BEATO LUIS DE SAN MIGUEL DE LOS SANTOS
1936 d.C.
24 de julio
Luis de Erdoiza y Zamalloa
(1891-1936) nació en Amorebieta (Vizcaya). En 1905 entró en
el aspirantado de los Trinitarios de Algorta; allí vistió el
hábito en 1906, y emitió su profesión simple en 1907.
Estudió la Filosofía en La Rambla (1907-1908). Siendo de inteligencia
despierta, los superiores lo destinaron como conventual a la casa de San
Carlino, en Roma. Allí hizo la profesión solemne, en 1910,
recibiendo la ordenación sacerdotal en la Archibasílica de
Letrán en 1916.
En la Pontificia Universidad Gregoriana volvió a cursar
Filosofía (1910-1913), también la Teología (1913-1917),
y estudió dos años de Derecho canónico en el Angelicum
(1917-1919). Fue destinado al convento de la Orden en Viena (Austria), donde
residió entre 1920 y 1925, consiguiendo un dominio perfecto de la
lengua alemana. Trabajó con denuedo en el ministerio parroquial, dirigía
las funciones de la iglesia y tenía fama de predicar bien. Vuelto
a España, estuvo un año en Algorta, y en 1926 fue nombrado
maestro de estudiantes coristas del convento de Córdoba. Entre 1929
y 1933 fue superior del convento de Belmonte. En el Capítulo Provincial
de 1936 fue elegido Consejero Provincial.
Sus discípulos de Belmonte lo recuerdan como un hombre
muy observante de la Regla y Constituciones, que exigía también
a los demás su puntual observancia. Era algo rigorista, de carácter
exigente, aunque con los enfermos era muy cariñoso y paternal, preocupándose
de que no les faltase nada. Se dedicó con gran empeño y frutos
a los ministerios de la confesión y del púlpito. Algo exagerado
y puntilloso en el cumplimiento de las rúbricas litúrgicas.
El P. Luis sufrió durante largos años de problemas
de salud muy dolorosos, ciática, reúma y varices, que le provocaron
varias fuentes en la pierna derecha por las que sangraba. Muchas temporadas
no podía salir de la cama. Cuando el P. Luis fue detenido en su convento,
lo llevaron hasta el Ayuntamiento dándole golpes y puñetazos;
él iba con un bastón, porque no podía andar debido a
las úlceras de la pierna. Iban pregonando delante de él: «¡Ya
ha caído un pájaro! ¡Le vamos a colgar en la farola de
la Plaza!». Una vez en la Casa consistorial, los jefes de los milicianos
venidos de Vallecas acordaron fusilarle, desnudo, junto a la farola de la
Plaza. Mientras duraban las deliberaciones, le golpeaban con las pistolas
en la cara y en el cuerpo; el P. Luis permaneció todo el tiempo con
los ojos cerrados, «sin hacer un guiño ni quejarse lo más
mínimo». Lo llamaban «el fraile gordo». Uno de los
milicianos se encaró con él y le dijo: «¿Con que
tú eras el que have unos días nos perseguías a todos
en Vallecas con una pistola?» (otros afirman que decía «en
Somosierra»); el P. Luis quedó callado. El miliciano insistió:
«¿Con que no contestas? Señal que tú fuiste»;
al final, el P. Luis respondió: «No fui yo», con voz sumisa,
humilde, sin violentarse. Varios hombres del pueblo salieron en su defensa,
diciendo a los milicianos que el P. Luis no se había ausentado en
aquellos días de Belmonte.