LOS MANDAMIENTOS: CAMINO
PARA CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS

   El hombre tiene un fin para el que ha sido creado por Dios: darle gloria amándolo y obedeciéndolo en la tierra, para después ser feliz con El en el Cielo. La razón de nuestra existencia es dar gloria a Dios. ¨Y cómo daremos gloria a Dios? Cumpliendo en todo momento su voluntad: la voluntad divina nos encamina a nuestro fin y, como seres libres que somos, debemos asumirla con deseos de amar y obedecer a nuestro Creador y Señor.

   La voluntad de Dios se cumple primariamente en la observancia de los mandamientos que son el camino para salvarse. El que los cumple, se salva; el que no los cumple, se condena. Son, por tanto, el compendio de lo que Dios desea que hagamos.

   Cuenta el Evangelio que un muchacho se acercó a Jesús y le preguntó Maestro, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?. El Señor le respondió: Si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos (Mt. 19-17). De esta manera tan clara Jesucristo le indicó y nos indica también a nosotros cuál es el camino para ir al Cielo.

 REVELACION DEL DECALOGO

   Todos los hombres tenemos la ley natural grabada en el corazón, de forma que con cierta facilidad podemos conocer sus principios fundamentales. Sin embargo, el pecado original y los pecados personales posteriores han oscurecido el entendimiento de tal forma que a veces es difícil conocer sus principios.

   Por esta razón, para que con mayor facilidad, con firme certeza y sin ningún error todos los hombres pudieran conocer lo que debían hacer para salvarse, Dios reveló su voluntad dándonos los diez mandamientos.

   En el Monte Sinaí, 1500 años antes de Cristo, después de que el pueblo elegido salió de Egipto, Dios entregó a Moisés el Decálogo, dándole los diez mandamientos esculpidos en dos tablas de piedra para que nunca se olvidaran de cumplirlos (cfr. Ex., 19-20).

   La ley que Dios dictó a Moisés en el Sinaí fue llevada a la perfección por Jesucristo, que se ha puesto a Sí mismo como modelo y camino para alcanzar la vida eterna (cfr. Jn. 14, 6). Esta perfección se revela como veremos más adelante en el mandamiento nuevo del amor: amor a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas, y amor a los demás como a nosotros mismos.

 DEBER DE CUMPLIR EL DECALOGO

   “Los diez mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves” (Catecismo, n. 2067).

   Los diez mandamientos son “básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos est n grabados en el corazón del ser humano” (Id.).

   “La obediencia a los diez mandamientos implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve” (Catecismo, n. 2068).

   “Así, la injuria de palabra est prohibida por el quinto mandamiento, pero sólo podría ser una falta grave en razón de las circunstancias o de la intención del que la profiere” (Id.).

   Pero para poder cumplirlos, es preciso antes conocerlos bien. Esos diez mandamientos de la ley de Dios son una prueba de su amor y de su misericordia: son como las señales indicadoras que nos muestran el modo de obrar rectamente y nos advierten de los peligros.

   Está en nuestro poder vivirlos con la gracia de Dios, que siempre concede a quien la pide debidamente. Si a algunos les resulta muy difícil su cumplimiento es porque abandonan la oración, la frecuencia de sacramentos y los demás medios que Dios nos ha dejado. Por eso dijo San Agustín: Dios no manda imposibles: te avisa que cumplas lo que puedas, y pidas lo que no puedas, y El te dar la gracia para que puedas (De nat. et gratia, c. 43, 50: PL 44, 271).

 ENUNCIADO Y SINTESIS DE LOS MANDAMIENTOS

   Los mandamientos de la Ley de Dios son diez (por eso se llama decálogo, de diez palabras o leyes). Su enunciado, de modo resumido es:

1° Amarás a Dios sobre todas las cosas.

2° No tomar s el nombre de Dios en vano.

3° Santificar s las fiestas.

4° Honrarás a tu padre y a tu madre.

5° No matarás.

6° No cometerás actos impuros.

7° No hurtarás.

8° No levantarás falso testimonio ni mentirás.

9° No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

10° No desearás los bienes ajenos.

   Los tres primeros mandamientos hacen referencia al honor a Dios y los otros siete al provecho del prójimo. De ahí que los diez mandamientos puedan sintetizarse en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. El amor, por tanto, es la perfección de toda ley.

   Por ello el Decálogo forma un todo indisociable. Cada una de las `diez palabras" remite a cada una de las demás y al conjunto; se condicionan recíprocamente; forman una unidad orgánica. Transgredir un mandamiento es transgredir todos los otros (Catecismo, n. 2069).

   Por último, es importante señalar que cada mandamiento encierra dos partes: una positiva, o sea lo que manda; y la otra, negativa, lo que prohíbe.

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(Samuel Miranda)