Una pregunta que nos llega
con frecuencia concierne a la validez de la Renovación Carismática
y el fenómeno asociado con ella. Para su información, quiero
empezar diciendo que nunca he sido, ni soy, miembro de este movimiento.La
Iglesia nunca ha carecido de carismas para su desarrollo, ambos ordinarios
y extraordinarios. No obstante, es la experiencia generalizada de la presencia
del Espíritu Santo entre los católicos, así como la
manifestación de carismas extraordinarios como el de profecía,
hablar en lenguas y las sanaciones, aparte de otros de evidente santidad,
los que han caracterizado a la Renovación Carismática. Esto
necesita de una explicación, para entender lo que significa, cuando
la Iglesia dice que la Renovación Carismática es un auténtico
movimiento del Espíritu en nuestra época.
Reconocimiento Eclesiástico
La Renovación Carismática ha sido reconocida como
un movimiento dentro de la Iglesia Católica por dos Papas, Pablo VI
y Juan Pablo II. Hablando a la Conferencia Internacional del Movimiento Carismático
Católico en Mayo 19 del 1975, el Papa Pablo VI motivó a los
asistentes en sus esfuerzos de renovación y especialmente en mantenerse
anclados a la Iglesia.
Este auténtico deseo de situarse ustedes en la Iglesia
es un signo claro de la acción del Espíritu Santo. Cómo
no va a ser una oportunidad, esta "renovación del Espíritu",
para la Iglesia y el mundo. Y cómo, en este caso, uno no debería
hacer todo lo posible por procurar que permanezca así.
El Papa Juan Pablo II por su cuenta, ha sido más explícito.
Hablando a un grupo de líderes internacionales de la Renovación
en Diciembre 11 de 1979 dijo; Yo estoy convencido de que este movimiento
es un componente muy importante en la totALal renovación de la Iglesia.
Haciendo notar que desde los 11 años ha dicho una oración
diaria al Espíritu Santo, agregó; Esta fue mi propia iniciación
espiritual, así que puedo entender todos esos carismas. Ellos son
todos parte de las riquezas del Señor. Yo estoy convencido de que
este movimiento es una señal de sus acciones.
Por su parte el Cardenal Joseph Ratzinger, Perfecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, ha agregado su voz a la del Papa, reconociendo
lo bueno que ha sucedido en la Renovación Carismática y recomendando
algunas precauciones. En su comentario a un libro del Cardenal Suenens, que
en ese tiempo era el delegado del Papa a la Renovación Carismática,
el Perfecto comenta en el período Post-Conciliar;
En el corazón de un mundo imbuido con un racionalismo
escéptico, una nueva experiencia del Espíritu Santo toma de
pronto impulso hacia delante. Y desde entonces esa experiencia ha sido el
aliento de un movimiento de Renovación mundial. Lo que el Nuevo Testamento
nos dice sobre los carismas -los cuales eran vistos como signos visibles
de la venida el Espíritu Santo- no es solamente historia antigua,
terminada y concluída, sino que se convierte de nuevo en algo de actualidad.
Hablando del tema del libro, Renovación y los Poderes
de la Oscuridad, él dice ; ¿Cuál es la relación
entre la experiencia personal y la fe común de la Iglesia? Ambos factores
son importantes ; una fe dogmática sin el respaldo de una experiencia
personal se mantiene vacía; sola la experiencia personal sin relación
con la fe de la Iglesia, se mantiene ciega.
Finalmente, el pide a aquellos que lean el libro, que presten
especial atención a la doble petición de su autor; para aquellos
responsables del Ministerio Eclesiástico, desde los sacerdotes
de parroquias hasta los obispos, les pide que no dejen pasar la Renovación
sin darle la plena bienvenida, y por la otra parte, a los miembros de la
Renovación, que quieran y mantengan su relación con toda la
Iglesia y con los carismas de sus pastores. (Renovación y los Poderes
de la Oscuridad, Leo Cardinal Suenens) Ann Arbor: Servant Books, 1983 .
Gracias Carismáticas
El Segundo Concilio Vaticano afirma la legitimidad de los carismas,
ambos ordinarios y extraordinarios. Un carisma es simplemente "una gracia
dada libremente por Dios para edificar su Iglesia" en oposición a
las gracias dadas para santificar al individuo. San Pablo da una lista de
los dones en 1 Co 12. Incluye carismas ordinarios como enseñanzas
y administración, así como extraordinarios como sanación,
milagros y hablar en lenguas. Estas cosas por sí mismas no hacen más
santa a la persona, sino que le permiten servir a otros. Finalmente la autenticidad
de los carismas debe ser discernido, puesto que los carismas no vienen necesariamente
del espíritu de Dios ( 1 Juan 4 ). El Concilio enseñó;
Aunque estos carismas sean muy notables o más simples
y comunes, deben ser recibidos en acción de gracias y de humildad
puesto que son propios y convenientes para las necesidades de la Iglesia.
