BEATA MARGARITA BAYS
1879 d.C.
27 de junio
Margarita Bays nació
en La Pierraz, parroquia de Siviriez (Friburgo de Suiza), el 8 de septiembre
de 1815. Sus padres eran agricultores y buenos cristianos. A los 15 años
aprendió el oficio de modista, que ejerció a domicilio y en
las familias vecinas. Desde muy joven recibió como don del Espíritu
Santo un gran amor a la oración: dejaba a menudo los juegos y los
amigos para retirarse a su habitación a orar. Pasó su vida
en la familia, dedicada a las tareas domésticas y a la costura, creando
una atmósfera de buen humor y de paz entre sus tres hermanos y sus
tres hermanas. Cuando se casó su hermano mayor, sufrió la hostilidad
de su cuñada, que le reñía por el tiempo que pasaba
en oración.
En la parroquia fue modelo de laica, llena de celo; dedicó
su tiempo libre a un apostolado activo entre los niños, a los que
enseñaba el catecismo de acuerdo con su edad, formándolos en
la vida moral y religiosa personal. Preparaba con gran solicitud a las muchachas
para su futura misión de esposas y madres; visitaba infatigablemente
a los enfermos y moribundos. Los pobres hallaban en ella a una amiga fiel,
llena de bondad. Introdujo en la parroquia las Obras misionales y contribuyó
a difundir la prensa católica. Se hizo incansable apóstol de
la oración, consciente de su importancia vital para todo cristiano.
Amaba profundamente a Jesús eucaristía y a la Virgen. Vivía
continuamente en la presencia de Dios.
A los 35 años le sobrevino un cáncer en el intestino,
que los médicos no lograron detener. Margarita pidió a la Virgen
le cambiase estos dolores por otros que le permitieran participar más
directamente en la pasión de Cristo. El 8 de diciembre de 1854, en
el momento en que el Papa Pío IX proclamaba en Roma el dogma de la
Inmaculada Concepción, le sobrevino una enfermedad misteriosa que
la inmovilizaba en éxtasis todos los viernes, mientras revivía
en el espíritu y en el cuerpo los sufrimientos de Jesús, desde
Getsemaní hasta el Calvario. Recibió al mismo tiempo los estigmas
de la crucifixión, que disimulaba celosamente a los ojos de los curiosos.
En los últimos años de su vida el dolor se hizo más
intenso, pero lo soportó sin un lamento, abandonándose totalmente
a la voluntad del Señor. Murió, según su deseo, en la
fiesta del Sagrado Corazón, el viernes 27 de junio de 1879, a las
tres de la tarde.