SANTA MARGARITA DE ESCOCIA
 1093 d.C.
 16 de noviembre
 
  
 
 
  
   De estirpe regia y de santos. 
Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de madre con
la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo Confesor
que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría.
 
    Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en 
Hungría, con fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó 
a reinar, porque al ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta 
que el normando Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey 
e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de 
muerte natural.
 
    Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara 
a ser reina de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto 
y dispuesto que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras 
la muerte de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, 
bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso 
es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon 
III de Margarita y se casó con ella.
 
    Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño 
de lágrimas. Se la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones 
de esposa; esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el
tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le
corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades cristianas 
que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas 
preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos 
llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a
familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y
de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita
y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de
Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de
rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado 
sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva 
en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).
 
    También se ocupó de restaurar iglesias y levantar 
templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline. 
Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se 
cometían en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las 
abundantes supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención 
de que los obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y 
sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.
 
    "Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar 
tantas desgracias juntas". Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte 
de su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue 
cuando marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del 
que se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos 
momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la 
muerte el año 1093, en Edimburgo.
 
    Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por 
el papa Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus 
reliquias por desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que 
tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo 
—que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución 
francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no 
salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar 
cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, 
aunque se sabe que se trasladó a España por empeño de 
Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El Escorial para los restos 
de Margarita y de su esposo.