BEATO MANUEL DE LA SAGRADA FAMILIA SANZ DOMINGUEZ
1936 d.C.
6 de noviembre



   Nació en Sotodosos (Guadalajara, España). En su juventud trabajó en la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante. De ahí pasó a la banca, que a la sazón parecía empleo más prometedor que el ferroviario, y empezó a trabajar en el “London Country Westminster and Parr´s Foreign Bank” en la popular Gran Vía madrileña. Su ascenso fue rápido en este ramo y pronto fue fichado por el “Banco Rural” para encargarse de la dirección de la oficina de la calle Alcalá 26, en Madrid.

   Sintiéndose llamado a ingresar en la Compañía de Jesús, la deteriorada salud de su padre y el hecho de que sus dos hermanas dependieran económicamente de su sueldo obligaron a Manuel a retrasar su decisión. Nunca sería jesuita.

   Las Jerónimas subsistían a duras penas y se recuperaban con el tiempo, pero la restauración tenía que llegar. Desde que los monjes tuvieron que abandonar sus monasterios, generación tras generación de monjas jerónimas no cesaban de elevar al cielo sus súplicas con el deseo de que los monasterios de varones volvieran a ser poblados por austeros y santos monjes. Sin embargo, empiezan a impacientarse porque ven que se aproxima lo que pudiera ser el año fatídico en los anales de la Orden (1935), ella desaparecería al cumplirse los cien años necesarios para la prescripción canónica.

  En el locutorio del monasterio de la Concepción Jerónima de Madrid algunas monjas manifestaron su preocupación a don Manuel Sanz Domínguez, fervoroso caballero y amigo de la comunidad, con quien tenían mucha confianza. La conversación de esas benditas monjas dejó huella en el interior de don Manuel -más tarde fray Manuel de la Sagrada Familia- quien, a los pocos días, movido por el Espíritu de Dios, volvió al locutorio santamente decidido a consagrarse por entero a la restauración de la que, desde ese momento, fue para él su querida Orden Jerónima.

   Renunció a su brillante carrera profesional, a un futuro que se prometía acomodado, al éxito del mundo, y se empeñó en una tarea aparentemente insensata: recuperar una Orden monástica que solo ha existido en nuestro país, con un pasado glorioso y un carisma genuinamente español. Una Orden que llevaba casi 100 años extinguida en su rama masculina y de la que no quedaba más que algunos monasterios en ruinas.
Una vez realizadas todas las gestiones oportunas, en las que él tuvo parte importante incluso yendo a Roma y contemplando el agrado del papa Pío XI ante el proyecto, los nuevos jerónimos comenzaron la vida regular en el antiguo y ruinoso monasterio de Santa María del Parral (Segovia), el 11 de agosto de 1925. En este monasterio, al igual que otros monjes, recibió la ordenación sacerdotal e hizo profesión de sus votos, temporales primero, y solemnes después.

   Pero la República de 1931, la guerra civil de 1936-1939 y dificultades internas obstaculizaron la marcha. Fray Manuel, fue detenido en Madrid y sus familiares recogen sus últimas palabras: “No sufran por mí, pues si vivo veré restaurada la Orden de San Jerónimo, objeto de mis anhelos, y si muero seré mártir de Cristo, que es mucho más de lo que yo pudiera haber soñado”. Llevaba cerca de dos años enfermo. Lo trasladaron a la Cárcel Modelo junto a otros religiosos, sacerdotes y laicos. Nada más se supo de él.

   Muchos años después se pudieron reconstruir los últimos días de Fray Manuel. El 2 de noviembre de 1942, la “Causa General” recoge un documento que dice así: “Don Manuel Sanz Domínguez, Religioso Jerónimo, de 49 años de edad, fue detenido el 5 de octubre de 1936 (…) siendo ingresado a la Cárcel Modelo, de donde fue sacado en una expedición el día 6 al 8 de noviembre del mismo año para ser asesinado”.

   Paracuellos fue la tumba del restaurador de la Orden Jerónima, que dedicó sus últimos días en la Modelo a evangelizar y atender espiritualmente a los presos. Su sangre derramada por Cristo trajo para la recién restaurada Orden de San Jerónimo las bendiciones del Cielo. Fue beatificado por SS. Francisco el 13 de octubre de 2013.

Página Principal
(Samuel Miranda)