Los dones extraordinarios no deben ser solicitados de forma precipitada,
ni es de ellos, que los frutos de la labor apostólica deben ser presumiblemente
esperados. Los encargados de la Iglesia deben juzgar la autenticidad y el
uso propio de estos dones, por medio de sus oficios, pero no debe extinguir
el Espíritu sino probar los hechos y mantenerse con lo que es bueno.
( 1 Tes5:12, 19-21 ) ( Lumen Gentium 12 ).
La Iglesia quiere claramente seguir un curso balanceado entre
un racionalismo escéptico y una ciega creencia en las supuestas obras
del Espíritu Santo. En el pasado la Iglesia ha condenado lo que llamaba
Pentecostalismo, entendido como la total dependencia, hasta la teológica,
de la presencia y de la manifestación de los carismas. Este tipo de
dependencia es ciega, porque falla al no permitir ser guiada por el pleno
contenido de la fé y del juicio de la autoridad de las enseñanzas
de la Iglesia. Es total cuando dichos "dones" desplazan los significados
de las gracias en la vida del Cristiano, como los Sacramentos. Por otra parte,
la Iglesia no puede condenar los carismas, puesto que son parte del patrimonio
de nuestra fé apostólica. Lo que hemos visto en nuestro tiempo
es la aparición en la Renovación Carismática, de un
aparente derramamiento de los carismas extraordinarios. Esto no significa
que uno tiene que ser carismático, que los carismáticos son
mejores católicos, ni que todos los supuestos carismas son auténticos.
Pero, como ha hecho notar el Concilio, la Iglesia debe respetar las obras
de Dios, discerniendo los auténticos de los que no lo son.
Un carisma verdadero no lo alejaría a uno lejos de la
Iglesia. Si un Católico se va, buscando un impulso emocional que no
encuentra más en la Iglesia, está siguiendo los dones del Dador
y no al Dador de los dones. La participación en la vida de la Iglesia
debe guiar a todo Católico (carismático, tradicional u ordinario)
a una relación más profunda con la Eucaristía, la Santa
Madre y con el Papa. Si no lo logra, algo espiritualmente está mal,
o bien con el individuo en particular o con la orientación que está
recibiendo en el grupo. Como el carisma no le da a la persona ninguna infalibilidad
ni santidad especial, dada la característica especial de dichos dones,
es especialmente necesario, para los individuos que los tienen, guardar la
pureza de su fe y ser menos orgullosos, porque la búsqueda de sí
mismos y el emocionalismo los puede llevar a extraviarse a ellos, así
como a otros. La realidad es que algunos han dejado la Iglesia para irse
al Pentecostalismo, o han querido crearlo dentro de ella, y esto apunta a
peligro. En contraste, la presencia en la Iglesia de una institución
dinámica y llena de fe como la Universidad Franciscana de Steubenville
es evidencia del mucho bien que se puede hacer, por aquellos con dones carismáticos
auténticos, ejercitados en unión con la Iglesia.
Todos estos carismas auténticos por ello están
al servicio del Cuerpo de Cristo, la Iglesia (1 Co 12,14). Como dones del
Espíritu Santo, son gracias sobrenaturales mas allá del esfuerzo
humano y de la naturaleza humana (Ej. las obras de milagro), algunos pueden
fundamentarse en los talentos naturales del receptor (Ej. la enseñanza).
San Pablo contrasta estos carismas con los "dones más grandes" que
son Fe, Esperanza y Caridad (1 Co 13) los cuales dice que tienen valor permanente.
Estas virtudes teologales unen la mente de la persona con la voluntad de
Dios. En consecuencia la Iglesia enseña que la Fe, la Esperanza y
la Caridad son necesarios para la salvación, pero los carismas no
lo son. La experiencia de San Pablo en Corintos demuestra que desde muy temprano
en la Iglesia, estos carismas son susceptibles a la exageración. En
otro contexto, el hasta advierte a los Corintios que el demonio puede aparecer
como un ángel de luz (1 Co 11:14). Similarmente San Pedro y San Juan
(1P 5:8-9; 1 Jn 4:1) nos advierten de este peligro.
Santo Tomás Aquino en la Suma Teológica (ST II-II
q177) nos dice que el Espíritu Santo no realiza los carismas
directamente sino por la mediación de los ángeles. Como ellos
están bajo el poder de la naturaleza angélica, también
son capaces de la imitación demoníaca. Es difícil explicar
los "poderes carismáticos de oratoria" de un Hitler, por ejemplo,
sobre puras bases terrenas. Es por estas razones que la mayoría de
escritores espirituales, especialmente el místico y doctor de la Iglesia
San Juan de la Cruz, nos advierte de no buscar estos fenómenos extraordinarios.
