Jules Michelet, historiador progresista y
anticlerical del siglo XIX, profeta de la laica <<religión de
la humanidad>>, observa que la orden de los dominicos, fundada por
el castellano Domingo de Guzmán en la Edad Media, fue la principal
columna al servicio del papado romano. Más tarde, con el cambio de
era, este papel de tropa fiel pasó a la orden de los jesuitas, fundada
por el vasco Ignacio de Loyola.
Ha pasado un siglo desde que Michelet escribiera sus obras,
nos encontramos en el umbral de una nueva época y parecería
que esa función está pasando a otra institución religiosa,
el Opus Dei, creada por el aragonés José María Escrivá
de Balaguer. Por lo tanto, parece ser que de la península Ibérica
salen siempre los hombres que tienen como singular carisma su fidelidad a
Roma.
Por lo demás, no se trata de un papel iniciado con el
cristianismo; los emperadores romanos buscaban en España a los soldados
de absoluta confianza que formaban su guardia personal, y que eran los únicos
por los que no temían ser traicionados. La península Ibérica
no sólo fue para Roma la primera posesión fuera de Italia,
sino que se integró con tal profundidad y espontaneidad a la cultura
latina que prácticamente hizo desaparecer todo rastro de la lengua
y la religión existentes antes de la llegada de las legiones. Es muy
poco lo que se sabe de los iberos prerromanos, sin embargo, resulta interesante
notar que algunos de los mejores emperadores y escritores latinos venían
de allí.
En una palabra, España parece tener en la historia un
papel opuesto al que desempeñó Alemania; en esta última
existió la tentación constante de la revuelta contra Roma;
en la primera una tendencia de más de dos mil años a servir
a Roma con fidelidad, ya fuera que en Roma reinaran césares o Papas.