BEATO MARCO ANTONIO DURANDO
1880 d.C.
10 de diciembre
Marco Antonio nació
el 22 de mayo de 1801, en Mondoví, en la ilustre familia de los Durando,
cuya casa daba a la Plaza Mayor y estaba cerca de la catedral y de la iglesia
de la Misión. Al revés que su madre, que era persona muy piadosa
y que inspiró la religiosidad y la fe en el corazón de sus ocho
hijos, el padre tenía ideas liberales y era de tendencia laica y agnóstica.
Dos de los hijos, de manera especial, profesaron tales convicciones y se
implicaron en los sucesos del Risorgimento italiano. Ocuparon puestos de
relieve en la vida política y militar. Santiago fue ministro de asuntos
exteriores en el gobierno Rattazzi, de 1862. Juan, general y jefe de las
tropas pontificias, en 1848, desobedeció las órdenes de Pío
IX llevando a las tropas pontificias más allá del Po para cerrar
el paso a los austríacos. Una vez que regresó al ejército
piamontés, participó con Carlos Alberto en la batalla de Novara,
en la expedición de Crimea y en las guerras de independencia.
La pasión misionera.
Marco Antonio salió más a la madre. A los 15
años manifestó el deseo de marchar como misionero a China.
Entró en la Congregación de la Misión, que por entonces
se estaba reconstruyendo en Italia. A los 18 años emitió los
votos perpetuos y el 12 de junio de 1824 fue ordenado sacerdote. Durante
cinco años permaneció en Casale Monferrato y después,
desde 1829 hasta su muerte, en la casa de Turín, de la que fue superior
dos años después de llegar. En lugar de ir a China, su destino
fueron las misiones populares, en las que expresó la pasión
misionera del anuncio de Cristo. Sostuvo y difundió la recién
nacida obra de la Propagación de la Fe, instituida en Lyon en 1822.
En la plenitud de su responsabilidad como Visitador, en 1855, inauguró
el colegio Brignole-Sale para las misiones extranjeras con el objetivo de
formar sacerdotes para las misiones ad gentes.
En los años jóvenes de su primer sacerdocio,
su dinamismo misionero fue absorbido por las misiones, que predicó
en muchos pueblos del Piamonte. Huyendo de los extremismos, tanto del laxismo
como del rigorismo jansenista, el padre Durando predicó la misericordia
de Dios, atrayendo a las gentes a la conversión: «La gente —relata
un cronista de la misión de Bra— se agolpaba para oírlo y estaba
tan silenciosa y atenta oyéndolo como si fuese un único hombre».
En estas misiones no se limitó a predicar, sino que allí donde
encontraba situaciones graves de pobreza, de acuerdo con los cohermanos, actuaba
de modo concreto. En Locana, por ejemplo, hizo «convertir todo el legado
económico de la misión, que consistía en 700 liras,
en harina de maíz para los pobres del pueblo», practicando así
la enseñanza de San Vicente de actuar espiritual y corporalmente en
favor de los pobres.
Amor a los pobres y primer director de las Hijas de la Caridad en Italia
La preocupación por los pobres fue la otra cara de su
pasión misionera. Poco después de haber sido elegido superior,
intuyó la utilidad de introducir en Italia del norte a las Hijas de
la Caridad, nacidas del carisma caritativo de san Vicente y de santa Luisa
de Marillac. Éstas, tras haber sido dispersadas en la época
de la revolución francesa, habían comenzado a reorganizarse.
Las apariciones de la Medalla Milagrosa, en 1830, a santa Catalina Labouré,
novicia de las Hijas de la Caridad, pueden considerarse como el origen del
nuevo florecimiento que estaba experimentando esta comunidad. La inteligencia
del padre Durando consistió en intuirlo. Las quiso en Piamonte. El
rey Carlos Alberto, en 1833, las acogió y ellas comenzaron a tomar
la responsabilidad de varios hospitales, tanto los militares de Turín
y Génova, como los civiles de Carignano, Castellamonte y Turín.