Como dicho antes, Vaticano
II hizo esta advertencia como parte de sus enseñanzas sobre los dones
carismáticos.
Así que la Iglesia reconoce por una parte que el Espíritu
se mueve donde quiere, y por ello no se quiere oponer a sus obras
y por la otra la Iglesia debe discernir la autenticidad de cada carisma,
para que no sea una trampa del maligno. Por esta razón,
decir que la Renovación Carismática está aprobada por
la Iglesia, no es un ticket en blanco para cualquier supuesto don carismático
o todo grupo carismático o individuo dentro de la Iglesia. El discernimiento
de la acción del Espíritu Santo es una
necesidad constante dentro de la Iglesia y dentro de la Renovación
Carismática.
Discernimiento de Carismas
El Apóstol Juan nos anima a probar los espíritus (1 Jn 4) y
durante los años la Iglesia ha desarrollado el criterio de determinar
si los frutos son buenos o malos (Mt 7:15-20). San Juan nos enseña
que si alguien niega que Jesucristo ha venido en la carne (1 Jn 4:3) es una
prueba de que la persona no tiene el Espíritu de Dios. Podemos llamar
a esto la prueba doctrinal de los frutos. El Espíritu de Dios nunca
se alejará de la verdad sobre Cristo. Como la Iglesia es una extensión
del misterio de la Encarnación, el Espíritu de Dios nunca te
alejará de la Iglesia Católica o de sus enseñanzas.
Similarmente el Espíritu de Dios nunca lo alejaría a uno de
la práctica de la fe (moral, devocional o sacramental). Cristo nos
ha dado los medios para la salvación y el Espíritu nunca nos
privaría de ellos. Este se podría llamar el examen práctico
de los frutos. "No es el que me dice: Señor ! Señor !, el que
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de
mi Padre del Cielo (Mt 7:21-23). Dicho de una manera positiva, la actividad
del Espíritu Santo (incluídos los no católicos) debe
necesariamente tender hacia la verdad Católica y la unidad (doctrina
y práctica) no importa cuan remota parezca esta unidad.
Por otra parte, el Espíritu que reconoce que Jesucristo vino en la
carne, es de Dios ( 1 Jn 4:2 ). Esta doctrina correcta es un motivo de credibilidad
en la autenticidad de un carisma o evento. Una persona puede estar actuando
por el espíritu humano fortalecido por la fe y puede no estar manifestando
un don extraordinario. Para determinar si un fenómeno dado excede
la naturaleza humana, es necesario de un discernimiento más que ortodoxo.
Por ejemplo, en el caso de una aparición, cuando un obispo declara
un evento de "digno de creer" o "no digno de creer", el obispo lo hace basado
en criterios científicos (puede ser explicado ?) y teológico
(viene de Dios ?). Así que la ortodoxia es el comienzo necesario del
discernimiento pero no el final.
Hay otra dimensión del discernimiento que debe ser considerada. Puesto
que los carismas son dados para la edificación de la Iglesia, no hay
ninguna conexión necesaria con la santidad personal. Santos, pecadores
y hasta no creyentes han manifestado estos dones. Al profeta pagano Balaam
le fue dado el Espíritu Divino de la profecía para autenticar
a Israel como el Pueblo de Dios (Num 22) Así que el estado moral del
receptor (bueno o malo) no indica por sí mismo un verdadero o falso
carisma. Estando bajo la coacción del Espíritu de Dios, no
obstante el verdadero carismático no podría decir ni hacer
nada contrario al Espíritu. Nadie podría decir, por ejemplo,
que el Espíritu de Dios lo llevó a emborracharse o ha hacer
algo pecaminoso, aunque pueda que en otros momentos haga esas cosas.
Hablando prácticamente, las diversas instancias de los carismas extraordinarios
dentro de la Renovación Carismática, nunca serán escrutados
oficialmente por la Iglesia. Los sacerdotes y laicos asociados con la Renovación
deben ser los más adecuados para discernir cada caso por sí
mismos, de acuerdo al criterio teológico de la Iglesia y a la prudencia.
Es más fácil descartar un fenómeno como no proveniente
de Dios que lo es el poder definir su origen (humano o divino) . La pregunta
básica hecha en oración debe ser "¿es este evento particular
un ejemplo creíble de la acción del Espíritu de Dios
-un Espíritu incapaz de mentir o pecar y que solo puede llevar a la
gente (hasta no católicos) a una fe Católica más profunda
y a la unidad? Esto puede hacer mucho para protegernos del león durmiente
(1 Pe 5:8), aunque no pueda producir el juicio de que algo es ciertamente
de Dios -un hecho que solo la Santa Sede puede definir finalmente.