texto: exhortativo,
descriptivo, narrativo, etc;
• conviene ensayar la lectura ante el micrófono.
2. El salmista. Al salmista le corres¬ponde proclamar el salmo u otro
canto bíblico interleccional... Es preciso que el salmista posea el
arte de salmodiar y tenga dotes para emitir bien y pronunciar con claridad
.
C. Al servicio del altar son:
l. El acólito (no instituido). Le corresponde tener preparados el
pan, el vino, el cáliz, el agua, corporal, purificador, etc. y llevados
al altar a su debido tiempo. Además, le toca servir al sacerdote en
lo que necesite para una digna celebración.
Es costumbre laudable que ejerzan este ministerio niños y niñas,
debidamente preparados. Aunque esto no debe significar que es un ministerio
exclusivo de los niños.
2. El ministro extraordinario de la comunión ayuda a distribuir la
comunión a los fieles.
3. El maestro de ceremonias. Conviene, y esto sobre todo en las iglesias
y comunidades de mayor importancia, que haya alguien designado para la preparación
adecuada de las acciones sagradas y para que los ministros las ejecuten con
decoro, orden y piedad.
Su función principal es coordinar la preparación y la celebración.
D. Al servicio del canto están:
l. El grupo de cantores, que debe estar al servicio de la asamblea, no de
sus propios gustos e intereses. Le corres¬ponde promover la participación
activa de los fieles en el canto (Musicam sacram, 19).
Por tanto, todo coro que no apoye la participación de la asamblea
no tiene lugar en la celebración litúrgica. De lo contrario,
la reunión litúrgica podría convertirse en un concierto.
2. El director del canto. Su función es animar a la asamblea al canto.
Para eso, antes de empezar, debe¬ría dedicar unos minutos a ensayar
los cantos.
Las conferencias episcopales de muchos países han publicado orientaciones
precisas sobre la participación popular en el canto litúrgico.
E. Al servicio de la comunidad están:
l. El sacristán. Cuida de lo material del templo, de los utensilios
y vasos sagrados e imágenes, manteles, orna¬mentos, etc.
2. Los padrinos del bautismo y de la confirmación. Sus obligaciones
están indicadas en el Código de Derecho Ca¬nónico,
canon 892.
• Asesoran a los padres en lo que se refiere a la educación
cristiana del bautizado o confirmado.
• Tienen que tener 16 años cumplidos y ser capaces
de cumplir lo que prometen.
• Ser católicos, por supuesto, que estén
confirmados, que hayan recibido el sacramento de la euca¬ristía
y lleven una vida acorde con la fe y con la misión que van a asumir.