En 1855, tuvo el valor de enviarlas a la retaguardia de la guerra de Crimea
para curar a los heridos. Al mismo tiempo difundió la asociación
mariana de la Medalla Milagrosa entre las jóvenes y de ella nacieron
nuevas vocaciones: en el breve espacio de diez años, surgieron 20 fundaciones
e ingresaron 260 hermanas. El número de las vocaciones era tan desbordante
que Carlos Alberto puso a su disposición, en 1837, el convento de
san Salvario, en Turín. Gracias al crecimiento de las hermanas, el
padre Durando dotó a la ciudad de Turin de una red de centros de caridad,
llamados Misericordias, desde las que las hermanas, con las Damas de la Caridad,
salían para prestar el servicio a domicilio y la ayuda a los pobres.
Alrededor de las Misericordias surgieron diferentes obras, como las primeras
guarderías para niños pobres, talleres para muchachas y orfanatos.
Las Hijas de la Caridad han sido extraordinarias impulsoras del desarrollo
del catolicismo social en Italia gracias a su obra de asistencia entre los
enfermos y los pobres, a la vez que con la asunción de variadas obras
educativas.
Hombre de gobierno y director de conciencias
En 1837, con apenas 36 años, fue nombrado visitador
(o superior mayor) de la Provincia del norte de Italia de los misioneros
vicencianos, cargo que ocupó durante 43 años ininterrumpidos,
hasta su muerte. Por ello, tuvo que mermar su participación en las
misiones. Su tiempo estuvo absorbido por la organización de la congregación
de los misioneros vicencianos y la predicación de ejercicios espirituales
a los sacerdotes y clérigos de la diócesis de Turín.
La calidad de su dirección espiritual atrajo también la atención
de las nuevas fundaciones que estaban surgiendo en Turín. El arzobispo,
monseñor Fransoni, le confió la dirección de las hermanas
de san José, llegadas a Italia recientemente. Contribuyó a la
redacción de las reglas de las hermanas de santa Ana. Fue guía
espiritual de las clarisas capuchinas del nuevo monasterio de santa Clara.
La marquesa de Barolo, que había fundado un monasterio para la recuperación
de las muchachas perdidas, las hermanas penitentes de santa Magdalena, deseó
que fuese consejero en la redacción de las reglas y director de la
obra. Sin embargo, la obra que lo caracteriza es la fundación de las
hermanas Nazarenas.
En la escuela de Jesús crucificado, fundador de las Nazarenas
Como sucede con las obras de Dios, sin haberlo querido, el
21 de noviembre de 1865, fiesta de la Presentación de María,
el padre Durando pudo confiar a la sierva de Dios, Luisa Borgiotti, las primeras
postulantes de la nueva Compañía de la Pasión de Jesús
Nazareno. Eran jóvenes que se habían dirigido a él, puesto
que, deseosas de consagrarse a Dios, carecían de algunos requisitos
canónicos para poder entrar en las comunidades religiosas. Él
les encomendó la tarea de servir a los que sufren, como miembros dolientes
de Cristo crucificado, yendo a asistirles a su domicilio, día y noche.
La obra era hasta tal punto novedosa y original que un canónigo de
la catedral exclamó: «Si el padre Durando viniese a confesarse
conmigo, en conciencia no me sentiría en grado de absolverlo».
Y sin embargo, gracias a la caridad de estas hermanas, que supieron estar
junto a los moribundos con delicadeza, discreción y fe, porque contemplaban
en los que sufrían el sufrimiento del Señor, se produjeron algunas
conversiones significativas como las de Guido Gozzano, Felice Raccagni, Sofia
Graf y Anni Vivanti.
Muerte y glorificación
El padre Durando murió el 10 de diciembre de 1880: tenía
79 años. Sus restos mortales, significativamente, están sepultados
en aquel pequeño santuario de la Pasión, anejo a la Iglesia
de la Visitación de Turín, donde la comunidad de las Nazarenas
se había nutrido de la devoción a la pasión del Señor
para introducirse de forma misionera en el servicio de los que sufren.
La causa de beatificación, iniciada en Turín
en 1928 y continuada en Roma con el proceso apostólico en 1940, se
ha concluido en el 2001 con el reconocimiento del milagro obtenido por su
intercesión.