VENERABLE MARCELINA DE SAN JOSÉ
1959 d.C.
16 de noviembre



      Marcelina de San José (Caracas, el 18 de junio de 1874] fue una religiosa venezolana que vivió en Colombia y fundó la Congregación de las Hermanitas de los Pobres de San Pedro Claver. Fue declarada Venerable por el Papa Benedicto XVI, el 20 de diciembre de 2012. Se encuentra en proceso de beatificación.

   Luisa Marcelina Alveledo nació en el seno de una familia que le brindó una recta formación humana y cristiana. Su madre era miembro de la Tercera Orden Franciscana y su padre murió al poco tiempo de su nacimiento.

   En 1899, a sus 25 años, Luisa Marcelina ingresó en Maiquetía a la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, cuya dedicación y oficio eran la adoración de la Eucaristía y el auxilio y cuidado de los enfermos en los hospitales. El 25 de marzo de 1900 vistió el hábito religioso, recibiendo el nombre de Marcelina de San José. Emitió su primera profesión en 1902, y la profesión perpetua en 1908. La Hermana Marcelina de San José fue enviada al hospital venezolano de Los Teques para dirigirlo y allí, con generosidad, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los militares heridos.

   En 1909 fue nombrada superiora de la comunidad de Barranquilla. Allí las Hermanas dirigían un hospicio en el que recibían a casi cien ancianos pobres y se atendían gratuitamente a muchas niñas pobres en una escuela. En razón de la diversidad de pensamiento y opiniones sobre la razón de la vida religiosa en el Instituto, comenzaron los disentimientos. Esto generó una gran perturbación en la vida de la reciente Congregación de tal manera que muchas Hermanas, entre ellas la Madre Marcelina de San José, se separaron del Institutobeatificación.

   La Madre Marcelina de San José, junto con las Hermanas de Barranquilla, quiso perseverar en su oficio, atendiendo generosamente a los ancianos en el hospicio, y se confió a la protección del entonces Arzobispo de Cartagena (Bolívar, Colombia), monseñor Pietro-Adamo Brioschi, quien determinó la separación de ambos Institutos, disponiendo cambiar al de Barranquilla el hábito y el nombre. Las religiosas pasaron a ser conocidas como las Hermanitas de los Pobres de San Pedro Claver, señalando el ejemplo de aquel Santo de la Compañía de Jesús, que fue Apóstol de los esclavos.

   En 1917 la Madre Marcelina de San José fue elegida Superiora General, confirmada de nuevo en este oficio en 1935. La nueva Congregación se expandió al asumir obras de caridad para los mendigos, los necesitados y los ancianos. Concluido su oficio de Superiora General, la Madre Marcelina de San José fue elegida responsable del Consejo General, oficio en el que se dedicó a la formación de las Hermanas y se hizo ejemplo vivo de generosidad, paciencia, benevolencia y suavidad en el servicio a los necesitados.

   Para las jóvenes que ingresaban al Instituto, la Madre Marcelina de San José elaboró y dispuso algunas notas sobre los principios de la espiritualidad de la Congregación: el amor a la Cruz, el recogimiento interior, el silencio, el amor a los pobres en quienes se sirve al mismo Cristo y la renuncia a uno mismo. Meditaba principalmente sobre la Divina Providencia, la Pasión, la Eucaristía, la Inmaculada y San Pedro Claver.

   La Madre Marcelina de San José fue una mujer jovial y modesta, dedicada a la contemplación y preparada para la acción. Mantenía una disposición muy equitativa para con los amigos y los adversarios, era correcta en su proceder y modesta en la penitencia. Vivió su consagración religiosa con gran ardor y siempre deseó vivir como mínima en la presencia de Dios.

   Dedicó un cuidado maternal a los sacerdotes a quienes sostenía con su oración y su apoyo. La Madre Marcelina de San José nunca pronunció palabras de indignación en las abundantes adversidades de su vida. Siguió el ejemplo del Buen Samaritano, ayudando sin demora a los necesitados y principalmente a los más pobres y abandonados. También cuando enfrentó situaciones adversas al Instituto, logró un coherente testimonio de fe, apoyándose en la oración constante y el amor a la Eucaristía. La virtud de la esperanza acompañó toda su vida, haciéndola una mujer fuerte pero amable y dócil. Ejerció la virtud de la caridad en estrecha unión con Dios y en un amor permanente por el prójimo.

   En los últimos meses de su vida, debido a una grave y dolorosa enfermedad que soportó con fortaleza en comunión con el Señor crucificado, murió en Barranquilla el 16 de noviembre de 1959.El 20 de diciembre de 2012, el Papa Benedicto XVI publicó un Decreto reconociendo sus virtudes heroicas y dándole el título de Venerable.


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(Samuel Miranda)